No. 101/102 - Marzo/Abril 2000
VENEZUELA
Chávez, los comandantes y la crisis política
por
Miguel A. Hernández Arvelo
Desde el ascenso al poder de Hugo Chávez, la opinión pública nacional e internacional ha manifestado un gran desconocimiento del personaje, de sus ideas e intenciones, así como de la grave y multidimensional crisis de la sociedad venezolana que posibilitó su avasallante triunfo electoral en diciembre de 1999. Ahora, se ha sumado un fuerte conflicto interno en la alianza gobernante y al propio presidente le surgió un inesperado rival para las elecciones del 28 de mayo: Francisco Arias Cárdenas, un antiguo compañero en el frustrado golpe de Estado de febrero de 1992.
Las grandes cadenas de televisión internacional y los principales medios de comunicación social en Venezuela han cuestionado severamente al gobierno de Hugo Chávez. Pero ha existido un gran desconocimiento del personaje y de la situación venezolana. No se han sabido interpretar las características muy particulares del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, así como los ideales que abrigaban los oficiales que encabezaron la rebelión militar. Este movimiento insurreccional, que fue seguido en noviembre del mismo año por un nuevo intento golpista, se apoyó en un fuerte sentimiento popular de desencanto con la democracia bipartidista, incapaz de cumplir con las expectativas de bienestar social y económico de la mayoría de la población, y sumida en una profunda deslegitimación exacerbada por una creciente corrupción que se amparaba en la mayor impunidad.
Para los venezolanos, habitantes de un país petrolero, con ingentes recursos naturales y una población relativamente reducida (24 millones de habitantes), que habían disfrutado de una gran bonanza económica durante la década del 70, resultaba incomprensible ver crecer la pobreza y deteriorarse progresivamente el nivel de vida de importantes sectores sociales mientras un puñado de funcionarios y dirigentes sindicales, ligados a los partidos tradicionales (Acción Democrática y el socialcristiano COPEI), usufructuaban impunemente el poder para su beneficio personal.
Quién es y a qué responde Chávez
El presidente venezolano ha sido tildado de dictador, por igual de derecha y de izquierda; se le ha acusado de violentar a la democracia y de copar todas las instituciones para perpetuarse en el poder. Sin embargo, Chávez no es más que un típico populista latinoamericano, nacionalista, sin una identificación ideológica precisa, de origen popular, con una gran sensibilidad social y no más autoritario que la mayoría de los líderes políticos que han dirigido a la Venezuela contemporánea. Por otra parte, Chávez encarna los anhelos de reivindicación social de significativos sectores de la sociedad, y un difuso intento de enfrentamiento al avance del neoliberalismo.
Chávez llegó a la Presidencia montado en la cresta de una ola de descontento popular con el antiguo régimen político construido a partir de 1958 sobre los escombros de la derrocada dictadura del general Marcos Pérez Jiménez por Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba. La crisis económica, la caída de los precios del petróleo y la corrupción extendida a prácticamente todos los sectores y niveles de la sociedad fueron los factores que carcomieron progresivamente las bases del régimen del Pacto de Punto Fijo, nombre del acuerdo político suscrito por los principales partidos venezolanos sobre el que se estableció la democracia a la caída de la dictadura.
Una nueva elite política
Si de algo se puede responsabilizar a Chávez y al movimiento popular que lo llevó a la Presidencia es de haber frenado una crisis política y un eventual estallido social de incalculables repercusiones. En cierta forma, su elección fue un catalizador que impidió la debacle definitiva de la democracia venezolana, sometida desde hace dos décadas a fuertes presiones institucionales, económicas y sociales.
En la actualidad, el sistema político venezolano está atravesando por una etapa de transición, y esto no es una mera perogrullada. Después de la crisis terminal de los principales partidos, de los gremios, de los sindicatos, del parlamento, de la Corte Suprema de Justicia y demás instituciones que habían regido el funcionamiento de la democracia en el marco del status quo establecido a raíz de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, todo el entramado de relaciones que Acción Democrática y COPEI habían logrado tejer a lo largo de 40 años de bipartidismo se vino estrepitosamente al suelo con el triunfo electoral de Chávez.
Tal como sucedió en el sistema internacional a la caída del muro de Berlín y con la desaparición de la Unión Soviética y la Guerra Fría, el equilibrio sobre el que se habían sustentado las relaciones sociales y políticas en Venezuela se rompió, abriéndose una fase de recomposición del sistema político y de las relaciones entre los diferentes actores sociales.
