Instituto del Tercer Mundo  
   EDICION | TEMAS
   No. 82 - Agosto 1998
  Tema de tapa
  Ambiente
  Comunicación
  Entrevistas
  Ciberzoo
  América Latina
  Libros
 
   Ediciones
   Anteriores
   Ultima edición
 
   Otras publicaciones




Tema de tapa


No. 82 - Agosto 1998

Segunda Conferencia Ministerial de la OMC

Protestas contra la globalización

por Martin Khor

La celebración del quincuagésimo aniversario del GATT se aguó ante las protestas de miles de manifestantes que denunciaron y repudiaron el sistema de libre comercio encarnado en la OMC y convirtieron a Ginebra en una ciudad en estado de sitio. Además del cuestionamiento a la filosofía del libre comercio, en torno a la Segunda Conferencia Ministerial de la OMC sobrevolaron también la crisis asiática y los dramáticos sucesos de Jakarta.

Medio siglo después del nacimiento del GATT (el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), predecesor de la OMC, líderes y ministros de comercio de todo el mundo se congregaron en Ginebra con motivo de la Segunda Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Pero el acto no será recordado como un gran festejo del libre comercio, como querían sus organizadores, sino como un punto crucial en la fiebre de la globalización.

A la par de los mandatarios, miles de personas de diversas partes del mundo arribaron a Ginebra para manifestar su oposición a la vertiginosa carrera de la liberalización. En vísperas de la Conferencia, una multitudinaria manifestación pacífica paralizó las calles de la ciudad en repudio a la reunión de la OMC y a la desarticulación social causada por el libre comercio.

Bajo la organización "Acción Global de los Pueblos" se reunieron grupos representantes de agricultores del Sur y del Norte para los que la eliminación de los obstáculos comerciales no significará otra cosa que permitir a las trasnacionales apropiarse de sus mercados y sus tierras. También estaban representados trabajadores indignados porque la carrera por la "eficiencia" y la rebaja de costos está provocando una pérdida en gran escala de puestos de trabajo, y consumidores preocupados porque el móvil de lucro ha llevado a las empresas a vender productos nocivos, tales como alimentos manipulados genéticamente.

En la primera noche, un pequeño grupo de personas -según se dijo, en su mayoría jóvenes frustrados-, aporrearon automóviles y rompieron las vidrieras de algunos comercios y en los días siguientes las manifestaciones continuaron. Ginebra parecía una ciudad en estado de sitio. Barricadas de policías escudo en mano bloqueaban las calles que conducían a los edificios de la Organización de las Naciones Unidas y la OMC, provocando embotellamientos de tránsito. Los participantes de la Conferencia tenían que caminar bastante a causa de los desvíos y los que iban en automóvil enfrentaron prolongadas demoras. La policía advirtió a los delegados que no exhibieran en público sus identificaciones de ingreso y sacaran los adhesivos de sus vehículos para evitar ser atacados en la ciudad.

En la segunda noche, cuando el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, hizo una visita de una hora a la Conferencia, se reforzó tanto la seguridad en la ciudad y el edificio de la ONU que abundaron los comentarios sarcásticos sobre los inconvenientes causados por el Emperador del Mundo.

A pesar de la brevedad de su visita, recibió los mayores honores, ya que se le dedicó toda una sesión nocturna para su discurso conmemorativo del quincuagésimo aniversario del GATT. Clinton aclamó el libre comercio y destacó la visión estadounidense de un sistema de comercio global "cada vez más abierto". Tratando de complacer a las desencantadas organizaciones no gubernamentales (ONG) del Norte, prometió armonizar el comercio con las causas ambientales y laborales, y abrir la OMC a las ONG. También subrayó la urgencia de acelerar aún más la liberalización en los sectores de servicios, agricultura y contratación pública, y propuso que no se aplicaran derechos aduaneros a los servicios transmitidos electrónicamente.

Poco entusiasmo

Los delegados de la mayoría de los países en desarrollo no mostraron demasiado entusiasmo por las propuestas de Clinton. Su discurso no mostró sensibilidad alguna por los problemas que enfrentan los países pobres en la aplicación de los acuerdos vigentes de la OMC.

