No. 98 - Diciembre 1999
La "liberalización" ha sido el mantra del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y los gobiernos del Norte que dominan esos organismos. Pero la prometida prosperidad no se refleja en las sombrías estadísticas, que arrojan una creciente pobreza y marginación mundial. Es por eso que se han empezado a cuestionar las medidas propuestas para acelerar el proceso de liberalización.
La "liberalización" ha sido el mantra del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio (OMC) y los gobiernos del Norte que dominan esos organismos. Pero la prometida prosperidad no se refleja en las sombrías estadísticas, que arrojan una creciente pobreza y marginación mundial. Es por eso que se han empezado a cuestionar las medidas propuestas para acelerar el proceso de liberalización.
Las críticas han venido últimamente hasta de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Su "Informe sobre el Comercio y el Desarrollo 1999" revela que las economías de los países del Sur empeoraron como consecuencia de las políticas de liberalización financiera y del comercio. La apertura de sus mercados de bienes sin la contrapartida de acceso a los mercados del Norte provocó un exceso de las importaciones con respecto a las exportaciones. El déficit de la balanza de pagos ha sido financiado con los capitales flotantes que entraron a raíz de la liberalización de los sectores financieros. La UNCTAD advierte que ese modelo de desarrollo es insustentable y recomienda a los países en desarrollo que reconsideren sus políticas actuales. Les aconseja conservar todos los instrumentos económicos y opciones de política, incluidos los mecanismos reguladores para controlar las corrientes de capitales flotantes.
El Informe también cuestiona la idea imperante sobre la Inversión Extranjera Directa (IED). El debate fue activado aún más por otro documento de la UNCTAD, el "Informe sobre las Inversiones en el Mundo 1999", publicado poco después, que parece reforzar el mensaje de que si bien los países en desarrollo pueden obtener beneficios de la IED, ésta se concretaría sólo si tienen el poder para regular y controlar a las transnacionales.
Todo este movimiento crítico hacia las políticas imperantes se vio reflejado en la Tercera Conferencia Ministerial de la OMC, celebrada del 30 de noviembre al 3 de diciembre en Seattle, Estados Unidos. Con posterioridad se elaborarán muchas teorías y análisis de lo que ocurrió allí, pero el mensaje principal de los manifestantes se oyó alto y claro: que la OMC había llegado demasiado lejos en el establecimiento de normas mundiales que aseguran los intereses de las grandes empresas a costa de los países en desarrollo, el ambiente, los trabajadores y los consumidores. El impacto de las protestas de organizaciones de base contra la globalización, ya evidentes en las campañas contra el Acuerdo Multilateral de Inversión y contra la ingeniería genética, obtuvo su mayoría de edad en las luchas callejeras de Seattle.
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