Tendencias / Crisis Financiera
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No. 116 - Diciembre 1998
Los "sabios" esclavos del "mercado" no tienen respuestas
por
Chakravarthi Raghavan
En medio de los turbios estrépitos financieros, parece que los decanos de las instituciones de Bretton Woods y los dirigentes de los países ricos no saben qué contestar. Por lo menos fue lo que resultó evidente en las recientes reuniones anuales del Banco Mundial y el FMI en Washington. Un síntoma de ese malestar fue la actitud del FMI, que minimizó el poder de los fondos con cobertura, una posición que no resiste el más mínimo análisis luego de la situación de inminente quiebra del Fondo con cobertura estadounidense LTCM (Long-Term Capital Management), y su subsiguiente rescate por bancos internacionales y de Estados Unidos.
Nunca había habido tanta tensión en las reuniones entre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial -ni siquiera durante la crisis de la deuda latinoamericana en 1982- como esta vez, en que funcionarios importantes revieron sus opiniones sobre la crisis, aunque se quedaron sin respuestas en cuanto a qué hacer, observó un experto financiero sobre las reuniones del FMI y el Banco Mundial realizadas en Washington en la primera semana de octubre. Ahora deben acudir al rescate de los "mercados" que antes promovieron y a los que rindieron homenaje, y tanto los "sabios" de las instituciones de Bretton Woods como los dirigentes de los países poderosos temen decir algo que pueda atemorizar aún más a los mercados, por lo que apuntan a una mayor "corrida" de fondos hacia la "calidad", señaló el observador.
Y como informan diariamente las páginas financieras de los medios de difusión, la "corrida hacia la calidad" significa ahora no solamente la corrida de capitales de todo tipo desde los mercados emergentes hacia Estados Unidos, sino la "corrida" dentro de esos mismos mercados, desde las acciones y bonos comerciales de primera clase hacia los bonos del Tesoro de Estados Unidos, aumentando así los costos de las empresas y sus operaciones financieras. Los que un año atrás en Hong Kong cantaban loas a la globalización y reclamaban la eliminación de reglamentaciones estatales a la economía, la convertibilidad del capital y la libertad de movimiento del capital sin restricciones de ningún tipo, ahora en Washington tienen otro discurso.
El presidente Bill Clinton ha hablado de que las corrientes de capital causan estragos y empobrecen a la otrora floreciente clase media, y pide la aplicación de medidas mundiales para alentar la recuperación. No obstante, los japoneses y europeos no parecen dispuestos a aceptar ese plan. Y con los escándalos sexuales y el fantasma del juicio político sobre sus espaldas, el presidente de Estados Unidos no puede persuadir al Congreso a que actúe, a menos que la crisis se transforme en depresión y sea necesario recurrir a medidas aún más radicales.
La gota que desborda el vaso
Una de las razones de la reticencia es que a todos les preocupa lo que podría suceder en Brasil o en China -y cualquiera de los dos podría ser la gota que desborde el vaso. Si Brasil es la próxima víctima podría ser el fin del juego para los mercados de capital neoliberales y globalizados. Al menos por esta razón Washington y el FMI quieren ayudar a Brasil e impedir que se vaya a pique, pero no queda claro si pueden o tienen los recursos. Las corrientes de bonos y otro tipo de instrumentos que van a Brasil dirigen ahora una prima de mercado de 10 a 15 puntos porcentuales por encima del índice de bonos del Tesoro de Estados Unidos y resulta difícil ver cómo un país puede utilizar productivamente ese "capital extranjero", seguir pagando el servicio de esa deuda o inversión y además reanudar el crecimiento económico. Las estructuras financieras internacionales hablan ahora de reformas a largo plazo, como transparencia y buen gobierno, pero eso es intrascendente para la crisis y no ofrece respuestas a corto plazo para salir de ella. Y sin soluciones a corto plazo, no quedará ningún "largo plazo".
El FMI y Washington exigen transparencia a los agentes privados y reglamentaciones internacionales, pero temen siquiera hablar de ello. Siguen repitiendo su mantra de liberalización financiera, de no obstruir las corrientes de capital y de darle libertad total, como si beneficiara a los países pobres, a pesar de la falta de pruebas que lo avalen y la experiencia y evidencia histórica de lo contrario.
