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No. 95 - Setiembre 1999

Jubileo 2000

La campaña para la cancelación de la deuda

por Thomas E. Ambrogi

Jubileo 2000, la coalición que impulsó la campaña para cancelar las deudas impagables de los países más pobres del mundo, se inspira en el concepto cristiano de la dispensa de las obligaciones cada 50 años. El autor describe esta notable coalición que ha extendido su base de apoyo a unos 60 países y congrega una variedad de organizaciones religiosas y seculares.

El 16 de mayo de 1998, representantes de los ocho países más poderosos del mundo -el Grupo de los Siete (G-7) más Rusia- tuvieron su reunión cumbre anual en Birmingham, Gran Bretaña. Paralelamente, alrededor de 70.000 personas se reunieron allí en la Campaña del Jubileo 2000 para crear una cadena humana de 11 kilómetros alrededor de la sede de la conferencia. Coreando "Rompan las cadenas de la deuda", reclamaron que para el año 2000 se cancelaran las deudas que aplastan a los países empobrecidos. Fue un clamor de justicia que recorre todos los rincones del mundo.

La Campaña Jubileo 2000 es una coalición de una vitalidad y un alcance internacional sin precedentes, que ha tenido una gran expansión en los últimos dos años. La Campaña tiene sus raíces en comunidades religiosas pero incluye grupos seculares de diversa extracción política, que comparten un compromiso moral de asegurar un comienzo nuevo, libre de deudas, para los países más pobres del mundo. Se inspira en el Año del Jubileo descrito en el Levítico, el tercer libro de la Biblia. Pero no hay por qué ser judío, cristiano o musulmán confeso para adherir a la visión de liberación proyectada por este movimiento.

Martin Dent, un economista político de la Universidad de Keele, fue el primero que tuvo la idea de vincular la crisis de la deuda con el concepto del Jubileo y el milenio. En 1990 comenzó a viajar por todo el mundo para ponerse en contacto con ministros de Hacienda y presidentes de bancos a efectos de compartir las listas de cancelación de la deuda y la visión del Jubileo que había elaborado. Finalmente consiguió una financiación inicial y en abril de 1996 se abrió en Londres la primera oficina de Jubileo 2000. La coalición internacional surgida desde entonces ha organizado oficinas en unos 60 países de los cinco continentes.

La primera conferencia internacional de Jubileo 2000 se realizó en Roma en noviembre de 1998, en la que estuvieron representadas 38 campañas nacionales y 12 organizaciones internacionales. Esa conferencia acordó coordinar una Reacción Mundial en Cadena que trabajaría en la recolección de firmas con el objetivo de llegar a los 22 millones -la mayor petición de la historia- para entregarlas en la cumbre del G-7 que se celebraría en Colonia el 19 de junio de 1999. Numerosos organismos eclesiásticos del mundo -incluido el Vaticano, la Conferencia Católica de Estados Unidos y numerosas conferencias nacionales de arzobispos, la Conferencia Lambeth y el Consejo Mundial de la Asamblea de Iglesias en Harare- han apoyado el pedido de cancelación de la deuda del Tercer Mundo.

Origen del Jubileo

El Jubileo proviene de la tradición hebraica descrita en la Biblia, en la cual cada siete años se celebraba un año Sabático y después de siete veces siete años se celebraba el año del Perdón, de la Reconciliación y del regreso a una condición originaria: "Y te has de contar siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que los días de las siete semanas de años vendrán á serte 49 años. (...) Y santificaréis el año 50, y pregonaréis libertad en la tierra á todos sus moradores: este os será jubileo; y volveréis cada uno á su posesión, y cada cual volverá á su familia". (Levítico 25: 8, 10). El Jubileo era anunciado con el sonido del Jobel (cuerno de chivo) y con este nombre posteriormente se identificó a esta celebración.

El llamado al Jubileo es un llamado urgente a superar las estructuras sistémicas de injusticia y pobreza. Intenta crear un nuevo comienzo para todos, restaurar la justicia y la igualdad, y proteger y nutrir la tierra. Pregona la devolución de la tierra a sus propietarios originales, la libertad de los esclavos y la exoneración de las deudas. Es esta noción bíblica del Jubileo la que se convoca para romper las cadenas de la deuda en los países empobrecidos del mundo.

