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   No. 110 - Junio 1998
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Análisis / Desarrollo


No. 110 - Junio 1998

Pobreza

Más allá de la dimensión material

por Idriss Jazairy

Las políticas para combatir la pobreza no deberían concentrarse exclusivamente en sus dimensiones materiales. Es necesario tener en cuenta la importancia del "capital social", elemento que puede devolverle a los pobres sus aspiraciones. Por consiguiente, los estados y la comunidad internacional, en sus esfuerzos por revertir el azote de la pobreza, deberían dar participación activa a los miembros de la sociedad civil por su condición de "depositarios del capital social".

Mucho se ha dicho de la génesis de la pobreza. En 1964, cuando la UNCTAD I, el énfasis estuvo puesto en los factores exógenos y los remedios intergubernamentales. En la época del neoliberalismo, el péndulo osciló hacia un dirigismo de los cambios de conducta en los países en desarrollo, partiendo de la noción de que, esencialmente, los procesos de la pobreza son propios de cada nación y que los mercados no necesariamente son contrarios a los intereses de los pobres.

Seguramente el equilibrio debe estar en un punto medio entre ambas posiciones, no obstante lo cual demasiado a menudo se enfatizan las causas partiendo de la base de determinados "remedios". Cuando en 1992 se celebró la Cumbre de Ginebra sobre la mujer rural, auspiciada por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), explicamos la génesis de la pobreza en términos de escasez, acceso a los recursos y distribución del ingreso, en el contexto de los estados nacionales. Ahora, es urgente que observemos la dinámica emergente de la pobreza en un mundo globalizado.

Después de las crisis financieras algunas partes de Asia y, desde hace algún tiempo, también de América Latina, sufrieron el vaciamiento de lo que otrora fuera una clase media pujante. Se está retrocediendo en logros importantes en materia de erradicación de la pobreza. La situación de la mano de obra no calificada se ha tornado especialmente dramática. La distribución desigual del ingreso provocó nuevas distorsiones que trajeron aparejadas elevadas dosis de "transfusiones" financieras externas para el salvataje del sistema bancario, al tiempo que se retrae la ayuda oficial para la erradicación de la pobreza.

En África, enfrentados a la integración empresarial del Norte, un proceso de desintegración de la economía nacional afecta al sector extractivo, que está siendo absorbido por el ámbito trasnacional. Se están forjando nuevas sociedades entre las élites locales o señores de la guerra, el sector extractivo y las empresas del Norte. Queda poco espacio para el surgimiento de una clase media, mientras que se agravan la pobreza y la marginalidad.

No parece haber un acuerdo claro sobre los contenidos de la pobreza, a pesar del compromiso ampliamente enunciado de combatirla.

Dimensión material y no material

La pobreza absoluta no es tan solo un problema de dinero. Dudo que pueda ser encapsulada en la definición de "menos de un dólar diario". Incluso en su dimensión material, al centrarse en la demanda tiene un enfoque estrecho de los pobres. Ha dado origen a la política de "encaminarse al crecimiento", apoyando, del lado de la oferta, sólo a aquéllos que aparentemente cuentan con un potencial elevado. A los pobres se les dejó las "redes de seguridad" para satisfacer sus necesidades básicas de supervivencia. Esto, como ya lo dijimos en FIDA, minimiza los factores que mantienen a tanta gente abajo de la pirámide y también priva a los pobres del reconocimiento de su potencial productivo.

FIDA resolvió aumentar el porcentaje de proyectos financiados con el propósito específico de asociarse con los pobres reforzando el lado de la oferta, más que cofinanciando proyectos en los que la mitigación de la pobreza fuera un enunciado lanzado simplemente como una idea tardía.

Lo que ACORD (una organización no gubernamental) y yo afirmamos ahora con el mismo énfasis es que el debate debe ampliarse a las formas no materiales de la pobreza. Tal vez sean las que más duramente afectan a la gente. Así, la pobreza es también el desconocimiento de los derechos básicos de la gente a participar en decisiones que afectan sus vidas. La pobreza es la negación de la igualdad entre hombres y mujeres en el sentido social más amplio, como lo enunció la Cumbre de Ginebra de 1992 sobre el Avance Económico de la Mujer Rural, iniciada por FIDA.

La pobreza implica quedar expuestos a la pérdida de vidas y al trauma de aquéllos para quienes los desastres naturales o los conflictos son una realidad cotidiana.

Estas formas no materiales de la pobreza agregan vulnerabilidad a la indigencia y provocan mayor empobrecimiento. Las aspiraciones de los pobres son destruidas y con el colapso de sus estrategias para enfrentar la situación se instala el "síndrome de la dependencia". A esta altura, tal vez no haya otra opción a corto plazo que la de revertir el enfoque de la pobreza de "un dólar por día" centrado en la demanda. ¿Pero no son las semillas de la crisis inherente al propio diagnóstico?

