No. 86 - Diciembre 1998
"Guerra financiera" desata crisis económica mundial
por
Michel Chossudovsky
A medida que los mercados financieros caen y las economías nacionales se hunden en la recesión, queda claro que la crisis iniciada en el sudeste de Asia se ha convertido en una crisis económica mundial. El FMI, con su campaña por la desregulación del flujo internacional de capitales, incitó las actividades especulativas de los administradores del dinero mundial, que realizaron una enorme contribución a esta catástrofe. Tras haber cercenado la capacidad de los gobiernos nacionales de responder efectivamente a tal "guerra financiera", esas poderosas fuerzas intentan lograr un control aun mayor de las instituciones de Bretton-Woods y un papel más directo en la determinación de la situación financiera y económica internacional.
"Las prácticas de los inescrupulosos agentes de cambio son culpables en la corte de la opinión pública; son rechazadas por el corazón y la mente de las personas". (Discurso inaugural de Franklin D. Roosevelt, 1933).
La humanidad experimenta en la posguerra fría una crisis económica sin precedentes que conduce al rápido empobrecimiento de enormes sectores de la población mundial. La caída de las monedas en casi todas las regiones del mundo contribuyó a desestabilizar las economías nacionales y precipitar a países enteros en una pobreza abismal. La crisis no se limita al sudeste asiático ni a la ex Unión Soviética; el colapso tiene lugar abrupta y simultáneamente en varios países.
Esta crisis mundial de fines del siglo XX es más devastadora que la Gran Depresión de los años 30, por sus implicaciones geopolíticas de largo alcance. Los trastornos económicos han sido acompañados por el estallido de conflictos regionales, la fractura de sociedades y en algunos casos la destrucción de países enteros. Se trata, por lejos, de la crisis económica más grave de la historia moderna.
Sin embargo, la prensa occidental desmiente la existencia de una "crisis financiera mundial"; sus efectos sociales son minimizados o distorsionados, e instituciones internacionales, incluida la Organización de las Naciones Unidas (ONU), niegan la creciente ola de pobreza mundial: "El progreso registrado en la reducción de la pobreza a fines del siglo XX es extraordinario y sin precedentes". La idea consensual es que la economía occidental es "saludable" y que las "correcciones de mercado" de Wall Street son atribuibles a la "gripe asiática" y a la problemática transición de Rusia hacia una economía de libre mercado.
Evolución de la crisis financiera mundial
El colapso de las monedas asiáticas, iniciado en julio de 1997, fue seguido en octubre de 1997 por una dramática caída de las principales bolsas de valores del mundo. Pocos meses después de la incierta recuperación transitoria de Wall Street a comienzos de 1998 -provocada principalmente por la fuga de acciones japonesas-, los mercados financieros volvieron a caer y tocaron fondo en agosto, con el espectacular derrumbe del rublo. El índice Dow Jones disminuyó 554 puntos el 31 de agosto -su segunda mayor caída en la historia de la Bolsa de Valores de Nueva York-, lo que provocó en septiembre un colapso de las bolsas de valores de todo el mundo. En pocas semanas, desde el pico de 9.337 puntos alcanzado por el Dow Jones a mediados de julio, 2.300 millones de dólares de "ganancias de papel" se habían evaporado del mercado estadounidense de valores.
La caída libre del rublo dejó en la ruina a los mayores bancos comerciales de Moscú, causando la potencial adquisición del sistema financiero de Rusia por un puñado de bancos y casas financieras occidentales. A su vez, la crisis creó el peligro de una morosidad generalizada hacia los acreedores occidentales de Moscú, incluidos el Deutsche Bank y el Dresdner Bank. Desde el comienzo de las reformas macroeconómicas de Rusia, tras la primera inyección de la "terapia de choque" del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1992, activos rusos por 500.000 millones de dólares, entre ellos plantas del complejo militar industrial, bienes de infraestructura y recursos naturales, fueron confiscados y transferidos a manos de capitalistas occidentales mediante programas de privatización y quiebras forzadas. Pasada la guerra fría, todo un sistema social y económico es desmantelado de manera brutal.
