No. 87/88 - Enero/Febrero 1999
Cómo triunfó la ideología neoliberal
por
Ted Wheelwright
En este discurso pronunciado en la Universidad de Sidney, el autor explica el proceso por el cual el neoliberalismo alcanzó su actual dominación intelectual; un proceso orquestado y financiado por grandes empresas y que involucró a una sociedad semisecreta de economistas.
Los actuales cambios en materia de economía política en la Universidad de Sidney no pueden entenderse sin cierto conocimiento de la historia del pensamiento económico. Esta solía ser una materia obligatoria hace tiempo, y yo llegué a enseñarla. Ahora muy pocos estudiantes la eligen, por lo que intentaré remediar esa deficiencia.
Mi tesis es que en los años 20 y 30 se produjo una revolución en la economía gracias al más famoso economista político de la primera mitad del siglo, John Maynard Keynes, posteriormente "elevado" a la Cámara de los Lores, si esa es la expresión correcta. El hecho es que se trataba de un vástago de la clase dirigente de Gran Bretaña que negoció en representación de ese país en la conferencia de Bretton Woods, y no sólo de otro "izquierdista de pelo largo" que podía ignorarse.
Esta revolución fue tan peligrosa para el orden político y económico establecido que debió ser sustituida por una contrarrevolución, la cual comenzó justo antes de la Segunda Guerra Mundial pero debió ser pospuesta hasta el fin del conflicto. Dicha contrarrevolución fue orquestada y financiada por grandes empresas y medios de comunicación, en especial en aquellas partes del mundo dominadas por Gran Bretaña o Estados Unidos, como Australia. También involucró a una sociedad semisecreta de economistas que alcanzó casi todos los rincones del mundo industrializado, incluido éste.
Responsabilidad del Estado
Keynes negó el principal dogma del liberalismo económico: que el sistema capitalista funciona mejor sin interferencia del Estado y que las fuerzas del mercado se encargan de lograrlo siempre que haya competencia mundial. Los intentos de alcanzar el equilibrio sobre esta base obviamente fracasaron, señaló Keynes. En realidad, los hechos demostraron que el libre comercio, la movilidad internacional del capital y la propiedad extranjera de activos nacionales promueven más la guerra que la paz.
Todo indicaba que el pleno empleo era un fenómeno raro y efímero, mientras las inversiones a largo plazo eran desplazadas por inversiones especulativas a corto plazo. En consecuencia, debía imponerse un gravamen a la actividad especulativa. La política monetaria no funcionaba, por lo tanto el Estado debía adoptar cada vez más responsabilidades para organizar la inversión.
La mano de obra podía considerarse en el mejor de los casos como el único factor de producción, funcionando en un medio determinado de capital, técnica y recursos naturales. La desaparición gradual de una tasa de retorno sobre la riqueza acumulada podía rendir grandes beneficios. Keynes, él mismo un matemático, creía que la economía matemática no servía de mucho, porque en general "pierde de vista las complejidades e interdependencias del mundo real desde un laberinto de presunciones y símbolos inútiles".
Durante los años de la guerra, Keynes negoció para el gobierno británico acuerdos comerciales de posguerra y favoreció la comercialización estatal de bienes, los cárteles internacionales para productos manufacturados necesarios, y restricciones cuantitativas de importación para los productos manufacturados no esenciales. El economista consideraba estas medidas como "herramientas para una vida económica ordenada".
Contrarrevolución
Nunca modesto, Keynes decía que sus escritos revolucionarían la forma en que el mundo pensaba sobre los problemas económicos. Tenía razón. Pero para la clase capitalista dirigente en el mundo occidental y los economistas ortodoxos de las universidades -sumos sacerdotes del laissez-faire-, las ideas de Keynes eran subversivas y debían ser eliminadas. Para esto, era necesario una contrarrevolución. Ello ocurrió, un poco tarde, en la Universidad de Sidney, en coincidencia con la designación de un economista conservador como rector, a mediados de los años 60, y el posterior nombramiento de dos nuevos profesores conservadores de economía. Uno había sido asesor del Partido Liberal y consultor de empresas privadas, y el otro era miembro fundador de un gabinete de estrategia de derecha, el Centro de Estudios Independientes.
Para discutir sobre el papel de las universidades en esta contrarrevolución, es esencial recordar que no son ni nunca han sido "torres de marfil" que albergan investigadores desapasionados en busca de la verdad objetiva. La mayoría de las universidades antiguas fueron fundadas para propagar dogmas religiosos y capacitar sacerdotes para determinadas órdenes. Esto fue especialmente cierto en Europa, y luego en Estados Unidos, donde Harvard y Yale fueron fundadas por congregacionistas, y Princeton por presbiterianos.
