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   No. 134 - Junio 2000
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No. 134 - Junio 2000

La gobalización, nueva forma de colonialismo

No son la prosperidad universal y la hermandad lo que marcan el inicio del nuevo siglo, sino la desigualdad y el conflicto. En las palabras pronunciadas en la sesión de apertura del Foro del Milenio, el 22 de mayo en el hall de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, reproducidas a continuación, Martin Khor, director de la Red del Tercer Mundo, ataca la distribución desigual del poder y la riqueza en el mundo y exhorta a oponerse a la nueva forma de colonialismo que representa el sistema actual de globalización.

Nos reunimos a comienzos del nuevo siglo, enfrentando las graves crisis que venimos arrastrando del siglo pasado. Hace poco años alguien predijo el "fin de la historia", el fin de los conflictos de ideas o conflictos físicos en la medida que todos los países y pueblos abrazan el objetivo único de la libertad de los mercados y la democracia liberal.

Pero el fin de la Guerra Fría no dio paso a la prosperidad o la hermandad universal. El escándalo de la pobreza continúa arraigada, y hay crecientes desigualdades entre países, clases sociales, hombres y mujeres, pueblos indígenas y quienes desean colonizar sus recursos. En lugar de paz y seguridad, hay conflictos e inseguridades, algunos de ellos resultantes de las presiones mundiales y las desigualdades y la pobreza. Está la crisis ambiental, que plantea dudas sobre la supervivencia de la Tierra y la humanidad. Está la amenaza de una tecnología mal encaminada, como la energía nuclear, los productos químicos y la ingeniería genética. En el sector de la salud, los científicos predicen el final de la era de los antibióticos en la medida que las enfermedades provocadas por bacterias y virus resisten en abuso de antibióticos y levantan el fantasma de nuevas epidemias.

Nuestra época también está definida por el proceso de la globalización. Hay diferentes enfoques de este fenómeno. Algunos dicen que es inevitable y básicamente bueno; sólo hay que adaptarse a él y aprender y recoger los beneficios. Otros se preocupan por los costos y proponen algunas redes de seguridad que amortigüen la caída de los perdedores. En realidad, la esencia de la globalización es la embestida de las grandes compañías e instituciones financieras en procura de aumentar su poder, de crecer más a expensas de otros, y de aumentar sus ganancias. Han presionado a sus gobiernos, de los países ricos, para desbaratar las fronteras nacionales que les impiden tener un acceso libre y total a los mercados de todo el mundo, especialmente de los países en desarrollo.

Las economías de esos países habían sufrido durante la época de colonización, por lo que en la primera etapa de la independencia, los gobiernos de muchos de esos países implantaron medidas para levantar su débil economía nacional, las empresas, bancos y predios agrícolas nacionales. Aplicaron políticas que favorecieron la economía y las empresas locales, y las defendieron de las grandes firmas extranjeras depredadoras. Esas grandes firmas quieren ahora desmantelar todo tipo de barrera para poder apropiarse de las empresas y precios agrícolas del mundo en desarrollo, y aumentar su monopolio. Es así que ahora vemos la liberalización del comercio, las finanzas y la inversión. Pero en los sectores donde las grandes compañías y sus gobiernos podrían perder con la liberalización, practican el proteccionismo, por ejemplo la imposición de normas de propiedad intelectual estrictas en todo el mundo, que es un tipo de proteccionismo, de creación de monopolio de la tecnología por parte de grandes empresas que obstaculizan la transferencia de tecnología.

La globalización tal como se practica actualmente es un tipo de apartheid, un término mencionado por Juan Somavia, director General de la OIT, en su reciente discurso. Es equívoco y evasivo hablar sólo en términos de "compartir mejor los beneficios de la globalización" y ayudar a los "marginados". Esto presupone que la globalización sólo produce beneficios, pero que algunos ganan más que otros. En realidad, la globalización crea beneficios para algunos y pérdidas para otros, y lo que es peor, el mismo proceso que genera los beneficios también genera pérdidas. Así, parte de los beneficios de los que ganan se logra a expensas de las pérdidas de los que pierden.

