No. 167 - Abril 2003
América Latina
Aumento del endeudamiento reclama nuevas alternativas
por
Victoria Magallanes y José da Cruz
El endeudamiento de América Latina sigue aumentando drásticamente y se convierte nuevamente en un problema clave. Se reclaman nuevas opciones alternativas, como tribunales de arbitraje y recuperar viejas herramientas como el Acuerdo de Londres de 1953.
La deuda externa de América Latina sigue creciendo y se está convirtiendo nuevamente en un problema clave para enfrentar los problemas del desarrollo. Según los más recientes análisis, la deuda continental asciende a unos 750.000 millones de dólares. Sucesivas crisis en Ecuador, Argentina y Uruguay, y la compleja situación que se vive en países como Brasil, Colombia o Venezuela, hacen que el desafío de la deuda esté en el centro de la discusión. El pago de los servicios de la deuda se convierte en un problema en sí mismo, y las negociaciones atraviesan serias dificultades institucionales al estar dominadas por los acreedores sin ofrecer representación o garantías a los deudores.
En marzo se realizaron en Montevideo varias actividades para analizar la situación de la deuda externa latinoamericana, con una fuerte presencia de organizaciones sociales, parlamentarios y técnicos. En uno de los talleres, convocado por D3E y ATTAC Uruguay participaron tres economistas reconocidos por su especialización en el tema: Pedro Morazán, hondureño radicado en Alemania y trabaja para Südwind, que nuclea a 800 organizaciones alemanas, el peruano Oscar Ugarteche, profesor de la Universidad Católica de Lima, y el ecuatoriano Alberto Acosta, que participa en el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS).
Todos los panelistas subrayaron el creciente peso de la deuda externa y los impactos negativos sobre la ciudadanía. Un ejemplo repetido varias veces fue Argentina, donde la pobreza han superado el 50 por ciento de la población. La deuda externa ha sido el telón de fondo de la historia latinoamericana, condicionando el desarrollo económico y político. El deudor pierde capacidad de maniobra en las políticas económicas internas, pues tiene que hacer grandes transferencias de recursos al exterior por concepto de pago del servicio de deuda. Según datos de Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 2002 las transferencias netas de recursos muestran una salida neta desde la región de más de 39.000 millones de dólares (las pérdidas mayores ocurrieron en Argentina y Venezuela).
El desarrollo de la deuda depende de al menos tres brechas. Existe una brecha fiscal, ya que América Latina "es adicta al crédito externo y adversa a los impuestos", según Ugarteche; otra brecha se sufre con el bajo ahorro; y finalmente hay una brecha externa, generada por el servicio de deuda como porcentaje del nivel de exportaciones.
A su vez, la problemática de la deuda externa se puede analizar en varias dimensiones: histórica, dado por el endeudamiento exterior en la génesis de los países latinoamericanos; político, en tanto implica restricciones institucionales; social, por la elevada carga fiscal debida a la deuda pública (lo que a su vez lleva a que los gobiernos intenten privatizaciones, flexibilización laboral, etc.); económica, por las transferencias crecientes de recursos hacia el exterior, y la caída de disponibilidad interna de dinero para enfrentar las tareas básicas de cualquier gobierno, como la salud o la educación; ecológica, ya que se destruye el medio ambiente para obtener rentas y pagar la deuda; y finalmente jurídica, en tanto los contratos de crédito implican una pérdida de soberanía nacional.
Existe un creciente acuerdo que al aumentar el pago de deuda externa, se desencadena un mayor deterioro de las condiciones de vida. El incremento de esos pagos se asocia a mayores ajustes internos, incluyendo los recortes de gastos principalmente en educación y salud. La crisis internas, a su vez, mantienen el flujo migratorio hacia los países industrializados, así como el tráfico de drogas con ese mismo destino. Esto plantea una paradoja: ¿podemos pensar en el desarrollo de un país sustentable cuando se está reduciendo el gasto en educación y salud?
