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No. 101/102 - Marzo/Abril 2000

Las negociaciones sobre bioseguridad

por Tewolde Berhan G. Egziabher

El autor, vocero del Grupo de espíritus afines (Grupo de los 77 y China) en las conversaciones de Montreal y Cartagena, y quien ha participado activamente en las negociaciones sobre biodiversidad desde la Conferencia de Nairobi en 1991, reflexiona sobre su experiencia como negociador del Tercer Mundo.

Para mí todo comenzó en 1991, fecha en que se estaba negociando el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB). En ese entonces estaba en la Universidad de Addis Abeba y era un biólogo ocupado con las actividades académicas –docencia, investigación, administración académica y de investigación-. Todo muy loable, todo universal, todo fácil de idealizar o incluso de reverenciar. Pero un gran amigo, Melaku Worede, me despertó crudamente a la realidad. No era esa su intención. En ese entonces dirigía nuestro centro de recursos genéticos de cultivos (banco de genes). El gobierno le había pedido al banco de genes que participara en las negociaciones del CDB. Melaku opinó que por mis conocimientos y experiencia, yo era el candidato ideal para ir a Nairobi y representar a Etiopía en las negociaciones. Me lo pidió y yo acepté. No sabía entonces que me estaba comprometiendo con una lucha de 10 años, y posiblemente más, en torno al comercio de la vida.

Algunos más iguales que otros

En Nairobi me enfrenté a la realidad descarnada de la política del poder detrás de la vida humana del mundo real y de mi idealizado gobierno mundial. Primera conmoción: la humanidad estaba formada por rostros "blancos", con algunos pocos "negros" y casi ningún "amarillo": es obvio que la distribución y representación étnica mundial en el sistema de las Naciones Unidas tuvo (y todavía tiene) una correlación negativa.

En mi primer día en Nairobi, necesité fotocopiar una página de un documento. Fui a una oficina que parecía ocuparse de eso. Me atreví a entrar. Un hombre blanco prácticamente me sacó a la fuerza y me dijo que no se daban esos servicios a las delegaciones. Mientras me sacaban entraron dos delegados, ambos blancos y con un acento innegablemente estadounidense. Les dieron un fajo de material fotocopiado junto con el documento original, que obviamente habían dejado para que lo fotocopiaran. Todos pertenecemos a las Naciones Unidas, creía, pero algunos más que otros, ¡y yo siempre sería uno de los "otros"!

Siete años después, como presidente de la delegación de Etiopía, presenté a la Secretaría del CDB nuestra opinión sobre la interacción entre el CDB y los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio, a efectos de que fuera distribuida en la Cuarta Conferencia de las Partes (COP IV). Cuando llegué a Bratislava descubrí que no había sido distribuida. Le pregunté las razones a la Secretaría. Un hombre negro me dijo que era porque lo que había pedido que se distribuyera era una posición gubernamental y no era tarea de la Secretaría distribuir ese tipo de información. Yo ya había ojeado los documentos producidos y distribuidos por la Secretaría. Tenían extensas sugerencias de determinados países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), todos blancos.

No es el color de la cara de quien tenemos delante lo que importa, pero esos siete años me habían dado algo de sabiduría. Lamento decir que recurrí al chantaje: le dije a mi "hermano negro" que aceptaba su explicación, pero que también estudiaría los documentos de información y que si encontraba alguna posición gubernamental escrita en ellos, se vería en serios problemas. Se rascó la cabeza y me dijo que distribuiría nuestro documento. Lo hizo, aunque se tomó un tiempo más largo de lo habitual e hizo sólo una pequeña cantidad de copias. Tuvimos que complementarlas pagando los servicios de fotocopia: hasta el sistema de las Naciones Unidas empobrece más a los pobres.

Uno debe saber, y asegurarse de que ellos sepan que uno sabe

Hasta en las Naciones Unidas la verdad sale de la OCDE, a menos que se demuestre lo contrario más allá de cualquier duda razonable. Aprendí esto durante mi primer día de negociaciones para el CDB. En ese entonces, varias fuentes honorables todavía dudaban de que los indígenas y las comunidades locales fueran innovadores en la conservación y el uso sustentable de la diversidad biológica. La única explicación que pude encontrar fue que las comunidades locales e indígenas no pertenecen a la OCDE. También me di cuenta de que los miembros de la OCDE tenían la posición de que la biotecnología moderna (es decir, la ingeniería genética) era importante para la conservación y el uso sustentable de la diversidad biológica, y sus ideas estaban siendo aceptadas.