La plataforma de Jubileo 2000 se refiere a la deuda de los países empobrecidos, aun cuando su centro de mira es más estrecho y apunta a los 41 países identificados como Países Pobres Muy Endeudados (PPME). Es necesario resaltar varias ideas centrales de los cinco puntos de la plataforma. En primer lugar, el llamado es a una cancelación definitiva de la deuda - no sólo a reducir o reprogramar el servicio de la deuda. En segundo lugar, sólo se consideran las deudas impagables. En tercer lugar, la cancelación no debe estar condicionada a las drásticas reformas exigidas actualmente por los programas de ajuste estructural, que perpetúan la pobreza y la degradación ambiental. En cuarto lugar, debe haber un reconocimiento de que tanto los prestamistas como los prestatarios son responsables de la situación, y que es necesario emprender una acción conjunta para recuperar los recursos que han sido usurpados por regímenes corruptos. Y, por último, la cancelación debe beneficiar a la gente común, y en términos de común acuerdo en un proceso transparente y participativo que rompa el ciclo de futuras deudas.

La crisis de la deuda

El alivio de la deuda es un acto de justicia, no un llamado a la caridad. La carga de la deuda, en la mayoría de los países empobrecidos, es económicamente insustentable y moralmente inaceptable. Los países empobrecidos están atrapados económicamente en el pago de intereses interminables de sus deudas. Esto les exige desviar grandes cantidades de sus exiguos recursos destinados a la salud, la educación y la seguridad alimentaria, tornando imposible el desarrollo económico real.

Además, la gente común no se benefició de muchos de los préstamos que dieron lugar a estas deudas, pero bajo las reglas del juego económico mundial cargan con la obligación de tener que pagarlas, quedando esta generación y las venideras injustamente encadenadas a la pobreza deshumanizadora. Hasta que no se vea cómo la deuda externa afecta las vidas de las personas, queda restringida a un debate académico entre economistas y ministros de finanzas. La Coalición Jubileo 2000 apunta a ir más allá. Para resolver la crisis de la deuda, tan necesario como un análisis económico es hacer un análisis ético, basado en la dignidad humana.

Según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la deuda mundial general de todos los países en desarrollo fue de 567.000 millones de dólares en 1980, y 1,4 billones en 1992. En ese mismo periodo de 12 años, el total de pagos de la deuda externa de los países del Tercer Mundo ascendió a 1,6 billones de dólares. Esto significa que a pesar de haber pagado ya el triple de los 567.000 millones de dólares que pidieron prestado, lejos de estar menos endeudados, en 1992 debían 250 por ciento más de lo que debían en 1980.

Pero en un enfoque más restringido, la mira está puesta en los países en desarrollo más empobrecidos y más endeudados. El Banco Mundial describe a 41 países como PPME, de los cuales 33 son de África y deben aproximadamente 214.000 millones de dólares en deudas extranjeras, según el presidente del organismo, James Wolfensohn. Varios países africanos gastaron por año cuatro veces más en el pago del servicio de la deuda que en salud y educación para sus ciudadanos. Se estima con certeza que por cada dólar dado a la ayuda al desarrollo, tres dólares vuelven a los países ricos en forma de pago del servicio de la deuda.

Los países empobrecidos tienen tres clases de deudas:

1) Multilateral. Es la deuda con las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) o regionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo o el Banco de Desarrollo Africano. El 45 por ciento de la deuda de los PPME es multilateral.

2) Bilateral. Es la deuda con gobiernos individuales, como Estados Unidos, Francia y Japón. Esos gobiernos se reúnen en dos grupos: el Grupo de París (Estados Unidos, Japón y los países europeos) y el Grupo fuera de París (Asia y Europa Oriental). El 45 por ciento de la deuda de los PPME es bilateral.

3) Comercial. Es la deuda con los bancos comerciales internacionales. Representa el 10 por ciento de la deuda de los PPME.