"Guerra financiera"
La lucha mundial por la apropiación de la riqueza mediante la manipulación financiera es la fuerza que impulsó esta crisis, y, por tanto, la causa del trastorno económico y la devastación social. Según el multimillonario George Soros, quien en 1992 ganó 1.600 millones de dólares con operaciones especulativas durante el colapso de la libra esterlina, "la extensión de los mecanismos de mercado a todos los ámbitos tiene el potencial de destruir la sociedad".
Esta manipulación de las fuerzas del mercado por poderosos actores constituye una forma de guerra financiera y económica. Ya no hay necesidad de recolonizar territorios perdidos o utilizar ejércitos invasores. A fines del siglo XX, la "conquista de naciones" –es decir, el control sobre los activos de producción, la mano de obra, los recursos naturales y las instituciones- puede realizarse de forma impersonal desde la sala de juntas de una compañía, mediante computadora o teléfono celular. Los datos pertinentes son transmitidos inmediatamente a los grandes mercados financieros, y a menudo provocan trastornos inmediatos en el funcionamiento de las economías nacionales.
El término "guerra financiera" también se aplica a complejos instrumentos especulativos, como los derivados, las transacciones a término en moneda extranjera, las opciones monetarias, los fondos de cobertura, los fondos de índice, etc. Estos instrumentos han sido utilizados con el fin último de capturar riqueza financiera y adquirir control sobre los activos de producción. En palabras del primer ministro de Malasia, Mahathir Mohammad, "esta devaluación deliberada de la moneda de un país por comerciantes de divisas, con el único fin de obtener ganancias, constituye una negación de los derechos de las naciones independientes".
La apropiación de riqueza mediante esta manipulación de las fuerzas del mercado cuenta con el apoyo constante del FMI, que con sus letales intervenciones macroeconómicas contribuye al trastorno de las economías nacionales de todo el mundo. La guerra financiera no conoce fronteras territoriales, y no limita sus acciones a sitiar antiguos enemigos de la Guerra Fría. En Corea del Sur, Indonesia y Tailandia, las bóvedas de los bancos centrales fueron saqueadas por especuladores institucionales, mientras las autoridades monetarias procuraban en vano sostener sus débiles monedas nacionales. En 1997, más de 100.000 millones de dólares de las reservas de divisas de Asia fueron confiscadas y transferidas, en cuestión de meses, a manos privadas. Tras las devaluaciones, los ingresos reales y el índice de empleo cayeron en picada de la noche a la mañana, causando pobreza masiva en países que habían registrado un significativo progreso social y económico en el período de posguerra.
El desbarajuste del mercado de cambio desestabilizó las economías nacionales, creando las condiciones para el posterior saqueo de los activos de producción de los países asiáticos por los llamados "buitres extranjeros". En Tailandia, 56 instituciones financieras y bancos locales fueron cerrados por orden del FMI, y el desempleo prácticamente se duplicó de un día para otro. De manera similar, en Corea del Sur, la "operación rescate" del FMI desató una serie de quiebras y provocó la liquidación directa de los "bancos mercantiles con problemas". Tras la intervención del FMI -concretada en diciembre de 1997 luego de consultas de alto nivel con los ejecutivos de los mayores bancos comerciales y mercantiles del mundo-, cada día cerraban en promedio 200 empresas y 4.000 trabajadores eran despedidos. Como consecuencia del congelamiento de los créditos y "el cierre instantáneo de bancos", se prevén unas 15.000 quiebras para fines de 1998, entre ellas las de 90 por ciento de las compañías sudcoreanas de construcción, con una deuda combinada de 20.000 millones de dólares con instituciones financieras domésticas. El parlamento se ha transformado en un mero sello de goma en el marco de un "chantaje financiero": si determinadas leyes no se aprueban dentro de los plazos fijados por el FMI, éste suspende el desembolso del paquete de rescate, con el peligro de una renovada especulación monetaria.
A la vez, el "programa de salida" (de quiebra forzada) del FMI contribuyó deliberadamente a la fractura de los chaebols (conglomerados empresariales), que ahora son invitados a establecer "alianzas estratégicas con firmas extranjeras", es decir, a ser controlados por capitales occidentales. Con la devaluación, el costo de la mano de obra sudcoreana también cayó. "Ahora es más barato adquirir una de esas compañías de alta tecnología que una fábrica, y el comprador obtiene la distribución, la marca y mano de obra entrenada en el paquete", según el economista Michael Hudson (Our World, Kawasaki, 23 de diciembre de 1997).
