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No. 85 - Noviembre 1998

Agricultores africanos contra la manipulación genética

Entre los anuncios publicados en periódicos británicos como parte de la campaña de la empresa Monsanto para promover los alimentos manipulados genéticamente, uno afirmaba que la ingeniería genética es necesaria para alimentar a un planeta hambriento. Delegados africanos en una conferencia de la FAO sobre los derechos de los agricultores rechazaron esa afirmación en la siguiente declaración conjunta.

Los ciudadanos europeos han estado expuestos a una agresiva campaña publicitaria en los principales periódicos que intenta convencerlos de que el mundo necesita de la ingeniería genética para alimentar a los hambrientos. La campaña organizada y financiada por Monsanto, una de las mayores empresas agroquímicas del mundo, ofrece una visión totalmente distorsionada del potencial de la manipulación genética para alimentar a los países en desarrollo.
Nosotros, los suscritos delegados de países africanos que negociamos sobre los derechos de los agricultores ante la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), nos oponemos radicalmente a que las gigantescas multinacionales utilicen la imagen de los pobres y hambrientos de nuestro continente para impulsar una tecnología que no es segura ni beneficiosa para el ambiente o para nuestra economía.

Es hora de analizar algunos datos sobre la compañía que está por detrás de esta campaña:

* Monsanto es uno de los mayores productores de pesticidas del mundo. Sólo en los últimos dos años, gastó más de 6.000 millones de dólares para adquirir el control de otras empresas de biotecnología y semillas, y actualmente es la compañía más influyente en ese ámbito. Su principal objetivo no consiste en proteger el ambiente, sino en desarrollar cultivos que resistan dosis cada vez mayores de su herbicida más vendido, el Roundup.

* En lugar de ayudar a los agricultores, Monsanto los amenaza con litigios y con la cárcel. En Estados Unidos, la empresa emplea cuestionables tácticas para hallar y demandar a aquellos agricultores que guardan semillas de una temporada para otra. Respaldada por las leyes de patentes, Monsanto reclama su derecho a inspeccionar los campos para corroborar que la agricultura se practica de acuerdo a sus condiciones y con sus productos químicos.

* En vez de desarrollar tecnologías para alimentar al mundo, Monsanto se vale de la ingeniería genética para impedir que los agricultores replanten semillas y perfeccionen sus sistemas agrícolas. Invirtió 18.000 millones de dólares en la compra de una compañía que tenía la patente de lo que se conoce como "tecnología exterminadora": semillas que sólo pueden plantarse una vez y cuya segunda generación no germina. El único propósito de esta técnica consiste en destruir la ancestral práctica agrícola de guardar las semillas de una temporada de cultivo para otra, que constituye la base de la seguridad alimentaria de nuestros países, y obligar a los agricultores a comprar semillas de Monsanto cada año.

En la campaña publicitaria, se pide a los europeos que den luz verde a la ingeniería genética de modo que compañías como Monsanto puedan aumentar sus ganancias. No creemos que tales empresas y tecnologías ayuden a nuestros agricultores a producir los alimentos que se necesitarán en el siglo XXI. Por el contrario, pensamos que destruirán la diversidad, el conocimiento local y los sistemas agrícolas sustentables que nuestros agricultores han desarrollado durante milenios, y por lo tanto perjudicarán nuestra capacidad de alimentarnos.

En particular, rechazamos el uso de la tecnología "exterminadora" y de otros métodos de manipulación genética que disminuyan la capacidad de nuestros agricultores de cultivar los alimentos que necesitamos. Invitamos a los ciudadanos europeos y a nuestros colegas del Sur a solidarizarse con Africa en la resistencia a estas tecnologías, de modo que nuestros diversos cultivos puedan continuar creciendo.

Acordamos y aceptamos que la ayuda mutua es necesaria para mejorar la producción agrícola en nuestros países. También creemos que la ciencia occidental puede contribuir a este fin, pero sobre la base de la comprensión y el respeto por lo que tenemos. No debe intentar reemplazar o destruir el conocimiento local, sino construirse sobre él. Y más importante: debe satisfacer las necesidades reales de nuestra gente, en lugar de servir apenas para aumentar los ingresos y el control de las gigantescas empresas multinacionales.

Jean-Marie Fondoun (Camerún), Georges A. Agbahungba (Benín), Paul Therence Senghor (Senegal), Koffi Goti (Costa de Marfil), Mokosa Madende (República Democrática de Congo), Jean Jacques Rakotonalala (Madagascar), Juvent Baramburiye (Burundi), Worku Damena (Etiopía), Gietaturn Mulat (Etiopía), M.S. Harbi (Sudán), Eltahir Irbrahim Mohamed (Sudán), Maria A. Calane da Silva (Mozambique), Kohna Nganara Ngawara (Chad), Nkeoua Gregoire (Congo), Mugorewera Drocella (Ruanda), H. Yahia-Cafrif (Argelia), Abebe Demissie (Etiopía), G.P. Mwila (Zambia), S.H. Raljtsogle (Lesoto), Naceu Hamza (Túnez), Hambourne Mellas (Marruecos), Elizabeth Matos (Angola), Tewolde Berhan Gebre (Etiopía), Shadrack Mlambo (Zimbabwe).






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