En este momento, una nueva elite política está en proceso de conformación; nuevos personajes sin tradición ni cultura en las funciones de gobierno, sin nexos históricos con el poder y las instituciones del país, se encuentran en el difícil trance de constituirse en elite gobernante. La carencia de un proyecto estratégico de país en un gobierno en el que conviven diversos partidos políticos con intereses muchas veces contrapuestos se ha convertido, en el primer año de administración del Estado, en el principal obstáculo para reconstruir la deteriorada economía venezolana. De allí la entrada y salida casi constante de ministros y funcionarios. Estos cambios de personas en las instancias gubernamentales por lo general son precedidos de fuertes controversias entre distintos grupos que pugnan al interior de esas instancias por imponer un determinado modelo o programa.
Crisis en la alianza gubernamental
Cuando unos meses atrás el canciller José Vicente Rangel, quien es además el principal vocero político del gobierno, planteó en una entrevista con el diario El Nacional que la oposición iba a surgir del propio Polo Patriótico, la alianza gubernamental constituida por el Movimiento V República (MVR), el partido de Chávez, el Movimiento al Socialismo (MAS) y Patria Para Todos (PPT), muy pocos en el país tomaron en cuenta sus premonitorias palabras.
Hoy, sólo un año después del ascenso de Chávez al poder, sus principales aliados en el golpe de Estado que encabezara el 4 de febrero de 1992, los tenientes coroneles Francisco Arias Cárdenas, actual gobernador del estado petrolero del Zulia, Jesús Urdaneta Hernández, ex director de la policía política, y Yoel Acosta Chirinos, coordinador nacional del MVR, aprovecharon el aniversario de la intentona golpista para presentar al país un documento en el que hacían fuertes críticas al presidente. Lo acusaron de haberse desviado de los propósitos originales del movimiento y de haber sucumbido a dirigentes políticos ligados al anterior estado de cosas. Sus dardos enfilaron hacia Rangel, el ex ministro del Interior y Justicia Ignacio Arcaya y Luis Miquilena, antiguo dirigente comunista y empresario, quien presidió la Asamblea Nacional Constituyente y desde 1992 ha sido el "padre político" de Chávez. Los acusaron de corrupción y tráfico de influencias.
A raíz de la declaración de los comandantes se abrió un agrio debate entre los personajes antes mencionados, saliendo a relucir acusaciones de corrupción de una y otra parte. Simultáneamente con esto, y con el trasfondo de las llamadas "megaelecciones" -proceso para relegitimar todas las instituciones, incluida la Presidencia- a realizarse el 28 de mayo, recrudecieron las diferencias entre las organizaciones que componen al Polo Patriótico, especialmente entre el MVR, por una parte, y el MAS y el PPT por la otra. El motivo de la disputa radica en que el grupo mayoritario de la alianza, el MVR, exige el 80 por ciento de las candidaturas a alcaldías y gobernaciones, lo cual significaría que las otras dos organizaciones tendrían que declinar a favor del partido de Chávez en estados y municipios que en la actualidad controlan.
En la realidad, las divergencias son el pecado original de la frágil alianza que llevó al poder a Chávez. Estas se han manifestado casi desde el primer día de gobierno y la eventual división de sus integrantes era casi un destino anunciado. La disputa entre los partidos que integran el Polo Patriótico, especialmente entre el MVR y el PPT, la permanente confrontación entre los civiles y el sector militar, con creciente influencia dentro del gobierno, las divergencias en ministerios y demás entidades públicas por meros intereses burocráticos han sido durante el último año el "pan nuestro de cada día".
La actual confrontación entre los líderes del movimiento golpista de 1992 y el presidente Chávez son la punta del iceberg de una severa crisis política dentro del gobierno, y que indudablemente debe estar reproduciéndose al interior de las Fuerzas Armadas, con el peligro que esto representa.
La candidatura de Arias Cárdenas
Hasta febrero, en Venezuela prácticamente no existía oposición organizada. La virtual desaparición de Acción Democrática y COPEI había reducido la disidencia a unas pocas voces individuales, sin partido y sin bases. Esto había llevado el debate público a un deplorable nivel, caracterizado por una visión maniqueísta impulsada por Chávez que limitaba la discusión política a dos polos, uno "patriótico", que agrupaba a sus seguidores, y el otro conformado por todos los críticos a su gestión sin importar de dónde vinieran y qué plantearan, los cuales eran tildados de enemigos de la "revolución bolivariana" y "puntofijistas", es decir, cómplices de los males del pasado reciente.