Pero el ambiente exterior finalmente se impone. La Facultad de Economía de Londres, por ejemplo, fue fundada por la Sociedad Fabiana para facilitar la reforma social, pero no pasó mucho tiempo antes de que fuera dominada por economistas ortodoxos que entrenaban a los "sacerdotes" de las altas finanzas, la principal ocupación de Londres. Algo similar ocurrió en Chicago, la universidad que ha producido o albergado más economistas en favor del libre mercado en todo el mundo. Coincidentemente, obtuvo más premios Nobel de Economía que cualquier otra universidad, financiados por el Banco de Suecia.
Un nuevo libro de Richard Cocket (Pensando lo impensable: Los gabinetes de estrategia y la revolución económica, 1931-83), documenta en detalle cómo y por quiénes fue ideada la contrarrevolución económica. La Facultad de Economía de Londres jugó un papel fundamental, y dentro de ella F.A. Hayek, líder de la escuela austríaca del liberalismo económico, designado en 1931 con el fin de contrarrestar el impacto de Keynes en Cambridge. El libro señala que "el debate entre Hayek, los liberales económicos y Keynes durante la década del 30 preparó el camino para la formulación de un movimiento internacional de liberales contra la economía keynesiana que condujo al desarrollo de una escuela antikeynesiana en la Gran Bretaña de la posguerra, encabezada por el Instituto de Asuntos Económicos, y posteriormente al thatcherismo".
El "Camino a la servidumbre" de Hayek
Durante la guerra (1942) se lanzó el Informe Beveridge sobre el Pleno Empleo, y un año después Hayek publicó su Camino a la servidumbre. Se trataba de una respuesta a Beveridge y argumentaba que las medidas necesarias para alcanzar el pleno empleo implicarían un sistema político totalitario. El libro se transformó en la Biblia de la derecha. Fue publicado en el Reader’s Digest en 1945, el año en que la Universidad de Chicago invitó a Hayek a una gira por Estados Unidos. En 1950, creó una cátedra especial para él.
Un empresario suizo invitó a Hayek a dar una charla a estudiantes de la Universidad de Zurich, y posteriormente a cenar con un grupo de industriales y banqueros. Algunos de éstos ofrecieron apoyo financiero al plan de Hayek de fundar una sociedad para convertir la próxima generación de intelectuales al credo del liberalismo económico. Luego logró respaldo financiero británico y estadounidense, lo cual permitió la conferencia inaugural de Mont Pelerin, Suiza, en abril de 1947, de donde tomó su nombre la nueva organización. Treinta y nueve personas asistieron a la conferencia, entre ellas reconocidos economistas como Hayek, Robbins y Popper, de la Facultad de Economía de Londres, Friedman y Knight de la Universidad de Chicago, algunos altos funcionarios de gobierno como Jacques Rueff, ex ministro del Tesoro de Francia, y tres periodistas, uno del Reader’s Digest, otro de Fortune y otro de Time&Tide. Veinticuatro de los asistentes eran de Estados Unidos o Gran Bretaña, y el resto de otras partes de Europa. Ninguno procedía del Tercer Mundo.
Hayek fue electo presidente y presagió un ataque a los sindicatos: "Si ha de haber alguna esperanza de un retorno a la economía libre, una de las cuestiones más importantes a las que debemos prestar atención es cómo delimitar adecuadamente los poderes de los sindicatos en las leyes y en los hechos". La Sociedad se reunió aproximadamente cada dos años y permaneció semisecreta hasta que sus crecientes dimensiones ya no lo permitieron. En 1980, asistieron unos 600 miembros e invitados a su conferencia en el Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. A mediados de los 80 se reunió en Australia, y la prensa publicó algún material sobre ella.
El australiano Max Hartwell, miembro de la Sociedad y profesor de historia económica radicado en Gran Bretaña durante muchos años, escribió una historia de la Sociedad que aún permanece inédita. Hartwell enumeró seis formas en que la Sociedad contribuyó al resurgimiento del liberalismo económico: aumentó los conocimientos, otorgó autoridad a las ideas económicas liberales, tranquilizó a sus miembros, difundió ideas internacionalmente, produjo en todo el mundo instituciones que propagaron el liberalismo económico y contribuyó al cambio de políticas de gobierno mediante el papel de sus miembros como asesores o creadores de políticas.
Anthony Fisher y la IAE
Sin embargo, inicialmente las ideas de esta sociedad semisecreta no alcanzaron una audiencia muy amplia. Quien lo logró fue un empresario descrito por Milton Friedman como "la persona más influyente en el desarrollo del thatcherismo". Se trata de Anthony Fisher, a quien la ex primera ministra británica Margaret Thatcher concedió el título de sir en 1988. Hizo su fortuna gracias a la cría de pollos, y en 1955 utilizó parte de ella para financiar el Instituto de Asuntos Económicos (IAE) y muchos otros gabinetes de estrategia favorables al libre mercado. Otro industrial contribuyó con la mitad del capital circulante del Instituto, cuyo objetivo consistía en "propagar ideas económicas sensatas en las universidades y otros centros de educación".
