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No. 143/144 - Setiembre/Octubre 2003

Agenda de seguridad andino-brasileña

por Socorro Ramírez

La distancia física, el extrañamiento cultural y la baja densidad de los lazos económicos, políticos, culturales y sociales han sido característicos de las relaciones entre las naciones andinas y de éstas con Brasil. Esa larga historia durante la cual hemos vivido de espaldas unos de otros, es contraproducente en el marco de las tendencias internacionales actuales, de las negociaciones hemisféricas en curso y de las complejas dinámicas internas en que se debaten cada uno de nuestros países.

Para contribuir a superar el desconocimiento mutuo, para ayudar a formular políticas internacionales más consistentes y para lograr identificar mecanismos que permitan hacerle frente a las amenazas y los retos compartidos, académicos andinos y brasileños hemos venido tomando diversas iniciativas con el fin de construir espacios de debate e investigación conjunta. De esos esfuerzos hacen parte los trabajos del grupo de estudios estratégicos que desarrollan universidades brasileñas, el grupo sudamericano de análisis sobre Colombia promovido por el Centro de Estudios Brasileros, las cátedras andinas que realiza FLACSO-Ecuador, los talleres sobre el conflicto colombiano y sus vecinos realizados en el marco de los eventos internacionales de la Red Espacio y Territorio de la Universidad Nacional de Colombia, y la década de trabajos conjuntos del Grupo Académico Binacional construido por la Universidad Central de Venezuela y el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia.

Todas estas iniciativas han permitido la formulación de un proyecto andino-brasileño que reunió en Bogotá, el 15 y 16 de mayo pasado, a embajadores y agregados de defensa junto con profesionales de centros académicos de todos los países andinos y de Brasil, gracias al apoyo de la Fundación Friedrich Ebert en Colombia (Fescol) y el Instituto Latinoamericano de Desenvolvimento Económico e Social (ILDES) de Brasil. Dos días antes, el 13 y 14 de mayo, el programa sobre inserción internacional de Colombia, que realizamos distintas universidades colombianas con Fescol, aprovechó la presencia de tales académicos para realizar intensas sesiones de trabajo sobre la situación de cada país andino y de Brasil, así como sobre las relaciones de estos vecinos con Colombia. Un proceso similar se vivirá en Brasil el 20 y 21 de octubre, cuando el proyecto andino-brasileño realice su segundo seminario regional.

Este esfuerzo regional quiere contribuir a identificar y priorizar los temas que podrían componer una agenda bilateral y multilateral de seguridad entre Brasil y los países de la Comunidad Andina. Por eso, el primer evento estuvo diseñado de tal manera que permitiera una comprensión de los problemas de seguridad regional para ver cuáles tienen un potencial que los pueda convertir en reales amenazas, así como las razones que a ello ayudan y los mecanismos para evitarlo. El segundo seminario está enfocado a analizar la cuestión de la seguridad, pero referida a la amazonía compartida por todos los países de esta región, el lugar que allí ocupan el crimen organizado y el narcotráfico, y el papel que deberían jugar en un esquema de seguridad regional tanto las fuerzas armadas como el sistema de vigilancia amazónica montado por Brasil, así como a discutir sobre la perspectiva de la sociedad civil para abordar los temas que podrían hacer parte de una agenda andino-brasileña de seguridad.

El primer seminario mostró la urgencia de comprender mejor los procesos en curso en cada uno de los países andinos y en Brasil para salirle al paso a la enorme prevención y a la exageración de las posibles repercusiones que unos puedan tener en los otros. En particular, se vio la inconveniencia de señalar al conflicto colombiano como el factor causante de todo lo negativo que ocurre en la región, pues podría ocultar otras dinámicas internacionales, nacionales o locales que contribuyen a la crisis andina. También mostró lo contraproducente de magnificar la amenaza que éste representa, como lo han hecho las guerrillas y los paramilitares para neutralizar a los países vecinos, el gobierno colombiano para conseguir recursos que le permitan hacerle frente al agravamiento de la confrontación y su mezcla con asuntos transnacionales, algunos de los vecinos para manejar las relaciones con Washington o justificar sus opciones internas, y Estados Unidos para impulsar su política antidrogas y su creciente participación en el conflicto.

