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Tema de tapa


No. 92 - Junio 1999

AMÉRICA LATINA

Más allá de los transgénicos

por Eduardo Gudynas

El avance de los cultivos con variedades modificadas genéticamente y los debates sobre bioseguridad han generado una gran discusión en América Latina. Sin embargo, esta polémica se ha vuelto confusa, y ello quedó en evidencia en la conferencia de Cartagena. Ese problema es entendible, en tanto alrededor de los cultivos transgénicos confluyen aspectos tan variados como la salud, la protección ambiental o el comercio internacional. Es tiempo de hacer una pausa y reflexionar sobre las diferentes aristas del tema.

En la discusión sobre los organismos transgénicos todos ambicionan descubrir la información científica supuestamente objetiva que permitiría zanjar la discusión a su favor. Así, los biotecnólogos y sus socios comerciales defienden los procedimientos como inocuos para el ambiente y la salud basados en distintas pruebas de laboratorio, y por el otro lado, organizaciones ambientalistas, consumidores y productores rurales, buscan otras pruebas también científicas para dejar en claro su potencial peligro.

Pero ninguno ha abordado otro aspecto básico en la discusión: la incertidumbre. Posiblemente no es posible determinar con exactitud en un futuro cercano el grado de impacto de todos estos productos. Es más, seguramente en algunos casos será inocuo, en otros tendrá efectos bajo una amplia zona de grises, mientras que habrá situaciones claramente negativas. Debe reconocerse que nos movemos en un terreno de amplia incertidumbre. Buscar las respuestas solamente desde los espacios académicos sería empantanarse por años.

No pretendo rechazar el valor de los resultados técnicos. Pero no son suficientes por sí solos para decidir qué hacer, ya que su margen de incertidumbre es muy grande. Pero además, éste es un tema donde los riesgos son muy grandes. Aunque sólo sea una pequeña fracción de productos los que causen problemas, en tanto son plantados en áreas enormes o son consumidos por millones de personas, las consecuencias dañinas serían enormes. El riesgo en este tema es muy alto: basta un accidente o un error de evaluación ambiental o sanitaria, para tener consecuencias que potencialmente pueden ser muy graves y estar muy extendidas. Lamentablemente el concepto de incertidumbre y el de riesgo han recibido poca atención en esta problemática.

Medidas ambientales y medidas comerciales

Como paso siguiente se deberían distinguir los diferentes tipos de medidas ambientales en juego. Unas corresponden a medidas ambientales legítimas, en tanto verdaderamente sirven a la protección del ambiente o las personas, y son aplicables en el ámbito nacional o internacional. Otras corresponden a medidas espúreas, ya que no son genuinamente ambientales, sino que atienden a otros objetivos, y entre ellas se destacan las trabas comerciales encubiertas.

Los países industrializados han utilizado medidas de los dos tipos, ante las cuales los países latinoamericanos siempre han respondido críticamente. Con el pretexto de enfrentar las trabas en el comercio internacional y la necesidad de progreso, los estados latinoamericanos han evitado medidas ambientales más enérgicas. Paralelamente los países desarrollados avanzan en una práctica disociada, donde imponen medidas ambientales sobre el comercio internacional, pero hacia adentro no actúan con la misma energía desmontando subsidios perversos que generan un alto impacto ambiental.

Problemas de este tipo son evidentes con la posición de la Unión Europea ante los organismos transgénicos, dado sus posturas diferenciales en el caso del comercio de alimentos y sus derivados, y la liviandad con que maneja los mismos productos en los sectores farmacéutico y médico.

Ante esta maraña es necesario identificar aquellas medidas que son ecológicamente legítimas, no sólo ante el comercio global, sino también en el comercio regional. Un antecedente importante en este sentido ha sido la discusión sobre calidad ambiental dentro del Mercosur frente a aditivos químicos en alimentos o detergentes biodegradables. Los propios ciudadanos latinoamericanos están comenzando a reclamar medidas de control ambiental frente a los productos importados, y ellas servirán para proteger sus ambientes y su salud. Por lo tanto, es necesario comenzar a discutir qué tipos de medidas ambientales promoveremos en el comercio internacional y cómo se distinguirán aquellas legítimas de las espúreas.