En 1956, un ex profesor de economía de la Universidad de St. Andrews, Ralph Harris, fue designado director. Bajo su dirección, el Instituto publicó en los años 60 y 70 una serie de panfletos sobre diversos temas, incluida la privatización de Telecom y el cierre de varias minas de carbón. Contribuyeron grandes nombres de las ciencias económicas, como el australiano Colin Clark, Hayek, Haberler, Johnson, Friedman, Jewkes, Robbins y Paish.
Tras su primera elección como primera ministra, Thatcher envió una nota a Harris que decía: "La deuda que tenemos con usted es inmensa". La gobernante trató de pagar esa deuda condecorando al director del IAE con la Alta Cruz. Por eso Friedman dijo: "Sin el IAE, dudo mucho que hubiera habido una revolución thatcherista".
Thatcher también escribió una carta a Hayek en su cumpleaños número 90, durante su décimo año de mandato, agradeciéndole por su liderazgo e inspiración. La prensa tuvo un papel fundamental en la propagación de la ideología del Instituto: el diario más importante que lo apoyó fue The Daily Telegraph, cuyo actual propietario, Conrad Black, es accionista mayoritario de la agencia Fairfax, de Australia. The Times también dio publicidad al Instituto. El propio IAE produjo documentos sobre liberalismo económico y monetarismo, y tuvo fuertes vínculos con asociaciones conservadoras de estudiantes en varias universidades.
También se crearon otras instituciones. En 1974 se fundó el Centro de Estudios Políticos, supuestamente para "reformar al Partido Tory". En 1980, el IAE fundó la Unidad de Asuntos Sociales, con el objetivo de hacer por la sociología lo que el Instituto había hecho por la economía. En 1976, tres graduados de la Universidad de St. Andrew fundaron el Instituto Adam Smith, en el bicentenario de la publicación de "La riqueza de las naciones". Luego fueron a Estados Unidos a trabajar para un gabinete de estrategia, la Fundación del Patrimonio, que había sido fundada en Washington en 1973 por un ex estudiante de la Facultad de Economía de Londres "para hacer por la política estadounidense lo que el Centro de Estudios Políticos hizo por la política británica". Esta fundación publicó en 1980 su Mandato para el Liderazgo, que sirvió como modelo al gobierno de Ronald Reagan. Como destacó el autor de Pensando lo impensable, esto ilustra de qué manera estaban vinculados los movimientos británico y estadounidense, guiados como estaban por "los mismos economistas y publicistas de la Sociedad Mont Pelerin".
El padre fundador del primer gabinete de estrategia de libre mercado de Gran Bretaña, Anthony Fisher, se transformó en el primer presidente del Instituto Fraser de Canadá en 1974, y en 1977 estableció en Nueva York el Centro Internacional para Estudios de Política Económica. En 1979, fundó el Instituto del Pacífico para la Política Pública en San Francisco, donde compartió un apartamento con Milton Friedman. En Australia, Fisher participó en el desarrollo del Centro de Estudios Internacionales, dirigido por Greg Lindsay, que según Cockett "se transformó en un importante contribuyente de las ideas del libre mercado en la política australiana durante la década del 80".
Para coordinar estos institutos, Fisher creó la Fundación Atlas de Investigación Económica como estructura central. Para 1991, la Fundación afirmaba haber creado, financiado o ayudado de alguna manera a 78 institutos, y tener vínculos con otros 81, en 51 países. Tras la caída del muro de Berlín, gran parte de su personal se trasladó a Europa oriental y a la ex Unión Soviética "para convertir sus débiles economías a las virtudes del capitalismo". Así, al decir de Cockett, "se recorrió un largo y extraordinario camino desde el encuentro inicial de Fisher con Hayek en la Facultad de Economía de Londres, unos 40 años atrás".
Estos, entonces, son los antecedentes internacionales de la actual lucha por la economía política en la Universidad de Sidney. Muchos quedaron por el camino, muchas carreras fueron destrozadas, y algunos fueron marginados definitivamente de la vida académica. Pero pese a todas las trampas, la sociedad secreta de la economía ortodoxa, los falsos institutos de investigación y el poder de la prensa, sobrevivimos, y se han dictado cursos de economía política durante 20 años, aunque no se llaman así.
Las cosas están cambiando a nuestro favor. Comenzaron a cambiar hace algunos años, a partir de la publicación de Racionalismo Económico en Camberra, de Michael Pusey. En dicho libro, Pusey advierte que la lógica final del racionalismo económico conducirá a la internacionalización de la "democracia empresarial" totalitaria y finalmente destruirá la sociedad tal como la conocemos. Afortunadamente, también señala que el racionalismo económico probablemente se derrumbará a muy corto plazo "bajo la presión de realidades que no puede comprender".
Ted Wheelwright trabaja en el Centro Transnacional de la Universidad de Sidney.
Este artículo fue tomado de Social Alternatives (Vol. 17, Nº 3, julio de 1998).
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