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   No. 97 - Mayo 1997
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No. 97 - Mayo 1997

Reflexiones sobre la globalización

por Rashid S. Kaukab

La globalización y la liberalización que han tenido lugar en la última parte del siglo XX forman parte de un proceso sin precedentes, que tiene su raíz en las economías capitalistas, las políticas de libre mercado y los avances en el campo de la informática. El proceso no sólo ha provocado una distribución desigual de los beneficios -en especial para los países del Sur- sino que también provocó una fuerte reacción en los países del Norte, que lo responsabilizan de los sueldos bajos y el desempleo, resultantes de una mayor competitividad y la búsqueda de mayor rentabilidad por parte de las empresas.

Los actuales procesos de liberalización y globalización están dando forma a un nuevo sistema internacional de relaciones económicas cuyos rasgos predominantes son un modelo cambiante de inversión, producción y comercio, el alcance mundial de las actividades financieras y el papel central de la tecnología. La integración de los diversos sectores que intervienen en las relaciones económicas internacionales -comercio, inversión, tecnología, servicios, finanzas, productos básicos y medio ambiente- es ahora más estrecha que nunca.

Por supuesto, la globalización, que podría ser definida como una creciente interrelación entre países y economías, a través del movimiento de factores de producción, no es un fenómeno nuevo. Los orígenes de este proceso pueden rastrearse en los acontecimientos que tuvieron lugar a fines del siglo XVIII y principios del XIX.

La primera fase se caracterizó por el movimiento de productos suntuarios, seguido de la mano de obra y luego de materias primas. La composición y el ritmo de estos movimientos se dieron principalmente en función de los medios de comunicación y de transporte disponibles, así como del nivel de desarrollo industrial y tecnológico del momento. Hubo veces en que las circunstancias políticas, las guerras y los conflictos alteraron, y en algunos casos revirtieron, el proceso. Pero en las postrimerías del siglo XX, el proceso de globalización se ha desarrollado de una forma sin precedentes, alentado por el fin de la guerra fría, la ascendencia de las economías capitalistas y los principios del mercado libre, y los avances espectaculares en materia de informática.

La fragmentación del proceso de producción

Un rasgo saliente de la actual "globalización" es la fragmentación de los procesos de producción, con fábricas esparcidas por todo el planeta en una búsqueda frenética por fuentes de mano de obra y otros insumos baratos, mercados en crecimiento, concesiones financieras y otras ventajas por el estilo. Este proceso de producción "internacional" exige, necesariamente, una globalización de la inversión, para facilitar el flujo de capital a los lugares donde está la mano de obra y los insumos baratos, y la liberalización del comercio internacional para utilizar con eficacia los beneficios de la "ventaja comparativa". El cambio tecnológico continúa alimentando el proceso con la globalización de los mercados financieros, la asignación de inversiones, los modos de producción (incluida la productividad del capital y la competitividad de las economías) y la composición y dirección del comercio mundial.

Otra dimensión de la globalización contemporánea es el énfasis puesto en el papel de las fuerzas del mercado. El fin de la guerra fría y la ascendencia del capitalismo condujeron al control de los mecanismos del sector privado en la economía mundial. Se ha menoscabado la decisión y capacidad de los gobiernos para intervenir oportuna y decisivamente, y por consiguiente se ha puesto gran parte de la responsabilidad de la gestión económica mundial en manos de las trasnacionales y de los ejecutivos de las empresas privadas.

Distribución desigual de los beneficios

Pero la globalización cuenta con numerosos detractores. El argumento tradicional en su contra es la distribución desigual de sus beneficios entre los países. La desigualdad de ese tipo de asociación implica que existen diversas limitaciones más allá de su control -incluso el estadio inicial de desarrollo-, que impiden la plena participación de numerosos países en el proceso. Se admite que el criterio de tabla rasa da pie a la supervivencia de los más aptos, donde los países menos afortunados quedarían marginados. La competencia, que es parte y arte de la globalización, conduce a situaciones de "todo o nada", en las que el ganador se lleva "todo" y el perdedor "nada", profundizando la diferencia entre los que están en condiciones de aprovechar los beneficios de la globalización y los que quedan rezagados.

Este argumento fue presentado por los países en desarrollo para pedir un enlentecimiento del proceso, como para darles tiempo a adecuarse. No obstante, es interesante señalar que el escepticismo acerca de la globalización también va en aumento en los países desarrollados. Irónicamente, la búsqueda de la competitividad es responsable de ese escepticismo.

