No. 84 - Segunda quincena de Abril 1996
"Vacas locas" y uso de hormonas de crecimiento
La propagación de la encefalopatía espongiforme bovina (BSE), conocida como "enfermedad de las vacas locas", pudo haber sido propiciada por el creciente uso de hormonas de crecimiento artificiales en Occidente para incrementar la producción industrial de carne y leche
El tema fue planteado en Estados Unidos a principios de 1993 por Michael Hansen, investigador del Instituto de Políticas para el Consumo, en su declaración ante el Comité Asesor de Medicina Veterinaria sobre los Efectos Potenciales en la Salud Animal y Humana.
El ganado tratado con hormonas de crecimiento (rBGH) necesita una alimentación con mayor concentración energética, que generalmente se suministra a través de un preparado de carne y huesos de animales para su consumo por otros animales herbívoros.
Al igual que en los bovinos afectados por una enfermedad vinculada a la BSE, señaló Hanson, en este caso el ganado aparentemente sano cae súbitamente muerto. También señaló que los investigadores comenzaron a sospechar que existe una relación entre la BSE y la muerte repentina del ganado.
Los mamíferos contraen la BSE al comer carne infectada, lo que aumenta la posibilidad de que el agente de la enfermedad pueda ser el preparado de carne y huesos suministrado a las vacas inyectadas con rBGH.
Hormonas de crecimiento y alimentación carnívora
La Hormona de Crecimiento Bovino (BGH) o Somatotropina bovina (BST) es una proteína natural producida por el ganado vacuno. Las BGH recombinadas (rBGH) son hormonas sintéticas, producto de la ingeniería genética, desarrolladas y probadas en los últimos 10 años por compañías farmacéuticas y químicas como Monsanto, Upjohn, Eli Lilley y American Cynamid. La sustancia se inyecta cada 14 días en vacas lecheras durante 200 de los 335 días del ciclo de lactancia, lo que provoca un drástico aumento de la producción de leche.
El uso de rBGH fue autorizado por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos en noviembre de 1993, pero muchos países europeos, Australia y Nueva Zelanda prohibieron su uso.
Cada vez hay más pruebas de que esta sustancia puede afectar la salud de vacas y de seres humanos, pero las intensas presiones de las compañías químicas ayudaron a asegurar su uso generalizado en Estados Unidos y Gran Bretaña.
Actualmente se la está promocionando en muchos países en desarrollo como una solución para la escasez de alimentos. Pero esto podría representar una economía falsa para el mundo en desarrollo.
Las vacas tratadas con rBGH se mantienen en un ciclo perpetuo de gestación y lactancia que deteriora rápidamente sus organismos y reduce su expectativa de vida de 20 o 25 años a cinco o incluso menos.
En la actualidad las vacas ya están produciendo leche en exceso. En 1930, una vaca promedio producía diariamente cinco kgs. de leche, cifra que en 1988 había aumentado a 18 kgs., y actualmente, con las inyecciones de rBGH, alcanza los 22 kgs. diarios.
Ante la imposibilidad de consumir y digerir suficiente alimento normal como para sostener ese nivel de producción, las vacas inyectadas con rBGH son alimentadas con una dieta altamente concentrada. También son más vulnerables a las enfermedades porque su sistema físico está sobrecargado, por lo que suelen recibir crecientes dosis de antibióticos. A su vez, los residuos de las enfermedades y de los fármacos pasan a la leche.
La tensión a que se somete a las vacas reduce su fertilidad, su expectativa de vida y la cantidad de terneros que pueden parir.
Industria oculta datos
Los científicos británicos Eric Millstone y Eric Bruner, contratados por Monsanto para evaluar los datos sobre la rBGH, declaran que se les impidió dar a conocer los resultados de sus investigaciones, que demostraron un aumento definitivo de casos de inflamación de las glándulas mamarias (mastitis) en vacas tratadas con la hormona sintética.
"Es muy curioso que Monsanto haga objeciones a un análisis como el que hicimos, relativamente inofensivo, que demuestra algunos efectos negativos leves", dice Bruner. "Si tratan de eliminar estos datos como lo han hecho en los últimos tres años, entonces ¿podría ser que existieran otras cuestiones que todavía no conocemos?"