Esta postura dicotómica y polarizadora, que fue muy útil a Chávez electoralmente para dividir las aguas, y colocar tras de sí a todos los que estuvieran en contra de los partidos tradicionales, no ha cambiado, pero sí lo ha hecho el panorama político, que tiende a hacerse más complejo con la candidatura presidencial del teniente coronel Francisco Arias Cárdenas. Esta candidatura, que surge del mismo polo gobernante respaldada por importantes sectores del empresariado y la Iglesia Católica, por una parte, abre el camino a la conformación de una nueva oposición con posibilidades ciertas de capitalizar el descontento incipiente hacia el gobierno que lentamente comienza a incubarse en la sociedad venezolana y, por la otra, liquida a corto plazo cualquier posibilidad de forjar una nueva oposición civil al régimen.
Los escenarios posibles
No resulta sencillo aventurarse a presentar escenarios en una situación caracterizada por la incertidumbre y una fuerte recesión económica que ha llevado el desempleo a un máximo histórico que el gobierno ubica en un 16 por ciento, aunque la mayoría de las organizaciones no gubernamentales lo colocan en casi 20 por ciento. Más aún si tomamos en cuenta que el actual proceso político presenta características muy particulares y novedosas en un país donde el peso del petróleo en la economía puede cambiar, para bien o para mal, el panorama de manera repentina.
Sin embargo, y de cara a las elecciones del 28 de mayo, es necesario hacer un ejercicio de este tipo. Chávez probablemente será reelegido –su aceptación está en 70 por ciento-; no obstante, también es evidente que su gobierno sufre de un desgaste prematuro, debido a lo poco que se ha hecho en los terrenos económico y social –el Plan Bolívar 2000, programa insignia dirigido a los sectores más pobres, se encuentra actualmente paralizado- y a las grandes expectativas generadas por el propio presidente en el contexto de un profundo deterioro del nivel de vida acumulado durante los últimos 10 años y que, en el estado de desorganización de la administración pública, parece cada día más difícil enfrentar. Este desgaste, el cual parece más fuerte en la empobrecida clase media venezolana, puede favorecer el avance de la candidatura de Arias Cárdenas.
Pero lo más importante quizás es pensar en el futuro del país después de las elecciones. Un escenario probable puede estar determinado por un recrudecimiento de las disputas dentro de la alianza gubernamental, acompañado por una situación social cada vez más conflictiva que podría colocar en el tapete factores autoritarios. En todo caso, los resultados electorales, el mantenimiento de elevados precios del petróleo y su utilización para el desarrollo de planes sociales, la definición de una política económica, el decantamiento de los sectores que componen la alianza en el gobierno y la eventual ratificación del liderazgo de Chávez son factores que deberían tomarse en cuenta a la hora de mirar el horizonte político de Venezuela.
Miguel Angel Hernández Arvelo es historiador, jefe del Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela.
Hugo Chávez (46 años) es presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Fue el jefe del frustrado golpe de Estado del 4 de Febrero de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Fundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200) que en 1997 se transformó en el Movimiento V República (MVR), del cual fue candidato presidencial para las elecciones de 1998, con el apoyo del Polo Patriótico.
Francisco Arias Cárdenas (49 años) integró el grupo de oficiales de mediana graduación conocido como "Comacate" (comandantes, capitanes y tenientes coroneles) que protagonizó el 4 de febrero de 1992 el intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez. El teniente coronel Arias Cárdenas, segundo en mando dentro del grupo dirigido por Hugo Chávez, era el encargado de tomar Maracaibo, la segunda ciudad del país, con 2.000.000 de habitantes, capital del estado de Zulia, fronterizo con Colombia. Logró tomar el palacio de gobierno y detener al gobernador del estado Zulia, Oswaldo Alvarez Paz.
Fracasado el golpe, fue detenido y confinado a la cárcel de Yare, en el centro del país. En 1994 fue indultado por el presidente Rafael Caldera, quien ese mismo año lo nombró director del Programa Alimentario Materno Infantil (PAMI), cargo en el que permaneció hasta 1995, cuando fue elegido gobernador del estado Zulia. Fue reelegido en noviembre de 1998 y renunció en marzo para postularse a la Presidencia en las elecciones del 28 de mayo. |
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