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No. 128 - Diciembre 1999

El Grupo de los 77

La reforma de la OMC debe comenzar

por Martin Khor

Los próximos meses los países del Sur podrán aprovechar la situación creada por el fracaso de la Tercera Conferencia Ministerial de Seattle para revisar y reformar la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Los países en desarrollo deben utilizar los próximos meses con inteligencia para colocar a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en situación de realizar una revisión y reformas, ahora que la Conferencia Ministerial de Seattle les dio la oportunidad de hacerlo, expresó el canciller de Guyana, Clement Rohee, cuyo país accedió recientemente a la Presidencia del Grupo de los 77. Rohee expresó que la declaración de la Representante Comercial de Estados Unidos, Charlene Barshefsky, al final de la conferencia de Seattle, no tiene estatus legal ya que no fue aprobada por los ministros. Por lo tanto, cuando el Consejo General vuelva a reunirse, debería utilizar el texto del 19 de octubre y comenzar todo de nuevo.

El canciller de Guyana también sugirió que las reuniones ministeriales de la OMC se realicen cada cinco años en lugar de cada dos, para así tener más tiempo para considerar los temas y reducir la presión sobre los países en desarrollo.

Rohee manifestó sus opiniones en una entrevista realizada en Georgetown, Guyana, durante una reunión de expertos del Sur en preparación para la Cumbre del Sur 2000, en la que participarán dirigentes de países en desarrollo y que se realizará en abril del próximo año en Cuba. En Seattle los países en desarrollo se decidieron a resistir la prepotencia de las grandes potencias. "Es bueno que la lucha haya comenzado ahora, cuando la OMC todavía es joven", afirmó Rohee. "Deberíamos evitar en la OMC llegar a una situación como la que atraviesa la Organización de las Naciones Unidas, donde el Consejo de Seguridad se apropió del papel de la Asamblea General y adopta decisiones que son de su competencia".

El presidente del Grupo de los 77 opinó que éste es un periodo interesante en la historia de la OMC. "Es una organización joven, que todavía puede ser moldeada", expresó. "Pero los países en desarrollo, que tienen fuertes intereses puestos ahí, deben dar la lucha ahora. No podemos darnos el lujo de quedarnos adormilados o inmóviles. Si podemos unirnos y llevar a cabo las reformas, la OMC tal vez podría convertirse en una organización que aplica correctamente las normas. Pero habrá que recorrer un largo camino antes de que eso ocurra, y tenemos que pelear duro por ello".

Rohee dijo que cuando la OMC se reúna nuevamente en Ginebra debería iniciar un proceso que se centre en la "revisión, reparación y reforma" de la OMC, sus normas y métodos de trabajo. "En Ginebra debemos dar otra mirada al texto del 19 de octubre, y los países en desarrollo deben mantenerse firmes por un problema de principios y por el interés de sus pueblos", expresó y subrayó que cuando el Consejo General se reúna a discutir las cuestiones pendientes de la Conferencia de Seattle, no debería dar un carácter legal a la declaración oral que hiciera la presidenta de la Conferencia, Charlene Barshefsky, en la sesión plenaria de clausura.

En su discurso de clausura, Barshefsky dijo que los ministros habían acordado suspender la reunión ministerial y que el director general de la OMC, Mike Moore, podía mantener consultas con las delegaciones para salvar las diferencias en los sectores en los que aún no se había logrado consenso, desarrollar un proceso mejorado que fuera a la vez eficiente y auténticamente completo, y preparar el camino para lograr una conclusión satisfactoria. "Debemos ser cuidadosos y no otorgar carácter legal a esa declaración de clausura", declaró. "Fue un discurso, no una Declaración. Lo que ella dijo fue su propia declaración, no fue una instrucción mandatada por los ministros en Seattle a los embajadores en Ginebra".

Rohee dijo que quedaba claro que los comentarios de Barshefsky no tenían el mandato de los ministros, especialmente teniendo en cuenta las declaraciones efectuadas por los grupos de países africanos y de América Latina y el Caribe, un día antes de que finalizara la conferencia. Rohee subrayó que "las preocupaciones expresadas en esas declaraciones deben ser el eje de la reanudación de las conversaciones en Ginebra".