La globalización es un proceso que puede ser denominado recolonización, un término acuñado por Chakravarthi Raghavan, editor de SUNS, cuando escribió un libro sobre el GATT, la ronda Uruguay y el Sur. Está en marcha una nueva forma de colonialismo. Cuando se luchó contra la esclavitud, o el apartheid, o el colonialismo, no se hablaba en términos de compartir mejor los beneficios de la esclavitud o el apartheid o el colonialismo. Se luchó contra los sistemas de la esclavitud, el apartheid y el colonialismo. De manera que nosotros tampoco podemos hablar de repartir mejor los beneficios de la globalización. Tenemos que combatir el sistema de globalización que tenemos actualmente.

El quid del problema es la distribución desigual de poder y riqueza en el mundo. Debemos reconocer esto y no eludir el tema. Quienes detentar el poder y la riqueza desean mantenerla y protegerla. Por lo tanto, vemos que hay un doble discurso entre lo que se predica a los demás y lo que protegen para mantener el monopolio del poder y la riqueza. Tuvimos la exitosa campaña para prohibir las minas de tierra, una victoria de los movimientos populares. Pero las potencias nucleares todavía se niegan a prohibir las armas nucleares. Se habla mucho de lograr transparencia y democracia a nivel nacional, y nosotros, como organizaciones no gubernamentales, hemos sido parte de esta campaña en nuestros países. Pero los países más poderosos se niegan a democratizarse a nivel internacional, donde principalmente el Grupo de los Ocho o la OCDE o las instituciones de Bretton Woods y la OMC toman las decisiones mundiales sin la debida participación de los países más pequeños, menos aún de la sociedad civil. Hubo una gran presión de los países ricos para obligar a los países más pobres a liberalizar sus economías, pero el Norte practica el proteccionismo cuando insiste en patentar sus tecnologías, cuando practica la biopiratería, cuando no abre sus puertas a la mano de obra que le llega desde el Sur.

Uno de los cuatro temas centrales del foro es cómo revitalizar la influencia de la ONU. En realidad, como todos sabemos, la ONU ha sido vaciada de poder no porque sea ineficiente o inútil sino porque es demasiado transparente y demasiado democrática, y sus decisiones son tomadas con la participación de todos los países. El Consejo de Seguridad es la excepción. Los países en desarrollo tienen demasiado influencia en la ONU en la medida que las decisiones se apoyan en el criterio de un voto por país. Es así que a principios de los años 90, las grandes potencias decidieron reformar y remodelar la ONU, y transfirieron su autoridad en temas económicos y sociales, al FMI, el Banco Mundial y la OMC, instituciones que controlan. Las decisiones del FMI y el Banco Mundial son en función de un voto por dólar. La OMC tiene un sistema de toma de decisiones que en momentos cruciales ha excluido a la mayoría de los países en desarrollo, en especial mediante el tristemente célebre "proceso de negociación de sala verde".

Necesitamos una democratización de las instituciones mundiales. Para que eso ocurra, las potencias deben aceptar aflojar el lazo tendido en torno a las instituciones y relaciones internacionales. Sólo lo harán cuando los movimientos de los pueblos y la sociedad civil les haga saber que ése es su deseo.
Necesitamos democratización y transparencia en el sector privado, en las instituciones y mercados financieros, en las compañías transnacionales.

Necesitamos comunicar nuestra preocupación por la concentración de la riqueza a través de compras de empresas y fusiones, su capacidad de destruir la riqueza de países pequeños a través de la especulación financiera.

Necesitamos que haya una transformación del sistema y las instituciones financieras. Las protestas de Wshington, en Chiangmai, demostraron que el pueblo conoce ahora el tremendo daño que han causado las políticas impuestas por instituciones financieras tales como el FMI y el Banco Mundial. Su sistema de gobierno debe cambiar y también el papel que cumplen y las políticas que aplican, o que el cambio del sistema financiero incluya su acotamiento a un papel adecuado, más restringido y pequeño.