"Una cantidad sorprendente de participantes de las reuniones (de este año) están considerando la posibilidad de aplicar medidas intervencionistas para resolver los temas que van desde cuantiosas deudas externas hasta economías en crisis en mercados volátiles", expresaba un informe del Wall Street Journal. Y el número de octubre del Informe del Deutsche Bank decía que lo que el año pasado en Hong Kong (reuniones del FMI y el Banco Mundial) fue una crisis regional ahora se ha convertido en una crisis mundial, y "la calma actual puede describirse mejor como la quietud en el ojo de la tormenta".
En gran parte del año pasado, desde que comenzó la crisis con la devaluación del baht tailandés en julio de 1997, de lo que se hablaba era de "una crisis asiática" provocada por los desaciertos de los gobiernos de los países afectados y un capitalismo amiguista. Pero el director general de la OMC, Renato Ruggiero, la calificó recientemente de "crisis financiera mundial" y ahora el director gerente del FMI, Michel Camdessus, la ve como "un sistema en crisis, un sistema que todavía no está suficientemente adaptado a las oportunidades y riesgos de la globalización".
Los fondos con cobertura
Sólo el año pasado, después de los ataques a las monedas asiáticas y las quejas de los gobiernos afectados sobre las actividades especulativas de los fondos con cobertura, el FMI y el gobierno de Estados Unidos y sus diversas instituciones (incluida la Reserva Federal) salieron a elogiar a los fondos con cobertura y al papel que desempeñaban, y se pronunciaron en contra de cualquier tipo de restricción sobre tales fondos en función de los montos pequeños de capital que manejan (unos 100.000 millones de dólares) comparado con los 20 billones de los inversionistas institucionales y los bancos. Y si bien los documentos del personal del FMI absolvieron a los fondos con cobertura, y otros expertos los elogiaron así como a los mercados de derivados y su capacidad de "conectar" mercados a través del mundo, la historia encubierta del LTCM y sus vínculos con inversionistas, prestamistas y figuras financieras y del gobierno y sus movimientos de captación de personas demuestran que el "capitalismo amiguista" (o la banca de las relaciones) es lo que hace andar al "libre mercado" y al "capitalismo financiero" de hoy día.
Según el Informe Anual 1998 del FMI, en las discusiones sobre los fondos con cobertura en el Directorio del FMI (en marzo de 1998, después que estalló la crisis asiática y el personal elaboró un informe en el que prácticamente exoneraba a los fondos), los directores señalaron la limitada información disponible sobre este tipo de instrumento financiero, la imposibilidad de los fondos con cobertura, como centros de inversión privada, de informar y publicar los requisitos exigidos a los bancos y a los fondos mutuos, así como la dificultad de demarcar los límites entre la industria de los fondos con cobertura y otros inversionistas institucionales. También señalaron que era difícil generalizar dada la diversidad de las estrategias de inversión de tales fondos.
Excluidos los "fondos de fondos" (fondos conformados por varios fondos más pequeños), el capital de los fondos con cobertura informado por los servicios comerciales, se dijo al Directorio del FMI, fue del orden de los 100.000 millones de dólares en el tercer trimestre de 1997. De esta cifra, unos 25.000 millones estaba en manos de macrofondos que toman posiciones largas sin cobertura sobre cambios en las condiciones económicas mundiales y dejan su capital al descubierto a través de préstamos por un factor de cuatro a siete. Lo que resta, se dijo al Directorio del FMI, fue administrado por los llamados fondos relativos, que ofertan sobre precios relativos de valores estrechamente relacionados y están menos expuestos a fluctuaciones económicas, y tienden a tener un coeficiente de endeudamiento mayor que los macrofondos.
A la luz de esta información, los directores discutieron las operaciones de los fondos con cobertura y se dijo al público que los directores diferían sobre el impacto de los fondos con cobertura, muchos de los cuales tomaban posiciones "largas" en los mercados emergentes más pequeños. También observaron la relativa libertad y flexibilidad de las actividades de los fondos con cobertura y su tendencia a promover una actitud gregaria entre los inversionistas. Otros consideraron que no había pruebas suficientes que demostraran que los fondos con cobertura contribuyeron sustancialmente a generar una actitud gregaria y señalaron su función potencial como especuladores estabilizadores.
En el informe del FMI se dice también que en las discusiones muchos juzgaban que no había pruebas claras de que los fondos hubieran tenido parte importante en la crisis asiática, mientras que otros consideraban que habían desempeñado un papel más importante del sugerido por el documento del personal del organismo. Los miembros del Directorio en su conjunto también habrían tenido opiniones diferentes en cuanto a someter a los fondos con cobertura a requisitos adicionales en materia de regulación y difusión pública. Tal vez si dicho documento se hubiera redactado después de lo ocurrido al fondo estadounidense LTCM, hubiera sido diferente e incluso las opiniones de los directores podrían haber cambiado. Pero tampoco es seguro. En su economía, las ideologías y opiniones son más sagradas que los hechos.
