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   No. 81 - Julio 1998
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No. 81 - Julio 1998

Plaguicidas

El mito del manejo seguro

En los países en desarrollo se han realizado múltiples actividades de capacitación en el uso "seguro" de plaguicidas. Pero no existe un manejo "seguro", según expertos que participaron en la Conferencia Internacional sobre el uso de estas sustancias en los países del Sur, celebrada a principios de este año en Costa Rica. A lo sumo, podría tratarse de un manejo recomendado o correcto que intenta disminuir, pero no llega nunca a eliminar, los riesgos asociados con la manipulación de estas sustancias.

La "Conferencia Internacional sobre el uso de plaguicidas en los países en desarrollo: impacto sobre la salud y el medio ambiente", auspiciada por el Programa de Plaguicidas de la Universidad Nacional de Costa Rica, la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (SIDA) y el gobierno de Holanda, se celebró en febrero en la ciudad costarricense de Heredia y contó con la participación de destacados académicos de países del Norte y del Sur.
En el discurso de apertura, Christer Hogstedt, del Instituto Nacional para la Vida Laboral, de Suecia, hizo una breve reseña del proceso iniciado con la Comisión Bruntland sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1987, y que continuó en la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro. La Comisión Bruntland acuñó el concepto de "desarrollo sustentable", definido como "aquél que garantiza las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades".

Posteriormente, en ocasión de la Cumbre de la Tierra, resultado de la sugerencia del informe Bundtland, la Organización Mundial de la Salud realizó una evaluación de la relación entre salud y medio ambiente, en el contexto del desarrollo. En el informe se establece que "paralelamente al desarrollo industrial, han surgido problemas particulares en materia de salud infantil, tales como la exposición al plomo y otros productos químicos, que afectan el desarrollo mental y físico de los niños".

Y en Río+5 -la evaluación que se hizo a los cinco años de la Cumbre de la Tierra- el panorama fue bastante desalentador: "Si bien el crecimiento económico -reforzado por la globalización- permitió que algunos países redujeran la proporción de personas que viven en condiciones de pobreza, la marginación aumentó para otros. Son muchos los países cuyas condiciones económicas han empeorado y cuyos servicios públicos se han deteriorado. La desigualdad del ingreso aumentó entre los países y dentro de ellos, el desempleo creció en varios países y la brecha entre los países menos desarrollados y los otros se ha profundizado rápidamente en los últimos años".

Es en este contexto que se analiza el uso de plaguicidas y sus efectos sobre la salud y el medio ambiente. Según datos de 1987 de un grupo de trabajo conjunto de la OMS y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUMA), anualmente hay tres millones de casos de envenenamiento agudo y podría haber muchos más no registrados y menos graves. La conclusión a la que llegó el grupo, recordó Hogstedt, fue que ningún sector de la población está completamente protegido de la exposición a los plaguicidas y a los efectos potencialmente graves sobre la salud, si bien la mayor carga recae en la población de los países del Sur en desarrollo y, dentro de ella, en los grupos de alto riesgo de cada país.

Y fue sobre las múltiples actividades de capacitación en el uso "seguro" de plaguicidas realizadas en los países en desarrollo que Jaime E. García, doctor en Ciencias Agrícolas de la Universidad de Costa Rica, habló en la conferencia. El manejo "seguro" de los plaguicidas en los países en desarrollo es un mito en la medida que existen una serie de factores condicionantes, tales como:

* la presencia de personas sin protección en los cultivos recién tratados e incluso en el momento mismo de la aplicación;

* aplicaciones en dosis y frecuencias mayores a las recomendadas para "asegurar la cosecha" o ahorrar tiempo, con frecuencia sin guantes o con guantes en mal estado;

* falta de atención médica oportuna y adecuada; costumbres higiénicas inadecuadas, aunadas a la falta de agua limpia y abundante;

* salud precaria de los trabajadores ligada a menudo con periodos insuficientes de descanso así como a problemas de desnutrición, alcoholismo y a veces consumo de drogas que potencia la acción tóxica de los plaguicidas;

* disponibilidad escasa o nula de los equipos de aplicación y protección personal apropiados;

* políticas que predisponen o inducen a los productores a abusar del uso de los plaguicidas (subsidios a los precios);

* falta de controles de fiscalización eficaces (a veces sobornos);

* grandes intereses económicos y falta de concienciación en los diferentes sectores involucrados con estas sustancias (agricultores, patrones, capataces, supervisores, médicos, agrónomos, comercializadores, políticos) en relación con la importancia de este tema;

* publicidad y estrategias de venta engañosas y poco éticas ("Este nuevo producto puede ser usado a toda hora y en cualquier lugar de la casa donde el insecticida normal no puede llegar" o "Su innovadora fórmula a base de agua y Pyrethrum proporciona un agradable aroma que al ser aplicado favorece el ambiente");

* utilización de sustancias de reconocida peligrosidad, restringidas o prohibidas en los países donde las fabrican;

* incomodidad de las ropas y el equipo protector recomendado;

* necesidades económicas urgentes que obligan a que los niños ingresen tempranamente al mercado de trabajo en condiciones de contratación y seguridad social mínimas o inexistentes;

* condiciones culturales (como el machismo), que predisponen a los usuarios de estas sustancias a manipularlas de manera temeraria e imprudente;

* la información en las etiquetas y folletos es confusa, incompleta, en otro idioma, en letra muy pequeña o con términos técnicos de difícil comprensión, cuando no se trata de etiquetas en mal estado o sencillamente ausencia de etiquetas en los productos reenvasados;

* dificultad para deshacerse de los desechos de plaguicidas y sus envases, así como de los obsoletos o en mal estado;

* el sistema de educación y extensión convencional ha hecho creer a muchos profesionales y agricultores que la agricultura moderna consiste en la adopción de los paquetes tecnológicos difundidos por la revolución verde, menospreciando el valor de las prácticas tradicionales que son el producto de la capacidad de observación, análisis y práctica de las generaciones presentes y anteriores;

* exigencias excesivas del mercado de exportación en cuanto al aspecto estético de los productos, lo que lleva a los productores a tratar de lograr agrosistemas asépticos a fuerza del uso de plaguicidas para obtener los productos "perfectos" requeridos.

Es así que García concluye que no existe un manejo "seguro" como tal. A lo sumo, dice, podría tratarse de un manejo recomendado o correcto de los plaguicidas, que intenta disminuir, pero no llega nunca a eliminar, los riesgos asociados con la manipulación de estas sustancias. Finalmente, adaptando una idea original de Harry Rothman, afirma que los problemas causados por los plaguicidas tienen, con frecuencia, raíces económicas y sociales que adoptan la apariencia de ser problemas técnicos. De modo que todos los esfuerzos por hallar únicamente soluciones técnicas están condenados, en gran medida, al fracaso, puesto que básicamente tratan los efectos, en lugar de las causas. Solo conociendo las raíces del problema estaremos en la disposición de elaborar y poner en práctica estrategias de solución más eficaces y exitosas, concluye García.






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