No. 92 - Junio 1999

Mientras se preparaba la Conferencia de las Partes de la Convención sobre Diversidad Biológica, que se celebró del 22 al 24 de febrero en Cartagena, Colombia, el diario británico The Guardian denunció que el científico Arpad Pusztai, del prestigioso Instituto de Investigación Rowett, había sido despedido por plantear su preocupación sobre la seguridad de los alimentos modificados genéticamente. La destitución de Pusztai y el ocultamiento de sus descubrimientos sólo sirvieron para confirmar el poder y la influencia de la industria de la biotecnología, que se ha opuesto a todo intento de regulación.

Desde que la ingeniería genética se convirtió en una propuesta científica real, ha habido temores acerca de los peligros a ella asociados. Cuando la industria percibió que esa tecnología podía convertirse en una mina de oro y comenzó a explotarla con esas miras, los temores crecieron a la par de la comprobación de sus riesgos. La preocupación ha dado lugar al reclamo de una moratoria general sobre la liberación al ambiente de los organismos modificados genéticamente y, más concretamente, de un protocolo internacional para regular esa tecnología.

La Convención de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica estipula, en su Artículo 19, un protocolo para regular el uso, manejo y transferencias transfronterizas de los organismos modificados genéticamente. Mientras se preparaba la Conferencia de las Partes de la Convención sobre Diversidad Biológica, que se celebró del 22 al 24 de febrero en Cartagena, Colombia, el diario británico The Guardian denunció que el científico Arpad Pusztai, del prestigioso Instituto de Investigación Rowett, había sido despedido por plantear su preocupación sobre la seguridad de los alimentos modificados genéticamente. La destitución de Pusztai y el ocultamiento de sus descubrimientos sólo sirvieron para confirmar el poder y la influencia de la industria de la biotecnología, que se ha opuesto a todo intento de regulación. Estados Unidos, como su vocero, ha intentado desbaratar la firma de un protocolo internacional y, en todo caso, volverlo ineficaz, para lo cual siempre ha contado con aliados en la medida que no tiene derecho a voto por no haber ratificado aún el Convenio de Diversidad Biológica.

En este número se incluye información sobre la creciente evidencia científica que confirma que la ingeniería genética es una tecnología plena de riesgos, así como sobre la Conferencia de Cartagena y los motivos y derivaciones del fracaso de la firma de un Protocolo de Bioseguridad.