No. 125 - Setiembre 1999
Nueva ronda de la OMC
Un camino equivocado y peligroso
por
Martin Khor
Los participantes del Diálogo Internacional de Langkawi advirtieron que los países en desarrollo debían hacer frente a los problemas planteados por el proceso de globalización dirigido por los países desarrollados y sus intereses empresariales. Y es en la Organización Mundial de Comercio (OMC) donde estos problemas alcanzan su máximo de importancia, allí donde los países del Norte se movilizan para lanzar una nueva ronda con la cual abrir los mercados del Tercer Mundo a las grandes empresas. Un seminario de especialistas en comercio, celebrado en Nueva York, concluyó que la inclusión de nuevos temas en la OMC podría llevar al sistema de comercio por un camino equivocado y peligroso.
La globalización siempre es noticia en estos días. En el Diálogo Internacional de Langkawi, realizado en la ciudad del mismo nombre, Malasia, del 25 al 28 de julio, se discutió la forma en que el proceso de globalización dirigido por el Norte está sumiendo a los países del Sur en la dependencia y en un tipo de recolonización. Quince días antes, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un informe mostrando el aumento de las diferencias entre ricos y pobres y de la deshumanización provocada por la globalización.
Muchos se sienten inermes frente a un proceso aparentemente imparable e inevitable. Pero hay cierta posibilidad de reacción, por más pequeña que parezca. Los controles al capital, aplicados por Malasia, fueron una forma de decir: "no tenemos por qué estar a merced de los especuladores financieros, podemos, en cierta medida, aislar nuestro sistema financiero".
El informe del PNUD reclamaba cambios en el proceso, para que la globalización pueda tener un "rostro humano". Si queremos influir verdaderamente en la globalización, el lugar más importante desde donde hacerlo es sin dudas la Organización Mundial de Comercio (OMC) donde se crean las normas internacionales que obligan a los países a adoptar determinadas políticas.
Las luchas se están encendiendo a medida que los diplomáticos apostados en Ginebra -donde está la sede de la OMC- presentan propuestas para la Conferencia Ministerial que tendrá lugar en Seattle del 28 de noviembre al 3 de diciembre próximos. La Unión Europea lidera a los países industrializados para iniciar una nueva ronda de conversaciones comerciales que apuntan a crear acuerdos sobre temas nuevos, en especial normas de inversión, política de competencia y contratación pública. Si tiene éxito, los resultados podrían ser desastrosos para los países en desarrollo.
Nuestra preocupación debe centrarse en limitar el perjuicio resultante de que se incluyan esos temas de gran magnitud en la OMC. No tendremos tiempo de presentar los diversos problemas graves que surgen de tener que aplican los acuerdos ya aprobados en la última ronda (la Ronda Uruguay). Y lo que es peor, la OMC, que ya está dominada por los países ricos, sería usada para detener aún más las posibilidades de desarrollo de las naciones del Sur.
En pocas palabras, los países industrializados quieren abrir oportunidades inmensamente grandes para que sus gigantescas compañías absorban cuotas cada vez mayores de los mercados y negocios de las empresas nacionales ubicadas en países más pequeños, como Malasia. Proponen un acuerdo de inversión que impida a los gobiernos regular el ingreso y las actividades de las compañías extranjeras (permitiendo así libertades máximas a las firmas extranjeras); un acuerdo en materia de política de competencia por el cual los gobiernos perderían toda autoridad para favorecer a las empresas locales -con el argumento de que constituye una barrera a la libre competencia de empresas o bienes extranjeros-; y un acuerdo de contratación que finalmente prohiba a los gobiernos dar ventaja a las empresas nacionales en contratos, suministros y proyectos estatales.
La combinación de estos tres nuevos acuerdos propuestos dejaría fuera de competencia a muchas o la mayoría de las firmas nacionales frente a las gigantescas compañías extranjeras; gran parte de las empresas nacionales perderían su cuota de mercado y algunas seguramente terminarían cerrando. Nuestros gobiernos ya no podrán tener planes de desarrollo o industrialización que puedan ser ejecutados con realismo; sería el fin de las políticas macroeconómicas o de la planificación de desarrollo estructural a largo plazo.
La vida económica, social y cultural quedaría sujeta a las "fuerzas del mercado" y a todo lo que las grandes empresas y los actores del mercado deseen o decidan en cada país. Los países en desarrollo perderían básicamente su soberanía económica. Por eso, lo que se esté fraguando en Ginebra tiene una importancia estratégica para todos nosotros. Las presiones impuestas a los países en desarrollo por la poderosa maquinaria de negociaciones de Europa, Estados Unidos y Japón, son tremendas.
Solo unos pocos países, como India, Malasia y Egipto, se pronunciaron decididamente contra el lanzamiento de una nueva Ronda. Muchos otros países en desarrollo, por ejemplo de África, están en contra de dicha Ronda, pero no se pronuncian con la fuerza suficiente en la OMC. Si ese grupo de países que comprenden y son lo suficientemente osados como para hablar, no buscan y organizan el apoyo de otros países en desarrollo, entonces tal vez nos enfrentemos a la sombría perspectiva de que la Conferencia de Seattle le dé aún más poderes a la OMC para impulsar la agenda de globalización aún más.