En esas declaraciones, los grupos regionales habían expresado su agravio por los procedimientos adoptados por las autoridades de la Conferencia, en que sólo unos pocos países fueron invitados a reuniones de negociaciones de grupos pequeños, que recibieron el nombre de "reuniones de sala verde". Expresaron que como habían sido marginados, no iban a aceptar que el último día les impusieran una Declaración. Rohee resaltó que cuando Barshefsky hizo su declaración de clausura, todo el proceso se había quebrado. "Por lo tanto, los embajadores en Ginebra deberían volver al texto del 19 de octubre y comenzar todo nuevamente", opinó. "Todo el proceso de Seattle estuvo malogrado. Reclamamos que de ahora en adelante se respeten los procedimientos. Entre los países en desarrollo hay disposición a luchar por este principio".

Rohee también sugirió que para reducir la presión ejercida sobre los países en desarrollo, las reuniones ministeriales deberían realizarse cada cinco años en lugar de cada dos años, como ocurre ahora. "En la OMC hablamos de cosas importantes, que abarcan asuntos de vida y muerte, trabajo e ingresos", dijo. "Debemos darles a los países el tiempo de pensar las cosas a fondo. En mi opinión, no es necesario que realicemos una reunión ministerial cada dos años. Con una vez cada cinco años alcanza para darle tiempo a los países a consultar entre sí y con los grupos regionales o con las ONG, entre otros, de manera que podamos sentirnos cómodos con nuestras ideas. Realizar una reunión ministerial cada dos años les da a las grandes potencias un pretexto para presionarnos".

Con respecto al proceso por el cual los países en desarrollo maduraron en la OMC, Rohee dijo que estaban mucho mejor preparados para la Conferencia de Seattle que en la época del GATT. "Algunos de los países en desarrollo ni siquiera sabían lo que habían firmado en Marrakech, cuando se estableció la OMC en 1995", expresó. "Entre Marrakech y Seattle aprendieron una lección amarga sobre cómo funciona el sistema y sobre la falta de beneficios para ellos, de manera que los países en desarrollo se prepararon mejor".

Rohee señaló que aunque no se reunieron ni funcionaron como grupo en la OMC, muchos países en desarrollo tuvieron la oportunidad de reunirse en diversos foros tales como el del Grupo de los 77, la UNCTAD, la ACP (Estados de África, el Caribe y el Pacífico), Caricom (Comunidad del Caribe), en los que elaboraron algunas posiciones en común. "Debido al nivel de preparación y a sus experiencias, no es de extrañar que lograran una tremenda victoria en Seattle. Pero también estamos muy agradecidos con las ONG y los manifestantes lúcidos que insistían en que la OMC debe ser desmitificada. La gente debe conocer más a la OMC. Deberíamos tener una relación de mutuo apoyo con nuestros asociados sociales en las ONG".

Subrayó que después de Seattle, se debe mantener el ímpetu y conservar el optimismo ante la cercanía de la conferencia de la UNCTAD X en Bangkok y la Cumbre Sur-Sur en La Habana. "Las relaciones entre los gobiernos y nuestros asociados sociales debe continuar tal como se manifestó en Seattle", afirmó.

Rohee dijo que es de máxima prioridad resolver el tema de la transparencia, tanto en la OMC como en las instituciones financieras internacionales. "No puede haber discusión en este punto. Nadie puede estar en contra de esto".

Recordando lo que había ocurrido en Seattle, Rohee refirió que la experiencia de los países en desarrollo había sido "muy amarga". Dijo que anteriormente, durante este año, en oportunidad de la selección del nuevo director general de la OMC, varios países en desarrollo no fueron consultados y fueron obligados a aceptar un "consenso no existente". "Vimos un intento de reproducir esa situación en Seattle a través del tristemente célebre proceso de 'sala verde', en que sólo unos pocos países fueron seleccionados para tomar parte de las negociaciones. Eso condujo a la marginación total de la abrumadora mayoría de los miembros de la OMC. Los países en desarrollo tuvieron así la experiencia de que les arrebataran la conferencia de Seattle, y los ministros fueron tratados como simples turistas. El insulto aumentó cuando el segundo día de la Conferencia, la Representante Comercial de Estados Unidos, Charlene Barshefsky, anunció que tenía el derecho de introducir cambios a todos los procedimientos a efectos de lograr una Declaración, cualquiera fuera el costo".

