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No. 79 - Mayo 1998

Productos químicos tóxicos

Nuevo marco se centra en la prevención

por Gary Cohen

Está surgiendo un nuevo marco intelectual y político para abordar la amenaza de los productos químicos tóxico que se centra en la prevención y no en el control de la contaminación, el principio cautelar como metodología para la adopción de decisiones, el fin de la evaluación individual de riesgos químicos y la necesidad de un control democrático de las decisiones sobre producción.

La producción, el uso y la eliminación final de productos clorados están siendo desafiados por acciones regulatorias, legales y ciudadanas en todo el mundo. Se prevé que tales acciones aumentarán en los próximos años a medida que se discutan más ampliamente datos adicionales sobre el impacto ambiental, ocupacional y sanitario del cloro. A estos desafíos subyacen los emergentes marcos de prevención de la contaminación en lugar de su control, el principio cautelar como metodología para la toma de decisiones, el fin de la evaluación individual de riesgos químicos y la necesidad de un control democrático de las decisiones sobre producción. Ya es hora de que una amplia alianza de organizaciones ambientalistas, sindicales y de salud promueva la eliminación de los productos clorados y al mismo tiempo garantice una justa transición para los trabajadores y las comunidades dependientes de la producción de compuestos clorados.

Un nuevo marco

Está surgiendo un marco intelectual y político para abordar la amenaza de los productos químicos tóxicos completamente diferente a la estrategia de control de la contaminación aplicada por Estados Unidos en los últimos 25 años. Este nuevo marco tiene cuatro componentes:

1) Prevención y no control de la contaminación

El gobierno de Estados Unidos fracasó fundamentalmente en la reducción de los riesgos ocupacionales, ambientales y sanitarios de los productos tóxicos porque los reguladores supusieron erróneamente que la exposición podría controlarse estableciendo "niveles aceptables" de emisiones. El gobierno intentó entonces regular la instalación en las industrias de equipos de control de contaminación que lograran ese nivel aceptable. Esta estrategia hizo que las industrias instalaran costosos equipos que son en esencia ineficaces, en lugar de invertir en tecnologías de producción limpias que eliminen el uso de productos químicos tóxicos en primer lugar. El nuevo paradigma, en cambio, concibe una vibrante y rentable economía de "producción limpia" que utiliza cantidades mínimas de sustancias peligrosas y protege a los trabajadores, la comunidad y el ambiente. El camino hacia esta economía consiste en la supresión de la fuente de exposición a los tóxicos, eliminando la producción y el uso de los compuestos químicos peligrosos.

2) El principio cautelar como nueva metodología de adopción de decisiones

La Comisión Internacional Conjunta para los Grandes Lagos, un organismo gubernamental binacional responsable de la calidad del agua en el ecosistema de los Grandes Lagos, articuló un nuevo enfoque para las amenazas tóxicas. La posición de la Comisión se basa en el principio de que, dadas las limitaciones y la complejidad de una evaluación de los productos químicos en forma aislada, además de la incertidumbre científica de probar relaciones causales entre sustancias específicas y sus correspondientes efectos en la salud, la sociedad debería eliminar la producción y liberación de productos que no pueden ser regulados con seguridad.

La Comisión identificó una clase de productos químicos llamados "sustancias tóxicas persistentes" que no pueden ser regulados en forma segura. Entre ellos se incluyen productos que pueden "causar la muerte, enfermedades, anomalías de comportamiento, cáncer, mutaciones genéticas, disfunciones fisiológicas o reproductivas, o deformidades físicas en cualquier organismo o sus descendientes, o que pueda volverse tóxico luego de concentrarse en la cadena alimenticia". Esta lista incluye también sustancias químicas bioacumulables, es decir, que se concentran más a medida que ascienden en la cadena alimenticia, y otras persistentes, con un promedio de vida superior a ocho semanas en cualquier medio (agua, aire, sedimentos, tierra o seres vivos). Si un producto químico se ajustara a una de estas clasificaciones, debería ser eliminado. Este enfoque no requiere una prueba del daño causal y exhaustiva, sino que las decisiones se basen en "el peso de la evidencia". Cuando existe documentación razonable que prueba que ciertas sustancias están vinculadas a ciertos efectos, esa evidencia es suficiente para la adopción de medidas cautelares para eliminar la fuente tóxica. Dado que casi todos los productos químicos clorados estudiados hasta la fecha exhiben una o más de dichas características, la Comisión recomendó en su informe de 1992 que sean eliminados del ecosistema de los Grandes Lagos.

3) Fin de la evaluación individual de riesgos químicos

La acción regulatoria gubernamental se basaba hasta la fecha en un sistema de conjeturas llamado "evaluación de riesgos", que estudiaba aisladamente los productos químicos para determinar el riesgo relativo que presentan para el ambiente y la salud. Este enfoque trata a las sustancias como "inocentes" hasta que se demuestre lo contrario, y permitió la producción y el uso de miles de productos peligrosos pese a su efecto destructivo. Además, bloqueó efectivamente las normas preventivas durante años.

