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   No. 103 - Mayo 2000
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Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales


No. 103 - Mayo 2000

Los viejos y los nuevos 500 años de los Pataxó

Hace 500 años, conquistadores portugueses en brillantes armaduras utilizaron sus armas modernas contra pueblos indígenas armados con arco y flecha. Ahora, policías en brillante vestimenta antimotines utilizaron sus modernas armas contra personas desarmadas, incluyendo indígenas, negros y blancos, quienes protestaban contra los festejos oficiales de la llegada de los portugueses.

En el año 1500, cuando los portugueses llegaron a las costas de lo que luego se transformaría en el Brasil, el pueblo indígena Pataxó ya habitaba el área bautizada por los conquistadores como Monte Pascoal, localizada al sur del actual estado de Bahía. Ellos vivieron en la región hasta 1951, año en que fueron víctimas de una terrible masacre. Los sobrevivientes fueron expulsados de sus tierras y confinados en áreas donde vivieron por años en medio de la miseria y la humillación. El territorio ancestral de los Pataxó fue entonces transformado en el Parque Nacional Monte Pascoal, aduciéndose la protección del bosque de la Mata Atlántica.
Sin embargo, el resto de la otrora extensa Mata Atlántica continuó siendo sistemáticamente destruida por diversos actores no-indígenas, en tanto que a los Pataxó se les negaba el derecho a sus propias tierras destinadas -a la fuerza- a la preservación. Una situación injusta que no podía durar. Efectivamente, en agosto de 1999 los indígenas Pataxó retomaron su territorio y declararon que "Monte Pascoal es de los Pataxó".

Desde entonces las autoridades, con el apoyo de algunos medios de prensa, han tratado de desacreditar a los Pataxó frente a la opinión pública, acusándolos de destruir los bosques. A esta campaña se sumó recientemente la revista Newsweek (edición en inglés de marzo del 2000). Sin embargo la estrategia de la gran prensa brasileña fue ignorar el conflicto.

Como otra forma de presión, el gobierno dejó de asignar fondos al Grupo de Trabajo de la propia agencia oficial a la que se había asignado la tarea de demarcar el territorio de los Pataxó. Al mismo tiempo, concedió tierras a campesinos sin tierra en el territorio Pataxó, con el fin de generar conflictos entre ambos grupos. A su vez, nada hizo por desalojar a los ganaderos que ocupan predios alrededor del Parque, quienes son responsables por incendios anuales que afectan al parque y de los que luego se acusa a los Pataxó.

En noviembre de 1999, un juez local dictaminó que dicho Parque Nacional debía ser devuelto al Instituto Brasileño para el Medio Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (IBAMA). Todavía no hay fecha establecida para la expulsión, pero los Pataxó han jurado resistirla y emitieron una declaración dirigida al pueblo brasileño y a las autoridades, donde manifiestan que Monte Pascoal es su territorio sagrado y que no habrían de aceptar ninguna decisión, negociación o propuesta que implique su retiro del área.

Los Pataxó no están solos

La situación se ha tornado dramática, dado que los indígenas vienen siendo víctimas de un hostigamiento permanente. Afortunadamente los Pataxó no están solos, hacia fines de marzo de este año, indígenas de todo el país comenzaron a salir de sus aldeas y a marchar hacia Porto Seguro, el sitio oficial del "descubrimiento", en dirección opuesta a la seguida por los colonizadores europeos en el 1500. Con gran expectativa, la mayoría se reunió el 15 de abril en Monte Pascoal, que se convirtió así en un potente símbolo de la lucha de todos los pueblos indígenas del país, donde más de la mitad de sus tierras aún no han sido demarcadas. Entienden que la retomada de Monte Pascoal constituye un paso importante en la lucha de todos los pueblos indígenas por la devolución y demarcación de sus tierras. Más de 1500 indígenas se juntaron con las 22 familias Pataxó y festejaron la reunión con rituales, cánticos y discursos, dando su apoyo total a la lucha de los Pataxó.

