No. 98 - Diciembre 1999
CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA OMC
Demanda de comercio justo se hizo oír en Seattle
por
Hugo Fazio
La Tercera Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), celebrada del 30 de noviembre al 3 de diciembre en Seattle, Estados Unidos, con el propósito de lanzar la denominada Ronda del Milenio para liberalizar aún más el comercio mundial, finalizó sin alcanzar acuerdos. En un hecho sin precedentes en una reunión mundial de esta naturaleza se produjo una irrupción de la sociedad civil, con la presencia de miles de manifestantes y numerosas ONG que hicieron oír su demanda de comercio justo.
Seattle fracasó, sin embargo pasará a la historia. En la Tercera Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) tomó fuerza la demanda de comercio justo, con discriminación positiva para los países en desarrollo, en reemplazo de las formas adquiridas por la apertura económica, que ahonda la diferenciación entre las naciones, en favor de las grandes potencias mundiales. Las normas vigentes de la OMC reconocen que los países en desarrollo pueden tener "trato especial y diferenciado" por la relativa debilidad de sus economías. No obstante, como anotó Martin Khor, director de la Red del Tercer Mundo, "la mayoría de las disposiciones en ese sentido no tienen carácter obligatorio para los países industrializados, a los que sólo se les pide que hagan lo máximo que puedan para ayudar a los países en desarrollo".
Peor aún, las potencias económicas mundiales se caracterizan por aplicar una serie de medidas de protección en su favor. Lo que se requiere es que la OMC ponga en práctica las disposiciones sobre trato especial y diferenciado de manera que "tengan fuerza jurídica obligatoria y coactiva". Y, sin embargo, por lo general, el organismo internacional no preferencia la temática que le interesa a los países en desarrollo, como por ejemplo la eliminación de las sanciones norteamericanas de dumping.
La Ronda del Milenio quedó postergada sin fecha para más adelante. La OMC sólo se limitará, a partir de enero, a tratar la liberalización de los servicios y la agricultura, tal como se acordó en la Ronda Uruguay del GATT, concluida en 1994. Las diferencias en materia de apertura agrícola, mecanismos antidumping y vincular una nueva fase de apertura comercial con normas ambientales y laborales, fueron demasiado grande. En particular, las discrepancias entre la Unión Europea y Estados Unidos -que llevaron a iniciar la reunión sin un borrador preliminar de acuerdo- no se limaron. De otra parte, como constató la Agencia France Press, Seattle fue escenario de una "fronda" de países en desarrollo, furiosos por haber sido excluidos de una negociación frustrada dominada por las disputas en el tema agrícola entre la Unión Europea y Estados Unidos.
La UNCTAD, en su Informe sobre Comercio y Desarrollo 1999, constató que la rápida liberalización del comercio contribuyó a una profundización del déficit comercial en los países en desarrollo. El informe revela que para estos países (excepto China), el promedio del déficit comercial fue tres puntos porcentuales del Producto Interno Bruto mayor en la década del 90 que en la del 70, mientras que el promedio de la tasa de crecimiento, haciendo la misma comparación, fue dos puntos porcentuales menor. Estas cifras coinciden con estudios recientes demostrativos que no existe una correlación automática entre la liberalización del comercio y el crecimiento. Los países que liberalizaron rápidamente sus importaciones no necesariamente crecieron más rápido que los que las liberalizaron más gradualmente. La apertura comercial irrestricta no tiene sólo ganadores.
"El problema de la liberalización del comercio", anota con razón Martin Khor, "es que un país puede controlar la velocidad con la que liberaliza sus importaciones -y así aumentar el ingreso de productos- pero no puede determinar por sí mismo la velocidad con la que crecen sus exportaciones". En Chile, las ventas al exterior se encuentran congeladas desde hace varios años, desde antes que estallase la crisis económica a nivel mundial, sin embargo se sigue activamente una política de reducción incluso unilateral de aranceles, que volverá a manifestarse el próximo 1 de enero. La composición exportadora del país es una de las causas de la crisis estructural que acompaña el déficit en cuenta corriente del país, que en 1999 no se expresa por la magnitud de la recesión y la fuerte contracción registrada en las importaciones.
Los países que son fundamentalmente exportadores de bienes primarios y con bajo valor agregado sufren los efectos del deterioro de los términos de intercambio. Como tendencia, pueden adquirir menos por unidad de sus productos básicos exportados. Esta pérdida se refleja en reducciones en el ingreso nacional bruto disponible real. Ello adquiere expresiones aún más agudas si -como acontece también en el ejemplo chileno- no se defiende el precio de sus rubros de exportación fundamental en los mercados internacionales.
El presidente del Grupo de los 77 ha manifestado que las negociaciones futuras de la OMC deberían tener como base las tres R, o sea "revisar, reparar y reformar" los acuerdos y el sistema de la OMC. De no ser así, la estructura del sistema multilateral de comercio se llenará de antagonismos y contradicciones. Concentrará la oposición creciente de sectores muy importante de la opinión pública mundial y de países enteros afectados. Seattle mostró la fuerza que puede alcanzar el malestar producido.
Las demandas de la sociedad civil y de los países en desarrollo se escucharán si se logra modificar la lógica habitual de funcionamiento de la OMC. Sus decisiones, aunque el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y sus funcionarios hagan mucho hincapié sobre que la OMC "es una solución tanto para los países pobres, como para los ricos, detrás de escena, Washington maneja el show con su socio, la Unión Europea", escribió The Wall Street Journal el 26 de noviembre pasado. "Estados Unidos y Europa son los que manejan el proceso de libre comercio". Esta es la realidad a modificarse, para abrir camino a un comercio justo, con mecanismos que discriminen con efecto real en favor de los países en desarrollo. Las estructuras económicas internacionales deben democratizarse. Ello exige que, de otra parte, estos países no continúen con una política de apertura unilateral, sin tener presente las contradicciones en desarrollo a nivel mundial.
El fracaso de Seattle, obviamente, lleva a que continúen todas las distorsiones actuales del comercio mundial. Por tanto, no es un tema cerrado. La emergente sociedad civil debe profundizar sus planteamientos de discriminación en su favor positiva. Estados Unidos mantiene su interpretación propia del dumping. En los procesos de apertura persiste la discriminación que afecta a productos provenientes de los países en desarrollo. Los temas laborales y ambientales deben enfocarse por estas naciones en forma positiva, no limitándose a verlos -lo que es cierto- como un mecanismo proteccionista a usarse por las grandes potencias económicas, sino como grandes temas centrales de nuestro tiempo que reclaman una incorporación progresiva a las normas mundiales.
Hugo Fazio es director de Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda), miembro de la Alianza Chilena por un Comercio Justo y Responsable (ACJR).
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