Actualmente se utilizan comercialmente cerca de 70.000 sustancias químicas diferentes, y casi 2.700 millones de toneladas se producen anualmente en Estados Unidos. Más de 80 por ciento de esos productos nunca fueron estudiados para saber si causan cáncer, mucho menos para saber si dañan el sistema nervioso, inmunitario, endocrino o reproductivo. El actual enfoque de Estados Unidos no se basa en la exposición real, dado que las personas y los animales no se exponen a una única sustancia tóxica, sino a una combinación de ellas.

Un enfoque preventivo y cautelar tiende a trasladar la carga de la prueba al fabricante del producto, el cual debe demostrar que la sustancia no es nociva para la salud humana o el ambiente antes de introducirla al uso comercial, en lugar de esperar a que se produzca el daño para adoptar alguna medida de protección.

4) Control democrático de las decisiones sobre producción

Dado el alarmante aumento mundial y las consecuencias ambientales del uso de sustancias químicas, la sociedad debe preguntarse si es pertinente dejar las decisiones sobre producción de dichas sustancias en manos de empresas privadas, que demostraron en innumerables oportunidades su propensión a colocar los intereses individuales por encima de los derechos de los trabajadores, la comunidad y el ambiente. Especialmente en el área de los productos químicos tóxicos, es común que las empresas realicen sus propios estudios y luego los entierren si arrojan resultados desfavorables.

En 1991, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos ofreció una amnistía a las empresas que revelaran estudios toxicológicos internos que no se hubieran hecho públicos hasta la fecha. Unas 120 compañías presentaron cerca de 11.000 estudios diferentes, muchos de ellos con datos alarmantes sobre productos químicos en uso comercial. De manera similar, las empresas rutinariamente realizan investigaciones pseudocientíficas para demostrar que determinada sustancia no es dañina y no amerita una regulación restrictiva. En un caso tras otro, la industria trabaja para proteger su porción del mercado, pese a pruebas significativas de que sus productos pueden matar personas.

Las decisiones sobre producción tampoco pueden quedar en manos de reguladores gubernamentales. Las últimas décadas demostraron claramente que los intereses empresariales corrompen el proceso político y regulatorio, mientras los trabajadores, las comunidades y el ambiente sufren un gran daño. El gobierno de Estados Unidos protegió esencialmente los intereses de los contaminadores, en perjuicio de los intereses laborales y ambientales.

En el nuevo enfoque de los productos tóxicos, los trabajadores y las comunidades precisarán afirmar no sólo su derecho a conocer sobre las sustancias, sino también a participar en las decisiones sobre su producción y uso. De otra forma, los trabajadores no podrán proteger sus intereses a largo plazo ni su salud.

Sustancias tóxicas persistentes

El marco conceptual descripto constituye la piedra angular de esfuerzos nacionales e internacionales en cuanto a la química del cloro. Entre esos esfuerzos se encuentran cuatro iniciativas únicas pero conectadas entre sí para restringir el uso de las sustancias cloradas:

1) La Comisión Conjunta de los Grandes Lagos reconoce que el cloro es tóxico, persistente y bioacumulativo. Además, reconoce que casi todos los compuestos clorados estudiados producen una gran variedad de perjuicios a la salud, como alteraciones endocrinas y del desarrollo, defectos congénitos, disfunciones reproductivas, esterilidad, inmunodeficiencia y cáncer. Sobre la base de estos datos, la Comisión recomendó que el uso industrial del cloro sea gradualmente eliminado del ecosistema de los Grandes Lagos.

2) La Asociación Estadounidense de Salud Pública, la más antigua del país en la materia, aprobó en los últimos tres años dos resoluciones a favor de la eliminación de los productos clorados. En su resolución 9.304, la Asociación estableció que "la única manera factible y prudente de eliminar la liberación y descarga de compuestos orgánicos clorados y la consecuente exposición consiste en evitar el uso del cloro y sus derivados en los procesos de fabricación". En otra resolución aprobada en noviembre de 1996, la Asociación solicitó la eliminación del PVC (polivinilcloruro, un producto de amplio uso mundial) en el sector de la salud.

3) El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente encabeza un esfuerzo mundial por crear un mecanismo para eliminar gradualmente los contaminantes orgánicos persistentes. Los primeros 12 de la lista son los productos clorados. Muchos de ellos ya fueron prohibidos en Estados Unidos y otros países, pero todavía se producen y utilizan en otros. La dioxina, uno de esos 12 productos, se crea en forma involuntaria como resultado de la producción, el uso y el desecho de compuestos clorados. Ambientalistas e investigadores sostienen que, como la dioxina es un producto derivado del ciclo de vida del PVC, la eliminación gradual de la dioxina necesariamente requerirá la eliminación gradual del PVC, el más importante de todos los productos clorados. La creación de dioxina también está asociada al proceso de blanqueado en la producción de papel, la incineración de residuos sólidos y médicos, y los procesos de refinación de petróleo.