De aquí a octubre, la mayoría de las decisiones claves las adoptarán los diplomáticos de la OMC, sobre lo que decidan los ministros en Seattle. ¿Los países en desarrollo asumirán una posición y dirán lo que realmente sienten, que debe cesar la apertura de sus mercados, por lo menos por el momento?, ¿que la crisis financiera ha demostrado la insanía de liberalizar sin defensas o políticas adecuadas?, ¿que la globalización, para que sirva a todos, debe moldearse de manera diferente, y que la OMC debe, pues, cambiar y dar mayor respuesta a las necesidades de los países en desarrollo?, ¿o la bien aceitada maquinaria diplomática y de negociaciones de los países ricos se pondrá en funcionamiento, tan inexorablemente como antes, silenciando las voces del Sur, cuyos países tienen poca mano de obra o recursos intelectuales como para igualar al Norte, y cuyos dirigentes pueden ser sutilmente amenazados para que no hagan olas?
Lo que suceda en los próximos meses tendrá un efecto crucial en el futuro de nuestros países en desarrollo. Es crucial que las autoridades y los políticos de cada uno de nuestros países se den cuenta de la importancia de lo que está en juego, que presten atención a los temas que tienen entre manos, e instruyan claramente a nuestros diplomáticos en Ginebra para que actúen en función de los intereses nacionales. Si no se presta debida atención a esta etapa crítica, o no se actúa con firmeza en cuanto a dar instrucciones claras, el resultado seguramente irá en menoscabo del poder organizativo que podría tener la diplomacia para favorecer al Sur cuando se enfrente al poder del Norte.
Otro seminario sobre la próxima Ronda de la OMC, realizado en Nueva York el 22 y 23 de julio, reunió a destacados defensores del libre comercio y especialistas en el tema. El seminario finalizó en la Universidad de Columbia con la conclusión de que los nuevos temas no deberían ser incluidos en la próxima Conferencia de Seattle en la opinión de que es mejor no tener una nueva Ronda amplia si eso significa introducir a la OMC por un camino equivocado, agregando temas no comerciales inapropiados dentro del sistema de comercio. "Si el precio de tener una nueva Ronda es incluir todo tipo de temas inapropiados a expensas de los países en desarrollo, entonces tal vez sea mejor seguir la ruta de la liberalización unilateral", expresó Jagdish Bhagwati, profesor de Economía de la Universidad de Columbia y uno de los más destacados defensores del libre comercio.
También participaron en el seminario el secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Rubens Ricúpero, el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Donald Johnston, el ex director general del GATT Arthur Dunkel, el viceministro japonés de Comercio Internacional, Hisamitsu Arai, el vicefiscal general de Estados Unidos, Joel Klein, los embajadores ante la OMC S. Narayanan, de India, y See Chak Mun, de Singapur, el Encargado de las Comunidades Europeas en Wasghington, Hugo Paeman, y varios académicos expertos en comercio.
El foco de la reunión era examinar si resultaba apropiado incluir temas nuevos tales como un acuerdo de inversión, políticas de competencia, ambiente y mano de obra en una nueva Ronda que sería lanzada en la próxima Conferencia Ministerial de la OMC en Seattle.
La reunión se caracterizó por la falta de entusiasmo de la mayoría de los oradores y participantes por los temas nuevos que se propone incluir en una nueva Ronda. Muchos de los expertos expresaron el temor de que recargar a la OMC con temas no comerciales que no eran materia de la tradicional agenda del GATT de liberalización del comercio podría significar una distorsión del sistema multilateral de comercio.
En el comentario de clausura sobre cómo habría que abordar la próxima Ronda, Bhagwati manifestó que habría que seguir discutiendo las normas y los temas tradicionales, y expresó preocupación por el sesgo de la estructura de la OMC que impedía que se tomaran en cuenta las opiniones de los países en desarrollo. Bhagwati planteó el interrogante de si la próxima Ronda debería incluir y centrarse en los temas nuevos propuestos o si debería adherirse a los temas comerciales convencionales y a la vez promover la promoción unilateral.
Refiriéndose a la "teoría de la bicicleta" -que iguala la agenda comercial con una bicicleta que caería si no sigue avanzando-, Bhagwati manifestó que si una Ronda con temas equivocados metería a la OMC en un "camino equivocado", entonces tal vez fuera mejor seguir un programa de liberalización unilateral. Agregó que los países en desarrollo son débiles debido a la crisis financiera y que no tienen poder de negociación. Frente a esto, preguntó si una nueva Ronda tendría un diseño que fuera compartido por todos. Por lo tanto, sugirió que un enfoque de doble vía sería mejor que uno en que la OMC continuara discutiendo temas comerciales convencionales mientras que en otros foros se discuten temas de inversión y de otro tipo.
Este no sería un buen momento para entrar en una Ronda con temas nuevos, pues el sistema comercial se vería contaminado con esos otros temas. Los temas de las vinculaciones (con ambiente y trabajo) serían una pérdida de tiempo. Luego formuló la pregunta básica de para qué queremos una Ronda. "No tenemos la obligación de iniciar una Ronda", expresó. "Es tan solo un mecanismo para la liberalización del comercio. Podemos seguir impulsando la liberalización sin tener que abordar otros temas".
Estas opiniones no provienen de un activista contrario a la liberalización, ni de un líder dictatorial que intenta proteger su dinero mal habido, o de un político anticuado del Tercer Mundo aferrado a sentimientos anticolonialistas. Provienen de uno de los economistas del libre comercio más renombrados del mundo. Si Bhagwati puede darse cuenta de la urgencia del problema como para convocar una reunión para discutir los peligros de la inclusión de temas equivocados en una nueva Ronda, entonces hasta los gobiernos de los países industrializados deberían escuchar.
No obstante, al final de todo, los países en desarrollo tendrán que luchar por sí mismos. Deberían aprovechar las advertencias de gente como Bhagwati para armarse de argumentos con los que evitar una nueva Ronda.
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