La desaparición de los bancos centrales
En muchos sentidos, esta crisis mundial marca la desaparición de los bancos centrales, es decir la derogación de la soberanía económica nacional y la incapacidad del Estado para controlar la creación de dinero en representación de la sociedad. En otras palabras, las reservas privadas de dinero en manos de "especuladores institucionales" exceden por lejos la limitada capacidad de los bancos centrales. Estos, actúen individual o colectivamente, ya no son capaces de combatir las actividades especulativas. La política monetaria está en manos de acreedores privados que tienen la capacidad de congelar presupuestos estatales, paralizar el proceso de pagos, frustrar el pago regular de salarios a millones de trabajadores (como en la ex Unión Soviética) y precipitar el colapso de programas sociales y de producción. A medida que la crisis se agrava, los ataques especulativos a bancos centrales se extienden a China, América Latina y Medio Oriente, con devastadoras consecuencias sociales y económicas.
Este saqueo de las reservas de los bancos centrales no se limita de modo alguno a los países en desarrollo. También afectó a naciones industrializadas como Canadá y Australia, donde las autoridades monetarias han sido incapaces de detener la caída de sus monedas nacionales. En Canadá, financistas privados prestaron miles de millones de dólares para apuntalar las reservas del banco central luego de los ataques especulativos. En Japón, donde el yen alcanzó la cotización más baja de su historia, la situación sudcoreana es considerada, según Michael Hudson, como un ensayo general para la toma de posesión del sector financiero japonés por un puñado de bancos de inversión occidentales. Los grandes actores son Goldman Sachs, Morgan Stanley, Deutsche Morgan Grenfell, que adquieren préstamos bancarios fallidos a menos de 10 por ciento de su valor nominal. En los últimos meses, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, y la secretaria de Estado, Madeleine Albright, han ejercido presión política sobre Tokio, insistiendo en "nada menos que un traspaso inmediato de los créditos bancarios fallidos, preferentemente a estadounidenses y otros ‘inversores buitres’ extranjeros a precios de miseria. Para alcanzar sus objetivos, presionan a Japón incluso para que modifique su Constitución, reestructure su sistema político y rediseñe su sistema financiero (...) Una vez que los inversores extranjeros adquieran el control de los bancos japoneses, éstos pasarán a tomar control de la industria". (Michael Hudson, "Big bang is culprit behind yen’s fall", Our World, Nº 187, Kawasaki, 28 de julio de 1998).
Acreedores y especuladores
Los principales bancos y agencias de valores del mundo son a la vez acreedores y especuladores institucionales. En el actual contexto, contribuyen con sus embates especulativos a desestabilizar las monedas nacionales, aumentando así el volumen de las deudas en dólares. Luego reaparecen como acreedores de esas deudas, y finalmente son llamados como "asesores políticos" o consultores de los "programas de bancarrota" patrocinados por el FMI y el Banco Mundial, de los cuales son beneficiarios últimos. En Indonesia, por ejemplo, en medio de los disturbios callejeros y tras la renuncia del dictador Suharto, la privatización de sectores clave de la economía ordenada por el FMI fue confiada a ocho de los mayores bancos mercantiles del mundo, entre ellos Lehman Brothers, Credit Suisse-First Boston, Goldman Sachs y UBS/SBC Warburg Dillon Read.
Así, los mayores administradores de dinero del mundo prenden fuego a los países y luego son llamados para extinguir los incendios. Por último, deciden qué empresas deben ser cerradas y rematarse a inversores extranjeros a precio de saldo.
¿Quién financia los paquetes de rescate del FMI?
Los bancos centrales de Asia, bajo reiterados ataques especulativos, celebraron contratos de miles de millones de dólares (en el mercado de cambio a término) en un vano intento por proteger su moneda. Ante el total agotamiento de sus reservas de divisas, las autoridades monetarias se vieron obligadas a pedir grandes cantidades de dinero al FMI.