El 17 de abril todos se dirigieron a la aldea de Coroa Vermelha, en territorio Pataxó, distante unos 200 kilómetros de Monte Pascoal y cercana al sitio del "descubrimiento: Porto Seguro. Más de 30 ómnibus que los transportaban fueron detenidos por el primero de los numerosos retenes policiales establecidos por el gobierno para asegurar la "seguridad pública", a los que se destinaron más de 5.000 efectivos de la policía militar. Los autobuses sólo fueron autorizados a continuar su camino a través de la intervención directa del Procurador General de la Nación. Arribados finalmente a Coroa Vermelha, al día siguiente inauguraron la Conferencia Indígena 2000, contando con la presencia de 2.500 representantes de 186 pueblos indígenas de todo el país, constituyéndose así en la mayor reunión indígena en la historia del Brasil.

A lo largo de los cuatro días que duró la conferencia, los indígenas lograron ocupar el primer lugar en las noticias en torno a los acontecimientos de los 500 años, mostrando su fuerza y su indignación frente a los festejos oficiales. Mientras el gobierno preparaba y organizaba festejos muy costosos y excluyentes, ignorando la historia real del país, los indígenas lograron, con mínimos recursos, mostrar al público su historia, su riqueza cultural, su sabiduría y sus propuestas para los próximos 500 años, reivindicando el respeto a sus derechos, principalmente la demarcación de sus tierras, así como salud y educación dignas y adecuadas a su realidad. Mostraron una fuerza y unidad muy reales y verdaderas, en tanto el gobierno intentaba mostrar una falsa unidad de todo el pueblo brasileño y una fuerza basada en la presencia de miles de policías militares.

Brasil: ¿Nada cambió en 500 años?

Finalmente llegó el 22 de abril, la fecha del "descubrimiento" por Pedro Alvares Cabral en 1500. Debía ser el gran día para el presidente de Brasil, junto con su colega portugués, mostrando al mundo que Brasil es una gran nación con un pueblo feliz: ¡un día de victoria! Pero fue un día de derrota, un día que refleja como el gobierno brasileño trata a su pueblo, sobre todo a los primeros habitantes: los indígenas. Primero intentaron convencer a los 2500 indígenas para que no realizaran su manifestación de protesta el día 22, y que en vez escogieran a 20 representantes para entregar un documento al Presidente de la República. Sin embargo los indígenas, conscientes de su historia, no aceptaron esta verdadera manipulación y respondieron con un recado al presidente en el que manifestaban que querían conversar con él, pero en otro momento, porque el día 22 no era un día para salir en una foto con el presidente, sino un día para recordar el genocidio de más de cinco millones de indígenas a lo largo de los 500 años de historia de Brasil.

La respuesta de los indígenas generó una tensión muy grande. El gobierno optó por el camino de la represión total. Impidió la entrada de manifestantes de todo el país a la ciudad de Porto Seguro, impidió que varios movimientos se juntaran e impidió cualquier tipo de protesta. Así atacaron a más de 2.000 indígenas en su marcha, con bombas de gas lacrimógeno y balas de goma. De esta manera, el día 22 de abril se convirtió en un día de derrota total para el gobierno brasileño. La imagen del indígena Gildo Terena, pidiendo a los policías de la tropa de choque que detuvieran su violencia, rodó por el mundo, atemorizando al gobierno, siempre preocupado por la imagen de Brasil en el exterior.

Los indígenas, tristes e indignados, pero de cabeza erguida y orgullosos con su resistencia y unidad, tomaron conciencia que están iniciando una nueva etapa en su lucha, percibiendo que nada parece haber cambiado en estos 500 años. El gobierno acabó por darles el mismo tratamiento que les dieron los colonizadores en el 1500, cuando comenzó uno de los mayores genocidios de la historia. Necesitarán recurrir a toda su fuerza y unidad, que estuvieron muy presentes en los días de la conferencia, para entrar en esta nueva fase de la historia brasileña. Y es a partir del Monte Pascoal, sitio del inicio de la colonización, es a partir de su retomada por los Pataxó, que los indígenas prometen con mucha lucha y unidad "retomar" el Brasil y contribuir, con sus derechos plenamente respetados, a la construcción de un país sin exclusiones, verdaderamente pluriétnico y multicultural.

