Actualidades / Crisis financiera asiática
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No. 111 - Julio 1998
El FMI y las tasas de interés
Se enciende el debate
por
Martin Khor
A fines de junio, el primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, subrayó una vez más que habría que reducir las tasas de interés que se cobra a las empresas para impedir el estancamiento de la economía. También expresó que el asesoramiento del FMI en materia de tasas de interés había sido nocivo. Los comentarios forman parte de un debate más amplio que se está dando en la región y mundialmente en los círculos académicos y políticos sobre el papel y los efectos de las políticas de contracción del FMI que han profundizado la crisis en varios países del este asiático.
A medida que se profundiza la crisis de Asia Oriental, se enciende la discusión sobre el papel de las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los altos funcionarios del FMI continúan defendiendo su enfoque macroeconómico de exprimir las economías nacionales de sus países clientes a través de tasas de interés elevadas, políticas monetarias ajustadas y recortes en el presupuesto fiscal. El argumento que manejan es que es un "dolor" necesario para recuperar la confianza de los inversores extranjeros y fortalecer las monedas de los países. Sin embargo, algunos economistas ya habían advertido al principio del "tratamiento" del FMI para Tailandia, Indonesia y Corea del Sur, que este conjunto de políticas no correspondía ya que transformaría un problema financiero que podría ser resuelto a través de la reestructuración de la deuda, en una crisis económica explosiva.
El pronóstico se hizo realidad, con una venganza. Los tres países bajo la tutela directo del FMI sucumbieron a una profunda recesión.
En parte debido a los efectos secundarios, otros países como Malasia y Hong Kong también sufrieron un crecimiento negativo en el primer trimestre del año. Incluso Singapur se tambalea al filo de un crecimiento con cifras en negativo. Para los países afectados por bruscas depreciaciones monetarias y caídas en el mercado bursátil, el primer conjunto de problemas implica:
* un aumento de la carga de la deuda de los bancos y empresas locales que incurrieron en préstamos en moneda extranjera,
* la caída del valor de las acciones presentadas como garantía colateral para sus préstamos,
* el consiguiente debilitamiento de la posición financiera de los bancos, y
* la inflación causada por el aumento de los precios de las importaciones.
Pero luego vino una segunda serie de problemas resultantes de las altas tasas de interés y las ajustadas políticas monetaria y fiscal impuestas o aconsejadas por el FMI. Para las empresas ya afectadas por las caídas de los valores de las monedas y las acciones, el aumento de las tasas de interés se convirtió en una tercera carga que quebró sus espaldas. Pero todavía peor, hay varios miles de empresas (la mayoría pequeñas y medianas) que ahora se ven afectadas en cada país. Sus dueños y gerentes no cometieron el error de pedir prestado al exterior (tampoco tuvieron la posibilidad de hacerlo). La gran mayoría tampoco figuran en la lista del mercado bursátil. De manera que no se las puede responsabilizar de haber contribuido a la crisis por haber contraído préstamos externos imprudentes o haberse enredado con acciones infladas. Sin embargo, estas miles de compañías se ven ahora afectadas por el brusco aumento de las tasas de interés, una restricción de la liquidez en la medida que las instituciones financieras están sumamente estrictas con el otorgamiento de nuevos créditos (o incluso los han suspendido), y la retracción de los pedidos como consecuencia de que el sector público ha reducido los gastos.
En Tailandia, según un informe de Reuter del 3 de junio, se responsabiliza a las tasas de interés internas -que alcanzan el 18 por ciento- de dejar a los empresarios locales sin efectivo y estrangular el crecimiento económico.
En Corea del Sur, miles de pequeñas y medianas empresas han dado quiebra como resultado de las tasas de interés elevadas. Si bien el país tiene unos 150.000 millones de dólares en deudas extranjeras, sus compañías en enero también tuvieron el doble (o más de 300.000 millones de dólares) de la deuda interna. Según el Wall Street Journal del 9 de febrero, la economía coreana se enfrentaba a una nueva agonía por esta gigantesca deuda interna en que miles de compañías se encaminaban a la bancarrota por no poder obtener créditos.
En Indonesia, si bien las empresas más fuertes que contrajeron préstamos en moneda extranjera fueron las más afectadas por la caída de 80 por ciento de la rupiah con respecto al dólar, la mayoría de las compañías locales fueron devastadas por las tasas de interés que llegaron a un 50 por ciento. Las tasas fueron aumentadas como parte de un acuerdo con el FMI con el objetivo de fortalecer la rupiah. No obstante, no mejoró sus niveles extremadamente bajos, mientras que varias compañías endeudadas no pueden pagar sus préstamos.