El problema es que esas medidas espúreas pueden incluso disfrazarse con rótulos ambientales. En estos meses la Unión Europea está insistiendo con la "multifuncionalidad" de la actividad agropecuaria, en el entendido de que ésta cumple no sólo un papel comercial sino que permite mantener una paisaje rural, protege la biodiversidad y asegura un estilo de vida tradicional. Por lo tanto, mientras antes se subsidiaba la producción agropecuaria por razones comerciales, ahora se justifica una protección con esos nuevos argumentos, entre los que se incluyen los ambientales. Tengo la firme intuición de que una perspectiva de esta "multifuncionalidad" desde una visión latinoamericana arrojaría resultados distintos.

Ante estas discusiones, en el caso de los transgénicos es que se debe apelar a medidas de contralor genuinamente ambientales. Si se intenta en otra dirección, utilizando medidas ambientales espúreas, estaremos convalidando un mecanismo de contralor en el mercado internacional que tiene otros efectos negativos sobre nuestros países.

De la misma manera, los instrumentos comerciales que se convaliden deben ser analizados con mucho detenimiento, no sólo por su utilidad en regular a las variedades transgénicas sino por sus consecuencias en otros sectores económicos de nuestros países.

El triángulo del desarrollo agropecuario

Otro paso más debe considerar toda esta problemática en su contexto económico y social. Los cultivos transgénicos impactan sobre el desarrollo agropecuario del continente, que sigue siendo muy importantes en las economías. Los productos agrícolas, como la soja, algodón, maíz, o trigo, están entre las principales exportaciones de América Latina; además, junto a otras especies, sirven de sustento a millones de campesinos. En el total de exportaciones del continente, en 1996, un 12 por ciento fueron bienes primarios agrícolas y un 10 por ciento bienes industrializados primarios (como alimentos y bebidas).

En muchos países éste es un sector importante de sus economías domésticas pero también como fuente de divisas de exportación. Pero también son la causa de grandes impactos ambientales. La superficie de las tierras dedicadas a los cultivos ha aumentado constantemente, y todavía más la dedicada a la ganadería, constituyendo la principal causa de pérdida de áreas silvestres. A ello se suma el impacto de obras de riego y uso de agroquímicos.

El panorama se hace todavía más complejo cuando se recuerda el alto nivel de pobres en el campo. El reciente diagnóstico de CEPAL indica un 39 por ciento de pobreza rural, lo que representa 78 millones de personas.

Atendiendo a estos aspectos se puede dibujar un triángulo que debe servir como marco de análisis. Sus vértices son la conservación de la biodiversidad, el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza. En este marco, recordando los riesgos que representan las variedades manipuladas genéticamente, y que la ciencia se mueve todavía con amplios márgenes de incertidumbre, parece claro que la discusión sobre los organismos transgénicos debe tener un fuerte componente político.

En estos momentos, desde los movimientos ciudadanos, cualquier discusión sobre los cultivos biotecnológicos debe ser parte de un debate más amplio, donde se aborde qué tipo de desarrollo agropecuario sustentable es necesario para la región. Todo parece indicar que los organismos transgénicos no son la respuesta para ese tipo de desarrollo, pero no se los puede enfrentar con medidas aisladas o propuestas que pongan en duda las posibilidades futuras de cambio. La revolución verde tradicional no ha solucionado estos problemas, sino que en buena medida los ha acentuado, y la llegada de los organismos transgénicos empeora la situación. Pero también su rechazo apenas nos regresa a los problemas anteriores.

Ciertamente es un trabajo difícil. Especialmente con actores del medio rural, donde existen organizaciones alternativas y progresistas, pero otras conservadores y reaccionarias, donde unas y otras tienen posturas muy diversas ante este tipo de cultivos.

Integración regional y globalización

Finalmente, el triángulo que sirve de contexto a este tema se aplica a cada país, pero es indispensable también considerarlo a nivel regional. Ello se debe a que las posibilidades de producción agropecuaria son distintas para cada ecosistema, y por lo tanto cada país tiene aptitudes diferenciadas. Esta particularidad debe ser atendida en una estrategia de desarrollo sustentable, donde para cada ecosistema se deberían seguir las opciones de menor impacto ambiental y mayores rendimientos. Así, en las fértiles pampas argentinas parece lógico el cultivo de cereales, pero no lo es el de frutas tropicales.

