No. 136 - Agosto 2000
La teoría del comercio internacional
La pobreza es también una industria en crecimiento
por
Chakravarthi Raghavan
A medida que la pobreza y la desigualdad continúan creciendo en todo el mundo, proliferan los estudios y encuentros que pretenden abordar estos temas, pero que a menudo terminan siendo poco más que intentos para justificar el dogma neoliberal.
La pobreza es degradante, deprimente y deshumanizante. Despojada de las asépticas estadísticas e informaciones sobre los pobres –como índices y porcentajes, similares a las listas de bajas de la Guerra de Vietnam o de las "limpiezas étnicas" de las guerras del Golfo y Kosovo-, la pobreza en la edad de la abundancia llama -o debería llamar- al rechazo.
Cuando coexiste con la prosperidad de una minoría -tanto dentro como entre países-, sencillamente resulta obscena.
Para los pobres es un callejón sin salida, un estado del que ninguno de ellos ni de sus hijos puede escapar. Es como caer en arenas movedizas: cuanto más se esfuerzan por salir, más se entierran.
Los hechos al desnudo
Existen dos hechos indiscutibles de la realidad actual.
Primero, la pobreza y la desigualdad entre los países ha crecido; el número de pobres aumentó en el Sur y en el Norte. En el Sur, los pobres son mayoría. El último informe de UNICEF -El Progreso de las Naciones 2000- revela que uno de cada cinco niños en Estados Unidos, el país más rico del mundo, vive en situación de pobreza ("Newsbrief", pág.16).
Otros estudios (de Larry Brown, de la Universidad Tufts, y de Barry Schwartz del Colegio Swathmore, citados por Mahmood Elahi, Ottawa) demuestran que mientras la economía de Estados Unidos está en auge, el número de hambrientos no ha disminuido: "en la cima del mayor auge económico (en Estados Unidos), más de 30 millones de personas pertenecen a hogares que pasan hambre y viven una situación de inseguridad alimentaria". Y el hambre afecta desproporcionadamente a los niños. El 15,2 por ciento de los hogares con hijos pasan hambre y el 18,3 por ciento de los hogares con niños menores de seis años no tienen lo suficiente para comer. Entre 20 y 30 por ciento de los trabajadores ganan tan poco que "tienen que optar entre pagar el alquiler, el servicio médico y tener una dieta adecuada" (Brown).
"El ingreso medio de los trabajadores asalariados en 1997 era 3,1 por ciento más bajo del de 1989. Los ingresos de una familia media eran 1.000 dólares menos en 1997 que en 1989. Una pareja típica trabajaba 270 horas más en 1997 que en 1989. El uno por ciento de los estadounidenses más ricos acapara casi el 50 por ciento de las riquezas nacionales, el nueve por ciento siguiente detenta cerca de un tercio y el 90 por ciento restante tiene cerca de un sexto" (Schwartz).
Segundo, los temas de pobreza y desigualdad han servido para aumentar el número de profesionales de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales; todo un batallón de economistas, estadísticos, consejeros y defensores políticos –suficientes para una división de campo en una guerra- están empleados en temas de pobreza. Producen, uno tras otro, esplendorosos informes sobre la pobreza, el alivio de la pobreza (redefiniéndola en términos estadísticos para hacerla ver como un objetivo alcanzable) y la erradicación de la pobreza (a largo plazo).
Aconsejan al Sur tener paciencia y perseverancia (¡marchen hacia delante soldados cristianos!). Organizan seminarios y reuniones (incluso por Internet) entre los más fieles, con algún disidente ocasional que les sirve para conseguir legitimidad. Cuanto más escriben sobre cómo salir de la pobreza, más crece, junto con la desigualdad. Todas las instituciones realizan ahora informes y documentos informativos sobre pobreza y género, sobre la apertura al comercio y las inversiones y sobre la globalización que permite el crecimiento necesario para ayudar a mitigar la pobreza.
Sin embargo, sus propios estudios (por ejemplo, el capítulo realizado por Dan Ben-David en el último estudio de la Organización Mundial de Comercio -OMC- sobre "Comercio, Disparidad de Ingresos y Pobreza"; y el informe de David Dollar y Aart Kraay en el papel informativo del Banco Mundial "Valorando la Globalización"), si se los lee cuidadosamente (como ningún político o cabeza institucional puede hacerlo), revelan que el crecimiento es una condición necesaria pero insuficiente para atacar la pobreza y la desigualdad. También revelan que la pobreza en América del Norte y Europa apareció cuando se recurrió a las políticas estatales de bienestar para controlar los extremos de las fuerzas del mercado, mientras que las divergencias de los ingresos comenzaron a profundizarse bajo las economías neoliberales. Los estudios dejan en evidencia, además, que ante la falta a escala mundial del contrapeso que podrían oponer los estados nacionales en el mundo industrializado, los sistemas comerciales y financieros sólo pueden sobrevivir generando más pobreza y desigualdad para enriquecer a una pequeña minoría.
