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   No. 145 - Mayo 2001
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No. 145 - Mayo 2001

GATS y la nueva ronda de la OMC

Revisan lineamientos para apaciguar al Sur

por Chakravarthi Raghavan

Una serie de directivas y procedimientos que contempla las inquietudes de los países en desarrollo respecto del comercio de servicios ha sido aprobada para la nueva ronda de negociaciones sobre servicios que tendrá lugar en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Si bien todavía subsisten algunos puntos problemáticos, estos lineamientos concuerdan con los intereses del Sur, cuya amplia mayoría de gobiernos ha unificado criterios para formar una coalición.

Los negociadores de servicios debían encontrarse en una reunión informal de la Sesión Especial del Consejo sobre el Comercio de Servicios de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el 23 de marzo, para considerar un nuevo borrador con los criterios y procedimientos aplicables a las negociaciones de servicios, puesto en circulación por la Secretaría de la organización a raíz de los comentarios que suscitó su tercer texto preparatorio del 20 de marzo. La reunión formal de la Sesión Especial del Consejo sobre el Comercio de Servicios del 28 de marzo adoptó los criterios de negociación, que se basan en el cuarto borrador de la Secretaría, al que se refiere este artículo, aunque con ligeras enmiendas.

El cuarto texto preparatorio no tiene parte de lo que figuraba entre paréntesis rectos en el tercero. Entre los puntos eliminados figura la idea de "parálisis" durante las negociaciones (que habría comprometido a los miembros de la OMC a no actuar durante las conversaciones que pudieran afectar el acceso a sus mercados, con el fin de mejorar su posición en las negociaciones) y algunas otras consideraciones que reflejaban las ambiciones de la industria de servicios de Estados Unidos y la Unión Europea. Uno de los negociadores sostuvo que, a primera vista, el mundo en desarrollo "estará bien con ese borrador"; sin embargo, agregó que subsisten ciertas inquietudes.

Existen pocas formulaciones que podrían causar problemas a los países del Sur durante las actuales negociaciones. Los únicos conflictos se suscitan cuando entran nuevos negociadores o cuando se adopta un lenguaje ambiguo es que luego, al ser interpretado por el Órgano de Apelación de la OMC en un procedimiento de Solución de Diferencias, lleva a conclusiones como la de que el significado que da el diccionario sobre tales o cuales palabras no es claro y por lo tanto es necesario analizar el contexto y la historia de la negociación. En estos casos, se suelen citar los criterios y lineamientos como parte de la historia de la negociación.

Uno o dos puntos más del nuevo texto provocan inquietud entre los miembros de la coalición de 74 países en desarrollo –en la cual se incluye al grupo de los 24, que había establecido criterios detallados, y al grupo de países de Africa y el Caribe que también habían presentado una propuesta propia, ya fuera como criterios tentativos detallados o como elementos a tener en cuenta para elaborar tal borrador, que apoya ampliamente el texto preparado por el grupo de los 24. Uno de esos temas que provocan inquietud es el concepto de economías o empresas "pequeñas".

Uno de los párrafos del proyecto exige que el proceso de liberalización del comercio de servicios ocurra con el debido respeto hacia los objetivos de política nacional, el grado de desarrollo y el tamaño de la economía de cada miembro, tanto en general como en cada sector. La propuesta de mencionar especialmente a las "economías pequeñas", que no era del agrado de muchos países en desarrollo de América Latina, fue modificada y ahora se habla de la "debida consideración" que se habrá de prestar a las necesidades de los "pequeños y medianos proveedores de servicios".

Este sigue siendo un punto problemático, sobre todo debido a las dificultades que implica una definición. Una empresa pequeña o mediana en los países industrializados (cuya exigencia de que se la tenga en consideración también estaría cubierta por este enunciado) podría ser bastante más grande que varios de los mayores proveedores de servicios del mundo en desarrollo. Entonces, ¿los proveedores "pequeños" o "medianos" del Sur –por ejemplo, Mauricio o los países del Caribe, que plantearon esta cuestión- deberían ser contemplados en pie de igualdad con los del Norte?

La estipulación titulada "Alcance de las negociaciones" en el tercer borrador, según la cual todas las "exoneraciones de nación más favorecida" estarán sujetas a negociación en las nuevas conversaciones de servicios, acaba de ser modificada al eliminarse los paréntesis rectos entre los cuales se encontraba otra oración del mismo párrafo, según la cual "se otorgará una flexibilidad adecuada a cada país en desarrollo".

El último texto relativo a las actuales negociaciones post Marrakech, en cuanto a la ampliación de las normas del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS), establece que la negociación de las salvaguardias (previstas en el artículo X del acuerdo) "culminará" el 15 de marzo de 2002, como se acordó en una decisión adoptada por el Consejo del Comercio de Servicios el 1 de diciembre de 2000.

