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No. 85 - Noviembre 1998

El sórdido negocio de las semillas

por Leora Broydo

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, junto con Delta & Pine Land Company, desarrolló la tecnología exterminadora. Pero ¿por qué un organismo estatal que debe proteger "el bien público" desarrolló un método que niega a los agricultores el derecho a guardar semillas para la próxima siembra?

Con el dinero de los contribuyentes, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos creó un nuevo "sistema de protección tecnológica" junto con Delta & Pine Land Company, la mayor productora de semillas de algodón del país, con 73 por ciento del mercado. (Posteriormente fue adquirida por la compañía agroquímica estadounidense Monsanto). Juntas, ambas instituciones poseen la patente de la tecnología genética que crea semillas estériles mediante la programación selectiva del ADN de una planta para que mate a sus propios embriones.

Las asociaciones entre organizaciones públicas y privadas no son algo nuevo. Dos recientes invenciones del Departamento de Agricultura, un spray para prevenir la salmonella en los pollos y un forraje que reduciría el contenido de fósforo -contaminador del agua- en los excrementos de los animales, fueron desarrollados con fondos privados. Sin embargo, la última invención se destaca porque no fue realizada en beneficio de la seguridad alimentaria, el ambiente, la viabilidad de los cultivos ni la libertad de los consumidores. La investigación fue hecha, según el propio Departamento de Agricultura de Estados Unidos, para favorecer los intereses de las grandes empresas semilleras estadounidenses.

¿Por qué exterminar semillas? ¿Cómo es que el Departamento de Agricultura, un organismo público cuya misión científica proclamada consiste en realizar investigaciones "para el bien público", justifica el desarrollo de esta nueva tecnología?

La práctica de guardar semillas puede ser buena para los agricultores, pero no lo es para las empresas que invierten miles de millones en el desarrollo de variedades de semillas genéticamente manipuladas. Aunque una ley de 1970 permite a los agricultores estadounidenses guardar semillas patentadas para usarlas en sus propias granjas, las compañías de biotecnología argumentan ahora que no pueden lograr un equilibrio financiero a menos que los agricultores les compren semillas en cada una de las temporadas.

Las empresas de biotecnología han logrado controlar el "problema" de la conservación de semillas en Estados Unidos vigilando a los agricultores. Monsanto exige que los compradores de sus semillas Roundup Ready se comprometan a utilizarlas en una única temporada y contrata investigadores privados para sancionar a los infractores. Sin embargo, las compañías no han podido hacer lo mismo en países en desarrollo, donde tienen escasa o nula protección de su propiedad intelectual y la aplicación de sus derechos legales es casi imposible. ¿Cómo pueden seguir invirtiendo millones para desarrollar nuevas semillas de alta tecnología sin llegar a millones de agricultores en los mercados no explotados de China, India, Pakistán y América del Sur?

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos sale al rescate. "Existía la necesidad de elaborar un sistema que permitiera controlar la propia tecnología en lugar de imponer barreras legales a la conservación de las semillas", indicó el científico Melvin Oliver, del Departamento de Agricultura, principal inventor de la nueva técnica. Añadió que la invención constituye un modo de "devolver al sistema miles de millones de dólares invertidos en investigación".

El organismo se negó a revelar de quién fue la idea de la nueva tecnología, pero el presidente de Delta & Pine, Murray Robinson, admitió que fue de su compañía. Aunque no se publicó el contrato del Departamento de Agricultura de Estados Unidos con Delta & Pine, se sabe que aquél recibe regalías y derechos de concesión cuando sus invenciones llegan al mercado, y los científicos del Departamento también obtienen una parte.

El Departamento de Agricultura y Delta & Pine (ahora Monsanto) proyectan vender la concesión de la nueva tecnología a diversas empresas productoras de semillas, tanto estadounidenses como extranjeras, con lo cual obtendrán astronómicos dividendos.

La pregunta es: ¿la invención ayudará a los agricultores a ser más productivos? ¿en qué beneficiará a la agricultura y los ecosistemas? "No podemos saberlo por ahora", es la respuesta del Departamento de Agricultura. Lo que está claro es que la tecnología otorgará una impenetrable protección a los productos de compañías como Delta & Pine. Es comprensible que cualquier empresa de cualquier industria desee ese tipo de protección. Se trata de un gran logro desde el punto de vista comercial, pero ¿es éste el tipo de investigación en que el Departamento de Agricultura, una agencia que regula el comercio de las semillas, debe involucrarse?

A medida que se reduce el presupuesto federal para investigaciones, el Departamento de Agricultura, como otros organismos, busca ayuda en el sector privado. Sus asociaciones con empresas han sido una forma eficaz de comercializar los extraordinarios descubrimientos hechos por científicos del Departamento y crear un fondo de rotación para futuras investigaciones agrícolas. Pero el sector privado, comprensiblemente, sólo está interesado en cooperar si las innovaciones resultantes benefician sus intereses. El resultado son investigaciones guiadas por las normas del mercado. ¿En qué queda entonces la investigación tradicional del Departamento de Agricultura, al servicio de los agricultores y los consumidores?

"La patente del Departamento de Agricultura de Estados Unidos sobre la tecnología ‘exterminadora’ nos pone en un dilema, en la línea que divide la ambición empresarial y el interés público", observó Neth Daqo, del Instituto Regional del Sudeste Asiático para la Educación Comunitaria, una organización no gubernamental de Filipinas que trabaja con agricultores pobres. "¿En qué consisten realmente los intereses del Departamento de Agricultura?", preguntó.

Esa será la pregunta que se harán muchos agricultores del mundo, desde Dakota del Sur hasta el sudeste de Asia, cuando el sol se ponga en la temporada de cultivo del 2004.

Mother Jones Online.
http://www. mojones.com/news_wire






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