Salvo por mantener vivas algunas partes de organismos a través del cultivo de tejidos, con su secuela no deseada de cambios genéticos, no pude ver entonces, y todavía no veo, cómo la biotecnología moderna puede ayudar a la conservación y utilización sustentable de la diversidad biológica. ¡Pero puedo visualizar varias otras aplicaciones posiblemente útiles! Creo que lo eran para OCDE, y todavía lo son. Con razón la delegación de Estados Unidos deseaba introducir los derechos de propiedad intelectual, y fueron aceptados. Pero nosotros queríamos derechos comunitarios y no pudimos siquiera conseguir los derechos de los agricultores, incluidos en el Convenio de Diversidad Biológica. El artículo 8(j) llegó tan lejos como pudimos ir en ese entonces. Pero hubo una lucha concertada que hizo que hoy, en el 2000, la situación cambiara radicalmente. Esto es porque sabíamos, y les hicimos saber que sabíamos. Pero ahora quedó demostrado que hasta la equivalencia sustancial de los organismos modificados genéticamente (OMG) –no estoy seguro si se llamaba así cuando las negociaciones de Nairobi, pero así fue explicada por la delegación estadounidense- es indefendible.

La estrategia de saber y hacer saber que uno sabe también funciona dentro de un contexto de países fuera de la OCDE, entre los "aliados". Por ejemplo, como dirigente del Grupo Africano en las negociaciones de bioseguridad, una de las cargas más pesadas en un principio fue la delegación de Sudáfrica. Todo comenzó en 1996. En la primera sesión de las negociaciones sobre bioseguridad realizada en Aarhus, Dinamarca, el Grupo Africano había pedido a la delegación de Etiopía que elaborara un proyecto de protocolo africano. Lo hicimos. La Red del Tercer Mundo nos ayudó de varias maneras a organizar un taller de estudio de los países africanos para modificar lo que fuera necesario y adoptar el proyecto de protocolo. La delegación sudafricana –todos blancos- llegó a Addis Abeba –todos negros- representando a un gobierno multirracial. Estaba presidida por un hombre empeñado en perturbarnos partiendo de la base de que éramos pobres y sucios. Su primera reacción fue observar el humilde hotel que habíamos reservado y anunciar que iría al Hotel Hilton, pagado por él mismo.

Cimentando la fuerza

Lo siguiente fue adoptar una terminología que sonaba a progreso, a la vez que invariablemente conducía los temas hacia el comercio libre y sin trabas de los OMG y sus productos. Yo sabía que él quería obstaculizar. Le hice saber que yo sabía. Él no quería quedar identificado abiertamente en ese papel. Sabía que su gobierno se enteraría y no quedaría complacido. Yo sabía, por consiguiente, que él no sostendría abierta y oficialmente una posición diferente a la del Grupo Africano. Él siguió obstruyendo nuestras reuniones. Varios de los otros colegas africanos desearon que su delegación quedara aparte de la nuestra. Logré convencerlos de tener paciencia porque necesitábamos que África presentara un frente común. Yo lo conocía. Él sabía que yo lo conocía. Finalmente su gobierno también se dio cuenta y lo retiró de la delegación. ¡Qué alivio!

A veces sirve que "ellos" crean que uno no sabe. Cuando presentamos el Proyecto de Protocolo africano, hubo muchos -incluso el venerable periódico Nature-, que creyeron que era obra de algunas ONGs. Algunos decían que había sido Greenpeace. Otros, más generosamente inclinados al Sur, pensaron que había sido la Red del Tercer Mundo. También se dieron otros nombres. Nos menospreciaron. Nuestra inclusión de los organismos resucitados como fuente de riesgo sólo hizo que nos consideraran más chiflados. Nadie más que nosotros escribió nuestro proyecto, si bien nos ayudaron con numerosos comentarios. En cuando a los organismos resucitados, todavía creemos que son peligrosos. No estamos pensando en Parques Jurásicos, como dijo una vez un delegado de Costa Rica. Revisen la literatura científica de la OCDE, por ejemplo la revista Science. Allí encontrarán que hablan de ellos. Pero la circunstancia de que nos subestimaran nos dio impulso para mantenernos discretamente unidos.

