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Tema de tapa


No. 81 - Julio 1998

La globalización de la minería

El impacto sobre la mujer

por Victoria Tauli-Corpuz

La lucha local contra la minería debe ser parte integrante de la lucha nacional y mundial contra la propia globalización, dado que los actores dominantes en la minería de gran escala son empresas transnacionales y que las instituciones financieras multilaterales facilitan la expansión de tal actividad. El siguiente documento, lanzado al final de la Conferencia Internacional sobre la Mujer y la Minería, realizada en Baguio City en enero de 1997, analiza el impacto de la minería en gran escala sobre las comunidades, y en especial sobre la mujer.

La historia de la minería es una historia de apropiación de tierras y desplazamiento de personas pertenecientes a los sectores económicos más bajos de la sociedad, incluidas las mujeres. Se trata de un ejemplo perfecto de cómo naciones y países dotados de abundante riqueza natural pueden, paradójicamente, vivir en la pobreza y la opresión.

Aunque la minería tiene un efecto negativo sobre todos quienes viven en las comunidades mineras en general, las mujeres llevan una carga agregada debido al papel que desempeñan y a su estatuto secundario en la mayoría de las sociedades.

Además de las graves consecuencias que las operaciones mineras -en especial las de gran escala- tienen sobre el ambiente y la salud de los residentes locales, existen otros efectos:

1. Apropiación de tierras de indígenas, que provoca el desplazamiento masivo de personas.

2. Desgaste significativo o destrucción de valores y tradiciones vitales para el sostén de la solidaridad y unidad de las comunidades, tribus, clanes y familias. Las grandes compañías mineras también privaron a las mujeres de sociedades matrilineales (como las halladas en Bougainville, Papúa-Nueva Guinea) de sus derechos a tierras ancestrales. La incidencia del alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, el juego, el incesto, la infidelidad y el abandono de esposas está en crecimiento en muchas comunidades mineras. Esto ha agravado la violencia doméstica contra la mujer, que cada vez es considerada más como una mercancía.

3. Las economías de subsistencia, que han nutrido a generaciones de indígenas, han sido debilitadas y reemplazadas por economías de mercado, sobre las cuales los pueblos indígenas no tienen ningún control. Esto ha provocado la marginación de la mujer como productora de alimentos en las economías de subsistencia. Su papel tradicional como recolectora de alimentos y de agua, proveedora de cuidados y criadora se ha visto muy afectado. Su carga se ha multiplicado, lo cual es causa de más estrés y, en algunos casos, de enfermedades mentales. La destrucción del ambiente también disminuyó la productividad de los campos y contaminó la vida marina y terrestre, empujando a muchas mujeres a ingresar en la economía informal para encontrar fuentes adicionales de ingresos.

4. Las crecientes protestas y la resistencia popular contra los propietarios de la mina y sus operadores, los desplazamientos y la contaminación de tierras y aguas han conducido a una creciente militarización de las áreas mineras. En algunos países se documentaron violaciones a los derechos humanos en sus peores formas: desapariciones, detenciones arbitrarias, torturas, bombardeos aéreos, violaciones, incendio de aldeas y cosechas, etc. Muchas mujeres fueron violadas o sufrieron otros abusos sexuales por parte de militares. La violencia del Estado contra las mujeres se utiliza para debilitar la oposición de las comunidades al ingreso y a las operaciones destructivas de compañías mineras, y también provoca la división de comunidades, tribus, clanes y familias.

5. Existe un incremento de la migración desde zonas rurales a mineras. En algunos casos, la migración de la población dominante hacia tierras de pueblos ancestrales ha sido una política de Estado para dejar en minoría a los indígenas. La migración ha creado muchos problemas de ajuste debido a la mezcla de pueblos de distintas culturas y antecedentes. Una vez más, se debilita la solidaridad entre familias, tribus y comunidades.

6. Creciente desempleo y subempleo. Es irónico que el aumento en el número de empresas mineras que ingresan en nuestros países no produzca un incremento de la tasa de empleo o del nivel de vida ni un fortalecimiento de los derechos laborales. Esto se debe a la mecanización y automatización, a la privatización de compañías mineras estatales y también al método contractual de trabajo, que debilita a los sindicatos.