Las opciones para un manejo diferente de la deuda externa son muy limitadas, ya que se enfrentan serias limitaciones institucionales. Los acreedores, como el Club de París, el Club de Londres y especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI), no aceptan cambios sustanciales en el manejo de la deuda. Son acreedores pero a la vez son también jueces en la toma de decisiones; y para colmo de males tampoco son instituciones democráticas. Hasta el momento no se han generado mecanismos que propicien mejores condiciones para el pago (el conocido Plan Brady para la reestructuración de la deuda igualmente tuvo consecuencias negativas para el deudor soberano).
La creciente presión por mecanismos alternativos sigue avanzando por varios caminos. Por un lado, en las actividades en Montevideo se puso sobre el tapete los antecedentes del Acuerdo de Londres de 1953, por el cual países como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido permitieron una renegociación de las deudas de guerra de Alemania. Ese acuerdo incluyó quitas del orden del 50 por ciento, disminución de la tasa de interés, un tope en el pago de los servicios de la deuda en el cinco por ciento de los ingresos por exportación, y mecanismos de arbitraje para enfrentar futuros problemas. Ese antecedente ha permanecido en el olvido, y si se aplicara algo similar a los países latinoamericanos sería un gran avance.
Por otro lado, se discutieron los mecanismos de arbitraje. Entre ellos se tomaron las proposiciones de Kunibert Raffer sobre arbitraje de la deuda y aplicación de mecanismos de insolvencia (incluyendo aquellos que ya están presentes dentro de Estados Unidos). Ugarteche y Acosta proponen, por su parte, la creación de un Tribunal Internacional de Arbitraje para la Deuda Soberana, conformado por representantes tanto de los países acreedores como deudores. La actual situación demanda la existencia de una entidad que sea independiente de los acreedores, argumentan y subrayan que actualmente el FMI cumple dos papeles simultáneos: el de juez y el de acreedor, y por lo tanto es necesario un ámbito más justo e independiente.
Estos mecanismos apuntan a un manejo más justo y equitativo de la deuda del Sur; el pago de esa deuda no debería significar en ningún caso un elemento que trabe el desarrollo o destruya el ambiente. Esos mecanismos también deben asegurar una atención equitativa a todos los acreedores, sin las preferencias que se otorgan actualmente a organismos "todopoderosos" como el FMI.
Todos los analistas reconocen casos de deuda ilegal o ilegítima, donde en más de una situación la verdadera salida ética sería que los deudores no la pagaran, y que los acreedores la condonaran. Pero se admitió que son necesarios pasos concretos en el momento actual para manejar de otra manera la creciente crisis de la deuda y permitir alivio a las condiciones nacionales.
Todos apuntan a un futuro mejorando la sostenibilidad en materia de deuda externa; en ese sentido se busca superávit fiscal y comercial. Se lograría esa meta fiscal elevando la presión tributaria y no exonerando a los inversores extranjeros, ya que al hacer esto no se están fomentando sus inversiones sino simplemente posibilitando un traslado geográfico de la propiedad. En lo comercial el superávit dependería de una nueva relación en la Organización Mundial de Comercio (OMC), pues, hoy por hoy, ésta promueve la asimetría entre los países a través de tratos diferenciales en materia arancelaria. El libre comercio como tal no existe, y los países del Sur enfrentan serias barreras para sus exportaciones hacia el Norte. También se debe revisar la situación de los paraísos fiscales, lo que permitiría cambiar la problemática de los ajustes a nivel interno en materia de gastos e impuestos.
La deuda externa vuelve a convertirse en un problema crítico para América Latina, y condicionan a su vez sus capacidades económicas y posibilidades de negociación a nivel internacional. En estos momentos, el abanico de opciones alternativas ha aumentado y es tiempo de hacer uso de nuevas posibilidades.
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Victoria Magallanes y José da Cruz, integrantes de D3E (Montevideo).
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