Para ese entonces ellos sabían que nosotros realmente sabíamos de lo que estábamos hablando. Habíamos cimentado una unidad africana de propósitos, y el chantaje y la intimidación dirigidos a las delegaciones de manera individual con el fin de quebrar nuestra unidad siempre rebotaron. Incluso hasta hace tan poco como en las negociaciones fracasadas de febrero de 1999 en Cartagena, los principales negociadores del Grupo de Miami y de los europeos, nos subestimaron. Estaban tan ocupados sellando un trato entre ellos que, en las tristemente célebres mesas redondas de los últimos días, resultó evidente que no creían que yo estaba siquiera siguiendo los "vericuetos" de sus transacciones. Cuando parecía que estaban a punto de finalizar su trato, señalé que carecía de todo valor ya que no podía aceptarlo y que ellos tenían que negociar también conmigo, no sólo entre ellos. Tuvieron que admitir que tenía razón. Cuando abandonamos la mesa redonda, uno de ellos me comentó que yo no sabía lo que nos convenía. Recuerdo haberme peleado a puños sólo tres veces en mi vida, y todas antes de los 12 años. Pero en ese momento tuve ganas de darle un puñetazo. Por supuesto, él era más grande y hubiera sido un gesto inútil. Lo hubiera sido igualmente aunque él fuera un enano. Así que sólo le dije "cierre la boca" y me fui. Para ser justos, no pareció ofenderse. Y más tarde me di cuenta de que yo tampoco me había ofendido.

En las consultas informales de Viena, en setiembre de 1999, el Grupo de espíritus afines señaló que el alcance del Protocolo, tal como había sido propuesto en Cartagena –en que la mayoría de los tipos de OMGs (para productos farmacéuticos, investigación, uso confinado, en tránsito) caerían fuera del Protocolo excepto por dos o tres artículos especificados- dejaba tan poca cosa dentro del Protocolo que lo convertía en algo ficticio.

Las delegaciones de la OCDE se escondieron detrás de la fachada de que, si volvíamos a tratar el alcance que ya había sido establecido en Cartagena, tal vez nunca finalizaríamos, y que, por lo tanto, el Grupo de espíritus afines no estaba siendo razonable. Pero nosotros nunca habíamos aceptado que el alcance de Cartagena fuera adecuado. Señalamos que, por ejemplo, el artículo sobre la Reunión de las Partes no estaba incluido en los artículos 2-3 especificados, y que, tal como se entendía el alcance, la Reunión de las Partes nunca discutiría los productos farmacéuticos, la investigación, el uso contenido o el tránsito de los OMG. La primera respuesta fue de silencio. Luego, se aceptó que debíamos enumerar todos los artículos que no se aplicarían (lista negativa) o todos los artículos que se aplicarían (lista positiva) a cada categoría de OMG. Llevó todo un día de complicadas discusiones demostrar que sería muy engorroso mantener la lista, cualquiera fuera el enfoque. Esto obligó a todos a aceptar de mala gana que las excepciones a considerar, afectaban sólo al procedimiento de Aviso Informado Previo, como siempre habíamos insistido en que debía ser.

Cuando las delegaciones esconden oscuras intenciones o pensamientos detrás de una aparente claridad, es bueno "dar vuelta el plato". ¿Pero cómo lo logramos? Estábamos andando con tiento con el Grupo de Miami por la negociación de las mercancías: tenían que "complacernos". El Grupo de compromiso vio a dónde apuntábamos, si bien no pensaron que las ventajas compensaban la posible demora. El Grupo de países de Europa central y oriental no estaban seguros al principio, pero luego se convencieron de nuestros argumentos presentados en la Reunión de las Partes. El Grupo europeo sabía que sabíamos que ellos no querían que se investigaran los motivos escondidos. Y ellos sabían que hablábamos en serio en cuanto a no aceptar motivos escondidos. Todos sabían que nosotros sabíamos que ellos sabían qué era lo que se buscaba, y preferían que nadie dijera nada. De manera que no pudieron impedirnos revelar cuán confuso era el artículo sobre el alcance. Como resultado final, ahora tenemos un alcance amplio (Artículos 4, 5 y 6), si bien todavía con más excepciones al procedimiento de Acuerdo informado previo de las que originalmente queríamos.