Al igual que en el programa diseñado durante la crisis mexicana de 1994-95, los fondos del rescate no tienen por finalidad "rescatar al país". En realidad, el dinero nunca ingresó a Corea del Sur, Indonesia o Tailandia, sino que está destinado a pagar la deuda a los "especuladores institucionales", a garantizarles que podrán cobrar su botín de miles de millones de dólares. A la vez, los tigres asiáticos han sido domados por sus amos financieros. Totalmente incapacitados, están obligados a pagar los intereses de sus enormes deudas en dólares hasta bien entrado el tercer milenio.
Pero ¿de dónde provino el dinero para financiar estas operaciones? Sólo una pequeña porción de los fondos proceden del FMI: a partir del rescate de México en 1995, los países del G-7 son llamados a realizar enormes contribuciones para estos paquetes. Sin embargo, la emisión de bonos de deuda pública de Estados Unidos para este fin es garantizada por el mismo grupo de bancos de inversiones de Wall Street involucrado en los embates especulativos. En otras palabras, aquellos que garantizan la emisión de deuda pública para financiar el paquete de rescate son los mismos que en última instancia se apropiarán del botín (por ejemplo, como acreedores de Corea del Sur o Tailandia), es decir que son los receptores últimos del dinero del rescate, que esencialmente constituye una "red de seguridad" para las instituciones especuladoras. Así, los enormes créditos otorgados están destinados a permitir que los países asiáticos paguen sus deudas con las mismas instituciones financieras que contribuyeron a provocar el colapso de sus monedas nacionales. Como resultado de este círculo vicioso, un puñado de bancos comerciales y empresas de corretaje se enriquecieron más allá de lo imaginable y aumentaron su influencia sobre gobiernos y políticos en todo el mundo.
Fuerte medicina económica
Desde la crisis de México, el FMI jugó un papel crucial en la determinación del "ambiente financiero" mundial. Los principales bancos del mundo ansían información interna y sus ataques especulativos, para tener éxito, requieren la implementación de una "fuerte medicina económica" en el marco de los acuerdos de rescate del FMI. Los "seis grandes" bancos comerciales de Wall Street (entre ellos Chase, Bank America, Citicorp y J.P. Morgan) y los "cinco grandes" bancos de inversiones (incluidos Goldman Sachs, Lehman Brothers, Morgan Stanley y Salomon Smith Barney) fueron consultados sobre las cláusulas a incluir en los acuerdos. En el caso de la deuda sudcoreana a corto plazo, las mayores instituciones financieras de Wall Street fueron convocadas el 24 de diciembre de 1997 para conversaciones de alto nivel en el Banco de la Reserva Federal, en Nueva York.
Estos bancos tienen una influencia directa en el colapso de las monedas nacionales. En abril de 1997, sólo dos meses antes del comienzo de la crisis asiática, el Instituto de Finanzas Internacionales, un gabinete de estrategia de Washington que representa los intereses de 290 bancos y empresas de corretaje, urgieron a las autoridades de los mercados emergentes a contrarrestar la presión alcista en el tipo de cambio cuando fuera necesario. Este pedido, comunicado en una carta formal al FMI, sugiere de forma inequívoca que el FMI debía promover un entorno financiero en el que se permitiera el colapso de las monedas nacionales.
Desregulación del movimiento de capitales
Las normas internacionales que regulan el movimiento internacional de capitales contribuyen a dar forma a los "campos de batalla financiera" desde donde los bancos y especuladores realizan sus mortales ataques. En su campaña mundial por apropiarse de la riqueza financiera y económica, los bancos mundiales y empresas multinacionales presionan activamente para la desregulación directa del flujo de capitales, incluido el movimiento de fondos itinerantes y dinero "sucio". En concesión a esta demanda -tras apresuradas consultas con los ministros de Finanzas del G-7-, el Comité Interino del FMI emitió un veredicto formal para desregular el movimiento de capitales en abril. El comunicado oficial estipulaba que el FMI proseguiría con la enmienda de sus Estatutos con vistas a "hacer de la liberalización del flujo de capitales uno de los propósitos de la institución, y ampliar, en la medida de lo necesario, la jurisdicción del Fondo con este fin". El director gerente del FMI, Michel Camdessus, admitió en un tono desapasionado que "varios países en desarrollo podrían ser objeto de ataques especulativos tras abrir su cuenta de capital", pero reiteró que esto puede evitarse mediante la adopción de "políticas macroeconómicas sanas y sistemas financieros fuertes".