7. Las operaciones mineras en gran escala agravan la desigualdad social porque, en la mayoría de los casos, los habitantes originales de las zonas mineras no están siquiera empleados, y la mayoría de los empleados son mineros, que son fácilmente sustituidos por máquinas. Cuando se agotan los yacimientos de minerales, las comunidades locales se quedan con tierras devastadas, algunas sin rehabilitación posible.

Así, las compañías mineras transnacionales y los grandes accionistas se vuelven cada vez más ricos, mientras los pueblos afectados se vuelven cada vez más pobres. En los países industrializados, los trabajadores de las minas también pierden sus empleos y derechos laborales debido a las competencia que enfrentan de trabajadores del Tercer Mundo.

Globalización

En general, es necesaria una lucha contra la globalización desde abajo, desde donde podamos fortalecer nuestra solidaridad contra las fuerzas e instituciones globales que nos privan de nuestros derechos básicos al desarrollo humano y como mujeres, indígenas y naciones. No debemos permitir una mayor concentración de riqueza y poder en las manos de empresas mineras transnacionales, y sí reclamar el poder para nosotros, para poder controlar nuestras tierras y recursos, y determinar el camino de desarrollo que debemos escoger como comunidades, pueblos y naciones. También debemos entender mejor el funcionamiento de la globalización y los vínculos de ésta con nuestra vida cotidiana.

Con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la agenda de las transnacionales se facilitó aún más. La OMC es uno de los productos finales de las negociaciones de la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). El GATT había sido creado en 1948 para regular solamente el comercio de mercancías, pero su sucesora, la OMC, trata de asuntos no necesariamente vinculados con el comercio. Por ejemplo, el acuerdo sobre TRIPs (derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio, por sus siglas en inglés) garantiza protección a las tecnologías desarrolladas en los países industrializados mediante patentes. Esto significa que las empresas mineras del Tercer Mundo no pueden acceder a técnicas avanzadas de minería a menos que paguen el precio y las regalías correspondientes al derecho de patente. La tecnología protegida es la misma que causa desempleo y concentra más la riqueza en las compañías transnacionales.

Desafíos y caminos

Los desafíos que tenemos por delante en vista de estas nuevas caras de la globalización son enormes. Esto no significa que debamos caer en la trampa de separar nuestra lucha como mujeres de la lucha de las diferentes clases y sectores oprimidos en el mundo entero. Deberíamos trabajar estrechamente con agricultores, indígenas, trabajadores, residentes urbanos pobres, pescadores, ambientalistas, estudiantes, jóvenes y profesionales. También tendríamos que integrarnos a movimientos populares locales y nacionales que ejerzan presión sobre los gobiernos para que no cedan demasiado a las transnacionales ni a la OMC.

Así mismo, deberíamos formar redes con movimientos populares, ONGs y otros grupos progresistas en países industrializados. Ellos mismos son víctimas de las empresas transnacionales y los gobiernos que optan por reducir el presupuesto para bienestar social y crear desempleo como medida antiinflacionaria. Deberíamos educar a la gente sobre lo que es la globalización y sus implicaciones para todos nosotros, y, finalmente, dirigir nuestra lucha contra las compañías mineras transnacionales como expresión de nuestra protesta contra la globalización.

Las recomendaciones generales son las siguientes:

1. Difundir información en forma más amplia y sistemática, y compartir experiencias sobre las diferentes formas y niveles de lucha en la cuestión de la minería.

2. Realizar campañas de educación para aumentar la conciencia de las comunidades sobre la reestructuración mundial de la industria minera, la globalización en general y la relación de estos fenómenos con su propia situación.

3. Construir alianzas con otros sectores marginados y oprimidos de la sociedad.

4. Elaborar redes entre mujeres y comunidades afectadas por las operaciones mineras.

5. Realizar campañas conjuntas sobre temas de preocupación común y presionar a los gobiernos para que den prioridad a los intereses de la mayoría de la población sobre los de las empresas mineras transnacionales.

6. Fortalecer alternativas viables a nivel local que puedan ser llevadas a niveles regional y nacional.

Victoria Tauli-Corpuz es directora de la Fundación Tebtebba (Centro Internacional de Pueblos Indígenas para la Investigación Política y la Educación), con sede en Filipinas.






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