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   No. 81 - Julio 1998
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No. 81 - Julio 1998

Uruguay

Un país no tan natural

Uruguay, un país agrícola-ganadero conocido como la "Suiza de América", se ha latinoamericanizado y ahora están sucediendo cosas similares a las de las "repúblicas bananera", aunque en este caso se trate de naranjas.

Uruguay no ha escapado a la larga mano de la "Revolución Verde", es decir la agricultura industrial apoyada en insumos externos derivados de los hidrocarburos y los productos químicos. Es así que desde hace dos décadas, para la producción citrícola se ha recurrido en forma creciente al uso de agrotóxicos (agroquímicos) como plaguicidas, herbicidas y fertilizantes.
Generalmente los productores no han tomado las debidas precauciones en su aplicación, pero la irresponsabilidad de este peligroso manejo ha llegado al paroxismo de que se realizaran fumigaciones aéreas masivas de Malatión sobre los trabajadores y en áreas muy cercanas a zonas pobladas.

Los hechos

El departamento de Salto, en el norte de Uruguay, por su suelo y su clima es sumamente apto para la producción de citrus, y las aproximadamente 10.000 hectáreas cultivadas en ese departamento representan alrededor de la mitad de la producción total del país.

La práctica de la fumigación aérea con productos químicos ha sido moneda corriente en la región dentro de los establecimientos de las empresas de la familia Caputto, que concentra la mayor extensión de campos citrícolas y es la segunda empresa nacional exportadora de citrus.

El 21 de febrero pasado se anunció en la prensa local que al día siguiente la Comisión Honoraria del Plan Citrícola, un organismo perteneciente al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, procedería a realizar una operación a gran escala de fumigación aérea con Malatión a una concentración de muy alto volumen (medio litro por dos litros de agua) sobre 10.000 hectáreas de campos de naranjales, con el fin de controlar la mosca de la fruta.

El no gubernamental Instituto de Ecología Río Uruguay se dirigió de inmediato a la Dirección Nacional de Medio Ambiente solicitándole que intercediera ante las autoridades departamentales para detener la fumigación en virtud de que ésta afectaría a los trabajadores citrícolas -muchos de los cuales residen con sus familias dentro de los montes- y a los pobladores de las zonas intercaladas entre los montes cítricos, separados en algunos casos por el ancho de una calle. Expresó también su temor por el posible daño que podría causar la fumigación a los colmenares y poblaciones de peces de la zona así como a las áreas vecinas dedicadas al cultivo de hortalizas de hoja.

Aun cuando la Dirección Nacional de Medio Ambiente actuó con presteza y ordenó la suspensión momentánea de la fumigación, la Comisión Honoraria del Plan Citrícola resolvió igualmente realizarla, operación que se extendió por dos días. No obstante, la respuesta de la sociedad civil ante estos hechos logró frenar la segunda aplicación programada para realizarse a los 10 días de la primera.

La respuesta

Complementando la rápida reacción de Instituto de Ecología Río Uruguay, la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA) organizó el 18 y 19 de junio un seminario de carácter regional sobre agrotóxicos, sus efectos y alternativas, que se llevó a cabo en la ciudad de Salto, capital del departamento. Además de los propios trabajadores afectados y de otras organizaciones sindicales rurales del país, participaron ONGs de Uruguay (el Centro de Investigación y Promoción Franciscano y Ecológico y el Centro Uruguayo de Tecnologías Apropiadas), de Brasil (el Grupo Interdisciplinario de Investigación y Acción en Agricultura y Salud-GIPAS y la Confederación de Trabajadores de las Industrias de la Alimentación y Cooperativas), de Argentina (la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores y la Unión de Profesionales Técnicos Agropecuarios de la República Argentina-UPTARA), organizaciones de carácter regional (la Red de Acción en Plaguicidas para América Latina-RAP-AL y la Confederación Iberoamericana de Inspectores de Trabajo-CIIT-Uruguay), así como organizaciones internacionales (la Red del Tercer Mundo-RTM).

El seminario sirvió de marco sobre todo para denunciar el grado de contaminación al que están expuestos los trabajadores de la zona, quienes brindaron testimonio directo de las diversas afecciones que padecen tanto ellos como sus familias y de las condiciones de trabajo carentes de las más mínimas medidas de protección (ver cuadro).

Pero el seminario también sirvió para difundir alternativas, como la que llevan adelante más de ciento cincuenta trabajadores uruguayos que se han dedicado a la agricultura orgánica.


Medio ambiente y trabajo

Si bien en Salto existen pequeños y medianos productores de cítricos, la producción está concentrada en la familia Caputto, para la que trabaja la mayoría de la mano de obra asalariada local. Al trabajo de por sí duro de la recolección de cítricos se agrega la total desprotección de los trabajadores con respecto a los agrotóxicos aplicados. Años de intensa propaganda a favor de la agricultura industrial han creado la idea de que los agroquímicos son la maravilla de la ciencia aplicada al agro, y lejos está la idea de asociarlos con veneno. A tal grado, que el agua que se lleva a los campos para que beban los trabajadores ¡se guarda en los bidones de plástico vacíos de los agroquímicos!

La dictadura militar (1973-1985) había proscrito el sindicato de trabajadores recolectores de citrus SUDORA, el cual posteriormente se reorganizó y volvió a cobrar fuerza. SUDORA, integrado por los trabajadores de las empresas propiedad del grupo Caputto, logró hace unos dos años que se firmara un convenio colectivo con la empresa que mejoró en algo sus condiciones de trabajo y de seguridad social.

No obstante, la situación de exposición a los agrotóxicos no ha variado, pese a haber sido denunciada reiteradamente por el sindicato.

De los testimonios de los trabajadores surge que en numerosos casos tanto ellos como sus familias sufren afecciones dermatológicas, mareos, irritación de la vista, malestar estomacal. Denunciaron que suelen fumigarles los zapatos y hasta el vehículo en el que luego son transportados a los lugares de cultivo.

Esta situación, que no es nueva y también ha requerido una toma de conciencia de los propios afectados, se da con el agravante de que últimamente la empresa instauró el sistema de subcontratación, una práctica común en todos los países en desarrollo y que llega de la mano de la globalización. De un día para otro la empresa convirtió a los capataces en empresas unipersonales, brindándoles gratuitamente los medios de transporte y las herramientas. Las nuevas cuadrillas de subcontratados fueron atraídas por la promesa de un pago mayor (por cajón recogido), si bien dicho pago es a partir de determinada producción, lo que los lleva a trabajar en cualquier condición (por ejemplo, con la planta húmeda lo que implica que terminen empapados) y a un ritmo vertiginoso, perdiendo a cambio el respaldo sindical y todos los beneficios de un convenio colectivo.

La empresa busca con esto abaratar costos sacándose de arriba el problema de reclamos sindicales. Pero no sólo pierden los trabajadores, sino también el medio ambiente. Lo que equivale a decir que perdemos todos.




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