Se insistió en que la problemática regional no se reduce a la mera difusión de una epidemia que, a partir de la confrontación colombiana, contaminaría a los demás países del área y que, más bien, existen asuntos fronterizos comunes que requieren de una impostergable actuación conjunta. Además, el seminario examinó otras amenazas mayores, derivadas de tendencias internacionales que estimulan la ruptura de cualquier solidaridad en la región y generan inestabilidad económica, incertidumbre política y turbulencia social.

Una primera amenaza se deriva de que, a pesar de los altos costos del ajuste al que han estado sometidos en la última década, ninguno de los países andinos ha logrado desarrollar formas positivas de inserción internacional, y Brasil enfrenta como ellos un aumento explosivo de miseria, todo lo cual agudiza muy diversas tensiones internas en cada uno de los países de la región. Asimismo, la globalización no ha estimulado complementariedades sino una mayor competencia entre vecinos, y ha hecho prevalecer los intereses económicos meramente nacionales y de corto plazo. Por otra parte, los 30 años de integración andina no han generado lazos sociales, culturales o políticos que permitan una mejor inserción conjunta.

Otra amenaza proviene de que en problemas compartidos, como el de la droga, Estados Unidos ha impuesto un manejo bilateral que rompe los acuerdos entre países vecinos y traslada el problema de unos a otros, mientras su estrategia antinarcóticos ha producido efectos contrarios: le ha dado poder interno a actores armados ilegales, ha aumentado los niveles de corrupción, ha consumido recursos y esfuerzos, y ha debilitado las instituciones. Asimismo, con su cruzada antiterrorista global, Washington avanza confusos intereses estadounidenses e incrementa su intervención militar unilateral mientras desestima las causas y las dinámicas que alimentan la acción terrorista.

Para hacerle frente a esas amenazas y concertar una agenda común de seguridad que ayude a resolver el conflicto colombiano y las interacciones que en las fronteras genera con situaciones problemáticas de los países colindantes, es necesario, ante todo, que el gobierno de Colombia reconozca el alcance de los efectos nocivos de la confrontación nacional sobre sus vecinos, así como su propia limitación para controlarlos, que les informe oportunamente acerca de aquellos aspectos de sus políticas de defensa y seguridad que puedan tener incidencia en las fronteras y que trate de llegar a acuerdos al respecto.

Es necesario, también, generar un cambio de mirada de parte de los vecinos. Este cambio implicaría reconocer que, en un contexto internacional adverso y en medio de una aguda crisis regional, los problemas de uno tienen repercusiones inesperadas en el otro, y la debilidad de la presencia estatal en todas las zonas fronterizas permite el desarrollo de redes ilegales transnacionales, a las que se articulan nacionales de cada país y las cuales no pueden ser controladas por un solo país. Además, se debe admitir que para hacerle frente a ese contexto internacional y a sus problemas internos es necesario valorar las convergencias más fundamentales en torno a la defensa de los derechos humanos y la ampliación de la democracia y la integración, e identificar áreas de divergencia y ámbitos para su tramitación, de tal manera que superen la mutua recriminación en que están inmersos. Asimismo, aceptar que cualquier transacción individual y pragmática que pretenda atender urgencias gubernamentales sin tener en consideración los principios que están en juego y la situación de los vecinos, termina por afectar al país que las utiliza, por hacer más inmanejable la situación y por perturbar la relación entre los vecinos.

Exige, igualmente, que Estados Unidos no imponga sus propios intereses e interfiera esos procesos, sino que entienda que para lograr la estabilidad regional es esencial la concertación entre los países vecinos. A la búsqueda de acercamiento y acuerdo entre gobiernos andinos deberían contribuir, además, Brasil y la Unión Europea, con el fin de que las naciones andinas asuman que la única forma que tienen para hacer frente a un complejo mundo global es a través de la cooperación, la concertación y la integración.

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Socorro Ramírez es investigadora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia.

Correo electrónico: lsramire@bacata.usc.unal.edu.co






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