No. 101/102 - Marzo/Abril 2000
PROTOCOLO DE BIOSEGURIDAD
Más tarde, pero mejor
por
Chee Yoke Ling
El fracaso de las negociaciones sobre bioseguridad llevadas a cabo en Cartagena resultó finalmente una bendición. El interés público en el tema, que fue aumentando como resultado de la creciente evidencia científica sobre los riesgos de los cultivos y alimentos manipulados genéticamente, hicieron posible que en Montreal se lograra un Protocolo de Bioseguridad más satisfactorio.
Cuando en febrero de 1999, Estados Unidos y los otros cinco miembros del Grupo de Miami (Canadá, Australia, Argentina, Chile y Uruguay) llevaron las negociaciones internacionales sobre el Protocolo de Bioseguridad a un punto muerto, en cierto sentido fue una victoria para la bioseguridad. Como expresó un delegado cuando más de 130 países acordaron suspender las negociaciones en Cartagena, "es mejor tener un Protocolo más fuerte en el futuro que llegar a una solución insatisfactoria y tener un Protocolo débil".
El Grupo de Miami había pretendido bloquear la inclusión de las mercancías agrícolas manipuladas genéticamente en el procedimiento de Acuerdo Informado Previo propuesto por el proyecto de Protocolo. Esto implicaba que, antes de embarcar cualquier tipo de organismo manipulado genéticamente a un país, los exportadores debían obtener primero el consentimiento expreso de ese país importador, después de realizada la evaluación de riesgo. Los países en desarrollo insistieron en que el Acuerdo informado previo debe abarcar a todas las semillas. "Una semilla es una semilla. Ya sea para ser plantada o para ser procesada, entrará en el ambiente. También tendrá impactos en la salud", declaró Tewolde Egziabher, vocero del Grupo de espíritus afines, integrado por más de 100 países en desarrollo.
Los delegados habían llegado a Cartagena en el mismo momento en que el caso del Dr. Arpad Pusztai, de Gran Bretaña, ocupaba los titulares de la prensa internacional. El hecho de que fuera perseguido por publicar los riesgos que podrían tener para la salud las papas transgénicas utilizadas en experimentos con ratas, fue quizás más noticia que los hallazgos científicos. Desde entonces han aumentado las evidencias científicas sobre los peligros de los cultivos y alimentos transgénicos, las dudas sobre su rendimiento supuestamente mayor, la preocupación de la opinión pública en cada vez más países y la revelación de las condiciones insuficientes de los sistemas reguladores y de aprobación de los principales países productores, en especial Estados Unidos.
Para cuando los gobiernos volvieron a reunirse en Montreal en enero del 2000 había condiciones políticas favorables para el Protocolo de Bioseguridad. Es así que, casi un año después de Cartagena, el 29 de enero más de 130 países adoptaron el Protocolo de Bioseguridad de Cartagena.
Una batalla de 10 años
La batalla por un acuerdo jurídico mundial en materia de bioseguridad comenzó en 1990-91, cuando se negoció el Convenio de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica y Malasia introdujo el tema de la bioseguridad para asegurar que la conservación y el uso sustentable de la biodiversidad no se vieran amenazados por la ingeniería genética y los organismos manipulados genéticamente. Después de una enorme resistencia y de intensos debates, especialmente por parte de Estados Unidos, se logró incluir una disposición para formular un acuerdo de ese tipo.
No obstante, primero había que establecer la necesidad de un Protocolo. El término "organismo vivo modificado" utilizado en el Convenio y ahora en el Protocolo fue adoptado ante la insistencia de Estados Unidos, que quería evitar tratar a los organismos transgénicos como una categoría separada de organismos, con impactos potencialmente distintos. Varios países en desarrollo, munidos de información vital sobre los problemas potenciales de la ingeniería genética, fueron en ese momento fundamentales para conseguir el apoyo suficiente como para iniciar las negociaciones en torno a un protocolo internacional de bioseguridad.
Esto coincidió con el surgimiento de pruebas científicas que indicaban los riesgos potenciales para la biodiversidad, el ambiente y la salud humana de los cultivos, alimentos, vacunas y materiales transgénicos. Después de que algunos países desarrollados, en especial Estados Unidos -el mayor productor/exportador comercial-, opusieron gran resistencia a la iniciativa, la Conferencia de las Partes para el Convenio de Diversidad Biológica, en su reunión de 1995, realizada en Jakarta, Indonesia, finalmente encomendó la realización de negociaciones para un Protocolo de Bioseguridad internacional jurídicamente vinculante.
En 1998, Estados Unidos creó el Grupo de Miami, con Canadá, Australia, Argentina, Chile y Uruguay. El cometido del grupo era excluir las mercancías agrícolas del ámbito del Protocolo. En el acuerdo fueron referidas como organismos vivos modificados destinadas para "alimento, pienso y procesamiento", diferenciándolas de aquellas destinadas a la introducción deliberada en el ambiente, por ejemplo, semillas para plantación o bacterias del suelo manipuladas genéticamente.
En febrero de 1999, cuando estaba previsto que las negociaciones concluirían en Cartagena, el Grupo de Miami boicoteó las conversaciones, básicamente en este punto. El Grupo de Trabajo intergubernamental sobre Bioseguridad se reunió por sexta y última vez del 14 al 22 de febrero en Colombia. Las posiciones encontradas y profundamente divididas -con el Grupo de Miami que esencialmente no quería ningún Protocolo- llevaron a un estancamiento. El presidente del Grupo de Trabajo, Veit Koester, de Dinamarca, produjo su propio Texto del Presidente, juntando lo que él consideraba era una solución de compromiso.
