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No. 140 - Diciembre 2000

FMI-Banco Mundial

Praga, una oportunidad perdida

por Ngaire Woods

En las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial que se realizaron en Praga en setiembre, Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países europeos abandonaron todo intento por reformar la modalidad de elección de los directores de dichas entidades, rompiendo así su promesa de hacer que estos organismos se volvieran más abiertos y confiables. En consecuencia, dichos gobiernos tendrán menos credibilidad a la hora de pedirle a otros que modifiquen sus procedimientos comerciales.

Este año se produjo una conmoción política cuando Alemania nominó a Caio Kochweser para ocupar el cargo máximo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Estados Unidos vetó al candidato. Alemania presentó entonces a Horst Kohler, que finalmente asumió el cargo de director gerente.

El resto del mundo preguntó: ¿por qué motivo fue Alemania la que presentó un candidato para la dirección del FMI? ¿y por qué Estados Unidos tiene derecho a vetar la candidatura? Pronto, una amplia mayoría de gobiernos estuvo de acuerdo en que los directores de entidades mundiales como el FMI no deberían elegirse en la trastienda de las capitales del Grupo de los Siete (G-7) países más industrializados. Y el FMI anunció la creación de un Grupo de Trabajo para revisar el Procedimiento de Elección del Director.

Sin embargo, las promesas de reforma por parte de Estados Unidos y Europa quedaron archivadas. La modificación del procedimiento de selección no es imposible. Desde la creación del Banco Mundial y el FMI, los directores proceden de Estados Unidos y Europa occidental. Para cambiar esta situación, Estados Unidos, Alemania, Francia y Gran Bretaña deberían dar el primer paso y abandonar su privilegio histórico.

Sobre confiabilidad y buena gobernanza Existen varias razones por las que esos gobiernos deberían tomar la iniciativa de cambio. Primero, han sido los más interesados hasta ahora en que el FMI y el Banco Mundial sean más confiables y transparentes. Han exigido lo mismo a los demás gobiernos integrantes de los organismos financieros internacionales.

La dirección del Banco Mundial y la del FMI son buenos lugares para dar el ejemplo. El presidente y el director de ambas entidades son símbolos importantes y muy visibles de la gobernanza económica mundial. El tema de cómo se eligen se puso sobre el tapete debido al creciente inconformismo general respecto de dichas entidades. Los manifestantes de Praga no eran todos anarquistas e inadaptados sociales que querían destruir la ciudad. Al igual que el grupo que recibió a los convocados a la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que se realizó en Seattle el año pasado, muchos eran buenos ciudadanos inquietos por el problema de la pobreza, defensores del desarrollo y la democracia, que desean que los organismos internacionales se democraticen. No todas sus aspiraciones podrán cumplirse, pero en lo que respecta a los principales cargos del Banco Mundial y el FMI, existen buenas posibilidades.

El procedimiento que se usa actualmente para elegir a los directores no cumple con ninguna de las normas de buena gobernanza, ya que estas entidades han sufrido grandes transformaciones desde su creación. Al comienzo, los gobiernos integrantes eran cerca de 50, pero ahora son más del triple. Y lo más importante es que la mayor parte del trabajo se centra en los países del mundo en desarrollo.

En particular, desde la crisis financiera de Asia oriental, los países del G-7 determinaron que los países en desarrollo deben cumplir con ciertos códigos y normas de conducta económica a fin de preservar la estabilidad mundial. La tarea de desarrollar e imponer esas reglas ha sido asignada a los organismos financieros internacionales, entre los que el Banco Mundial y el FMI cumplen un rol protagónico. Para cumplir con esa misión, las instituciones deben contar con la credibilidad y la aceptación de los gobiernos que se espera acepten una mayor intervención externa y, tal como lo perciben los gobiernos del Sur, una intromisión exterior mucho más amplia.

La dirección de dichos organismos es muy relevante para cumplir con su misión. Por eso, los países en desarrollo señalan, con preocupación, que casi no tienen voz en la elección de esos cargos ya que, si bien se realiza una votación formal, el procedimiento utilizado recuerda vagamente al de las elecciones de la ex Unión Soviética. En efecto, las opciones se reducen a apoyar o no al candidato que presenta Estados Unidos para el Banco Mundial y al que sugiere Europa para el FMI.

Dado que los organismos financieros internacionales realizan investigación de punta y brindan asesoramiento político, el pedido de implementar un procedimiento electoral mediante el cual los países puedan elegir al candidato más universalmente aceptable y técnicamente competente, no parece en absoluto radical.

La última razón para reformar el procedimiento de selección de los directores de ambos organismos es más política. El FMI y el Banco Mundial se encuentran en Washington, cerca del gobierno de Estados Unidos. Los principales de dichas entidades juegan un papel fundamental en la definición de la delgada línea que las mantiene separadas de los objetivos de Washington en cuanto a políticas económicas y de Relaciones Exteriores. Un presidente o director fuerte puede mediar, negociar y persuadir al gobierno de Estados Unidos a escuchar a otros miembros, prestar atención a los resultados de las investigaciones y ocuparse del impacto que causan dichos organismos sobre otros gobiernos. Esto es importante no sólo para las buenas relaciones públicas sino sobre todo para que la actuación de ambas entidades sea eficaz.

Sin embargo, ninguno de esos motivos hizo cambiar de opinión a los gobiernos de Estados Unidos y Europa en lo previo a la reunión de Praga. Washington había enterrado el asunto un tiempo antes de la Reunión Anual haciendo pública su intención de no permitir que el cargo principal del Banco Mundial fuera sometido a verdaderas elecciones. Si no cambia de postura, resulta difícil imaginar que los europeos renuncien a su privilegio equivalente en el FMI.

Los gobernantes del mundo tomaron nota, en su último comunicado de Praga, de la tarea de los Grupos de Trabajo que revisan el procedimiento de elección de los directores del Banco Mundial y el FMI. En efecto, los gobiernos de Estados Unidos y de los países de Europa parecen haber olvidado el asunto. Ahora deberán explicar cómo se relaciona ese hecho con su promesa de aumentar la confiabilidad y transparencia de los organismos internacionales.




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