4) El movimiento por la salud y la justicia ambiental de Estados Unidos está desarrollando una estrategia integral para eliminar en forma gradual el uso de sustancias cloradas en una amplia gama de sectores industriales. Estas incluyen el cuidado de la salud, la producción de papel, la electrónica, refinerías de petróleo, incineración de residuos sólidos, incineración de residuos médicos, agricultura, producción y uso del PVC, solventes clorados utilizados en la limpieza en seco y usos militares. La campaña Cuidado de la Salud sin Daño, que se opone al uso de productos clorados en el sector de la salud, cuenta con la aprobación de varios sindicatos nacionales, entre ellos la Unión de Trabajadores de las Industrias Petrolera, Química y Atómica, la Asociación de Enfermeras de California y la Asociación de Enfermeras Estadounidenses. El movimiento ambientalista se ha cuidado de no reclamar la eliminación del cloro en la desinfección del agua de consumo ni en productos farmacéuticos, dado que no hay alternativas aceptadas y, juntos, ambos usos representan menos de cuatro por ciento del cloro utilizado.

Más y más pruebas

Existen fuertes razones para que el debate sobre la eliminación de las sustancias cloradas se intensifique en los próximos años:

* La toxicidad de la dioxina y la exposición a ella son mucho más graves de lo que científicos y políticos creían anteriormente. Documentos de la EPA demuestran que la dosis diaria de dioxina en la población general es 300 veces superior al límite máximo considerado aceptable por la agencia, mientras los niños lactantes se exponen al menos 10 veces más que los adultos. Eso significa unas 3.000 veces más que el umbral considerado "seguro". La Organización Mundial de la Salud recientemente clasificó la dioxina como un cancerígeno humano de clase I. La EPA también estimó en su Reevaluación de la Dioxina 1994 que la cantidad promedio de dioxina presente en todos los estadounidenses se encuentra en el nivel en que cabe esperar varios efectos en la salud, o muy cerca de él. Los efectos vinculados con la exposición a la dioxina en estudios humanos y animales incluyen cáncer, endometriosis, atrofia testicular, abortos, defectos congénitos, daños al sistema inmunitario, daño neurológico y alteraciones en la función hormonal.

* Existen numerosas investigaciones y debates sobre la capacidad de ciertos compuestos químicos de causar trastornos endócrinos en estadios críticos del desarrollo fetal e infantil. Este tipo de trastornos desafía en forma fundamental las actuales suposiciones de que existe un "umbral seguro" para la exposición a los productos tóxicos. Asimismo, desafía el paradigma regulatorio del último cuarto de siglo, que evaluó a los productos químicos según su potencial cancerígeno. Investigaciones actuales sugieren que, en dosis mínimas, algunas sustancias pueden tener efectos devastadores sobre el desarrollo y los sistemas reproductivo e inmunológico de los descendientes en muchas especies, incluso la humana. La mitad de los compuestos que provocan trastornos endócrinos identificados hasta el momento contienen cloro.

* La crisis de salud pública relacionada con la contaminación ambiental está alcanzando proporciones dramáticas. En Estados Unidos, el cáncer es la causa principal de muerte por enfermedades entre los niños menores de 14 años. El cáncer de mama afecta a una de cada ocho mujeres y la endometriosis, de la cual casi no se oía hablar hace 50 años, afecta a cinco millones de mujeres en Canadá y Estados Unidos. También están en aumento otras formas de cáncer. Algunas investigaciones sugieren que la cuenta de espermatozoides está disminuyendo en algunos países industrializados. Estudios realizados en Nueva York revelaron anomalías de comportamiento en niños cuyas madres ingirieron pescado de los Grandes Lagos antes de su embarazo. Estos y otros hallazgos nos llevan a cuestionar si vale la pena exponer a otra generación a esas toxinas.

Existen iniciativas a escala nacional e internacional para restringir la producción, el uso y el desecho peligroso de productos clorados. Estos esfuerzos podrían aumentar en la próxima década debido al incremento de efectos nocivos sobre la salud, nuevas investigaciones sobre trastornos endócrinos y vigorosas campañas de acción ciudadana. Debemos desarrollar una amplia alianza de organizaciones ambientales, sindicales, de salud y justicia social para impulsar una transición de una economía adicta a las sustancias tóxicas a un mundo más saludable y sustentable.

Gary Cohen es coordinador de Cuidado de la Salud sin Daño, un movimiento internacional destinado a reformar las prácticas contaminantes de la industria de la salud.

41 Oakview Terrace, Jamaica Plain, MA 02130.

Tel. (617) 524-6018. Fax (617) 524-7021.

Correo electrónico: gcohen@igc.apc.org

Este artículo fue tomado de Global Pesticide Campaigner (Vol. 7, Nº 4).






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