No. 98 - Diciembre 1999
COLOMBIA
Las 600 palabras de la guerra y la paz
por
María Isabel García
Para desarmar la palabra.
Diccionario de términos del conflicto y de la paz. Bogotá, Corporación Medios para la Paz, 1999, 244 páginas. |
Para desarmar la palabra, un diccionario de 600 términos del conflicto en Colombia elaborado por la organización de periodistas Medios para la paz, pretende que los periodistas comprendan "el inmenso poder de la palabra, un arma que puede servir para serenar o para intranquilizar", dijo Gloria Moreno, directora de Medios para la paz, que cuenta con 120 miembros.
El libro comienza con la definición de "Abuso de las facultades de excepción", la conducta irregular en la que incurren el presidente, los ministros o funcionarios al declarar estado de guerra exterior, conmoción interior o estado de emergencia -gradualización colombiana del estado de sitio- sin el respaldo constitucional. Y concluye, 238 páginas más adelante, con la definición de "Zona roja", como en este país se denomina a los territorios de guerra, que cada vez ocupan más espacio en su rica y disputada geografía de 1.141.748 kilómetros cuadrados.
Se trata de una guía de trabajo "ubicada en la soledad del reportero y en la lucha contra el reloj y las presiones que tiene no para informar, sino para desinformar y que, en el caso de la cobertura de la guerra y los procesos de negociación, se hacen más evidentes", comentó Moreno.
En agosto de 1998, poco después de fundada Medios para la Paz, uno de los debates sobre las tareas que podía cumplir la organización concluyó en la necesidad de reeducar a los periodistas para que informaran equilibradamente y con precisión. Los 50 periodistas de todo el país que conformaron el grupo inicial, que estaban conectados por Internet, fax o teléfono, se dieron a la tarea de analizar la prensa escrita y los noticieros de radio y televisión en sus respectivas regiones. De ahí surgió el primer vocabulario, que se fue enriqueciendo en el transcurso de los 11 meses que duró la preparación del diccionario.
El trabajo, voluntario, se dividió en cinco grupos que se ocuparon de la definición de los términos relacionados con "negociación de conflictos", "derecho internacional humanitario" y los "actores en conflictos": ejército, guerrilla y grupos paramilitares. El resultado es una obra que ofrece parámetros "para que los periodistas entendamos mejor el arraigo de la subcultura de la guerra en nuestro medio y para que no la sigamos alimentando con la utilización de expresiones violentas", indicó Castro.
En parte se trata de un necesario, aunque no grato, aporte de colombianismos a la lengua castellana. Incorpora todos los giros que las palabras han ido adoptando a lo largo de una guerra de 40 años que amenaza prolongarse hasta el siglo XXI, como la "De los mil días", que cosió a balas y venganzas el siglo XIX con el XX. Entonces, "afilar", que según el Diccionario de la Real Academia Española significa sacar filo y es sinónimo de aguzar, aquí quiere decir "instruir o preparar a una persona para que dé versiones acomodaticias".
El diccionario de los términos del conflicto colombiano, cuya portada está ilustrada con la obra "Horizonte", del pintor Francisco Rocca, revela el ingenio popular. Cuando alguien, en una zona de enfrentamiento militar, dice "Marrano", es probable que no se refiera al cerdo, tampoco esté diciéndole sucio a alguien. Lo más posible es que aluda al avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Colombiana, al que asimila con el marrano por sus gruñidos en el aire. Y los aparatos aéreos suscitan más de una metáfora. "Papaya", por ejemplo, es como le dicen en las zonas de conflicto a los helicópteros M-17 rusos, por su volumen y lentitud.
La guerra ha derivado en acepciones siniestras que hablan de cuánto se han ido trastocando los significados. "Niña", en el lenguaje de los guerrilleros es la ametralladora, por lo que decir "ponga a llorar a la niña grande", significa dispare con la ametralladora punto 50. Y si dice "ponga a llorar a la niña pequeña", el guerrillero estará diciendo "dispare con la calibre 7.62 o con la 5.56", explica el libro.
Sin embargo, la palabra "niño" mantiene cierta ternura en una de las tres acepciones que hay en el diccionario. "Abejitas", les dicen los guerrilleros, porque escapan antes de que llegue el enemigo, y "campanitas" los llaman los paramilitares, porque les sirven como sistema de alarma. Por supuesto que la información que da el diccionario también se refiere a que "niño" es el menor de 15 años cuyo reclutamiento está prohibido, aunque de acuerdo con la Defensoría del Pueblo, hay 6.000 menores combatientes en todos los bandos en conflicto.
La búsqueda de precisiones también incluye palabras tan mentadas en la vida política colombiana, aunque no plasmadas en la realidad, como "acuerdo": compromiso adquirido entre dos o más personas por medio del cual se obligan recíprocamente. Y, desde luego, aparece la palabra "Paz", la más esquiva, a la que se le dedican 14 líneas, así como siete definiciones de "conflicto", desde la simple oposición de contrarios, hasta los distintos tipos de baja, media y alta intensidad, pasando por el interno, el internacional y el armado.
Los 3.000 ejemplares de la primera edición de Para desarmar la palabra son el preámbulo del Manual temático Para descubrir la Guerra y la Paz en Colombia, que se encuentra en la etapa de corrección de pruebas y salió a la venta en noviembre. Está estructurado con una introducción de contexto y capítulos dedicados a los actores del conflicto, las acciones -bélicas y no bélicas- el lenguaje, los escenarios, las normas internacionales y un directorio de fuentes. El manual pretende proporcionar un documento de referencia y apoyo permanente para los periodistas e incluye, por ejemplo, normas de autoprotección, dijo la investigadora Patricia Iriarte.
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