Pero respecto de algunas otras negociaciones sobre elaboración de normas –según el artículo VI:4, que versa sobre regulaciones nacionales de los requisitos exigidos para ciertos servicios profesionales; el artículo XIII, que trata sobre las negociaciones multilaterales con relación a la contratación pública de servicios; y el XV, sobre subsidios- el último texto preliminar indica que las mismas "deberían darse por culminadas". Lo único claro es que se introduce la noción de intencionalidad.

Algunos países en desarrollo, en particular los de América Latina, pidieron que esta oración se formule en el modo imperativo, a fin de que dichas negociaciones se completen antes de la conclusión de las que versan sobre compromisos específicos. Otros, que se oponen a la introducción de negociaciones sobre las contrataciones públicas -incluso las referidas a la "transparencia"- en la agenda de la OMC, también están contra la posibilidad de permitir que haya conversaciones sobre contratación pública de servicios y habrían preferido que no se utilizara ningún imperativo.

Dos de las exigencias de los países del Sur que el texto tuvo en cuenta no son del agrado de las principales potencias mundiales. Se trata de las siguientes:

* que los pedidos del Consejo del Comercio de Servicios se formulen en forma imperativa durante sus Sesiones Especiales –o sea, durante las negociaciones sobre servicios- para que éste prepare una evaluación sobre el comercio de servicios en términos generales y por sectores, en referencia a los objetivos del GATS y al artículo VI: incremento de la participación de los países en desarrollo en el comercio de servicios y mejora de su acceso a los canales de distribución, así como a las redes de comunicación. El pedido es que esto sea una actividad "en desarrollo" y que las negociaciones se ajusten a la luz de los resultados de la evaluación;

* en cuanto a un párrafo que dice "(para) garantizar la aplicación efectiva" de los artículos IV y XIX:2 del GATS, el Consejo del Comercio de Servicios tendrá que considerar en su análisis sobre la evolución de las negociaciones, hasta qué punto se aplica el artículo IV y "también deberá" dirigir una evaluación sobre los resultados obtenidos con relación a los objetivos que se plantean en dicho artículo.

En el tercer proyecto, esto se formula sólo con la finalidad de brindar apoyo técnico y asistencia a los países en desarrollo para que éstos puedan evaluar y negociar.

Solidaridad del Sur

La amplia coalición de 74 países en desarrollo en las conversaciones del GATS constituye tal vez el primer ejemplo en la historia del GATT y de la OMC de un grupo tan grande de países del Sur, más allá de las regiones de pertenencia y el tamaño de sus economías. Esta situación desconcertó al mundo industrializado y a la propia Secretaría de la organización, que se acostumbró hace tiempo a tener la batuta.

Un negociador del mundo en desarrollo declaró que el gran tamaño de los países del Sur que adoptaron una posición común, dejando de lado sus diferencias, ha influido sin duda en la redacción de los nuevos criterios y procedimientos.

La posición más o menos común adoptada por esos países del Sur, coaligados en torno al primer proyecto del G-24, y dada a conocer en la Sesión Especial del Consejo del Comercio de Servicios de noviembre-diciembre, provocó la redacción de un texto preliminar que no agradó a Estados Unidos ni a la Unión Europea. Un segundo texto, elaborado para agrado de los países del Norte, fue rechazado de plano por la coalición de países en desarrollo. Luego de nuevas conversaciones informales, incluso en las reuniones externas del grupo de "amigos del GATS", y de la exposición detallada de puntos de vista en una reunión informal, la Secretaría hizo un tercer proyecto. A la luz de las discusiones informales que se sucedieron desde entonces, la Secretaría preparó ahora un cuarto texto.

A la defensiva

Pero detrás de las formulaciones y esfuerzos de la Secretaría de la OMC por tomar más en serio la opinión de los países en desarrollo mientras mantiene su propósito de dividirlos, está el hecho de que tanto ella misma como Estados Unidos y la Unión Europea, en su calidad de demandantes principales, pretenden que se organice una nueva agenda neoliberal globalizadora para la liberalización del comercio de mercancías y de servicios e inversiones en la OMC por medio de una nueva ronda de negociaciones multilaterales de comercio con temas nuevos, además de saciar el apetito de las principales empresas del sector servicios.

La Secretaría de la OMC, la Unión Europea, Estados Unidos y Japón, que el año pasado se unieron para volver a defender una posición común a la espera de la Cuarta Conferencia Ministerial que tendrá lugar en noviembre, olvidaron rápidamente la experiencia de Seattle, cuando se produjo el colapso de la III Conferencia Ministerial de la OMC, en 1999, debido a la oposición general de los países en desarrollo.

