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Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales


No. 85 - Noviembre 1998

Los verdaderos responsables de la deforestación

por Ricardo Carrere

No es misterio para nadie que los bosques del mundo están desapareciendo, tanto en los países ricos (donde en su mayoría fueron cortados hace años), como en los pobres (donde están desapareciendo a pasos agigantados). Lo que para mucha gente no está tan claro son la razones por las que este proceso de destrucción se produce y menos aún las medidas que deben ser implementadas para detenerlo. Sin embargo, si bien el tema es complejo, en el fondo tiene causas relativamente sencillas de identificar a poco que uno se pone a analizar el tema.

Los colonos: ¿culpables o víctimas?

Lo primero a señalar es que la deforestación no se produce por una causa, sino que es el resultado de una cadena de causas vinculadas las unas a las otras. Veamos el caso, por ejemplo, de la Amazonía ecuatoriana. Los pueblos indígenas utilizaron esos bosques durante milenios y hasta fecha muy reciente dichos bosques se encontraban en estado prácticamente prístino. Sin embargo, a partir de la segunda mitad de este siglo aparecen en la región un número importante de colonos, que comienzan a derribar la selva. La explicación sencilla, popularizada y falsa, es que estos campesinos actúan de tal manera a raíz de su ignorancia. Otra explicación, igualmente falsa pero muy popular a nivel de países ricos, es que la gente pobre tiene demasiados hijos (también por su ignorancia) y que ésta es la principal causa de la migración y en consecuencia de la deforestación.

Para entender el fenómeno hay que formularse una serie de preguntas: ¿Por qué llegan los campesinos a la selva? ¿Cómo llegan? ¿Por qué talan el bosque?

Estos colonos llegan a la Amazonía impulsados por un programa de gobierno, que promueve activamente su migración. Esa política se origina en situaciones de pobreza y degradación ambiental en las áreas originales de estos campesinos, fruto fundamentalmente de una mala distribución de la tierra, que se va concentrando en pocas manos. Como esta situación puede derivar en conflictos sociales, el gobierno utiliza a la Amazonía como válvula de escape para evitar la explosión social. El gobierno se convierte así en el principal responsable del resultado de esta política: la deforestación a gran escala.

Convirtiendo tierras "baldías" en productivas

En efecto, los campesinos llegan a la tierra y ocupan lo que el gobierno cataloga como tierras "improductivas" o "baldías". Dicha ocupación se hace a expensas de los verdaderos dueños de la tierra: los pueblos indígenas que durante milenios utilizaron sustentablemente la productividad de estos bosques. Inmediatamente a su llegada, los colonos comienzan a talar la parcela de bosque que les fue asignada por el gobierno y sucede algo aparentemente paradójico: talan una extensión mucho mayor a la que pueden cultivar. Tal actitud aparentemente irracional también se origina en la política gubernamental, que exige que los colonos demuestren que están convirtiendo un terreno improductivo a un uso productivo. La demostración consiste en que deben talar el 80% del bosque para hacerlo. Sólo así pueden obtener el título de propiedad sobre su parcela. Y toda esta destrucción es además trabajo en balde, ya que normalmente la madera ni siquiera es vendida, sino que la mayor parte es quemada en el mismo sitio.

Además de lo anterior, también hay que analizar como fue posible que estos campesinos pudieran colonizar la región, teniendo en cuenta que los bosques tropicales son en general de difícil acceso. En esto también está la mano del gobierno, con su política de apertura de carreteras, que hacen posible el transporte de la gente, seguida del transporte de bienes desde y hacia el mercado. Pero a su vez la apertura de carreteras responde a los intereses de otros actores muy importantes, en particular las empresas madereras, mineras y petroleras, que o bien son pioneras en la apertura de caminos o bien presionan al gobierno para que les construya gratuitamente la infraestructura necesaria para sacar su producción. También responde a la política del Banco Mundial y del BID, que las promueven y hacen posible brindando el necesario financiamiento para su construcción.