Rohee recordó que cuando eso ocurrió, hubo muchas protestas y puñetazos sobre la mesa. El propio Rohee intervino y criticó a las autoridades de la Conferencia por excluir a los países en desarrollo. "Dije que seguíamos oyendo sobre la necesidad de transparencia pero que en la Conferencia no había transparencia alguna. Dije que no sabíamos a quiénes se escogía, ni por qué ni qué era lo que se discutía. Que al final quedábamos enfrentados a una situación de hechos consumados y un documento en cuya elaboración no habíamos participado. Dije que por cierto no iba a aceptar eso".

Finalmente Guyana fue invitada a una reunión de 'sala verde', pero "resultó ser un chiste", comentó Rohee. "Después de haber hablado recibió una invitación a una reunión de 'sala verde' sobre agricultura. Cuando llegué a la reunión, el presidente nos presentó este documento oficioso y se nos informó que no podrían introducirse cambios. Armé un escándalo. Pregunté cuál era el carácter de ese documento y por qué se nos convocaba. Cuando me dijeron que nos invitaban sólo para ser informados, sentí que no era una reunión en serio. Que tan sólo era un chiste".

"El presidente y un funcionario importante de la Secretaría de la OMC intentaban convencernos para que aceptáramos su proyecto sobre agricultura. Le dije al funcionario que él era de la Secretaría y que debía callarse porque yo era un ministro y como tal me correspondía a mí discutir ese tema. Todos los ministros de la sala juntaron sus carpetas y salieron", afirmó. "Descubrimos que la tal reunión de "sala verde", que se realizaba en el segundo piso, era sólo por diversión. Como habíamos protestado por no haber participado en una reunión de 'sala verde', nos dieron una. Pero las negociaciones reales sobre ese tema las habían trasladado al sexto piso (del Centro de Conferencias), a donde no nos dejaban entrar. Era tal el grado de intriga y evasivas, sobre el que no teníamos control, que parecíamos Sherlock Holmes rastreando cuáles reuniones se estaban realizando y dónde. Esto es sencillamente inaceptable para los ministros".

Rohee aseguró que "muy poco servicio le estaban prestando a la transparencia y la participación. La realidad era totalmente opuesta. Si nos hubieran presentado un proyecto de Declaración (el último día) hubiera habido una revuelta total. Los países de África, el Caribe y América Latina habían emitido declaraciones en las que manifestaban su protesta por el proceso. De manera que no me imagino cómo podría haberse hecho una Declaración cuando tantos miembros estaban en pie de guerra. Todo esto significa que el proceso estaba malogrado y que el resultado final también estaría malogrado".

El canciller de Guyana agregó que el proceso de "sala verde" está ahora desacreditado a los ojos de los países en desarrollo. "Ahora la OMC debe encontrar formas y estructuras creíbles y aceptables con las cuales los países en desarrollo se sientan cómodos. No debe haber ningún malestar sicológico o sospecha. La forma nueva debería seguir el modelo del sistema de las Naciones Unidas", afirmó.

Brindando una analogía, Rohee dijo que en las Naciones Unidas las conversaciones sobre reforma han llevado muchos años. Algunos países están impacientes por finalizarlas rápidamente, otros son cautelosos y otros están en una posición intermedia. Lo que ocurrió en Seattle, concluyó, dio a los países en desarrollo una oportunidad para remodelar la OMC. "Pero no podemos ser complacientes. Debemos librar la batalla ahora, para que los procedimientos y las normas funcionen correctamente".

Martin Khor es director de la Red del Tercer Mundo.




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