Las políticas de ajuste estructural

Desde los primeros días de la crisis de la deuda, el acceso a los préstamos multimillonarios del Banco Mundial y el FMI se supeditaron a que el país acordara aplicar un programa drástico de "liberalización" económica. Esta serie de reformas de carácter monetario, presupuestal, económico y comercial llegó a conocerse como "Políticas de Ajuste Estructural". La propuesta varía levemente de un país a otro, pero las políticas principales incluyen: reducción del papel del Estado en la economía, rebaja de los obstáculos a las importaciones, eliminación de las restricciones en la inversión extranjera, aumento de los impuestos, eliminación de los subsidios para los alimentos básicos y las industrias nacionales, reduciendo el gasto para las partidas sociales, recortando salarios, devaluando la monda y poniendo énfasis en la producción para la exportación, y no para el consumo local.

Por "liberalización" se entiende liberar a la economía del control gubernamental, con el presupuesto de que un mercado libre, relativamente desregulado, traería el crecimiento que de alguna manera deja filtrar el beneficio a todos. Pero la rápida introducción de las Políticas de Ajuste Estructural resulta muy traumática para un pueblo ya agobiado por la carga de la deuda externa, como lo ha demostrado la historia de cada uno de los países empobrecidos. Si se privatizan todas las empresas estatales -como las de electricidad, transporte y comunicaciones- muchos trabajadores seguramente perderán sus puestos de trabajo. Cuando se devalúa la moneda nacional para bajar el precio de las exportaciones en el mercado mundial, se alienta la inversión extranjera sin límite alguno y se bajan los aranceles y los cupos de importación, los productores locales rápidamente pierden el control de su propia economía. La abolición de los subsidios a las industrias locales, el aumento de las tasas de interés y la restricción del crédito dejan a las pequeñas empresas fuera del circuito comercial y llevan a la quiebra a muchos pequeños agricultores.

Los Programas de Ajuste Estructural exigen la reducción de los salarios reales y del gasto público en salud y bienestar social, así como el aumento de los impuestos, a fin de balancear el presupuesto. Y, por último, la producción agrícola e industrial debe dejar los productos alimentarios y básicos, y dedicarse a los productos destinados a la exportación, como forma de conseguir un ingreso de divisas.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) documenta regularmente cómo los pobres y sus hijos soportan en forma desproporcionada el costo de los Programas de Ajuste Estructural. Se exige austeridad en el gasto social y las políticas internas para demostrar la "responsabilidad fiscal" de una nación empobrecida. Esto se traduce en menos servicios sociales para los pobres, la eliminación de subsidios al consumo para los productos alimenticios básicos y el transporte público, escuelas sin maestros o material de estudio, y hospitales sin enfermeras o medicamentos. Como increpó el ex presidente de Tanzania Julius Nyerere: "¿Debemos dejar morir de hambre a nuestros hijos para pagar las deudas?"

Orígenes de la deuda

La crisis de la deuda saltó a la atención pública en agosto de 1982, cuando México anunció que no podía pagar el interés y el principal de su deuda externa. Otros 25 países de África, Asia y América Latina (incluido Brasil, Argentina y Venezuela) siguieron muy pronto a México, o amenazaron con hacerlo. Desde entonces, el tema de la deuda ha rondado los círculos internacionales.

Entre varios factores complejos, gran parte de la crisis de la deuda puede ubicarse en el periodo 1973-74, cuando los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) cuadruplicaron el precio del crudo. Los países exportadores de petróleo tuvieron un excedente de 433.000 millones de dólares entre 1974 y 1981, que depositaron en los bancos comerciales de Estados Unidos, Europa y Japón. Cuando esos bancos se encontraron inundados de dinero que tenían que mover, hubo una corrida para alentar a los países en desarrollo a pedir dinero prestado -y hasta imponérselo-, a menudo con tasas de intereses muy bajas y variables.

En 1979-80, la OPEP duplicó nuevamente el precio del petróleo. A principios y mediados de los 80 hubo una crisis mundial de los precios de los productos a granel (commodities), especialmente el cobre, y muchos países africanos sufrieron una sequía severa que provocó una de las peores hambrunas de este siglo. Cuando las tasas de interés variable se dispararon a más del 20 por ciento, los PPME quedaron colocados en una posición insostenible, muy alejada de lo que habían negociado cuando asumieron los préstamos originales.

