No. 140 - Diciembre 2000
Globalización
Previsiones optimistas resultaron equivocadas
por
Chakravarthi Raghavan
El estallido de la crisis financiera en Asia oriental desmintió las afirmaciones de que la globalización comercial supone sólo beneficios, declaró un economista de Malasia ante la Comisión de Comercio y Desarrollo de la UNCTAD. Sin embargo, aunque las deficiencias del sistema internacional se volvieron evidentes con la crisis, se han hecho escasos progresos en la reforma de la arquitectura financiera y en el tratamiento de los problemas que causa el flujo de capitales volátiles.
La crisis financiera de Asia oriental y de los mercados emergentes demostró la falsedad de la idea excesivamente optimista de que la globalización y la apertura total de los mercados mundiales eliminarían el problema de la pobreza y de la gran desigualdad en la distribución de los ingresos, declaró el economista malasio Zainal Aznam, ante la Comisión de Comercio y Desarrollo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Zainal, miembro del Instituto de Estudios Internacionales y de Estrategia de Malasia, hizo esta declaración el 10 de octubre durante una sesión informal de la Comisión cuyo tema era “Crisis y recuperación de los mercados emergentes: Lecciones aprendidas de las últimas experiencias”. El economista es además uno de los miembros claves del equipo de asesores económicos dirigido por Daim Zainuddin, actual ministro de Finanzas, que aconsejó al primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, abandonar las “políticas virtuales” del Fondo Monetario Internacional (FMI) para superar la crisis que golpeó a la región en 1997 y adoptar medidas no ortodoxas, en especial el control sobre los capitales.
Zainal sostuvo que la recuperación económica de la región está en camino, aunque en algunos países se notan mayores avances que en otros. Hong Kong y Singapur van a la cabeza, Corea del Sur y Malasia ocupan el segundo lugar, e Indonesia el tercero.
Tailandia, Indonesia y Corea quedaron bajo control del FMI. Así, perdieron libertad para adoptar un enfoque independiente y se vieron obligados a seguir las prescripciones de imponer tasas altas de interés, recortar los subsidios y obligar al cierre de los bancos. Las consecuencias socioeconómicas de estas medidas fueron desastrosas: aumentaron el desempleo y la pobreza. La inadecuación de la seguridad social provocó otros resultados nefastos, que derivaron en la inestabilidad política.
La situación de los pobres, en particular de las mujeres, empeoró, lo cual redundó en peores condiciones para los niños. En Indonesia, el número de pobres aumentó 50 por ciento y en Corea se duplicaron los indigentes de las zonas urbanas. Fuera de la región, la pobreza en Rusia aumentó de 21,9 por ciento a 32,7 entre 1996 y 1998. También se incrementó la tasa de afectados en América Latina y el Caribe.
Malasia flirteó primero con las “políticas virtuales” del FMI, pero luego las encontró insostenibles y cambió su curso de acción, aplicando estímulos fiscales a costa de un presupuesto deficitario. El gobierno mantuvo el gasto público destinado a los proyectos socioeconómicos y determinada infraestructura, de modo que aumentó la inversión pública. Los programas de mitigación de la pobreza también se mantuvieron, incluso aquellos destinados a quienes perciben ingresos mensuales que apenas llegan a la mitad de la línea de pobreza. Las deudas bancarias y empresariales fueron reestructuradas. El ringgit fue “desinternacionalizado” y se impuso un gravamen a la repatriación. La moneda fue fijada en 3,8 ringgit por dólar. También se realizaron reformas económicas estructurales en bancos y empresas.
Aspectos negativos de la globalización
Zainal indicó que se podían sacar varias lecciones generales a partir de estas experiencias. En primer lugar, parece claro que el “maná” de la globalización no es tal y que las previsiones eran exageradas. Se hizo demasiado hincapié en el crecimiento y la liberalización con la idea de que las fuerzas del mercado y la globalización eran benignas y que servirían para mitigar la pobreza, además de minimizar la desigualdad en la distribución de los ingresos. Todo lo que se necesitaba, según este discurso, era conseguir este “maná de la globalización que consistía en abrir todas las puertas”. Pero Zainal señaló que “la crisis mostró que existía la otra cara, negativa, de la globalización”. Lo sucedido no cumplió con las expectativas. No todos los países se vieron beneficiados, incluso varios quedaron al margen y se volvió necesario estar atentos a los resultados poco equitativos de la crisis, al reparto de las cargas y de sus repercusiones sociales.
Se volvió evidente que el sistema financiero tenía defectos y que el mundo entero no podía lidiar en forma adecuada con los enormes flujos de capital. La volatilidad era persistente y el “comportamiento de rebaño”, junto con la “irracionalidad” de los inversores de corto plazo no fueron bien entendidas. Se cargaba toda la responsabilidad de una crisis al país que la sufriera, pero no se pensaba casi en la influencia de los mercados financieros por aquella idea según la cual los mercados “no pueden causar ningún mal”. Zainal protestó: “Este no es un modo de andar por ahí resolviendo crisis. Es necesario ir a la raíz del problema y reformar el sistema financiero para resolver el conflicto de los flujos de capital”.