Posibles efectos negativos
Se teme que los residuos de hormonas y antibióticos en la leche y la carne afecten la salud humana, especialmente de los niños. Un gran porcentaje de la carne empleada en hamburguesas proviene de vacas lecheras "agotadas"
La pubertad precoz es atribuida por algunos al mayor uso de hormonas en el ganado, y las niñas que menstrúan antes de los 12 años tienen mayor riesgo de contraer posteriormente cáncer de mama.
El aumento del uso de antibióticos en animales también es motivo de preocupación debido a la creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos.
Las vacas inyectadas con rBGH aumentan la producción de un factor de crecimiento similar a la insulina, el IGF-1, cuya estructura molecular es idéntica en seres humanos y bovinos, lo que aumenta la posibilidad de su trasmisión a través del consumo de leche y carne. En los seres humanos, el IGF-1 está vinculado a la acromegalia, una enfermedad que provoca el crecimiento anormal de las manos, los pies, la nariz y el mentón. También se vincula el aumento de los niveles de IGF-1 con el tumor de colon y cáncer, en especial cáncer de mama en la mujer.
Según Samuel Epstein, profesor de medicina laboral y ambiental de la Universidad de Illinois, en Chicago, el "IGF-1 es un factor de crecimiento que mantiene el carácter maligno, progresivo e invasivo de las células mamarias".
Los defensores de la hormona sintética aducen que el incremento de la producción de leche aumentará la cantidad de alimentos disponibles para combatir el hambre en el mundo. Pero la introducción de la rBGH puede suplantar fuentes de alimentos más baratos, seguros y tradicionales, y el consiguiente aumento del uso de alimentos animales implicará una reducción general de las existencias alimentarias.
Se estima que una extensión de dos quintos de una hectárea cultivada con vegetales puede alimentar 20 veces más bocas que la misma superficie destinada a una dieta de comida animal. Obviamente las vacas son un gran negocio y los métodos que se utilizan para incrementar las ganancias podrían ser desastrosos en el largo plazo. El caso de la BSE quizás sea apenas el primero de una larga serie.
La BSE
Científicos británicos identificaron un nuevo modelo de la Enfermedad Creutzfeldt-Jakob (CJD) que afecta a los seres humanos, y anunciaron que no pueden eliminar la posibilidad de que la BSE pueda ser trasmitida a los seres humanos, lo que ha conmocionado a los círculos médicos y científicos.
La BSE es una de las enfermedades infecciosas de las que se sabe muy poco, que afecta a diversas especies animales y a los seres humanos. No está provocada por un virus ni una bacteria sino por un agente conocido como proteína "prion", que se supone provoca una lenta reacción bioquímica en cadena que genera un cambio de forma de las moléculas proteicas del cerebro.
El resultado es una transformación del cerebro, que pasa a tener la consistencia de una esponja, y que es irremediablemente fatal.
Los priones han demostrado ser muy estables y pueden soportar distintas temperaturas, radiación o antisépticos que matarían a otros agentes infecciosos. Aparentemente también inhibirían la respuesta inmunológica de los afectados.
La enfermedad provocada por este agente se ha manifestado en las ovejas pero rara vez en las vacas antes de los años 80. Se cree que la actual epidemia de BSE es el resultado de haber incorporado menudos ovinos en el alimento del ganado vacuno, lo que indica que este tipo de enfermedad puede transmitirse entre las especies.
En 1989 se prohibió el consumo animal de menudos bovinos, pero la BSE tiene un largo período de incubación. Todavía hay muchas interrogantes sobre cómo se trasmite la enfermedad y qué órganos afecta.
En las vacas las investigaciones indican que en general hay daños en el cerebro, la espina dorsal y la retina. Pero todavía se desconoce si la trasmisión entre las especies se da fácilmente o no, ya que no se registran casos de seres humanos que hayan desarrollado la enfermedad a partir de ovejas infectadas; en algunas sociedades es común el consumo de sesos y ojos de oveja.
La forma humana de la enfermedad, o CJD, es muy poco usual. Sus síntomas son temblores, nerviosismo, olvidos, pérdida de equilibrio, alucinaciones y debilidad.
Los enfermos decaen rápidamente hasta llegar a un estado en que no pueden caminar, hablar ni cuidarse solos. En Gran Bretaña el promedio actual de muertes por esta enfermedad es de una persona por semana. En Europa, las cifras de 1994 están en el orden de 0,53 a 1,04 por millón, siendo Holanda quien registra el valor más elevado.
