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No. 86 - Diciembre 1998

Los responsables salen campantes

por Chakravarthi Raghavan

Mientras la crisis financiera se profundiza, los pilares del modelo internacional recién reaccionan y se dan cuenta de que su voluntad de endosarle la liberalización financiera a las economías en desarrollo sin estructuras reguladoras adecuadas ha tenido un mal rumbo.

Yilmaz Akyuz, macroeconomista jefe de la UNCTAD y autor de los Informes de Comercio y Desarrollo, expresó que los países que deben instaurar controles tienen que distinguir entre las transacciones y transferencias de cuenta corriente y las de cuenta de capital, lo que no siempre es fácil de hacer, observó. Tienen que ser lo suficientemente flexibles como para asegurar que no impiden, sino que facilitan y alientan, los créditos comerciales y relacionados con el comercio y las corrientes externas y las transacciones en divisas para la economía real, a la vez que previenen y desalientan las transacciones relacionadas con el arbitraje en la economía y los mercados financieros.

Es un gran interrogante si el mundo evitará otra "gran depresión" o presenciará una reiteración de la historia de los años 30. Desde Tailandia, pasando por los países vecinos del sudeste asiático, Corea del Sur, Hong Kong y las reverberaciones en América Latina, Rusia y otras economías en transición, los pobres de todas partes han sido golpeados desde mediados de julio de 1997, mientras que los que provocaron la crisis han escapado de las ruinas que ellos mismos crearon, a menudo con la promesa del Fondo Monetario Internacional (FMI) de hacer un reembolso total.

En realidad, no es que los resultados actuales sean inesperados, provocados por elementos externos. Hace ya algunos años que economistas respetados y profesionales del sistema de las Naciones Unidas pusieron sus carreras en riesgo al dar señales de advertencia y prevenir a la opinión pública. A comienzos de los años 90, la UNCTAD mostró cautela con respecto a la liberalización y apertura de los sectores financieros de los países en desarrollo, que con frecuencia ha sobrevenido antes de una reestructura y reforma de sus economías reales. La liberalización del sector financiero debería ser la última etapa -y no la primera- del proceso de liberalización de las economías, ha estado pregonando Akyuz desde 1990.

Pero todos esos consejos y advertencias fueron ignorados, no sólo por el FMI y el Banco Mundial, sino también por los países en desarrollo. Todos abrazaron, algunos con entusiasmo y otros reticentemente, el "Consenso de Washington", un consenso de las instituciones con sede en la capital de Estados Unidos que fue presentado como un consenso mundial. Los funcionarios y las autoridades del FMI recorrieron el mundo predicando su dogma.

El FMI convirtió la liberalización del sector financiero en parte de su paquete de condiciones para ir en rescate de las economías de Tailandia, Corea del Sur e Indonesia. La dirigencia de la OMC utilizó estos mecanismos de presión para persuadir a las economías en desarrollo a hacer concesiones en las negociaciones sobre servicios financieros. El propio director de la OMC, Renato Ruggiero, se encargó de argumentar públicamente y por teléfono a las capitales claves, que la liberalización de los servicios financieros era "la" solución para la crisis que abatía a las economías asiáticas.

Resulta claro ahora que la liberalización del comercio de los servicios financieros es un problema para sus soluciones y no una solución para sus problemas.






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