La apertura de estos países en los sectores de agricultura, servicios e industria, así como las nuevas obligaciones que deben asumir en materia de derechos de propiedad intelectual, aumentó enormemente el peligro de cierre de muchas empresas y establecimientos agrícolas nacionales frente a la imposibilidad de competir con gigantescas empresas extranjeras.

Los ministros de varios países en desarrollo enumeraron los problemas enfrentados por esta rápida liberalización y reclamaron que no se agregaran temas nuevos a la agenda de por sí cargada de la OMC, ya que sencillamente no pueden hacer frente a más negociaciones.

Pero Estados Unidos, la Unión Europea y Japón presionaron por mayor liberalización y también por una nueva ronda de negociaciones para extender los poderes de la OMC a más sectores. Propusieron ir mejorando el tema comercio y medio ambiente, para lo cual sugieren realizar una reunión ministerial el año próximo en la que participen ministros de comercio y medio ambiente, y volvieron a la carga con el asunto de las normas laborales, un tema que los países en desarrollo creían haber liquidado en la Conferencia de Singapur de 1996. También tienen la intención de convertir los grupos de trabajo sobre inversión, política de competencia y contratación pública -actualmente facultados sólo para discutir los temas- en grupos de negociación con amplias facultades para nuevos acuerdos.

La globalización de la crisis

Aun cuando los países en desarrollo pidieron mayor comprensión y hacer más lento el ritmo de liberalización, los países ricos arremetieron agresivamente con su propósito de incluir nuevos sectores en la OMC. Por tanto, no fue de extrañar que los aplausos más fuertes en la Conferencia los recibiera el presidente de Cuba, Fidel Castro, quien atacó a Estados Unidos por sus medidas unilaterales de comercio, al Norte por tratar de sacar a escondidas un acuerdo multilateral de inversiones, y al "injusto intercambio desigual". Los países del Tercer Mundo, expresó Castro, perdieron todo: aranceles aduaneros que protegían sus industrias incipientes y generaban ingresos, acuerdos sobre productos básicos, asociaciones de productores, indexación de precios, trato preferencial y todo instrumento que protegiera el valor de sus exportaciones y contribuyera a su desarrollo.

"¿Por qué no se menciona el injusto intercambio desigual?", preguntó el líder cubano. "¿Por qué no se habla ya del peso insoportable de la deuda externa? ¿Por qué se reduce la asistencia oficial al desarrollo? ¿De qué vamos a vivir? ¿Qué bienes y servicios vamos a exportar? ¿Qué producciones industriales nos van a preservar?". Alentó a los países en desarrollo, que conforman la mayoría de la OMC, a unirse de manera de poder usar su voto para convertir a la OMC en un instrumento para un mundo mejor. Y terminó recordando que tal vez ni siquiera Estados Unidos, que infló los precios de las acciones, pueda impedir que el globo financiero estalle. Propuso que entre los temas nuevos, la OMC evaluara los riesgos de una bancarrota y respondiera a lo siguiente: "Crisis Económica Globalizada: ¿Qué hacer?".

El largo aplauso que siguió a las palabras de Castro demostró que tocó las fibras de los delegados de varios países en desarrollo, que sienten que la carrera del sistema de la OMC en pos del libre comercio los está dejando a la zaga. Cada vez son más los países que denuncian los efectos negativos de la "marginación", especialmente los países africanos y otros del grupo de países menos adelantados.

Sin motivo de festejos

Esta idea resume, para esos países, la forma en que las importaciones baratas inundaron sus mercados, después de haber tenido que reducir los derechos de importación, y desplazaron a las empresas nacionales, al tiempo que carecen de la capacidad para ampliar las exportaciones. "No hay razón para que festejemos los 50 años del sistema de intercambio comercial ya que no nos reportó ningún beneficio", manifestó el embajador de un país africano.

Pero la fiesta de cumpleaños se aguó no sólo por el empobrecimiento continuo de los países más pobres sino aún más por la conmoción de la crisis financiera de los países de Asia Oriental, que hasta ahora habían sido puestos como ejemplo de toda la riqueza que puede obtenerse a través de la liberalización.