Toda una gama de instituciones -como el Banco Mundial, la OMC, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la Cámara Internacional de Comercio, que está forjando un compacto social con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y un proyecto de articulación con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) para promover empresas transnacionales-, y académicos -como Jagdish Bhagwati- citan palabras de algunos activistas no gubernamentales a los que erigen como hombres de paja para ser derribados, todo para promover el dogma de la globalización, la liberalización y el libre comercio.
Estos economistas académicos e institucionales continúan produciendo documentos como salchichas sin agregar realmente nada nuevo al conocimiento de las causas de la pobreza y cómo eliminarla.
Teoría tendenciosa
Gunnar Myrdal, laureado por el Nobel de Economía y antiguo director ejecutivo de la Comisión Económica de la ONU para Europa, abordó esta pregunta en un libro que publicó en 1970: El Desafío de la Pobreza Mundial: Un Programa Mundial Anti-Pobreza en Crecimiento.
Muchas de las cosas que dijo allí y que identificaba como las causas de la pobreza y la desigualdad (y su aumento) hoy son verdad. Tuvo que escribir ese libro cuando tergiversaron sus opiniones sobre el temprano "drama asiático" -según expone en el prefacio- pues "presentando argumentos para no tener que molestarse en intentar ayudar a los países subdesarrollados en sus esfuerzos de desarrollo, con alegría de los conservadores y aún más de los reaccionarios de los países de Occidente".
Los capítulos 8, 9 y 10 de su libro, que hablan sobre comercio, ayuda y fatiga de la ayuda, y el modo en que se producen, reúnen y manipulan las estadísticas en una parte del sistema y se aceptan sin críticas en los demás, así como el capítulo 13 sobre agricultura, la "revolución verde", las inversiones extranjeras directas y los intentos de establecer una distinción entre los fenómenos económicos y los sociales, son más pertinentes ahora de lo que fueron en ese entonces. Myrdal identifica al comercio internacional como el origen de la desigualdad y la pobreza del mundo subdesarrollado.
Sostiene que la teoría del comercio internacional (la clásica teoría de Ricardo, las subsiguientes teorías de equiparación del precio de los factores y las teorías y modelos de Hecksher-Ohlin) "no sirvió para explicar la realidad del subdesarrollo y la necesidad del desarrollo. Habría que decir, preferentemente, que esta estructura impuesta de razonamiento abstracto tuvo casi implícitamente el propósito contrario, de justificar el problema de la igualdad internacional".
Myrdal dijo que el acercamiento parcial a la teoría fue debido a la suposición irreal de un equilibrio estable y otra serie de suposiciones relativas a lo mismo.
Otra suposición irreal de la teoría es la noción de que los "factores económicos" como elementos de la realidad social pueden ser abstraídos de otros factores para analizar el comercio internacional. "Estos supuestos abrieron camino a las predilecciones ideológicas que desde los tiempos clásicos se han arraigado profundamente en toda teoría económica, pero particularmente en la teoría del comercio internacional. Estas predilecciones –armonía de intereses, laissez faire y libre comercio- determinan el enfoque de los economistas en sus informes actuales más de lo que suelen creer. Predispuesta de este modo, la teoría del comercio internacional desarrolló la idea de que el comercio ha trabajado para la equiparación del precio de los factores e ingresos. El comercio permitiría que la actividad industrial se adaptara a la ubicación de los recursos naturales y de población en diferentes países y regiones, y eso tendría un efecto generalmente igualador de los ingresos en todas partes".
Con referencia a las teorías de Heckscher-Ohlin (previas a la Segunda Guerra Mundial) de equiparación del precio de los factores elaboradas por los últimos economistas estadounidenses sobre cómo, bajo condiciones muy específicas, abstractas y usualmente estáticas, esa tendencia a la equiparación del precio de los factores podría realizarse en diferentes países, Myrdal señaló algo "muy extraño" que podría observarse: "Las desigualdades internacionales de ingresos se han ido incrementando por un largo tiempo y siguen creciendo (y luego de la descolonización de posguerra) este desarrollo hacia la creciente desigualdad" se ha transformado en un tema cada vez más apremiante en la política internacional.