Necesitamos cambiar el sistema multilateral de comercio. El principio de liberalización a cualquier costo que rige la OMC es equívoco y ha provocado alteraciones. Muchos de sus acuerdos tienen fallas y deben ser cambiados. Por ejemplo, el Acuerdo sobre Agricultura, que conduce a la liberalización de la importación en los países en desarrollo, supone una amenaza para millones de formas de vida rural y pone en riesgo la seguridad alimentaria. Los productos alimenticios de los países en desarrollo para consumo local deberían ser excluidos de las obligaciones emanadas del acuerdo sobre liberalización de las importaciones y subvención interna. El Acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual aumentará los precios de los medicamentos, impidiendo la transferencia de tecnología y facilitando la biopiratería. Varias ONG han llegado a la conclusión de que ese acuerdo no tiene cabida en una organización comercial que, además, se supone que promueve la liberalización, no el proteccionismo sobre la tecnología. Y debería haber una moratorio a la introducción de temas nuevos como inversión, competencia, contratación pública, que darán aún más poder a la OMC y tendrán consecuencias desastrosas.

Necesitamos que la ONU tenga mayor poder. En efecto, la ONU también debería ser reformada, especialmente en la estructura y el sistema de formulación de decisiones del Consejo de Seguridad. Debería ser más eficiente y efectiva para servir a "nosotros, los pueblos". Pero todos reconocemos que podrá hacerlo sólo si Estados Unidos paga sus aportes a la ONU, y que no los condicione a la introducción de reformas que la debilitarán aún más, ya que eso es chantaje. Los países ricos no deben retener sus pagos a la ONU. También puede dársele poder a la ONU cuando las grandes potencias acuerden devolverle su legítimo papel en los procesos decisorios y programas referidos a los asuntos económicos y sociales. El Banco Mundial, el FMI y la OMC pueden cumplir funciones importantes, pero deben ser apropiadas, que promuevan políticas correctas, y deberán redimensionar el papel desmedido que tienen actualmente. Debe haber una transferencia de poder y autoridad de esas instituciones (y de mecanismos que dan participación exclusiva a los ricos, como el Grupo de los Ocho y la OCDE) a la ONU.

Y así, nosotros, los pueblos, nos enfrentamos a un mundo dividido, un mundo de desigualdad y conflicto. Debemos trascender las bellas palabras de diplomáticos y burócratas, ya que tal vez las bellas palabras y el lenguaje cauteloso formen parte de su trabajo. No se espera que nosotros, la sociedad civil, utilicemos un lenguaje cauto y diplomático. Debemos tratar de identificar y eliminar las fuentes de pobreza y conflicto, y la desigualdad de riqueza.

Al hacerlo, primero debemos rendir homenaje a los héroes populares que han surgido a lo largo de años y siglos de luchas sociales. Los que lucharon por derrocar las poderosas fuerzas opresivas de la esclavitud, el feudalismo y el colonialismo. Los que luchan para que la gente común y pobre, los pequeños agricultores y campesinos, los obreros, los desempleados y los sin techo tengan derechos. Los que luchan por el uso seguro y democrático de las tecnologías, contra la contaminación nuclear y química, contra la ingeniería y la contaminación biológica. Los que luchan por reforma agraria y derechos sobre la tierra, por el derecho de los trabajadores a recibir una remuneración decente y trabajar en condiciones laborales dignas, por los desposeídos de los tugurios y las zonas y plantaciones de ocupantes. Incluso aquéllos que integran burocracias internacionales y nacionales, incluso los diplomáticos y funcionarios de la ONU que dan lo mejor de sí para desviar la marea del frente diplomático.

Nos comprometemos a hacer nuestro el espíritu y las lecciones de esos luchadores valientes de todos los siglos y a emprender las luchas de la era moderna, el siglo XXI, y a utilizar métodos innovadores y efectivos, a servir al pueblo, y con ello al mundo y a nosotros mismos. Nosotros, los pueblos, podemos sobrevivir y forjar un mundo mejor que sea socialmente justo y ecológicamente sustentable y, como resultado, que sea un mundo de paz y seguridad. Invitamos a la ONU y a los gobiernos a sumarse, así como la Secretaría General de la ONU nos invitó esta mañana a sumarnos a las actividades de la ONU. Pero con o sin la ONU, nosotros, los pueblos, tenemos que hacerlo, llevar a cabo nuestra misión de forjar un mundo mejor.




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