Presiones internas y externas

Cabe preguntarse a su vez cuales son las causas por las que el gobierno actúa de tal manera. Algunas son internas al país y responden a la influencia que determinados sectores socioeconómicos tienen sobre el gobierno, en particular los grandes terratenientes, la banca, la industria y el comercio. Otras son externas y se originan en las presiones de organismos financieros como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el BID o en gobiernos de los países del norte o del poder de las propias empresas transnacionales. Si bien esta división en causas internas y externas resulta útil para entender el proceso, también se hace necesario aclarar que en muchos aspectos ambos tipos de causas van de la mano.

Por ejemplo, tomemos el caso de la deuda externa. El hecho de que un país cualquiera tenga una deuda externa abultada lo vuelve más vulnerable a las presiones externas. El FMI se encuentra entonces en condiciones de imponerle la adopción de determinadas políticas, una de las cuales es el incremento de las exportaciones. Esto lleva a la necesidad de una mayor explotación de los recursos naturales. En el caso de Ecuador, resulta en una búsqueda continua de nuevos yacimientos petrolíferos y a incrementar la producción de productos agropecuarios que inmediatamente resultan en una aceleración de las tasas de deforestación. En casi todas estas actividades también resultan beneficiados algunos de los poderosos actores internos, cuyos intereses económicos coinciden con estas políticas.

Vinculado a lo anterior, también es importante destacar la destrucción de un tipo de bosque (el manglar) que había sido conservado y utilizado sustentablemente por las comunidades locales. Sin embargo, en su búsqueda de nuevos rubros de exportación, el gobierno comienza a promover el cultivo industrial del camarón en granjas camaroneras que rápidamente destruyen el ecosistema del manglar.

Y aquí resulta adecuado señalar una de las causas más ocultas de la deforestación: los modelos de consumo. Gran parte de los productos obtenidos a expensas del bosque se orientan a mercados de exportación en los países ricos. La gente local no obtiene casi ninguno de los beneficios derivados de la deforestación y recibe en cambio la mayor parte de sus impactos negativos. El beneficio lo obtienen los consumidores del Norte, cuyo consumo excesivo de bienes y servicios está detrás de la deforestación. Petróleo barato, madera barata, camarones baratos y muchos otros productos o insumos obtenidos a bajo precio les permiten continuar o incluso incrementar un consumo ya insustentable.

Las medidas prioritarias para la conservación

Si bien lo anterior es una descripción esquemática que deja de lado muchas otras causas, permite por lo menos llegar a dos medidas básicas que deberían adoptarse si se desea conservar los bosques.

En primer lugar, la medida más obvia es que se deben reconocer los derechos territoriales de los pueblos indígenas y otras comunidades tradicionales que no sólo han demostrado con hechos estar comprometidas con la conservación de los bosques, sino que además, por su estilo de vida, su interés radica en que los bosques sigan brindándoles sus productos y servicios. Por consiguiente, en la mayoría de los casos el reconocimiento legal de sus derechos territoriales resultará en una reversión inmediata del proceso de deforestación.

En segundo lugar, otra medida obvia consistiría en evitar la migración campesina hacia el bosque a través de una redistribución equitativa de las tierras agrícolas, de tal forma que la sobrevivencia y calidad de vida de los campesinos queden aseguradas, volviendo así innecesaria la migración y la consiguiente deforestación.

Resulta igualmente obvio que con esas dos medidas no alcanza y que deberá revisarse el modelo de desarrollo en su conjunto, así como las relaciones de dependencia del país con los centros de poder y con los organismos bajo su control que operan como poleas de transmisión para sus intereses. Sin embargo, esas dos medidas darían una señal clara de que el gobierno está comprometido con la conservación de los bosques, se lograría detener o por lo menos enlentecer grandemente el proceso y haría justicia a pueblos indígenas y campesinos que luchan por sus derechos.

Por último, cabe señalar que el proceso descrito es a grandes rasgos aplicable a un gran número de países de la región, donde el no reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos indígenas y la distribución inequitativa de la tierra constituyen unas de las principales causas subyacentes de la deforestación. Mientras no se aborde el tema con seriedad, los bosques continuarán desapareciendo.






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