La decisión del FMI de desregular el movimiento de capitales fue tomada a puertas cerradas -convenientemente oculta de la opinión pública y con muy poca cobertura periodística-, apenas dos semanas antes de que grupos de ciudadanos de todo el mundo se manifestaran masivamente en abril contra el polémico Acuerdo Multilateral de Inversión (AMI) auspiciado por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Este acuerdo hubiera otorgado amplísimos derechos a bancos y compañías multinacionales, invalidando las leyes nacionales sobre inversión extranjera y derogando derechos fundamentales de los ciudadanos. El AMI constituye un acto de capitulación de los gobiernos democráticos ante los bancos y empresas multinacionales.
El momento no podía ser más oportuno: aunque la aprobación del AMI se detuvo temporalmente, se lanzó oficialmente la propuesta desregulación de la inversión extranjera mediante un camino más expeditivo. La enmienda del estatuto del FMI derogaría para todos los efectos prácticos los poderes de los gobiernos nacionales para regular la inversión extranjera y también anularía los esfuerzos de ciudadanos de todo el mundo contra el AMI, ya que la desregulación de la inversión extranjera se alcanzaría, de un plumazo, sin la necesidad de un acuerdo multilateral auspiciado por la OCDE o la Organización Mundial del Comercio, y sin los jaleos legales de un tratado mundial de inversión inscripto en el marco del derecho internacional.
Creación de un observador financiero mundial
Los mayores bancos e instituciones financieras del mundo, mediante su vocero en Washington, el Instituto de Finanzas Internacionales, discutieron en abril a puertas cerradas una iniciativa aún más perceptiva, aunque redactada en un lenguaje más suave. La propuesta consiste en la creación de un "observador financiero" llamado "Consejo asesor del sector privado" que supervisaría rutinariamente las actividades del FMI. En respuesta a la iniciativa, el FMI se propuso tomar "medidas concretas para fortalecer la participación del sector privado" en el manejo de las crisis, lo que podría ser interpretado como un "acuerdo de división de poder" entre el FMI y los bancos internacionales.
La comunidad bancaria internacional también estableció su propio "Comité directivo sobre finanzas de mercados emergentes", integrado por algunos de los más poderosos financistas del mundo, como William Rhodes, vicepresidente del Citibank, y David Walker, presidente de Morgan Stanley. El propósito oculto de estas iniciativas consiste en transformar gradualmente al FMI de un organismo intergubernamental en una burocracia que sirva más efectivamente a los intereses de los grandes bancos e instituciones mundiales. Más importante aún, éstos pretenden acceder a los detalles de las negociaciones del FMI con sus países miembros, lo cual les permitiría planificar cuidadosamente sus embates a mercados financieros antes y después de cada acuerdo de rescate.
La actual crisis financiera no sólo conducirá a la eliminación de instituciones estatales en todo el mundo, sino también al desmantelamiento gradual (y a la posible privatización) de las instituciones creadas tras la Segunda Guerra Mundial en la Conferencia de Bretton Woods. Estas, contrariamente a lo que son hoy en día, fueron creadas con la finalidad de salvaguardar las economías nacionales. Como dijo el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morganthau, el 22 de julio de 1944, en su discurso de clausura de dicha conferencia: "Vinimos aquí para establecer métodos que eliminen los males económicos -la devaluación monetaria competitiva y los obstáculos destructivos del comercio- que precedieron a esta guerra. Lo hemos logrado".
¿Lo hemos logrado?
Michel Chossudovsky es profesor de Economía de la Universidad de Ottawa y autor de "La globalización de la pobreza: Impacto de las reformas del FMI y el Banco Mundial", Red del Tercer Mundo (Penang) y Zed Books (Londres), 1997.
Copyright de Michel Chossudovsky, Ottawa, 1998. Todos los derechos reservados. Para publicar este texto, contactar al autor en chossudovsky@sprint.ca o por el fax: 1 514 4256224.
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