De alguna manera está surgiendo el consenso de que la vertiginosa liberalización financiera preparó el camino para la caída de las monedas asiáticas y la crisis de la deuda, y que las políticas de mayor apertura recetadas por el Fondo Monetario Internacional empeoraron la situación.

Las multitudinarias manifestaciones estudiantiles y civiles en Jakarta, que culminaron con la caída del presidente Suharto, también contribuyeron en gran medida a enrarecer la atmósfera de la Conferencia de la OMC en Ginebra. Quedó claro que los países de Asia Oriental no estaban con ánimo para recibir presiones de los países ricos tendentes a abrir nuevos sectores de sus economías, en momentos en que su máxima preocupación es lograr la supervivencia y encarar la recuperación.

La rapidez con que la crisis económica puede derivar en crisis política se hizo patente con los acontecimientos que hora a hora se sucedieron en Jakarta, y que los participantes de Ginebra siguieron en directo a través de la CNN y la BBC.

Conferencia paralela de ONGs

En la conferencia paralela de ONGs se realizaron varios talleres sobre los efectos negativos de la globalización, desde la destrucción del medio ambiente y la escalada del desempleo en el Norte hasta la marginación de los países pobres, pasando por las amenazas que enfrentan los agricultores.

Los argumentos de los defensores de la OMC sobre las maravillas de la liberalización del comercio y la inversión se estrellaron contra un muro de escepticismo de ciudadanos comunes, tanto de países industrializados como en desarrollo. Resultó irónico que cuando los delegados y las ONG fueron invitados a brindar por los 50 años del sistema de libre comercio el edificio tuviera que ser rodeado por personal de seguridad para protegerlo de las personas que afuera protestaban contra los efectos de la globalización.

Las ironías y contradicciones de esta Conferencia conmemorativa -ejemplificada en el contraste entre las propuestas de Clinton por más de lo mismo y el llamado de Castro a examinar detenidamente el sistema de intercambio comercial en vista de la crisis mundial- debería llevar a los países miembros de la OMC a hacer una pausa en sus ocupadas agendas para reconsiderar hacia dónde nos lleva el sistema.

No obstante, hay pocas posibilidades de que tal cosa ocurra. Al final de la conferencia, los ministros de comercio adoptaron una Declaración que compromete a sus diplomáticos a estudiar en los próximos 18 meses la posibilidad de una mayor liberalización en una amplia gama de temas nuevos antes de la siguiente Conferencia Ministerial, que se celebrará en Estados Unidos.

Martin Khor es director de la Red del Tercer Mundo.


Estados Unidos y la globalización

Las largas explicaciones sobre la reacción de la opinión pública en contra de la globalización dadas en Ginebra por la representante comercial de Estados Unidos, Charlene Barshefsky, revelaron el grado de preocupación de Washington por este tema. La representante comercial reconoció que la situación actual en Estados Unidos de rechazo de la globalización no es un fenómeno temporal y aislado. "Se ve también en Francia, en Gran Bretaña, en Alemania, en Italia, ahora en Rusia, lo que ha dificultado enormemente la reforma. Se ve en América Latina. Hay gente común que tiene la sensación de vivir en una economía global pero no sabe cuál es su lugar en ella y no ve cómo beneficia su bolsillo, o le garantiza trabajo, y teme que en algún momento la economía global llegue a ser responsable de la pérdida de su trabajo".

Barshefsky añadió que el comercio crea riqueza, ya que más de un tercio del crecimiento de Estados Unidos provino de las exportaciones. "Y sin embargo hasta los mismos trabajadores cuyos salarios dependen de esas exportaciones le temen a la economía global", afirmó. Este fenómeno, que no depende de que el presidente sea demócrata o republicano, "podemos enfrentarlo a medida que el público esté mejor educado, que los países tengan mejores redes de seguridad para quienes perdieron su trabajo, mejor capacitación y mayor transparencia, para que no haya desconfianza de la economía global sino por lo menos una aceptación de su potencial positivo".




Revista del Sur - Red del Tercer Mundo - Third World Network 
Secretaría para América Latina:  Jackson 1136, Montevideo 11200, Uruguay
Tel: (+598 2) 419 6192 / Fax: (+ 598 2) 411 9222
redtm@item.org.uy - www.redtercermundo.org.uy