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No. 86 - Segunda quincena de Mayo 1996

Argentina

La reactivación tarda, pero no llega ...

por Dafne Sabanes Plou

El plan de convertibilidad y estabilidad económica que impera en Argentina desde abril de 1991 acaba de cumplir 5 años. Se lo festejó con un índice de 1,2% de deflación. Pero esto no alegró al gobierno ni a los economistas

La deflación argentina va de la mano con un índice de desocupación que se calcula cercano al 20%, con el cierre de 35 mil comercios minoristas en todo el país, con récords de quiebras empresariales e industriales, con una baja preocupante en el consumo de bienes, tanto durables como no durables y con una merma del 37% en la oferta de puestos de trabajo.

El año 1995 fue duro para la Argentina. La crisis del modelo mexicano trajo aparejada un severo traspié para el plan económico neoliberal sustentado por el presidente Carlos Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo. Este traspié sólo sirvió para confirmar que buena parte de los capitales que permitían que la bolsa de Buenos Aires reflejara una imagen exitista del plan, no eran más que fondos "golondrina" capaces de retirarse ni bien sus dueños se sintieran inseguros y vieran mermar las posibilidades de sustanciosas ganancias en poco tiempo.

La caída de la bolsa y la baja de las inversiones en el país rápidamente dejó a la luz una recesión, hasta entonces encubierta, con índices negativos en el crecimiento económico y con serias secuelas sociales.

Luego de la euforia que provocó la drástica baja de la inflación en Argentina, que había llegado a 197% en el mes de julio de 1989, cuando cayó el gobierno de Raúl Alfonsín en manos de una hiperinflación jamás conocida en el país, el aumento importante en el consumo gracias a la estabilidad de precios y la buena cantidad de capitales que se invirtieron en la bolsa local y que compraron colocaciones de títulos públicos en el exterior, la onda recesiva a nivel macroeconómico no hizo más que reflejar una realidad que ya se vivía en el país.

Reducción de los salarios

A la reconversión tecnológica y a la gestión a las que debieron someterse en corto tiempo las empresas comerciales y las industrias, se sumó una competencia salvaje con productos provenientes del exterior, muchos de ellos a precios de "dumping", sobre todo en las industrias textil y manufacturera. Todo esto dio como resultado un achicamiento en los planteles de directivos y trabajadores, así como también la rebaja en los salarios, incluyendo la supresión del trabajo después de horario, las denominadas "horas extra", que en muchos casos representaban un plus del 50% sobre los ingresos de los salarios.

La rebaja en los salarios también alcanzó a la administración pública, donde hubo disminuciones del 15 al 20%, según el puesto ocupado.

El desempleo, que ya comenzaba a notarse a fines de 1994, la caída en las remuneraciones de empleados y obreros y el declive en la producción local, porque en muchos casos a los empresarios les convenía más importar los productos que producir en el país, mostraban que el modelo había entrado en crisis y que era necesario aplicar algo más que medidas monetaristas para evitar su hundimiento.

La mentada "convertibilidad", basada en la paridad de uno a uno en la relación dólar-peso, ya no bastaba para mantener una economía estable. Los gastos fiscales y el pago de la deuda externa se llevaban buena parte de los ingresos del Estado, dejando a la deriva los servicios públicos básicos como la educación, la salud y la seguridad publica.

Los resultados en el intercambio comercial tampoco han sido satisfactorios. Si bien en 1995 fueron superavitarios, debido a la recesión que hizo caer el consumo local y obligó a las empresas a buscar la venta en el exterior, los primeros meses de 1996 muestran un déficit de 365 millones de dólares. Mientras que las ventas con el Mercosur y la Unión Europea se mantienen en buenos niveles, no ocurre los mismo con los países del TLCAN de donde provienen el 24% de las importaciones argentinas.

Según un estudio de la Universidad Argentina de la Empresa, entidad privada, el salario de los trabajadores cayó en promedio un 10% desde el comienzo de la convertibilidad. El salario promedio ronda los 550 dólares y hay indicios de que continuará bajando. La situación se agrava si se tiene en cuenta que los salarios fueron congelados en 1991 al inicio del plan y que desde entonces, la inflación total ha sido de un 70%. Esto implica una pérdida importante en el poder adquisitivo de la población.

Inestabilidad y desempleo

En las encuestas callejeras que realizan habitualmente las empresas que miden la opinión de los ciudadanos, se registra en los últimos meses que la mayor preocupación de los argentinos es su inestabilidad laboral y el temor a perder el empleo. El alto porcentaje de desempleados calificados hace que los niveles salariales bajen en porcentajes importantes. Esta pérdida hace bajar los índices de consumo así como también los índices de cumplimiento fiscal. La Dirección General Impositiva ha visto bajar sus recaudaciones en los últimos meses debido principalmente a una menor actividad laboral y a una merma en las ventas en todo el país.

Mientras tanto, el índice de pobreza aumenta. El 16% de los hogares argentinos viven en la pobreza. Si bien el índice bajó desde el momento de la hiperinflación de 1989, cuando era del 39%, ha subido en relación a 1992, momento en que todo parecía ser exitoso en la económica argentina.

Pequeñas reactivaciones

A pesar de un cuadro general negativo, algunos índices económicos hacen pensar en pequeñas reactivaciones en algunos sectores. Por ejemplo, entre febrero y marzo de este año aumentó el pedido de empleados para los sectores administrativos y de servicios en un 24%, aunque no así para la industria. Las empresas toman promotores y vendedores, hecho que hace suponer que habrá más adelante una reactivación en la producción si aumentan las ventas. Aunque la cifra es 27% menor a la registrada en igual período de 1995, significa un repunte en relación a los últimos meses y abre expectativas positivas.

También existen algunos "polos" de reactivación en determinados rubros, como la siderurgia, la producción de alimentos elaborados, de aluminio, de automóviles y de camiones para el transporte pesado, la petroquímica y la industria láctea.

Todas las empresas que han tenido índices positivos en los últimos dos años deben esta situación a haber salido airosas de la reconversión y a haber podido insertarse con buenas condiciones en el mercado exportador. En este sentido, la salida hacia el Mercosur ha sido de vital importancia, así como también haber encontrado apoyo en los gobiernos regionales.

Cuando el presidente Menem presentó su plan quinquenal de gobierno como parte de su campaña para acceder, por segunda vez, a la Presidencia en 1995, prometió la creación anual de 350 mil puestos de trabajo. Antes de ser elegido por primera vez, en 1989, había prometido la "revolución productiva". Esta primera promesa quedó en el recuerdo como una broma de mal gusto. Nadie parece creer ya en la segunda promesa, aunque la reactivación en Argentina pase justamente por la inversión en la producción y en la creación de puestos de trabajo para los 2 millones de desocupados que pululan sin esperanza por pueblos y ciudades.

(Fuente: ALAI)




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