Durante la Guerra Fría, a los gobiernos de los países donantes (como Estados Unidos) les preocupó más ganar aliados que comprobar si los gobiernos realmente servían a sus pueblos o si el dinero se destinaba a fines productivos. Los países del Norte y los acreedores multilaterales prestaron miles de millones de dólares a gobiernos represores o irresponsables del Tercer Mundo, por razones que la mayoría de sus pueblos ni conocían y de los cuales no obtuvieron beneficio alguno. Hubo muchos proyectos muy mal diseñados o planificados: edificios y centrales eléctricas que nunca fueron terminadas y caminos que no llevaban a ningún lado. Con frecuencia fue dinero derrochado que no generó la capacidad productiva necesaria para reembolsar los préstamos.

Incluso la corrupción más flagrante no desalentó los préstamos concedidos a Marcos, de Filipinas, a Mobutu, de Zaire, a Suharto, de Indonesia, y a Somoza, de Nicaragua. Los bancos acreedores sabían perfectamente bien que muy poco de ese dinero llegaba a la gente, y que la mayoría marchaba a las cuentas bancarias en Suiza o se despilfarraba en aventuras represivas y militares.

Los enfrentamientos de la Guerra Fría y la corrupción dejaron un legado de deudas impagables en los países del Tercer Mundo.

La deuda resultante del robo de élites opresivas crea complejas cuestiones éticas, económicas y políticas cuando se problematiza el tema de la cancelación de la deuda. Pero sencillamente reafirma el innegable principio de que la responsabilidad por la crisis de la deuda externa no radica sólo en los países deudores sino en deudores y acreedores por igual. Teniendo en cuenta esto es que los países africanos pidieron a la Campaña Jubileo 2000 que utilizara el término "empobrecidos" más que "pobres" para describirlos, con el argumento de que el sistema político y financiero internacional empobrece a los países en desarrollo.

Una campaña viable

El Jubileo 2000 no exhorta a la cancelación de todas las deudas sino de las que son impagables. Declarar una deuda impagable no es simplemente determinar si puede ser pagada en los hechos. La deuda externa impagable es aquella que costaría tanto sufrimiento humano pagarla que ningún acreedor honorable la cobraría. La deuda debería también ser declarada impagable toda vez que el costo del servicio de la deuda sea mayor que los recursos financieros necesarios para lograr un desarrollo humano básico.

La deuda impagable más urgente es la de los 41 PPME. La campaña Jubileo 2000 es sencilla en su llamado y sofisticada en su enfoque analítico, prestando cuidadosa atención a determinados países y deudas. La realidad es que casi toda la deuda de los PPME no puede y no será pagada, y es insensato creer lo contrario. Estos países no pueden tener economías saneadas en tanto sus millones de habitantes no tengan acceso a salud y educación básicas, y ganen salarios tan bajos que apenas pueden sobrevivir. La cancelación de esta deuda aplastante es la forma más práctica de reducir la pobreza y restaurar las economías de los PPME, así como proteger el ambiente mundial, que ha sufrido una degradación enorme bajo la presión de desarrollar mercados de exportación para financiar el pago de la deuda.

Como el valor nominal -o cifra oficial- de estas deudas nunca se pagará, el valor real del mercado es sólo una fracción del valor nominal. Las deudas bilaterales de los PPME con el gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, están muy descontadas, generalmente valen sólo el 10 o 15 por ciento del préstamo original. Los países donantes y las instituciones de préstamo no sufrirán mucho cancelando esas deudas ya que las contribuciones necesarias se basarían en el valor real del mercado. En efecto, los gobiernos de Occidente recibieron lo que pagaron -apoyo en la Guerra Fría-, y la paga fue muy buena en los muchos años de servicio de la deuda.

Hay numerosos precedentes de alivio de la deuda e incluso de cancelación. En 1953, Alemania negoció un acuerdo por el cual, además de que le cancelaran aproximadamente el 80 por ciento de la deuda por la guerra, se le exigió que utilizara sólo entre el tres y el cinco por ciento de los ingresos de sus exportaciones para pagar el resto de la deuda externa. A los PPME se les exige actualmente que utilicen entre el 20 y el 25 por ciento de sus ingresos para el pago de la deuda. Irónicamente, Alemania se sienta ahora en el directorio del FMI, que impone condiciones tan exigentes a los PPME.

