No. 89 - Marzo 1999
INDIA
Agricultores queman cultivos transgénicos
por
Gauri Lankesh y Pasllavi Ghosh
La decisión del gobierno de India de autorizar a la transnacional estadounidense Monsanto la plantación de cultivos de experimentación de sus semillas de algodón híbrido transgénico en nueve estados del país concitó una fuerte reacción de parte de agricultores, ONGs, científicos y activistas en general. En los estados sureños de Karnataka y Andhra Pradesh, los agricultores prendieron fuego a dichos cultivos, y aumenta la presión para que se retire el permiso oficial para ese tipo de ensayos.
Basanna, un algodonero de la aldea Sindhanoor, en el distrito indio de Raichur, sufría la misma suerte que los demás algodoneros de esa región, cuyos cultivos habían sido atacados por millones del temido gusano bellotero del algodón, y por más plaguicidas y productos químicos aplicados, no lograron contener la plaga. Atrapados entre la espiral de deudas y la destrucción de sus cultivos, más de 200 cultivadores de algodón de los estados de Karnataka, Andhra Pradesh y Maharashtra se suicidaron.
Por eso, cuando en julio pasado una exitosa compañía de semillas le propuso utilizar parte de su campo para ensayar un nuevo tipo de algodón resistente al gusano bellotero, Basanna aceptó encantado. Después de haber cuidado con esmero la plantación, estaba a punto de hacer la cosecha cuando más de 100 activistas de la asociación de agricultores de Karnataka (KRRS) llegaron a su campo con el propósito de destruir el cultivo. Luego de recibir las explicaciones sobre el peligro que representaban esos cultivos transgénicos, no sólo para él sino para toda la comunidad, Basanna se convenció y se unió a los activistas, y ahora tiene pensado demandar a la empresa que le proporcionó las semillas.
Pero los cultivos de Basanna no fueron los únicos destruidos por el fuego. En diciembre pasado los activistas del KRRS quemaron los cultivos de seis sitios del estado de Karnataka en los que se experimentaba la variedad transgénica de algodón MECH 1 Bt, más conocida como algodón Bollgard. Las últimas acciones de la campaña "Quemar a Monsanto" del KRRS -que anteriormente se había enfrentado a otras trasnacionales como Cargill Seeds y Kentucky Fried Chicken-, alcanzó los titulares y encendió un debate en todo el país sobre las fronteras de la biotecnología y los peligros para el agro.
¿Por qué algunos agricultores están en contra de los cultivos transgénicos y exigen la expulsión del país de Monsanto, una de las mayores compañías de semillas y biotecnología del mundo? Gran parte de la resistencia se origina en el monopolio que detenta Monsanto sobre el mercado mundial de semillas, y tiene que ver con su protagonismo en la creación del gen Exterminador, con la ética de la ingeniería genética, con que los cultivadores de algodón de India -que producen el 32 por ciento del algodón mundial- han caído en las manos de una transnacional, y con la pérdida de la diversidad biológica.
En los últimos seis meses de 1998, una empresa conjunta denominada Mahyco-Monsanto Biotechnology Private Limited (MMB) realizó cultivos de experimentación del algodón MECH 1 Bt en 40 sitios de nueve estados de India.
El riesgo de contaminación biológica
Si bien los ministros de agricultura de Karnataka y Andhra Pradesh no tenían idea de los riesgos, la empresa MMB argumenta que las pruebas se hicieron con la colaboración del Consejo de Investigación Agrícola de India y conforme a las normas estipuladas por el Departamento de Biotecnología y Ambiente. "Los cultivos de experimentación estaban en las etapas finales", dice Meena Vaidyanathan, gerente de comunicaciones de Monsanto en India. "De los datos recogidos surge que el cultivo resultó eficaz en función de los costos para los agricultores".
El algodón Bt es la primera variedad transgénica de un cultivo comercial que se experimenta en India. "Los países adelantados ya han adoptado ese tipo de cultivos y no queremos quedarnos atrás", dice Raju Barwale, director gerente de Maharashtra Hybrid Seed Company (Mahyco). "Los agricultores y el país se beneficiarán con la utilización de semillas manipuladas genéticamente, también llamadas transgénicas, para el cultivo de algodón. Estas semillas de la prosperidad ayudarán a los agricultores a proteger los cultivos, utilizar menos insecticidas y aumentar las ganancias".
