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No. 80 - Junio 1998

Laboratorios farmacéuticos

Más remedios, menos salud

por Andrew Chetley

La Organización Mundial de la Salud señala que existe un conflicto de intereses entre los objetivos comerciales legítimos de los fabricantes de medicamentos y las necesidades sociales, médicas y económicas de los proveedores y el público para seleccionar los medicamentos de forma racional.

En Perú en 1995, en ocasión del Día del Padre, la compañía Parke-Davis ofrecía a los farmacéuticos una botella de vino de obsequio por cada pedido de tres cajas de Sinutab, un remedio para la tos y el resfrío. Un año después, otra compañía, Perufarma, ofrecía premios de rifa tales como televisores y mobiliario de cocina, y comedor a los empleados de farmacia. Cuantos más medicamentos de Perufarma vendieran al público -como antibióticos y antiinflamatorios-, más oportunidades tendrían de ganar.

Al año siguiente, una empresa francesa anunciaba en Perú que millones de mujeres afectadas por la menopausia podrían hacer frente a ese "trastorno cotidiano que atenta contra su calidad de vida" con un tranquilizante.

Ejemplos como éste demuestran lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) describe como "un conflicto inherente de intereses entre los objetivos comerciales legítimos de los fabricantes, por un lado, y las necesidades sociales, médicas y económicas de los proveedores y el público para seleccionar y utilizar los medicamentos de la forma más racional, por el otro".

La industria farmacéutica es una fuerza económica poderosa; sus ventas anuales de 1994 alcanzaron los 256.000 millones de dólares, una cifra superior al Producto Nacional Bruto (PNB) de todos los países del África subsahariana, excluida Sudáfrica, y al gasto total en salud del conjunto de los países en desarrollo y los del ex bloque socialista europeo.

Esta industria es la principal fuente de información en materia de medicamentos, y gran parte de esa información adopta la forma de promoción. De hecho, las compañías de medicamentos gastan en la promoción de sus productos el doble de lo destinado a investigación. Joel Lexchin, presidente de Medical Lobby for Appropriate Marketing (MaLAM), dice que en los países en desarrollo los gastos de promoción suelen ser el 30 por ciento de las ventas.

Y el dinero no sólo se destina a propaganda o folletos, que son los elementos más visibles, sino también es práctica corriente el obsequio de lápices, recetarios, computadoras y calculadoras a los trabajadores de la salud. Más importante aún es dispensar favores y crear "amistades".

"La promoción personal de medicamentos es la principal técnica de comercialización de la industria farmacéutica, y probablemente la más difícil de controlar", opina el profesor C. H. Shashindran, del Departamento de Farmacología del Instituto de Medicación de Jawaharlal, India. "Cuando existe una relación personal de por medio, resulta difícil rechazar los favores y obsequios", agrega Anne Loes van Staa, antropóloga médica de Filipinas. "Cuando se acepta un obsequio, quien lo recibe queda de alguna manera sometido a una especie de deuda de gratitud, que asegura que la deuda terminará siendo pagada. Esta es la clave del éxito en la comercialización de productos farmacéuticos".

Pero también puede llevar a un uso irracional de los medicamentos. Cuanto más confíen los médicos en las fuentes comerciales de información, menos adecuado será el criterio con el que receten. Y lo que se está poniendo en juego es la salud del paciente y su bolsillo. Raymond Mossop, ex director de Medicina Comunitaria de la Universidad de Zimbabwe, cuenta el caso de una señora mayor a la que le habían recetado 14 medicamentos diferentes. "Siete de ellos eran totalmente inútiles y se los habían indicado para contrarrestar los efectos de otros medicamentos. Recién cuando se le suprimió toda la medicación, recuperó su salud", relata.

No es sólo la salud la que está en juego. De hecho, la promoción inadecuada de medicamentos es uno de los factores que contribuyen al aumento cada vez mayor de los costos de la atención de la salud, según David Kessler, ex Comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), de Estados Unidos. Y en India, donde el abuso rampante de antibióticos hizo duplicar el consumo entre 1986 y 1994, esa tendencia provoca una resistencia a los medicamentos y despilfarro de dinero.

Por todos estos temas es que ha ido en aumento una batalla por mantener la educación médica libre de tendencias comerciales y por tener bajo control la promoción de medicamentos. "Las recompensas financieras potenciales por las actividades de promoción son grandes, y el riesgo de sanciones graves, mínimas", comenta Mary Pendergast, subcomisionada de la FDA. Si es difícil controlar el engranaje de comercialización de Estados Unidos, qué decir de los países en desarrollo, que no tienen ningún sistema regulador de los productos farmacéuticos.

La OMS sugirió un conjunto de directrices modelo a las que llamó Criterios Éticos para la Promoción de Drogas Medicinales. Su mensaje central es que sean los gobiernos y las autoridades de la salud las que fijen las políticas para el uso de medicamentos, y no la industria farmacéutica. No obstante, en un estudio reciente llevado a cabo en Tailandia, Australia, Vietnam, Laos, Sri Lanka e Indonesia se encontró que había una reglamentación inadecuada de la promoción de parte de los gobiernos, y muy poca conciencia de criterios, reglamentaciones o códigos entre los trabajadores de la salud.

Empresas por la autorregulación

Pero Andrew Herxheimer, coordinador de la Sociedad Internacional de Boletines de Medicamentos, dice: "Los códigos de la industria son mucho más apariencia que sustancia. Las mismas compañías repiten sus transgresiones una y otra vez".

Durante varios años la industria farmacéutica ha cultivado una estrecha relación con los trabajadores de la salud, sugiriendo que ambas partes eran socias en la salud pública. Ahora se sabe que se trata de una sociedad muy malsana. Tanto los trabajadores públicos como los de la salud necesitan inmunizarse contra los intentos persuasivos de la industria por promover sus medicamentos, y no salud.

(Andrew Chetley es gerente de Comunicaciones de AHRTAC, y autor de Problem Drugs.)






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