En Papua Nueva Guinea existió una enfermedad bastante similar a la CJD, llamada Kuru, cuyo origen se asocia con los ritos mortuorios de canibalismo durante los cuales los familiares del muerto acostumbraban comer el cerebro del difunto, y se piensa que la enfermedad se propagó a partir de esa práctica con alguien afectado por la enfermedad Creutzfeldt-Jakob.
Históricamente, la CJD ha afectado a los mayores de 55 años. Antes de 1994 no se había registrado ningún caso de víctimas adolescentes y hubo sólo cinco en todo el mundo. Algunos contrajeron la enfermedad al ser tratados con extractos infectados de glándulas pituitarias humanas para provocar el crecimiento o combatir la infertilidad. Hubo 17 que contrajeron la enfermedad por el tratamiento, 15 están muertos y otros 1.900 han sido advertidos que están en situación de riesgo.
La alarma británica
Pero los últimos casos ocurridos en Gran Bretaña muestran un modelo diferente, lo que aumenta la preocupación en el país y en toda Europa.
A partir de 1994 se informó de cuatro casos de adolescentes afectados por la enfermedad en Gran Bretaña. Además, cuatro agricultores que trabajaban con ganado infectado con BSE murieron de CJD en los últimos tres años.
En 1994 se registraron 55 muertes provocadas por la CJD -el doble que en 1985- pero los científicos del gobierno insistieron que las cifras no se apartaban del índice medio mundial de uno en un millón, sin tener en cuenta los hábitos alimenticios locales ni la presencia de BSE en el ganado del lugar.
Pero a fines de marzo, el comité SEAC citó 10 casos de CJD entre personas menores de 42 años que podrían estar ligados a la ingesta de carne vacuna infectada pero que no podían explicarse por análisis genéticos o historias médicas.
El gobierno británico aceptó la recomendación de SEAC de que debe haber una investigación "urgente" y más profunda. Existen mayores temores de que los niños puedan estar más expuestos a contraer esta nueva forma de CJD.
Stephen Dealler, microbiólogo del Hospital General de Burnely, en Gran Bretaña, quien ha estado estudiando la Enfermedad Creutzfeldt-Jakob desde 1988, teme que en la próxima década tal vez haya una epidemia entre quienes ahora son niños. Según él una epidemia humana se manifestaría aproximadamente 15 años después que en el ganado vacuno y señala que sólo en 1990 se consumió un total de 250.000 vacas enfermas de BSE. Advierte que, en el peor de los casos, para el 2010 podría haber 10 millones de personas infectadas. El profesor en jefe de SEAC, John Pattinson, dice que el año próximo puede ser crucial para demostrar la verdadera dimensión de la amenaza.
Autoridades ceden ante presiones de la industria
Microbiólogos como Richard Lacey han estado previniendo de estos riesgos desde hace seis años. Lacey estima que unas 500.000 personas podrían estar afectadas en el 2010. Lacey acusa al gobierno de poner los intereses financieros y de la multimillonaria industria vacuna británica delante de las necesidades sanitarias de sus ciudadanos.
El doctor Harash Narang está de acuerdo. El fue despedido del Servicio de Laboratorio de Salud Pública hace dos años, después de haber creado un test rápido para detectar BSE en el ganado vacuno. Afirma que su despido se debió a que él sabía demasiado, luego que el gobierno ignoró las pruebas vitales sobre los vínculos posibles que presentó a un Comité Selecto en 1990.
"Encontré que dos de los cuatro casos de Creutzfeldt-Jakob que estudié eran atípicos. Eso significa que el modelo era distinto de los demás casos y que se parecían a la enfermedad de las vacas".
Narang ha estado estudiando la enfermedad desde 1970. En 1972 identificó una estructura conocida como "nemavirus", que indicó la presencia de BSE en el cerebro. A partir de este descubrimiento, en 1988 ofreció una prueba de diagnóstico de la enfermedad al Ministerio de Agricultura, pero la rechazaron. "No se trata de que el test no sirva o que cueste demasiado dinero, es simplemente el costo que supone tener que matar a los animales", denuncia Narang.
Narang continuó su investigación apoyado por el empresario Ken Bell, pero sufrió varios atentados. Le hicieron explotar las ruedas del auto cinco veces, le estropearon los frenos y entraron a su apartamento en Newcastle, donde revolvieron todos sus papeles.
(Fuente: SUNS/IPS)
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