No. 167 - Abril 2003
Agropecuaria orgánica en América Latina
Opciones productivas y exportadoras
por
Eduardo Gudynas
La agricultura y ganadería orgánica está creciendo aceleradamente en América Latina, en especial por el empuje exportador. El mercado mundial orgánico supera los 23.000 millones de dólares y sigue avanzando con un alto ritmo.
En un contexto de crecientes problemas en las exportaciones
agropecuarias y en el mercado alimentario mundial, la producción orgánica
encuentra nuevas ventajas en América Latina. Según el reciente informe de la
Federación Internacional de Movimientos por la Agricultura Orgánica (IFOAM),
América Latina ha pasado a poseer el 21,4 por ciento de la superficie orgánica
mundial (casi cinco millones de hectáreas en un total de casi 23 millones a
nivel global).
La producción orgánica es natural, no utiliza fertilizantes químicos, no se
aplican agrotóxicos, el ganado se alimenta de pasturas naturales, y no recibe
hormonas ni raciones artificiales. Este tipo de prácticas tiene una larga
tradición en América Latina, en especial en la agricultura campesina
tradicional. Pero en los últimos años se ha potenciado por el incremento en la
ganadería orgánica.
El informe 2002 de IFOAM indica que la mayor superficie orgánica se encuentra en
Argentina y el segundo puesto lo ocupa Uruguay. En los dos casos, la mayor parte
del área se dedica a la cría de ganado, especialmente bovino, bajo condiciones
orgánicas. La superficie en varios países es mayor si se incorporan las áreas
donde se recolectan plantas silvestres, estimada en más de 10 millones de
hectáreas. Ese tipo de recolección sustentable, especialmente en países como
Brasil o Bolivia, tiene lugar en amplias superficies, ocupa a muchas personas y
provee importantes productos para la comercialización.
Si se considera el porcentaje del área bajo producción orgánica sobre el total
de la superficie agropecuaria, Uruguay pasa a ocupar el primer puesto en el
continente, con cuatro por ciento. En el segundo lugar aparece distanciada Costa
Rica, con dos por ciento, seguida de Argentina y Chile, con superficies
similares (1,89 y 1,5 por ciento, respectivamente). La proporción del área
orgánica en los demás países latinoamericanos es pequeña. Está por debajo del
uno por ciento en 17 países y sólo en cinco es mayor al uno por ciento.
Es posible realizar algunas comparaciones a nivel global. América Latina posee
más de 4,5 millones de hectáreas bajo producción orgánica, superando a la Unión
Europea de los 15 (que presenta poco menos de 4,5 de hectáreas), y también es
mayor a la suma de Canadá y Estados Unidos. Si se comparan los grandes bloques
comerciales, es evidente una gran potencialidad en el caso del Mercosur, cuya
superficie orgánica está apenas por debajo de la Unión Europea, y muy por arriba
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Superficies totales orgánicas de los
grandes bloques comerciales
En miles de hectáreas.
Mercosur incluye sólo los miembros plenos; Unión Europea (UE) de los 15.
Calculado a partir de los datos de IFOAM.
Mercados y comercio
El mercado de productos orgánicos representa una pequeña proporción del mercado
total en alimentos (los niveles más altos son del orden del dos por ciento en
Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, y Canadá). Pero a pesar de ello, las
cifras involucradas son enormes; la estimación de IFOAM alcanza un total de
23.000 a 25.000 millones de dólares para 2003. Aproximadamente la mitad se
encuentra en Europa (10.000 a 11.000 millones de euros), donde el más importante
es en Alemania (2.800 a 3.100 millones de euros), seguidos por el Reino Unido,
Italia y Francia. El otro gran mercado es el de Estados Unidos, de 10.000 a
11.000 millones de dólares, seguido por Canadá.
Si bien la participación en el mercado total es pequeña, igualmente esos valores
son enormes para las escalas latinoamericanas. Pero es todavía más importante
reconocer que la tasa de crecimiento de los productos orgánicos es mucho más
alta que para los agroalimentos convencionales. En efecto, se estima que el
crecimiento de 2003 a 2005 alcanzará el 20 por ciento en Estados Unidos, Canadá
e Irlanda; superará el 10 por ciento en varios otros países, como Reino Unido,
Italia, Suiza y Suecia, mientras que en los demás países europeos será mayor al
cinco por ciento. Téngase presente que el crecimiento de los mercados de
alimentos tradicionales, especialmente en los países industrializados, es muy
bajo, de donde esta fuerte expansión de los orgánicos es más que destacable.
Este proceso abre enormes potencialidades exportadoras para las naciones
latinoamericanas.
Justamente esas posibilidades vienen siendo aprovechadas desde varios países,
los que orientan buena parte de su producción al comercio exterior antes que al
mercado nacional. Se han desarrollado vías de exportación de productos orgánicos
paralelos a los tradicionales; los ejemplos más notables son café, azúcar,
banano y carne orgánica. A ellos se están sumando otros productos más recientes,
tales como diversos tipos de frutas, granos, miel, vino, productos ovinos, etc.
Los principales destinos de exportación son extra regionales (especialmente
Unión Europea, Estados Unidos y Canadá). Lamentablemente, la mayor parte de los
productos exportados tienen un bajo procesamiento y reducido valor agregado.
Las posibilidades exportadoras de América Latina enfrentan tanto factores
positivos como negativos. Considerando el contexto productivo mundial, entre los
más grandes exportadores globales de agroalimentos convencionales (en orden de
importancia por el valor de las exportaciones: Unión Europea, Estados Unidos,
Canadá, Brasil, China, Australia y Argentina), se observan niveles de producción
orgánica importantes especialmente en la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá,
Australia y Argentina. Es necesario recordar que Australia ocupa el primer lugar
mundial en la producción orgánica. China tiene más de 300.000 hectáreas
certificadas (11° lugar en el mundo), pero que sólo representa el 0,06 por
ciento de su superficie agrícola total. Por lo tanto, se puede concluir que en
todos los grandes agroexportadores también hay un desarrollo interno de su
producción orgánica.