En tal coyuntura, advirtió, la teoría del comercio internacional ha enfatizado el concepto de que "el comercio internacional inicia una tendencia hacia la gradual equiparación de los ingresos entre los diferentes países, bajo el supuesto de que podría destacarse como obviamente irreal y contra toda experiencia".
No está claro en el libro si Myrdal también se refería a las teorías de Samuelson, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, sobre equiparación del precio de los factores (bajo rigurosos supuestos sobre mercados y tecnología, etc.) que otros ideólogos del libre comercio citan y que también se demostraron como incorrectas.
Esta "extraña dirección del interés teórico" y la casi total falta de interés entre los teóricos económicos en el campo del comercio internacional para explicar las desigualdades existentes y crecientes en el mundo, es "una tendencia conveniente para las personas de los países desarrollados", dijo Myrdal. "El hecho fácilmente observable de que los gobiernos y en general las personas de los países desarrollados se sienten mucho menos en falta en el campo del comercio que con relación a la ayuda, tiene sin duda gran parte de explicación en la teoría irreal y tendenciosa del comercio internacional, establecida desde largo tiempo atrás. El hecho es que, contrariamente a la teoría, el comercio internacional -y los movimientos de capital- generalmente tienden a generar desigualdad y lo hace con mayor fuerza cuando las desigualdades sustanciales ya estén establecidas".
Mentiras, condenadas mentiras y...
En un capítulo inicial de su libro Myrdal critica la investigación económica convencional y la "extrema falta de escrutinio crítico del material estadístico" al comparar año tras año el nivel de desarrollo de cada país subdesarrollado bajo las fracciones de los porcentajes, que, dice, "es pura patraña, o, para expresarlo más amablemente, se trata de precisiones sin garantías".
En un capítulo posterior se concentra en el "malabarismo oportunista de las estadísticas sobre la ayuda" por parte del Comité de Asistencia para el Desarrollo de la OCDE y la forma en que se calcularon los flujos financieros y cómo se produjeron las cifras de los "flujos netos", que no representan "valores netos reales" pero que son citados sin ningún tipo de crítica por varios economistas e instituciones.
"Los profesionales asalariados que actúan sin ética no pueden excusarse reivindicando que han actuado únicamente bajo las instrucciones de sus empleadores, los gobiernos. Tampoco el mundo profesional puede ser totalmente eximido por usar esas cifras de la forma descuidada y carente de crítica con la que comúnmente se utilizan".
Lo que dice sobre las estadísticas del CAD (Comité de Asistencia para el Desarrollo) es probablemente aún más verdadero hoy en relación con las estadísticas e información sobre corrientes financieras, corrientes de capital de todo tipo, inversiones extranjeras directas, carteras de inversiones, etc.
Los exponentes del libre comercio y las economías neoliberales siguen realizando estudios e informaciones económicas con el objetivo de demostrar que los pobres se benefician del comercio y que si la torta sigue creciendo, la pobreza se reducirá. Pero la torta ha estado creciendo por décadas y el número de pobres continúa incrementándose.
La información histórica a largo plazo y las proyecciones citadas por los economistas neoliberales (como en el estudio de Ben-David), lejos de mostrar al comercio o al crecimiento en sí mismo como factores que reducen la pobreza o la desigualdad a través de la convergencia de ingresos, de hecho muestran que la convergencia tuvo lugar en la era del estado benefactor y con la intervención del estado, y que el nuevo orden de libre comercio trae consigo crecientes desigualdades.
Otros economistas han demostrado que incluso los estudios -muy citados por el Banco Mundial- que pretenden demostrar que a las economías abiertas les ha ido mucho mejor, han sido, en el mejor de los casos, una generalización simplista y, en el peor, evaluaciones subjetivas de los hechos en función de criterios vagamente definidos para llegar a una conclusión predeterminada.
El FMI, el Banco Mundial y la OMC, con sus panfletos, documentos informativos, lustrosas publicaciones y proyecciones a largo plazo, únicamente se engañan a sí mismos y a los dirigentes del mundo industrializado, y su legitimidad se erosiona rápidamente. Nadie cree realmente en esos estudios o en los políticos que los citan. El ejército de los pobres crece, y los pobres conocen demasiado bien la realidad.
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