No. 89 - Marzo 1999
GLOBALIZACION DE LA AGRICULTURA
Una amenaza a la seguridad alimentaria
por
David Griffin
La globalización de la agricultura hará que una parte cada vez mayor de las fuentes y la producción mundial de alimentos pase al control de las grandes empresas agrícolas, y esto podría causar inseguridad alimentaria. El autor advierte que para garantizar la seguridad alimentaria de las futuras generaciones se debe reconocer el derecho y la necesidad de cada gobierno a proteger a sus agricultores y ciudadanos.
Algo nuevo se estaba gestando en Inglaterra en el siglo XVI, durante y después del reinado de Enrique VIII. La monarquía había consolidado totalmente su poder, y el campo se había vuelto accesible mediante un buen sistema de rutas y vías navegables. Los señores feudales habían perdido gran parte de su poder para recaudar impuestos y administrar sus propiedades como entidades independientes, pero igualmente poseían la mayor parte de la tierra cultivable del país.
Mientras, Londres emergía como el centro de un mercado nacional. Los señores británicos estaban en una posición única, ya que la aristocracia del continente europeo tenía poderes extraeconómicos para extraer riquezas a los campesinos que ningún rey le podía quitar. Fuera de Inglaterra, los campesinos en general eran dueños de la tierra que trabajaban, y los impuestos eran la única forma de obtener algo de ellos. Sin facultad de tributación, los señores feudales británicos necesitaban una nueva fórmula para aumentar su riqueza y poder sin depender de la fuerza militar o la lealtad. Esa fórmula consistía en producción económica, y evolucionaría hasta convertirse en el capitalismo moderno.
Surgió así en los campos ingleses el imperativo de producir grandes cantidades en forma eficiente. Mientras la agricultura del continente permanecía en la edad oscura, la de Inglaterra daba un gran salto. Se desarrollaron nuevas tecnologías que permitieron a los señores obtener una mayor producción de sus tierras, como el abono, la rotación de los cultivos, la plantación cercana y el control de malezas.
Los señores también aumentaron su parte de las ganancias disminuyendo el número de trabajadores. Si un terrateniente podía hacer que 30 familias arrendatarias de agricultores hicieran el trabajo de 90, por ejemplo, podía compartir la cosecha con 60 familias menos. Los arados y sembradoras tirados por caballos reemplazaron a las herramientas manejadas por el hombre, y se introdujeron varios cambios para aumentar la eficiencia. Gradualmente, el campo se despobló. Los arrendatarios de tierras desplazados se mudaron a las ciudades, donde su mano de obra barata hizo posible la Revolución Industrial.
El imperativo de la extracción de riquezas
Por tanto el capitalismo –la extracción de la plusvalía de la mano de obra por los propietarios de los medios de producción, y la comercialización de ese excedente en un mercado abierto- comenzó por la agricultura. La extracción de más y más riqueza de la producción de alimentos sigue siendo un desafío para los capitalistas hasta hoy. A través de los años, la búsqueda de una mayor producción y eficiencia hizo pasar a la agricultura por varias revoluciones tecnológicas. Primero fue la mecanización de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Luego la fertilización química y el control de pestes y hierbas tras la segunda guerra mundial. Y ahora, la propiedad genética.
La diferencia entre la extracción capitalista actual y la que realizaban los señores en Inglaterra yace en la naturaleza y la cantidad del capital poseído. Actualmente, cerca de 90 por ciento del valor agregado a la producción de alimentos no se adiciona a la tierra, por lo cual el valor de ésta disminuyó respecto de los insumos, el procesamiento y la comercialización. Por ejemplo, a través de varios "avances", las compañías de semillas y productos químicos aumentaron la cantidad de semillas y sustancias "necesarias" para la agricultura.
Globalización significa extracción
Una forma no tecnológica de extracción ha surgido, y se llama globalización. Con el GATT y su sucesora, la Organización Mundial de Comercio (OMC), es cada vez más difícil para los países proteger a sus agricultores y a su población en general de este nuevo fenómeno. Por ejemplo, según las condiciones de la Ronda Uruguay del GATT, se prevé que el precio del maíz estadounidense hará bajar el de Filipinas en 20 por ciento en el año 2000. Esto podría reducir los ingresos de medio millón de campesinos en 15 por ciento, lo que provocará un incremento del número de mujeres y niños que realizan trabajo doméstico, una reducción de las oportunidades de educación para los niños y un aumento de la desnutrición.