Es necesario tener amigos

Tuvimos amigos. África es financieramente tan pobre que el Grupo Africano no hubiera funcionado, y mucho menos jugado un papel importante en la unión del Sur, sin amigos. Y muy pronto hicimos amigos que llenaron nuestros vacíos. Por ejemplo, la Red del Tercer Mundo nos dio un apoyo vital y nos facilitó vínculos imprescindibles y posibilidades de interactuar, tanto a nivel Sur-Sur como Sur-Norte. Las telecomunicaciones africanas son tan pobres que de no haber sido por la Fundación Gaia de Londres, que actuó como una estación de retransmisión de información entre las delegaciones africanas, no hubiéramos podido ser efectivos. Y de no haber sido por la ayuda de muchos otros amigos de todo el mundo –del ámbito gubernamental, no gubernamental, académico y de la investigación-, no hubiéramos podido estar tan informados y ser tan efectivos como lo fuimos.

Pero el Grupo Africano no era una organización fuerte como algunos decían. Era una llama pequeña pero clara, protegida de las ráfagas por manos amigas de todo el mundo. Ayudó tener esta enorme red solidaria, mientras nuestros "oponentes", por lo menos en un principio, nos veían como pobres, aislados e ignorantes. Tal vez las amistades más interesantes vinieron de fuera de fronteras. Realmente llegué a encariñarme con algunos de mis amigos del Grupo de Miami. El "cariño" tiene muchos niveles y matices. La condición de oponentes nos hace estudiarnos mutuamente con más profundidad que si fuéramos amigos. Me encantaría tener a la mayoría de los delegados del Grupo de Miami como vecinos amistosos con los cuales mantener un intercambio mundano de ideas sobre los acontecimientos diarios, frente a una taza de café.

¿Conocen sus límites?

En Cartagena, en febrero de 1999, el Grupo de trabajo ad hoc sobre Bioseguridad comenzó a transitar el camino al fracaso. Era de mañana temprano. Hacía varios días que no dormía más de tres horas. A esa altura me resultaba difícil imaginar cómo iba a poder llegar a mi hotel sin quedarme dormido. Y entonces, alguien –creo que de la Secretaría- me tocó el hombro y me dijo que me necesitaban, que tenía que ir al acuerdo de mesa redonda para negociar una vez más con el Grupo de Miami y el Grupo europeo.

De inmediato me desperté. Negociamos durante varias horas. Luego, un par de horas de sueño, más negociaciones, todo el día y toda la noche con algún otro par de horas de sueño, y de vuelta a la mañana. Otro día y otra noche igual a las anteriores, a veces a los tumbos, a veces de mal carácter, pero con la mente absolutamente lúcida. Y el cariño, los cuidados y el apoyo de todos –alguien con un vaso de jugo, otro con algo de comer, una palmada, una sonrisa, y muchos con palabras de afecto. ¿Una energía supraindividual que me mantuvo andando? ¿Una fuerza innata desconocida que me impulsaba a seguir? No lo sé. Todo lo que sé es que el Grupo de Miami tuvo que cambiar su negociador, y me dijeron que el negociador del grupo europeo no consiguió, en los últimos momentos, mantenerse despierto. Soy asmático, y mayor que ellos. No sé cómo o por qué pude aguantar. Pero me quedé hasta el final. Cuando terminó no recuerdo cómo entré a mi cuarto y me metí en la cama. Me desperté 11 horas después, sólo para comer y volver a dormir 10 horas más.

Éxito, pero ¿podíamos haber conseguido más?

Mi evaluación general de Montreal en enero del 2000 es que nosotros, como Grupo de espíritus afines, tuvimos éxito en conseguir más de lo que yo había pensado que rescataríamos del embrollo de Cartagena. Pero entonces, nuestra unidad y nuestra fuerza ya habían sido puestas a prueba y confirmadas. Eso fue bueno. Y sigue siendo bueno. Pero a nivel personal, la pesadilla y el sueño no se combinaron de manera tan excitante como lo habían hecho en Cartagena. ¡Con una semana de surrealismo alcanza!






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