Durante todo el año pasado y gran parte de éste, se instruyó largamente a los países asiáticos que no utilizaran fondos públicos para rescatar a las empresas financieras, que las dejaran quebrar y que vendieran sus activos a empresas financieras extranjeras. Con un capital aproximado a los 5.000 millones de dólares y con operaciones "potenciadas" que dieron como resultado una exposición del mercado de 200.000 millones de dólares, las dificultades del LTCM (conocidas en el mercado desde fines de agosto) y su posible derrumbe fueron consideradas por el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos como una amenaza para el sistema financiero, por lo que concedió autorización a la Reserva Federal de Nueva York para intervenir, reunir en un cuarto a los prestamistas y "persuadirlos" a condonar sus préstamos ¡y convertirlos en capital accionario para salvar el fondo! El presidente de la Reserva Federal avisó que no había ningún fondo público involucrado. Pero las sospechas no se eliminan así de fácil.
La puerta giratoria
Las historias que se hacen a diario acerca de quiénes controlaban el fondo, quiénes habían invertido en él, de consultores externos que "asesoraron" a las instituciones a invertir en el fondo, y de bancos que le prestaron dinero sin preguntar los detalles de sus operaciones, no son índice precisamente de tranquilidad. Menos aún los es la historia del Banco Central italiano, que como regulador se espera que supervise las operaciones de los bancos que están bajo su jurisdicción, "invirtiendo" unos 200 millones de dólares de las reservas del país en el LTCM y justificando la medida como una "inversión". Y el Union Bank de Suiza, que prestó dinero al LTCM (y recién en agosto se enteró del grado de su exposición) dio "opciones de acciones" a sus altos gerentes y ejecutivos, no en el propio Union Bank (un mecanismo común de evasión de impuestos, supuestamente para recompensar a la gerencia por los buenos resultados), sino en el LTCM ¡y cubrió la operación con la compra de acciones del LTCM!
Vale la pena observar las conexiones que se dan en Estados Unidos, donde funciona algo así como una puerta giratoria entre Wall Street, el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal: John Meriwether, jerarca del LTCM, dejó Salomon Bros, la empresa de Wall Street, después del escándalo público que supuso las especulaciones del personal de la empresa con las ventas de bonos del Tesoro; la investigación no lo responsabilizó personalmente pero sí a quienes trabajaban a su cargo en ese departamento. Es de suponer que obtuvo un premio retiro importante por abandonar la vicepresidencia de Salomon Bros, y luego creó el fondo LTCM con sede en Greenwich, Connecticut, con antiguos colegas de Wall Street que pusieron allí dinero de su propio bolsillo y de las arcas de sus instituciones.
Meriwether también integró a su directorio a David Mullins, ex vicepresidente de la Reserva Federal de Nueva York, quien era responsable de la participación de la Reserva Federal en la investigación oficial de la especulación en el mercado de bonos del Tesoro que involucraba a Salomon Bros. Y otro ex vicepresidente de la Reserva Federal de Nueva York está en una firma de Wall Street que invirtió en el LTCM. Varias firmas bancarias de inversión de Wall Street (y bancos europeos) se han visto forzadas ahora a dar una mano para salvar al LTCM -Merrill Lynch, PaineWebber, importantes bancos comerciales de Estados Unidos y Europa, y varios bancos de inversión. Varios ejecutivos de esas firmas tenían inversiones en el LTCM. Y si bien el LTCM siguió pidiendo prestado a los bancos para "potenciar" sus operaciones, parecería que ninguno de ellos exigió saber más detalles, tales como el valor de sus activos y el colateral -detalles que le exigirían a cualquier empresa o firma más pequeña de los sectores de la industria o el comercio.
Los socios del LTCM se endeudaron mucho para invertir en el fondo, y esto alineó sus intereses con los de las firmas y bancos comerciales de Wall Street, que ahora han puesto dinero para mantener a flote el fondo. Y algunos ejecutivos del UBS que se retiraron luego del escándalo, han recibido un "paracaídas dorado", como lo definió un periódico suizo. Si bien una recuperación de los diversos mercados de bonos podría tornar solvente al LTCM, la corrida hacia la calidad dentro del propio Estados Unidos podría incluso agravar su posición.
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