Algunos aducen que no hay una relación de causa efecto entre la pobreza y la violencia. Como argumento se maneja, correctamente, que el predominio de la pobreza abyecta en algunos casos puede coexistir con la paz social, mientras que en otros la violencia estalla aunque la pobreza sea relativamente menos aguda. Creo que esto no invalida la relación causa efecto mencionada. Para mí, la diferencia entre ambos escenarios tiene que ver con la fuerza de la sociedad civil.

Sociedades civiles vibrantes tienden a mitigar la marginación y desdibujar el margen de conflicto. De alguna manera, la gente de esas sociedades son pobres en términos de dólar per cápita pero tienen un tipo de riqueza que los economistas clásicos no pueden captar. Mucho antes de Fukuyama, Loury (1977) lo llamó "capital social". Este concepto va acompañado de valores de confianza, solidaridad, reciprocidad y armonía.

Por otro lado, allí donde la historia contemporánea ha roto esas prácticas tradicionalmente honorables, donde la sociedad ha sido fracturada por lealtades conflictivas a detentadores del poder, donde el "verticalismo" ha reemplazado la "horizontalidad", el impacto de la pobreza en términos de dinero va acompañada de la falta de "capital social". El corolario casi siempre es violencia. Ofrece posibilidades de nuevas formas de desestabilización en los casos en que es aprovechado por intereses creados que aspiran a introducir nuevas formas de economía política para beneficio personal.

A diferencia de la crisis financiera asiática que convocó un asombroso apoyo económico de parte de los gobiernos de la OCDE, los países más empobrecidos de África no se benefician de ese tipo de respuesta. Parecería que se subestima el impacto de desestabilización transfronteriza de la pobreza aguda, o de sus "efectos radiactivos", para utilizar una analogía nuclear apropiada.

Hay dos aspectos en los que vale la pena ahondar la investigación. Primero, todo un ámbito nuevo de investigación de la dinámica de la pobreza en el contexto de la globalización. Comprender el efecto de las crisis financieras sobre los pobres e introducir una evaluación del impacto de la pobreza en las respuestas políticas a las actuales crisis financieras son esferas de investigación prioritarias. Esto tal vez permitiría que FIDA actualizara el informe Estado Mundial de la Pobreza Rural para el 2000.

La participación de la sociedad civil

Segundo, el debate sobre la liberalización gira en torno a la relativa importancia de dos accionistas: el Estado y el Mercado. Esto deja fuera al tercer grupo, y el más importante: los miembros de la sociedad civil, que son en definitiva los depositarios del capital social de una nación.

Para erradicar la pobreza debe haber un cambio institucional que implique una redefinición del papel del Estado con relación a los otros dos actores. Además de crear un entorno favorable para el mercado, los estados deberían promover el fortalecimiento de una sociedad civil dinámica.

Esta empresa no puede hacerse sin la cooperación y el apoyo de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y las organizaciones de base. El propio sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) debería estar más centrado en la gente, conforme a la proclamación de apertura de la Carta de la ONU: "Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas"...

Lo que se necesita va más allá de la retórica actual sobre cooperación, en que las ONG simplemente aplican proyectos definidos por la agencia de las ONU pertinente. Por un lado, los gobiernos deberían respaldar que la ayuda oficial al desarrollo se destine a proyectos de ONGs. La aceptación del gobierno de Bangladesh de que los préstamos de FIDA sean puestos a disposición de iniciativas de ONGs tan exitosas como BRAC o el Banco Grameen, demuestra la validez de esta opción. Por otro lado, el sistema de la ONU debería recaudar fondos y destinar recursos adicionales que puedan ser canalizados a los mejores proyectos y programas de ONGs iniciados a partir de procedimientos participativos de organizaciones de base.

FIDA ya dio un primer paso en esa dirección. Puede hacerse más a la luz de la experiencia de la Unión Europea, que destinó una cantidad importante de fondos para programas de ONGs del mundo en desarrollo y de apoyo a la sociedad civil de la costa meridional del Mediterráneo. A pesar de cierta debilidad administrativa, esos sistemas han demostrado la valiosa contribución que pueden hacer los acuerdos multilaterales respaldando los esfuerzos de la sociedad civil para combatir la pobreza.

Una vez más en este terreno, FIDA puede abrir el camino. Hasta dónde y cuán pronto podremos avanzar en la eliminación de la pobreza, una de las principales causas de la violencia en vísperas del nuevo milenio, depende exclusivamente de nuestro compromiso colectivo para forjar una asociación firme entre todos los interesados, asociados con la comunidad de ONGs como fuerza amalgamadora.

(Idriss Jazairy fue presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola/FIDA y actualmente dirige ACORD, una ONG de investigación y cooperación para el desarrollo con sede en Londres. El presente artículo se basa en una presentación que realizara el autor en febrero en Roma en ocasión del vigésimo aniversario de FIDA.)




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