Esto es malo para los pequeños agricultores, pero bueno para los grandes comerciantes de granos, que cuentan con subsidios agrícolas y de exportación y obtienen enormes ganancias de la expansión del mercado en condiciones favorables de comercio. También es bueno para los abastecedores de insumos agrícolas de los cultivadores de maíz de Estados Unidos, que tienen un alto grado de industrialización, pero no lo es para estos últimos, que reciben 1,7 dólares por un saco de maíz, muy por debajo del costo promedio de producción.
La propuesta original de Estados Unidos ante la Ronda Uruguay del GATT fue presentada por el ex vicepresidente de Cargill, el mayor comerciante de granos del mundo.
Mezcla mundial de "ingredientes"
El modelo adoptado por empresas transnacionales como Cargill comprende la compra de productos como trigo y maíz donde son más baratos y el agregado de valor, convirtiéndolos en productos más costosos.
Por ejemplo, Cargill también está en el negocio de la carne bovina y porcina. Al manufacturar productos cárnicos con granos importados baratos, reduce el precio de dichos productos. De hecho, Cargill tiene participación en negocios ganaderos en todo el mundo.
Esta mezcla mundial de "ingredientes" perjudica a los agricultores locales. Tradicionalmente, los países han protegido a sus agricultores con aranceles y cuotas de importación, pero ahora la OMC es utilizada con el fin de desafiar la facultad de los gobiernos de interferir con el comercio internacional. Al mismo tiempo, la industrialización no agrícola en países importadores de alimentos provocó la apropiación de agua y tierras para uso industrial. Así sucedió en muchos países como Corea del Sur, Indonesia, China y Arabia Saudita, por nombrar sólo algunos.
Las grandes empresas no controlan las granjas directamente, pero controlan las semillas, pesticidas y fertilizantes (Dow, Monsanto, Novartis, Agro-evo, Dupont), el comercio de granos y la producción ganadera (Cargill, Archer Daniels Midland, Continental, Conagra), y la venta al por menor (Philip Morris, Nestlé, Unilever). Mediante acuerdos de liberalización comercial que ellas ayudaron a redactar, estas compañías controlan cada vez más quién cultiva qué cosa y, en definitiva, qué come la gente.
Incluso países de gran producción agrícola como México y Chile están sujetos a la inseguridad alimentaria debido a la dominación de la agricultura por empresas transnacionales. Chile es el mayor proveedor de frutas y verduras fuera de estación para Europa y América del Norte, y la mayor parte de esa producción y comercio es controlada por cinco multinacionales.
Esta situación es típica de países del Sur, que producen para exportación frutas y verduras de alto valor con mano de obra intensiva y mal remunerada, y que importan cada vez más granos básicos como trigo y maíz desde los subsidiados establecimientos agrícolas del Norte. Es por esta razón que las familias de agricultores de Chiapas, México, se oponen con tanta firmeza al Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Dependencia significa inseguridad
Esta dependencia del comercio mundial pone en peligro la seguridad alimentaria. Por un lado, las multinacionales se quedan con la mayor parte del valor agregado después de todo el proceso de producción de alimentos, y por otro, cualquier disminución del valor relativo de la moneda o las exportaciones de un país dado pone en riesgo su capacidad de adquirir alimentos en el mercado mundial.
Mediante la penetración de capital, los habitantes de este mundo nos hemos vuelto más dependientes de un sistema de agricultura económica y ambientalmente precario. La agricultura para provecho empresarial implica la continua introducción de nuevos insumos para la producción agrícola, la ganadería y el procesamiento de alimentos, y en consecuencia la continua reducción del número de asalariados y trabajadores independientes.
A largo plazo, la globalización y la consiguiente penetración del capital en la agricultura amenaza la propia existencia del trabajo agrícola. Debido a la constante presión para reducir costos, los trabajadores del sector son remplazados por capital o manipulados para que acepten salarios o precios más bajos, como en el caso de los agricultores independientes. La globalización ha acelerado esta tendencia permitiendo que empresas multinacionales se establezcan en países pobres donde la mano de obra es más barata.
Aunque el capitalismo ha sido el motor de grandes progresos en la productividad agrícola, puede convertirse en un cáncer si se eliminan todas las barreras. Los acuerdos de liberalización comercial de los últimos 50 años fueron negociados por capitalistas en su propio interés. Si queremos garantizar la seguridad alimentaria de las futuras generaciones, debemos reconocer el derecho y la necesidad de los gobiernos de protegerla.
Este artículo se basa en los siguientes de la revista estadounidense Monthly Review (No. 3, Vol. 50): "Los orígenes agrarios del capitalismo", de Ellen M. Wood; "La agricultura y el capital monopolista", de William D. Heffernan; "La maduración de la agricultura capitalista: agricultores como proletarios", de R.C. Lewontin; y "Política Mundial de Alimentos", de Phillip McMichael.
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