Poco después de la debacle de Seattle, el director general de la OMC, Mike Moore, y la Secretaría, iniciaron una ofensiva tratando de criticar y ridiculizar a las organizaciones no gubernamentales (ONG) y sus coaliciones en sus críticas a la organización y al lanzamiento de una nueva ronda. Moore hizo una gira mundial -con el aval de la Unión Europea y la ministra de Cooperación para el Desarrollo de Gran Bretaña, Clare Short- para promocionar la nueva ronda de negociaciones, unas veces presentándola como una "agenda de desarrollo" y otras como algo crucial para terminar con la pobreza.

Las fuertes críticas de Moore, de los funcionarios del GATS y de otros sectores de la Secretaría contra las ONG, formuladas en reuniones con industrias de servicios, en comunicados de prensa y, últimamente, en la nota de contexto titulada "GATS: Realidad y ficción" (ver artículo siguiente), no sólo alimentaron la oposición de las mismas sino que quizá también contribuyeron a que su voz fuera escuchada con mayor atención.

En todo este proceso, la Secretaría y el establishment comercial de los países protagonistas en el comercio mundial se pusieron a la defensiva, al verse obligados a responder a la creciente oposición de las ONG y los activistas del Norte y del Sur, muchos de los cuales son tan versados en economía política y teoría comercial como los propios funcionarios de la OMC, o más.

Las ONG lanzaron una campaña pública, alarmadas por el casamiento que se produjo, en los últimos años, entre la Secretaría de la OMC y las principales empresas multinacionales, al punto que la primera se encarga de promover los intereses de las segundas. El resultado ha sido algo que podría llamarse la "aftosa" del órgano comercial, más devastadora que la vaca loca en Europa. Cada vez que Moore y sus principales colaboradores abren la boca para defender la nueva ronda con nuevos temas, brindan más argumentos a los críticos, que los utilizan luego en su contra. Y cuanto más atacan a las ONG, más atención y apoyo obtienen éstas por parte del público y los parlamentarios. En Gran Bretaña, cerca de 170 parlamentarios firmaron una "moción de urgencia", que se utiliza en el parlamento británico para señalar que cierto tema debe discutirse cuanto antes, pidiendo un análisis del impacto del GATS sobre el sector público. Y el Comité de Desarrollo Internacional parlamentario ha pedido que se cree una comisión especial para llevar a cabo ese estudio.

El último ejemplo de críticas a las ONG, que paradójicamente aumentó el apoyo que ya tenían, fueron las reacciones provocadas por la opinión expuesta en la última Mesa Redonda Ministerial sobre Comercio y Pobreza en los Países Menos Adelantados que se realizó en Londres, liderada por Clare Short, al igual que la nota de contexto de la secretaría de la OMC titulada "GATS: Realidad y ficción" –que se elaboró luego de que el World Development Movement de Gran Bretaña planteara estos temas.

George Monbiot escribió una nota en The Guardian, el 22 de marzo, titulada "Las pifias del GATS", en la cual hace comentarios cáusticos sobre los políticos y ministros que dicen ignorar los detalles de acuerdos de la OMC que fueron negociados y concluyeron sin que los países del mundo en desarrollo fueran informados en detalle. Monbiot advirtió que los ministros del gobierno laborista podían repetir, en el GATS, los errores cometidos por el gobierno de John Major en la Ronda Uruguay al utilizar un lenguaje de negociación que obligó a Europa a permitir que se importara carne de vacas que habían recibido hormonas para evitar una represalia de Estados Unidos.

Monbiot sostiene en su columna que los "actuales campeones de la globalización" son "tan prescindentes" de las críticas contra el GATS como los conservadores lo fueron respecto del resultado de la Ronda Uruguay. Monbiot cita palabras de Moore, en cuya opinión los manifestantes de las ONG eran "las personas que se quedan afuera y dicen trabajar por el interés de los más pobres", lo cual le daba "ganas de vomitar" y se refiere también a la opinión de Short según la cual quienes tienen temor de que las conversaciones del GATS terminen en la privatización de los servicios públicos son unos "teóricos de la conspiración", pero señala que las normas del GATS son "complicadas y contradictorias", y por lo tanto depende de cómo se las interprete. Las declaraciones públicas de los funcionarios del GATS y la OMC indican que la "prescindencia simplista" que muestran Short y Moore del punto de vista de los opositores le hace un "flaco favor a la democracia".

Quienquiera que crea que los gobiernos del Sur no han sido marginados de las negociaciones por los países ricos ha estado "haciéndose el distraído", concluye el artículo de The Guardian.




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