Si se considera a los grandes importadores de agroalimentos (en orden de
importancia por el valor de las importaciones: Unión Europea, Estados Unidos,
Japón, China, Canadá, México y Corea), se observa en varios de ellos una
producción orgánica nacional de importancia. Pero en otros la producción es
proporcionalmente baja: México ocupa el puesto 20 en el ranking mundial de
superficie orgánica, Japón el 64 y Corea el 77, lo que podría indicar
indirectamente potencialidades como mercados de destino para exportaciones desde
América Latina.
El caso de la Unión Europea es particular en tanto es destino de varias
exportaciones desde América Latina, pero a la vez dentro de sus fronteras la
producción orgánica va en aumento. Hacia la Unión Europea también venden sus
alimentos orgánicos países como Australia y Nueva Zelanda, los que están
incrementando su producción orgánica tanto para su mercado nacional como para
venderla en Europa. Finalmente, entre Canadá y Estados Unidos el comercio
orgánico bilateral es de gran importancia.
En todos estos casos se repiten las trabas, exigencias de certificaciones y
cuotas típicas del complejo comercio agropecuario. Es una situación a veces
paradojal, ya que la propia condición de "producto orgánico" implica una
evaluación tanto del producto final como de los procesos y métodos de
producción, una condición más allá de las exigencias de la Organización Mundial
de Comercio, pero inevitable a la hora de intentar alcanzar los mercados más
ricos.
Crecimiento posible
América Latina posee amplios márgenes para expandir este tipo de producción, ya
que en la mayor parte de los países la proporción de las tierras dedicada a esta
actividad es muy baja (menor al uno por ciento, mientras que en la Unión Europea
se ha superado el tres por ciento). En algunos casos la tasa de crecimiento es
muy alta (como ha sucedido en Uruguay), y en otros las posibilidades de
reconversión son muy amplias.
La dinámica de este sector está fuertemente basada en las exportaciones,
especialmente hacia los mercados de los países industrializados, y enfocadas en
consumidores de nivel medio a alto, quienes imponen condiciones sobre la calidad
y el envasado. Los vaivenes de esos mercados tienen enormes repercusiones en
América Latina, determinando la viabilidad de algunas producciones. Si bien las
altas tasas de crecimiento de esos mercados mueven al optimismo, igualmente debe
advertirse que los grandes países industrializados están intentando
autoabastecerse en estos productos.
Además de esos países, nuevos estudios prospectivos del IFPRI alertan que hacia
el año 2020 ocurrirán demandas todavía mayores de alimentos en Asia, en especial
en carnes. Allí se abre otra posibilidad de gran importancia para América
Latina.
América Latina debería prestar mayor atención al desarrollo de sus mercados
internos, que todavía son pequeños. Países de enorme superficie y potencialidad,
siguen con áreas orgánicas comparativamente pequeñas (Brasil 0,08 por ciento,
México 0,13 y Colombia, 0,24). Por lo tanto, las posibilidades de aumento son
reales. Este lento crecimiento de la producción orgánica se debe a muy variadas
razones, que van desde los frenos que imponen intermediarios, la baja innovación
en las cadenas de comercialización, y la prácticamente ausencia de apoyo
estatal, sea en tecnología como en crédito.
Finalmente, es necesario una nota de advertencia sobre la dependencia de las
exportaciones orgánicas, en el sentido que las estrategias nacionales no
deberían estar únicamente supeditadas a las ventas al exterior. En realidad,
esas estrategias de producción agropecuaria orgánica deben responden a muchos
factores, pero en primer lugar a un compromiso con la calidad de los alimentos y
la calidad ambiental. Este hecho no siempre es comprendido en su profundidad por
las empresas, técnicos y agencias gubernamentales, todos los cuales corren el
riesgo de buscar únicamente aquellas medidas indispensables y mínimas para poder
exportar, viendo todo como un mero negocio. La producción orgánica es mucho más
que una oportunidad de diferenciar una marca para venderla, sino que tiene
efectos positivos sobre el ambiente, la familia rural y la calidad de la
nutrición.
Por estas razones, los países latinoamericanos también deberían generar sus
propias estrategias, establecer sus metas y promover planes de acción. Por
ejemplo, si el Ministerio de agricultura alemán ha establecido como meta llegar
al año 2010 con 20 por ciento del área agrícola orgánica, nada impide otro tanto
en varios países, en especial debido a que en ellos la reconversión ecológica es
más sencilla por las excelentes aptitudes ambientales.
También se deberían buscar alternativas para un mayor procesamiento de los
productos agropecuarios, con lo cual aumentar su valor agregado y el empleo. En
algunos casos ya existe capacidad instalada y conocimiento tecnológico utilizado
en las cadenas con alimentos convencionales, los que podrían ser adaptados a los
productos orgánicos.
A pesar de todos los problemas, la producción orgánica en América Latina sigue
creciendo, empujada por el esfuerzo de muchas organizaciones que trabajan en el
medio rural, aprovechando contextos comerciales ventajosos, y que si contaran
con mayor asistencia y facilidades, podría generar un sector muy exitoso, y con
claros beneficios sociales y ambientales.
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Eduardo Gudynas integra Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América Latina
(D3E), una iniciativa promovida por el Centro Latinoamericano de Ecología Social
(CLAES). El texto completo del informe sobre producción orgánica se encuentra en
www.ambiental.net/agroverde .
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