Este hecho se ha minimizado y cada país busca producir de todo un poco para diversificar su oferta, por lo que cría ganado en sitios inadecuados o cultiva variedades amparadas por excesivos agroquímicos. Los organismos transgénicos acentúan todavía más la aspiración de desconectarse de las opciones y limitaciones ecosistémicas bajo la ilusión de una productividad cerrada sobre sí misma.

Esto desencadena que los países latinoamericanos terminen compitiendo entre sí en el mercado agrícola mundial. Ante ello debemos preguntarnos: ¿Tiene sentido exportar soja latinoamericana hacia Europa para alimentar un ganado que luego se venderá a precios subsidiados, quebrando a los ganaderos latinoamericanos? Lo que se gana por un lado se pierde por el otro, y el balance ecológico de todo el proceso es negativo ya que hay destrucción ambiental en uno y otro continente.

Los acuerdos latinoamericanos de integración regional podrían reducir, e incluso cortar, el circuito dependiente a nivel global. Sería ingenuo pensar que el ultraliberalismo comercial de Estados Unidos o el proteccionismo sesgado de Europa sean los dos únicos caminos a seguir. El comercio agropecuario podría volcarse hacia dentro del continente, donde cada país puede seguir sus mejores aptitudes ecológicas para atender tanto sus necesidades como las de sus vecinos. Poca utilidad tendrían los cultivos transgénicos en ese contexto. Una perspectiva de este tipo exige nuevas posturas de los grupos ciudadanos frente a los acuerdos regionales para promover reformas en este sentido, estudiando y promoviendo nuevas medidas ambientales y comerciales.

La integración regional permitiría manejar de mejor manera las diferentes aptitudes ecológicas de los países, que van desde extremos con altas limitaciones, al caso de Argentina, posiblemente uno de los países con las mejores ventajas del planeta. Pero un proceso de integración debe ser diferenciado de una mera liberalización comercial, ya que ésta limita todavía más las opciones para el desarrollo agropecuario latinoamericano. El caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte es un claro ejemplo de cómo lleva a México hacia la dependencia alimentaria.

En este contexto, algunos hechos recientes, que tras una primera mirada parecerían desvinculados, en realidad generan alerta. Desde mediados de mayo el gobierno de Brasil está emitiendo indicaciones sobre su voluntad de no acompañar a sus socios latinoamericanos en insistir sobre el cese de los subsidios agrícolas de la Unión Europea. Esta actitud no sólo tendrá efectos negativos sobre la integración regional, sino que sirve para perpetuar estrategias agropecuarias negativas tanto en nuestro continente como en Europa.

A nivel global, los organismos transgénicos aparecen en un mercado donde la Unión Europea y Estados Unidos son los grandes productores (cubriendo más de la mitad del comercio mundial en productos agrícolas), pero paradójicamente también son el primer y segundo comprador para América Latina. Si bien aquí no se puede ahondar en ello, este hecho explica en parte varias de las discusiones en Cartagena. Esos países obtienen sus productos agropecuarios con un gran impacto (por ejemplo, con un promedio de 227 kilogramos de fertilizantes por hectárea en la Unión Europea), y con niveles de subsidio del 50 al 60 por ciento de la producción.

Mientras tanto, la participación latinoamericana en el comercio de estos productos sigue cayendo, así como los precios que recibe por los bienes primarios que exporta, forzando a incrementar todavía más los volúmenes obtenidos, con lo que se eleva el costo ambiental. Sea con organismos transgénicos o sin ellos, bajo este esquema comercial global el propio futuro del sector agropecuario está en cuestión.

Los puntos que aquí apenas se esbozan advierten sobre los riesgos de enfocar a los cultivos transgénicos en forma aislada. Es necesario abordarlos en un contexto más amplio del desarrollo sustentable, un terreno donde a fuerza de ser sinceros, apenas estamos comenzando a buscar las respuestas que sean propias para América Latina.

Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).
Correo electrónico: claes@adinet.com.uy


AMÉRICA LATINA CRECIENTE OPOSICIÓN A LOS ORGANISMOS TRANSGÉNICOS DESDE LA REUNIÓN SOBRE BIOSEGURIDAD EN CARTAGENA SE HA SUCEDIDO UNA CRECIENTE OPOSICIÓN A LOS ORGANISMOS TRANSGÉNICOS DESDE ORGANIZACIONES CIUDADANAS, RURALES E INCLUSO ENTIDADES GUBERNAMENTALES EN LOS PAÍSES DEL CONO SUR DE AMÉRICA.

BRASIL * El ministro de Medio Ambiente, Sarney Filho, se declaró contra la liberalización inmediata de alimentos transgénicos, sugiriendo que se realicen estudios de impacto ambiental.
* Los secretarios de agricultura de los 27 estados federados aprobaron en mayo una resolución pidiendo la prohibición de cultivos comerciales.
* En tres estados, los cuestionamientos avanzan todavía más: En Rio Grande do Sul se elevó un proyecto de ley estatal que prohibe el cultivo y comercialización de esos productos destinados a la alimentación humana o animal, tanto por motivos ambientales como por razones comerciales (ese estado es un gran exportador hacia la Unión Europea y Japón). Asimismo, allí se comenzaron a exigir completas evaluaciones de impacto ambiental de esos cultivos, tanto bajo uso comercial como de investigación, por empresas o centros académicos. En el estado de Paraná también se prohibió la producción de organismos transgénicos con fines comerciales. Finalmente, en el estado de Matto Grosso do Sul, la asamblea legislativa analiza iniciativas de control o prohibición del uso de estas variedades.
* En una audiencia de la Comisión de Defensa del Consumidor y del Medio Ambiente, de la Cámara de Diputados, en Brasilia, la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, pidió una moratoria en el cultivo y uso comercial de los organismos transgénicos.
* El gobierno de Rio Grande do Sul avanza todavía más y eleva una interdicción sobre un campo cultivado son soja transgénica por la empresa Monsoy, dependiente de Monsanto.

URUGUAY * Organizaciones ambientalistas criticaron la postura del gobierno uruguayo apoyando al Grupo de Miami en las negociaciones por el Protocolo de Bioseguridad.
* Ambientalistas aprovechan la visita del Príncipe Carlos de Gales y le presentan una carta abierta alertando sobre los cultivos y alimentos transgénicos. El Príncipe Carlos es un conocido opositor a esta biotecnología, y por esa razón el Instituto del Tercer Mundo (IteM), CLAES, CEUTA, REDES, y otras organizaciones, emitieron la comunicación sobre sus peligros, los altos niveles de incertidumbre en sus impactos ambientales y sanitarios.

BOLIVIA * El Foro Boliviano sobre Ambiente y Desarrollo (FOBOMADE) se moviliza ante el anuncio de que la empresa Monsanto de Argentina solicitó la evaluación de campo de soja y algodón transgénicos, para lo cual el gobierno boliviano ha conformado el Comité Nacional de Bioseguridad.

PARAGUAY * Organizaciones ambientales alertaron sobre un pedido de la empresa Monsanto ante la Comisión Nacional de Bioseguridad para el ingreso de variedades transgénicas, inicialmente con fines experimentales.

ARGENTINA * A diferencia de otros países del Cono Sur, no se ha generado un debate sustancial sobre estos cultivos en Argentina. Este país es el segundo productor mundial de soja transgénica (con mas de 4,3 millones de hectáreas) y se encuentra en fases avanzadas para usos comerciales variedades Bt de maíz y algodón, con ensayos además de girasol, alfalfa y algunas hortalizas. En mayo han surgido las primeras consideraciones negativas, pero a partir de preocupaciones comerciales por el temor de la creciente negativa a esos alimentos en los países europeos.

Informaciones del Observatorio Ambiental Agropecuario del Mercosur, de CLAES.
Correo electrónico: claes@adinet.com.uy Página web: www.sicoar.com.uy/claes




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