Todas las delegaciones expresaron su disconformidad con el proceso y las partes del contenido. El Grupo de Trabajo, que había funcionado desde 1995, fue disuelto el 22 de febrero, y se constituyó la Reunión Extraordinaria de la Conferencia de las Partes para hacerse cargo de las negociaciones. Esta instancia fue presidida por el ministro de Medio Ambiente de Colombia, Juan Mayr, ya que ese país era anfitrión de la reunión. Desde entonces hasta la madrugada del 24 de febrero, las conversaciones se centraron esencialmente en el tema de las mercancías agrícolas, que el proyecto de texto había excluido. Si bien los países podían todavía adoptar medidas de carácter nacional, no habría una estructura internacional para encargarse de esa categoría de organismos transgénicos.
El Grupo de espíritus afines, de países en desarrollo, se negó a aceptar la exclusión de las mercancías. Era precisamente para establecer una obligación internacional que dispusiera que los exportadores debían obtener consentimiento informado previo, que se procuraba lograr un Protocolo. El Grupo de Miami también rechazó una propuesta de la Unión Europea de incluir las mercancías.
La insistencia del Grupo de Miami en que el Protocolo quedara subordinado a los acuerdos comerciales de la Organización Mundial de Comercio (OMC) también contribuyó al quiebre de las negociaciones. Al final, se suspendió la reunión Extraordinaria de la Conferencia de las Partes. El Grupo de espíritus afines oficialmente volvió a poner en la mesa de negociaciones su lista de temas, a muchos de los cuales había estado dispuesto a renunciar a cambio de que el Grupo de Miami se integrara al proceso del Protocolo.
En setiembre de 1999 se realizaron conversaciones informales en Viena, bajo la presidencia de Mayr. El estancamiento de las negociaciones sobre bioseguridad debido a imperativos comerciales había frustrado a varios países. Algunos de ellos decían que no había que permitir que el Grupo de Miami chantajeara al mundo entero.
En la reunión informal de los negociadores de bioseguridad de setiembre, los países europeos demostraron mayor compromiso, debido en gran medida a la presión pública y los acontecimientos dentro de Europa, tal como la moratoria de nuevos cultivos transgénicos. El Grupo de espíritus afines continuaba conformando un frente unido. Se identificaron tres temas centrales que se acordó resolver antes de pasar a otros sectores conflictivos. Los temas fueron: alcance general del Protocolo; ámbito de aplicación del procedimiento de Acuerdo informado previo; y la relación del Protocolo con otros acuerdos internacionales.
Como el Grupo de Miami había sido identificado -incluso por los principales medios de información- como la piedra de la discordia en el Protocolo, y también por la creciente presión de los consumidores, en Viena se acordó considerar la inclusión de las mercancías en el Protocolo. No obstante, resultaba claro que Estados Unidos y Canadá pretendían que sólo se enviara información -a través de Internet- de los organismos manipulados genéticamente aprobados para su comercialización. También quedó claro que el Grupo de Miami quería que los acuerdos de la OMC prevalecieran sobre el Protocolo.
El fracaso de los intentos de boicot
Con el creciente rechazo de los consumidores a los alimentos transgénicos y el requisito legal de segregación y etiquetado en Europa, el tema de la bioseguridad se enredó con temas comerciales. Al mismo tiempo, para los países en desarrollo y algunos países industrializados también era fuerte el deseo de concluir el Protocolo de Bioseguridad. Por eso, no llamó la atención que pocas semanas antes, la Reunión Ministerial de la OMC, realizada en Seattle, Canadá, en noviembre de 1999, propusiera que se creara un Grupo de Trabajo sobre Biotecnología en el marco de la OMC.
Simultáneamente, Estados Unidos propuso que se examinaran los procedimientos decisorios y las disciplinas del sector agrícola a efectos de asegurar que el comercio de productos de la biotecnología agrícola "se basara en procesos transparentes, predecibles y en tiempo". Japón propuso un foro para resolver los temas biotecnológicos. Todos esos intentos estaban claramente destinados a trasladar el debate internacional del ámbito de las Naciones Unidas, donde la bioseguridad se estaba discutiendo en sus propios términos, hacia la OMC, donde dominarían los intereses y normas comerciales. De haber triunfado, esos países habrían paralizado el proceso del Protocolo y hubieran puesto la bioseguridad directamente a merced de los intereses comerciales.
Las protestas de las ONG y el vehemente rechazo de los países en desarrollo bloquearon esos intentos desde el inicio, cuando se presentaron las propuestas en Ginebra. La Red del Tercer Mundo y el Centro de Legislación Ambiental Internacional prepararon evaluaciones detalladas de las consecuencias de las iniciativas de Estados Unidos, Canadá y Japón, y las repartieron entre los negociadores y funcionarios de la OMC en los países en desarrollo claves. La comunidad de ONGs también fue alertada por Internet, y las ONG del Norte, por su parte, se movilizaron en torno al tema.
Aumentaron las protestas y este tema polémico se convirtió en un elemento más de los que contribuyeron al quiebre de la reunión de la OMC en Seattle. Varios ministros europeos de Medio Ambiente fueron a Seattle planteando sus objeciones y manifestando abiertamente su desacuerdo con el Comisario Europeo de Comercio, quien estaba dispuesto a ceder a las propuestas de Estados Unidos, Canadá y Japón, como parte de un intercambio con otros temas.
La imposibilidad de establecer el grupo de trabajo de la OMC en biotecnología y el seguimiento sin precedentes que hizo la sociedad civil de la reunión de Seattle catapultaron las negociaciones del Protocolo de Bioseguridad, reanudadas en Montreal en enero del 2000, en las que finalmente se llegó a la adopción de un acuerdo.
Chee Yoke Ling es representante de la Red del Tercer Mundo en temas de ambiente.
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