La forma en que funciona el cultivo Bt es considerada una maravilla científica. Como el gusano bellotero del algodón es una de la plagas más importantes que atacan al algodón, lo que la biotecnología ha hecho es tomar un gen de una bacteria del suelo llamada Bacillus thuringiensis e insertarla en la planta. Este gen ayuda a la planta a producir una toxina que mata a los gusanos. "Los datos obtenidos de los cultivos de experimentación han demostrado que los campos no sólo produjeron un 25 por ciento más de algodón, sino que el agricultor tuvo que gastar mucho menos en plaguicida de lo que gasta habitualmente. En lugar de gastar 6.000 Rupias en plaguicidas para aplicarlos seis o siete veces en un acre, tuvo que aplicarlos una sola vez", dice Vaidyanathan.
El personal de Monsanto dice que el algodón Bt ha tenido gran éxito en Estados Unidos, donde es cultivado en más de 28 millones de acres, así como también en otros países industrializados. Incluso China ya está en su octavo cultivo de algodón Bt. "Si los agricultores no estuvieran conformes con el producto, este no tendría tanto éxito", señalan.
Entonces, ¿el Algodón Bt es la solución perfecta para las penurias de los algodoneros? Por cierto que no, dice el KRRS y grupos ambientalistas. Para empezar, manifiestan sus reservas sobre la forma en que se realizaron los cultivos de experimentación. Sergio Oceransky, de la organización Play Fair Europe!, quien vio personalmente algunos de los campos de experimentación. comenta: "Monsanto no adoptó medidas de bioseguridad en India. El riesgo de contaminación biológica es muy elevado en esos ensayos y Monsanto no ha mantenido siquiera las zonas de amortiguación básicas entre los campos de experimentación y el resto de las tierras agrícolas. En Europa no hubieran podido seguir adelante con esa falta de consideración".
Suman Sahay, de la Campaña Gen, con sede en Delhi, dice que "en el exterior se pone mucho cuidado cuando se experimenta con cultivos transgénicos. Se sigue un estricto protocolo de controles y aislamiento. Pero aquí se aprovechan del desconocimiento público del tema y del escaso nivel de exigencia en el cumplimiento de las normas". Señala que en los países desarrollados donde se ha plantado algodón Bt, los campos están rodeados de un amplio cerco de diferentes tipos de cultivos llamados "refugios", que sirven de alimento a los gusanos. En India no se adoptó esta precaución.
Según el material proporcionado por Monsanto, "Las tierras destinadas al cultivo de algodón albergan cientos de variedades de plantas, tanto silvestres como cultivadas, que sirven de refugio natural para el gusano bellotero, por lo que en India no es necesario construir refugios especiales". Según un científico que trabaja para una empresa de biotecnología con sede en Bangalore, el argumento de Monsanto es insostenible: "Diría que el refugio es absolutamente necesario ya que los límites entre los campos no son más que pequeñas hileras. Lo que ocurrirá aquí es que los gusanos atacarán los campos vecinos que no han sido plantados con algodón Bt, y eso no es justo. A menos, claro, que el plan de Monsanto sea obligar a todos a adoptar su algodón". El científico alerta sobre el peligro de una contaminación biológica: "Monsanto dice que la propagación de polen alcanza tan solo un metro y medio. Tal vez las condiciones de Estados Unidos en las que llegaron a esa cifra sean diferentes, pero aquí en India el polen puede trasladarse hasta cinco kilómetros y contaminar otras plantas".
El riesgo de desarrollo de resistencia
De hecho, una gran cantidad de expertos de todo el mundo tiene reservas sobre la tecnología que posibilita la transferencia de genes, o la tecnología transgénica. Robin Jenkins, que trabaja sobre las consecuencias socioeconómicas del algodón Bt, escribió en The Ecologist: "La forma en que funciona la tecnología bien valdría un buen capítulo en cualquier historia de la agricultura ya que presentaría un avance importante en nuestra capacidad de competir con nuestros insectos competidores. Pero en la práctica, las generaciones futuras seguramente considerarán que esta última innovación ha sido temeraria y desatinada, si no completamente estúpida e imperdonable".
Jenkins sostiene que una planta que libera veneno a lo largo de todo su periodo de crecimiento ofrece la mayor ventaja biológica posible para que los insectos desarrollen resistencia. Agrega también que eminentes entomológos han llegado a la conclusión de que es inevitable que pronto las plagas resistente al Bt atacarán otros cultivos de importancia, como la papa y el maíz, provocando una crisis agrícola en todo el mundo.
