No. 86 - Diciembre 1998
PLAN REAL II EN BRASIL
El FMI y los fines del ajuste sin fin
por
Antonio José da Silva
Fiel a la tradición de los gobiernos de la Nueva República, el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, esperó el fin de las elecciones para anunciar el Plan Real II.
Las medidas exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para dar continuidad a la negociación de auxilio financiero a Brasil promueven un fuerte ajuste en las cuentas del sector público, decisión que va a comprometer la capacidad de gasto de la Unión, de los estados y municipios.
El apretón fiscal es un instrumento para alcanzar básicamente dos objetivos. De un lado, se trata de contraer el nivel de actividad económica, a fin de disminuir la presión sobre las importaciones y, así, reducir los déficits en cuenta corriente, limitando parcialmente la necesidad de obtener financiamiento externo para no perder reservas monetarias. Hasta los más fervientes defensores del Real reconocen que el recorte en la demanda provocado por el paquete fiscal generará una recesión de altísima intensidad. Las reformas que serán propuestas en las leyes laborales buscarán crear un colchón amortiguador que permita a los empresarios trasladar lo máximo posible del peso del ajuste a los trabajadores.
De otro lado, el esfuerzo para producir superávits fiscales fue motivado por la percepción de que la convivencia con tasas de interés muy elevadas, en un contexto marcado por el aumento explosivo de la deuda pública federal -que pasó de 62.000 millones de reales en diciembre de 1994 a 303.000 millones en agosto de 1998-, cuestionaba la capacidad del Estado para honrar el servicio de la deuda pública. La perspectiva de no pago interno estaría comprometiendo, así, uno de los principales mecanismos de atracción del capital externo: las elevadas ganancias financieras generadas por las tasas de interés en niveles estratosféricos.
El problema es estructural
El presidente Fernando Henrique Cardoso viene manejando la posibilidad de discutir la forma del ajuste. Establecido el número de llegada -una contracción del orden de 25.000 millones de reales en el déficit primario del sector público brasileño-, las autoridades económicas estarían abiertas a sugerencias sobre el modo de alcanzarlo.
La oposición debe aprovechar la oportunidad para cuestionar el contenido del Plan Real II, cuya esencia, de manera muy simple, consiste en recortar las pensiones de los jubilados, los salarios de los funcionarios públicos, la calidad de educación de los jóvenes y la salud del conjunto de la población para honrar por un tiempo más los compromisos con las deudas externa e interna, las cuales, de acuerdo con estimaciones conservadoras, deben girar en torno del siete al ocho por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) cada una.
Se podría argumentar que este es el precio a pagar para evitar el agravamiento de la crisis externa, evitando así sacrificios todavía mayores. Las medidas adoptadas no garantizan, sin embargo, una solución a la crisis externa, pues no atacan el núcleo del problema: el carácter estructural de los desequilibrios en la balanza de pagos, problema que se intensificó significativamente después de la agudización de la crisis económica internacional.
En Brasil, el déficit público no es la causa del desequilibrio externo. Al contrario, el crecimiento explosivo de la deuda interna es producto directo de la combinación del acumulado de reservas monetarias con intereses altísimos, ambos relacionados con la necesidad de establecer un ambiente propicio a la entrada de recursos externos para financiar los megadéficits de la balanza de pagos en cuenta corriente.
Por eso, al contrario de lo que dice la propaganda oficial, nada garantiza que el apretón fiscal abra espacios para una rápida reducción de las tasas de interés, pues si no se da una inflexión en las expectativas de la comunidad financiera internacional en relación al riesgo de invertir en los "mercados emergentes" -y nada indica que esto esté en el horizonte próximo-, el sacrificio impuesto a la población será en vano.
Más que denunciar la perversidad de las medidas de ajuste, que en pocos meses se hará evidente, es importante denunciar la trampa en que nos metió una política económica que coloca como prioridad absoluta la modernización de los patrones de consumo -un patrón de acumulación financiado por la expansión descontrolada de la deuda externa y por su contrapartida interna-, comprometiendo de manera creciente recursos públicos al pago del servicio de la deuda interna.
Es la crítica sustantiva al Plan Real que va a mostrar el absurdo de una política económica que prioriza la defensa del interés externo sobre el interno, del interés del capital sobre el trabajo, del sector financiero sobre el productivo y del interés de los grupos privados sobre las políticas públicas.
El agravamiento de la crisis económica va a evidenciar que no hay lugar para la organización de la economía brasileña en el orden global. Los impasses generados por el vía crucis de un programa de ajuste sin fin van a descubrir los rumbos alternativos que se presentan para el país, dejando claro que sólo nos queda una opción: superar la dependencia externa, romper con la modernización mimética de los patrones de consumo y organizar la vida económica del país en función de las necesidades del conjunto de la población y de las posibilidades de nuestras fuerzas productivas.
Tomado de Correio da Cidadanía, Sao Paulo, 31/10-7/11-1998.
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