Habría que cargar al sector privado y mitigar el daño causado por la crisis. Es injusto responsabilizar a los países y sus bancos partiendo de la idea de que el sector privado no puede hacer ningún mal. Los prestamistas privados son parte del sistema financiero y del peligro moral y deben compartir la responsabilidad. “Son parte de estos mercados de capital internacional que supuestamente funcionan a la perfección”, recordó el economista.
No se han hecho verdaderos avances en la reparación de los desperfectos de la arquitectura financiera mundial. Hasta ahora se ha hablado mucho pero se ha hecho muy poco.
El actual enfoque “monocausal” sobre la crisis y de “la misma solución para todos” resultó equivocado. Indonesia, Corea del Sur y Tailandia siguieron la ortodoxia del FMI, mientras que Malasia adoptó una postura heterodoxa, apelando a controles selectivos de capital y vinculando su moneda al dólar, y se recuperó quizá mejor que sus vecinos. A su modo, Malasia limpió sus sectores financiero y empresarial a través de organismos que reestructuraron las deudas de los bancos y los ayudaron a recapitalizarse, además de refinanciar la deuda del sector empresarial.
Fue necesario elaborar soluciones locales para contrarrestar la crisis: en el manejo macroeconómico, las reglamentaciones y la supervisión bancaria, así como para aumentar la eficiencia, competitividad, fuerza y transparencia del sector empresarial. Los países deben mantenerse firmes en sus programas de mitigación de la pobreza y construcción de redes de seguridad social para proteger a los más vulnerables de la sociedad.
Las generalizaciones acerca de Asia oriental y las reformas estructurales producen confusión, advirtió Zainal. La comunidad internacional no debería apurarse a condenar a nadie, sino que tendría que mantener su sentido del equilibrio. La crisis asiática desató fuerzas de cambio, además de haber sacudido los fundamentos políticos de algunas de estas economías. “La prioridad debería ser volver a la estabilidad y trabajar para la paz y el imperio de la ley. Alcanza con mirar la situación de las reformas estructurales de Europa, donde las modificaciones del mercado laboral quedaron atrás a causa de otros cambios”, indicó Zainal.
Gobernanza internacional poco equitativa
Zainal condenó la tendencia a mejorar la calidad de la gobernanza nacional. “La gobernanza empresarial internacional y la de los organismos multilaterales también son necesarias”, subrayó. Las actividades e identidades de las instituciones financieras altamente endeudadas, incluso los fondos de cobertura, deben volverse más transparentes. Para eso se necesita mayor regulación.
También se necesita una democracia más genuina en las entidades multilaterales. El actual sistema de gobierno internacional es imperfecto y poco equitativo. “Cuanto más rico es un país, más poder tiene; cuanto más pobre, mayor es su sensación de no tener voz ni poder alguno”, enfatizó el economista. En lo internacional, las ideas de la democracia no tienen la prioridad, pero por otro lado, hay una gran exigencia y presión para que se practique la democracia en lo nacional. ”Recuperar poder es, esencialmente, mejorar la capacidad de los países más pobres de influir sobre las instituciones que los afectan reforzando la participación de los países más pobres en los procesos políticos y de toma de decisiones”, indicó Zainal.
Es fundamental reconocer la necesidad de tratar a todos los países como iguales. “La desobediencia a este postulado democrático se ha extendido y consolidado. La libertad de asociación también debería practicarse a escala mundial. Si los países con posturas similares tienen interés de formar agrupaciones y asociaciones regionales, los demás no deberían ser un obstáculo en el ejercicio de su libertad de asociarse con quienes elijan”, continuó Zainal.
“Para mantener la legitimidad de los organismos multilaterales, habrá que establecer el trato igualitario para los países pobres. Para que éstos tengan influencia sobre la asignación de recursos y formulación de políticas que afectarán sus intereses e ingresos, habrá que escuchar sus voces. Las entidades internacionales deben ser favorables a los pobres”, subrayó el economista.
“La buena gobernanza de los organismos multilaterales deberá guiarse por los principios de participación, responsabilidad y justicia. En cuanto a esta última, se puede establecer una distinción entre la que se aplica al procedimiento y la sustantiva. Cuando se crean reglas y se aplican parcialmente, se puede hablar de justicia de procedimiento. Esta puede desobedecerse si, como sucede tan a menudo, hay una mayor confianza en las prácticas informales de toma de decisiones. La justicia sustantiva, en cambio, se refiere al modo en que se distribuyen el poder, las influencias y los recursos. Muchas entidades multilaterales no satisfacen esta necesidad de justicia sustantiva. Por lo tanto, no existe otra opción que seguir buscando modos y vías para corregir las desigualdades”, concluyó Zainal.
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