La globalización, tal como la experimentamos hoy en día, provocó un resultado inusual: la creciente generación de riqueza y rentabilidad de las empresas va acompañada de la pérdida de empleos, y a menudo sueldos más bajos. El desempleo generalizado en los principales países industrializados, sumado a una mayor aplicación en esos mismos países de políticas que benefician el lado de la oferta -caracterizadas por objetivos de crecimiento modestos y la obsesión de evitar la inflación- constituyen un fenómenos cualitativamente nuevo en el mundo desarrollado.

La receta estándar en los países desarrollados ha sido la de propiciar mercados laborales flexibles en los que la capacitación, educación y reasignación constantes de la fuerza de trabajo ocurra eficientemente y sin crisis. Pero ahora esta receta también está siendo cada vez más puesta en tela de juicio.

Los costos sociales y humanos de la globalización

Los enormes costos sociales y humanos de la globalización están poniendo a prueba el entramado social de las democracias industrializadas de forma sin parangón. En los países industrializados se ha vuelto cada vez más difícil pedirle a la opinión pública que soporte los sufrimientos e incertidumbres de los ajustes estructurales en aras de beneficios en un futuro distante. La gente está cada vez más preocupada por el costo social de este ajuste.

El profesor Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial, reconoció en un artículo reciente el costo social de la globalización en los países industrializados y su repercusión en la opinión pública. Según él, la presión para aplicar ajustes estructurales y conceptuales llegó a un punto crucial y la economía globalizada ha comenzado a ser percibida como un tren descarrilado que a su paso siembra estragos. Esto también hizo que dirigentes políticos como Pat Buchanan movilizaran a la opinión pública en contra de la globalización, responsabilizándola del desempleo en los países del Norte.

Es irónico que el tema de los costos sociales y humanos sea planteado en las economías industrializadas, donde sectores como la agricultura, los textiles y el cuero todavía gozan de un alto grado de protección, y donde el aparato del bienestar social permanece intacto. (Últimamente, Francia y Alemania no tuvieron más remedio que aminorar, cuando no detener, el proceso de ajuste debido a la enorme resistencia popular). Por otro lado, los países en desarrollo siguen cargando a cuestas la exigencia de procurar el objetivo de la globalización, aun cuando sus costos sociales y humanos son mucho mayores y los elementos de un estado benefactor son prácticamente inexistentes.

Algunos en el mundo desarrollado también señalan la falta de una dimensión ética en la globalización. William Maynes, editor de la revista Foreign Policy, de Estados Unidos, opina que este proceso está destruyendo los valores tradicionales, reemplazándolos por una mera adoración del dinero y creando mayor desigualdad junto a una mayor riqueza. Según él, este mundo nuevo se apoya en una base muy insegura donde la gente se siente alienada porque la globalización tiende a homogeneizar las culturas en lugar de enriquecerlas. De igual forma, Bill Jordan, secretario general de la Confederación Internacional de Sindicatos Libres (ICFTU), considera que el mercado global está dirigido por señores de la guerra económica, carentes de compasión o conciencia, que están creando un mundo donde la codicia es una virtud y la competencia una religión.

Estas manifestaciones de personas influyentes en el mundo desarrollado confirman nuestra opinión de que la globalización no es una bendición. Lamentablemente, esto puede significar también una presión extra sobre los países en desarrollo para que participen más activamente en el proceso, mientras que las economías desarrolladas intentan protegerse de los efectos negativos a través de nuevas e innovadoras formas de proteccionismo. Por tanto, debemos examinar el tema con más profundidad para definir nuestra respuesta posible a los proponentes de la globalización en foros bilaterales y multilaterales.

Si bien preservando nuestro objetivo de promover un crecimiento económico rápido basado en la liberalización económica, nuestra estrategia para la aplicación de políticas económicas y de cara a los temas económicos globales debe tener en cuenta que:

(i) la globalización y la liberalización tienen costos sociales evidentes y es necesario implementar mecanismos internacionales para resolverlos;

(ii) en ciertos casos, el ritmo de la globalización debe restringirse y/o regularse de manera de darle más tiempo al proceso de ajuste;

(iii) es necesario coordinar las políticas económicas de los principales países industrializados a escala global;

iv) los gobiernos del mundo en desarrollo deberían recuperar un mínimo de control sobre el proceso de globalización, que afecta a sus pueblos y sus destinos nacionales;

(v) es necesario definir las "reglas del juego" para establecer un tipo de asociación mutuamente beneficiosa con las principales instituciones del sector privado.

Estas propuestas podrían ser incluidas en una agenda como elementos para el fortalecimiento de la cooperación multilateral que contribuyan a resaltar los impulsos positivos de la globalización pero, a la vez, reduciendo los riesgos inherentes al proceso de creación de una verdadera economía global.

Rashid S. Kaukab es primer secretario de Economía de la Misión Permanente de Pakistán en Ginebra.




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