En Malasia, que afortunadamente no recurrió a un paquete de préstamos del FMI, las tasas de interés son más bajas que las de los tres países clientes del FMI, a pesar de que también han estado subiendo. Según datos del Banco Negara, la tasa promedio de préstamo bancario aumentó de 10,4 por ciento en mayo de 1997 a 11,5 por ciento en diciembre de 1997 y 13,3 por ciento en marzo de 1988. Actualmente, se ha anunciado que a varios clientes se les cobra de 14 a 15 por ciento, y a otros incluso por encima. El aumento de la tasa de interés y la renuencia de muchos bancos a proporcionar nuevos préstamos causó serias dificultades a muchas empresas y consumidores. Esto ha llevado a múltiples quejas contra las instituciones financieras por parte del sector comercial, y a que líderes políticos, incluso el Primer Ministro, reclamen la búsqueda de medidas para reducir el interés de los préstamos.
En este tema, los países sujetos a la especulación monetaria enfrentan un grave dilema. El FMI les ha dicho que bajar las tasas de interés podría provocar la pérdida de confianza del "mercado" y la pérdida del incentivo de los ahorristas, y por lo tanto el país corriera el riesgo de someterse a una fuga de capitales y la depreciación de la moneda. No obstante, mantener elevadas las tasas de interés, o aumentarlas, supondrá la bancarrota de las empresas, aumentará la cartera de préstamos incobrables en los bancos, debilitará el sistema bancario y deprimirá la capacidad de demanda del consumidor. Todo esto, junto con la reducción del gasto público, hundirá a la economía cada vez más en la recesión. Lo que a su vez, de todas maneras, provocará la pérdida de confianza en la monda aumentando así el riesgo de fuga de capitales y la depreciación. En otras palabras, un régimen con tasas de interés más elevadas podrá no aumentar el nivel de la moneda pero podría deprimirla más si induce a una recesión profunda y prolongada. También corresponde señalar que un país con una tasa de interés más baja no necesariamente tiene por qué sufrir una caída abrupta del nivel de su moneda. Tomemos el caso de China, por ejemplo. Desde mayo de 1996 bajó cuatro veces las tasas de interés y la tasa bancaria de plazo fijo por un año era de 5,2 por ciento en mayo (según un informe de Reuters). Pero su moneda, que no se comercializa libremente debido a estrictos controles por parte del gobierno, no se ha depreciado. También ha señalado el macroeconomista jefe de la UNCTAD, Yilmaz Akyuz, que "si bien Indonesia y Tailandia han mantenido las tasas de interés más elevadas que las de Malasia, experimentaron dificultades enormes en su moneda y en los mercados bursátiles". Según Akyuz, no se justifica una reducción drástica del crecimiento nacional (como pregona el FMI) para lograr el ajuste necesario en los pagos externos. Realmente es muy extraño que el FMI, así como los líderes de los países occidentales, critiquen a Japón por no hacer más por lograr la reflación de su abatida economía. Reclaman reducciones fiscales más efectivas de manera que los consumidores japoneses puedan gastar más y con eso dar el impulso para que la economía se recupere. El yen ha estado cayendo abruptamente, y se teme que esto pueda desencadenar una crisis asiática más profunda o una recesión mundial. Estas preocupaciones llevaron a Estados Unidos a intervenir en el mercado cambiario para detener la caída del yen.
Sin embargo, ni el FMI ni los líderes de Occidente pidieron a Japón que aumentara sus tasas de interés (cuyo 0,5 por ciento debe ser el más bajo del mundo) para defender el yen. En lugar de eso, quieren que adopte medidas fiscales para expandir la economía. Esta tolerancia de las tasas de interés bajas en Japón así como la presión al gobierno japonés de que levante la economía es un enfoque muy diferente al de la receta de interés alto y austeridad presupuestal para los otros países de Asia Oriental.
¿Podría ser que esta exhibición de una dualidad de criterio sea porque les conviene a los países ricos impedir la recesión de Japón, que podría llegar a sus orillas, y por eso insisten en que Japón logre la reflación de su economía mientras mantiene su tasa de interés en los niveles más bajos?
Mientras que en el caso de los demás países de Asia Oriental, que deben mucho a los bancos de Occidente, la recuperación y reembolso de sus préstamos extranjeros es el interés prioritario. En el último caso, una contracción de la economía doméstica reduciría las importaciones, mejoraría la balanza comercial y daría como resultado un fuerte excedente en divisas que podrían ser canalizadas al pago a los bancos internacionales. Esto es, de hecho, lo que está ocurriendo. El principal elemento positivo de Tailandia, Corea del Sur, Indonesia y Malasia, es que al afectar la recesión su economía interna hubo una contracción de las importaciones que dio como resultado un importante excedente comercial. Lamentablemente, se pagó con pérdidas enormes de la producción interna y el ingreso nacional, con el exterminio de muchas de las empresas grandes, medianas y pequeñas de esos países, un aumento drástico del desempleo y la pobreza, y desestructuración o convulsión social. Un precio demasiado alto, y que en la opinión de varios economistas (incluso algunos con altos cargos en el sistema) tampoco tienen por qué pagarlo los pueblos de esos países. Argumentan que en lugar de obligarlos a aumentar las tasas de interés y reducir el gasto público, los países deberían haber sido asesorados por el FMI para lograr la reflación de sus economías a través de un aumento del gasto público y de las tasas de interés por debajo de los niveles actuales.
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