El riesgo de una contaminación irreparable
Un ardiente opositor a las plantas transgénicas es el príncipe Carlos de Inglaterra, quien escribió en The Daily Telegraph: "Los cultivos modificados genéticamente son presentados como un adelanto que aumentará las ganancias a través de técnicas que son una mera extensión de los métodos tradicionales de fitomejoramiento. Me temo que no puedo aceptarlo. La diferencia fundamental entre el fitomejoramiento tradicional y el resultante de la manipulación genética es que en este último el material genético de una especie de vegetal, bacteria, virus, animal o pez es literalmente insertado en otra especie con la cual nunca se hubiera cruzado naturalmente. La utilización de este tipo de técnicas plantea, a mi juicio, aspectos éticos y prácticos cruciales". Y agrega: "Sencillamente no conocemos las consecuencias que puede traer a largo plazo para la salud humana y el ambiente la liberación de plantas mejoradas de esta forma. Se nos dice que los cultivos modificados genéticamente requerirán menor uso de agroquímicos. Aunque esto sea verdad, ciertamente no es lo único que importa. No se tiene en cuenta el impacto ecológico y social total sobre el sistema agrícola".
El príncipe Carlos también advierte que una vez que el material genético ha sido liberado al ambiente, no puede ser recuperado. "Como algunos han sugerido, tal vez la posibilidad de que se origine un problema de gran envergadura sea mínima. Pero si algo llega a salir mal, nos enfrentaremos con el problema de un tipo de contaminación que se autoperpetúa", afirma.
Hay otra serie de problemas en India. Como señala el líder de KRRS, M.D. Nanjundaswamy, la ingeniería genética de los cultivos se centra en el rendimiento y no en los productos derivados. Después de haber separado la fibra, las semillas de algodón se utilizan para la extracción de aceite de cocina y de proteínas para la alimentación del ganado. "Todas estas posibilidades desaparecerán. Cuando se tienen plantas productoras de toxinas ya no es posible utilizarlas como forraje. La mayoría del ganado deberá ser destinado al frigorífico por falta de forraje", advierte.
La dependencia de esas plantas transgénicas provocará la destrucción de las variedades locales, anuncia Nanjundaswamy. "La llamada revolución verde ya destruyó la fertilidad del suelo, liquidó plagas amistosas y empobreció los rendimientos, lo que debería hacernos detener para preguntarnos si realmente necesitamos ese tipo de plantas modificadas tecnológicamente. Porque son antinaturales. Están hechas con el cruzamiento no de las mismas especies sino de especies diferentes. Tenemos que pensar qué tipo de consecuencias tendrá esto y el daño que podría causar a las generaciones futuras y que ignoramos".
Esa es precisamente la razón por la cual las plantas y alimentos transgénicos encontraron tan firme resistencia en Europa, con una conciencia ambiental más desarrollada a partir de la enfermedad de la vaca loca.
Según otro artículo de la revista The Ecologist, no son únicamente las compañías preocupadas por las preferencias del consumidor -como Kellogg's, fabricante de cereales para el desayuno- las que no utilizan productos transgénicos, sino también cadenas de supermercados decidieron no vender artículos con ingredientes transgénicos y ni siquiera ingredientes de animales alimentados con cultivos transgénicos. Asimismo la Sociedad Vegetariana del Reino Unido se negó a aprobar productos que contengan ingredientes transgénicos.
Para contrarrestar esta resistencia, Monsanto salió a defender los cultivos transgénicos y lanzó una campaña de propaganda en Europa con la consigna "Que comience la cosecha". Los ambientalistas retrucaron: "No, que continúe la cosecha de la naturaleza".
India, el mayor productor de algodón
En India, Monsanto también está ocupada afinando su campaña. Y a pesar de las críticas y el escepticismo, no se va a rendir. La transnacional controla el 10 por ciento del mercado mundial de semillas y es una importante industria de la biotecnología. India le interesa particularmente ya que es el mayor productor de algodón del mundo. El algodón, que genera un abultado ingreso al país a través de textiles, hilados y prendas, es también un enorme mercado para los agroquímicos, y por supuesto, las semillas.
Monsanto compró el 26 por ciento de participaciones de Mahyco, con la cual creó una empresa conjunta, MMB. Además estrechó lazos con el Instituto de Ciencias de India y se comprometió a destinar millones de dólares en la instalación de laboratorios para la investigación de insectos y cultivos tropicales, que formarán el eje de las actividades de investigación en Asia de la compañía.
Pero la respuesta de agricultores y ambientalistas parece haber comenzado. El gobierno de Andhra Pradesh cedió al reclamo de los agricultores y decidió dejar en suspenso las pruebas. Se espera que pronto el gobierno de Karnataka haga lo mismo.
Este artículo está tomado de Sunday (13-19 de diciembre de 1998), y se reproduce con autorización de sus editores.
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