Al igual que en muchos otros países del mundo, aquí pugnan dos visiones antagónicas. Por un lado, quienes aún parecen vivir en un Brasil colonial, en el que los "portugueses" imponen su poder sobre los "indios". Por otro lado, un Brasil nuevo y vibrante, en el que los indígenas, los Sin Tierra, los oprimidos y sus aliados, pasan a reivindicar sus derechos en el marco de la búsqueda de un Brasil equitativo y respetuoso del medio ambiente. Esta pugna ni empieza ni termina ese 22 de abril, pero a partir de ahora esta fecha seguramente tendrá un nuevo significado. Y mucho habrá que agradecer a los Pataxó por ese cambio.

En última instancia, el Brasil en su conjunto deberá reconocer la deuda que mantiene con los habitantes originarios de su territorio y llegar a acuerdos equitativos para resolver definitivamente el problema. No podrá haber paz sin justicia y equidad. Cuando ello se logre, entonces sí habrá algo que todos querrán festejar. Y en ese momento esperamos poder ver a los Pataxó festejando -junto al resto de la sociedad brasileña- desde lo alto de su Monte Pascoal.

Poblaciones locales: Una luz de esperanza en el bosque

Tres grandes actores dominan el escenario mundial de los bosques: las poblaciones locales, los gobiernos y las empresas transnacionales. En tanto las primeras intentan proteger el bosque que les provee su sustento y supervivencia cultural, se ven obligadas a enfrentar –en una lucha desigual- a las fuerzas combinadas de las transnacionales y los gobiernos, cuyos planes de "desarrollo" resultan inevitablemente en la destrucción de los bosques.

En números anteriores de la Revista del Sur hemos publicado ejemplos de lo antedicho: madereo industrial, explotación petrolera, minería, represas, plantaciones, cría de camarones, tráfico de armas y otras inversiones que hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, destruyendo, en el proceso, el bosque que se encuentra en su camino y a las poblaciones que lo habitan.

Actualmente, la mayoría de los gobiernos de países tropicales parecen considerar que su papel se limita simplemente a competir con otros gobiernos del Sur, rivalizando en quién ofrece las mejores condiciones para la inversión de las transnacionales. Esto incluye de manera especial a los subsidios, que van desde exenciones fiscales hasta la represión de la oposición a efectos de asegurar la rentabilidad de los inversionistas extranjeros.

Por su parte, las transnacionales consideran que no tienen que rendir cuentas ante nadie, excepto –y sólo en cierta medida- frente a sus accionistas. Ellas imponen su voluntad, no sólo sobre gobiernos del Sur aparentemente débiles sino también sobre gobiernos del Norte e instituciones multilaterales. Nadie las eligió nunca para gobernar nada, pero de hecho cada vez más gobiernan el mundo entero.

Dentro de un escenario de ese tipo, las poblaciones locales que luchan por proteger sus bosques constituyen una luz de esperanza para el futuro. No sólo son la principal oposición en el terreno a la destrucción de los bosques, sino que también forman la base para la creación de alianzas mundiales de personas deseosas de proteger a los bosques y las poblaciones que los habitan, que sin esas luchas no tendrían mayor sentido.

Por otro lado, las poblaciones locales están elaborando y poniendo en práctica alternativas de formas de vida verdaderamente sustentables, apartadas del discurso oficial ya carente de significado del "desarrollo sustentable", que gobiernos y transnacionales vaciaron del contenido que inicialmente tenía.

Sin embargo, la luz de esperanza representada por esas poblaciones todavía no es lo suficientemente fuerte y necesita el apoyo de todas las organizaciones que trabajan a favor del respeto de los derechos humanos y la conservación ambiental. Pero ese apoyo no debe considerarse como que "nosotros" los ayudamos a "ellos", sino como un esfuerzo de colaboración para asegurar las formas de vida presentes y futuras para todas las poblaciones de la Tierra.

Los Ogoni y Ogiek en África, los Pataxó y Mapuche en América Latina, los Karen y Dayak en Asia, junto con innumerables pueblos indígenas, comunidades tradicionales y campesinas de todo el mundo están enseñando el camino. Sus luchas son nuestras y cuanto mayor apoyo reciban, más avenidas abrirán para el futuro de la humanidad.






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