A fines de los 80, los países acreedores cancelaron aproximadamente el 50 por ciento de la deuda de Polonia, cuando comenzó a caer la Cortina de Hierro. En 1991 Estados Unidos condonó 7.000 millones de dólares adeudados por Egipto, en gratitud por el apoyo de ese país en la Guerra del Golfo.

Un estudio de la Universidad de Stanford argumentó que el rescate prestado por el gobierno de Estados Unidos a Savings&Loans, a principios de los 90, le costará a los contribuyentes 1,36 billones de dólares. La mayoría de ellos no saben lo generosos que han sido al cancelar esa deuda. No hay argumentos para sostener que, como país, Estados Unidos no puede asumir la cancelación de la deuda de los PPME. El tema es de voluntad política, no de posibilidades económicas.

Por un nuevo orden mundial

La velocidad y fuerza con que la Campaña Jubileo 2000 se ha propagado por el mundo no tiene precedentes. La extraordinaria cadena humana forjada en torno a la crisis de la deuda es un signo de algo nuevo -un impulso importante y una conciencia internacional que declara que es posible que haya un nuevo comienzo para los pobres si existe la voluntad política de que así ocurra.

El milenio es un momento clave, un momento que debe ser aprovechado. La iniciativa Jubileo 2000 apunta a establecer una diferencia radical en la forma de relación entre el Norte y el mundo en desarrollo, que merece más que la cuota que recibe. La Coalición Jubileo 2000 ha demostrado el potencial que tiene, de desarrollar una amplia convergencia de fuerzas políticas, económicas y morales como las que alguna vez pusieron fin a la esclavitud y, en nuestra época, al apartheid. Por los hermanos y hermanas, no dejemos pasar el momento del milenio.

Thomas E. Ambrogi es teólogo y defensor de los derechos humanos. Reside en Claremount, California.
Correo electrónico: Tambrogi@aol.com

Versión editada de un artículo publicado por primera vez en National Catholic Reporter.


Plebiscito y tribunal popular sobre la deuda El grupo internacional Jubileo 2000 instalará un tribunal popular y realizará un plebiscito en América Latina para presionar a los países ricos y organismos multilaterales a condonar parte la deuda externa de la región.

Los alrededor de 367 millones de dólares de deuda, perdonados en junio por Rusia y el G-7 a las naciones latinoamericanas, es una medida positiva, pero "claramente insuficiente y además fortaleció a los acreedores", dijo Liana Cisneros, coordinadora de Jubileo 2000 para la región. Tras recibir presiones de diversos grupos políticos y sociales, entre ellos Jubileo 2000, que reunió más de 20 millones de firmas para apoyar su campaña, el G-7 decidió perdonar parte de la deuda de Bolivia, Guyana, Honduras y Nicaragua. Sin embargo, dejaron fuera a otros países de la región que se consideran altamente endeudados como Ecuador, Haití, Jamaica y Perú.

Jubileo 2000 pretende que los países ricos y los organismos multilaterales condonen antes de fin de siglo al menos 700 millones de dólares de deuda latinoamericana y que se reformulen las condiciones y los plazos de pago a que están sometidos varios países. Para lograr el objetivo, Jubileo 2000 anunció que prepara junto a diversos grupos sociales un gran plebiscito latinoamericano, a celebrarse entre el 22 de abril y el 1 de mayo del 2000 bajo el nombre de El Grito Latinoamericano de los Excluidos. Además, instalará el 12 de octubre de este año un Tribunal Continental en México, donde diversos grupos sociales juzgarán a los acreedores.

Cisneros indicó que el 7 de setiembre se presentarán estas iniciativas de manera oficial en Brasil, en un acto que se bautizó como el Grito Brasileño de los Excluidos. Ese es el día en que se celebra el grito de Ipiranga, que marcó la liberación de los esclavos. "De todas formas seguiremos presionando para que se amplíen los programas de reducción de deudas" y para que se incluyan al menos 52 países como beneficiarios de las condonaciones y no sólo los 41 de hoy.

La deuda externa de América Latina, que ascendía a mediados de los años 60 a 60.000 millones de dólares, se incrementó en 1980 a 204.000 millones, en 1990 a 443.000 millones y este año llegó a 706.000 millones, indican estudios de Jubileo 2000. Según datos del Banco Mundial, sólo entre 1982 y 1996 la región pagó por servicio de deuda 739.000 millones de dólares.




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