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No. 103 - Mayo 2000

LA NUEVA POLÍTICA DE PATENTES DEL CIMMYT

¿Petróleo en aguas revueltas o tormenta en tubo de ensayo?

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), uno de los institutos más influyentes de la Revolución Verde, anunció un cambio en su política de propiedad intelectual: adoptará una evaluación caso por caso que aceptará patentes -y otras opciones de propiedad intelectual- cuando las publicaciones u otras estrategias contractuales sean juzgadas inviables. Los comentarios de la Fundación Internacional para el Progreso Rural (RAFI) no tienen la intención de aislar y atacar al CIMMYT, sino llamar la atención pública sobre temas más abarcativos.

RAFI En 1980, la Suprema Corte de Estados Unidos votó con una estrecha mayoría a favor del patentamiento de un microorganismo vivo que se afirmaba podría absorber los derrames de petróleo. La decisión marco una nueva era en la propiedad intelectual. De pronto, los productos y procesos de la vida -así como sus fórmulas- se volvieron patentables. Partiendo por los microorganismos, las oficinas de patentes de todo el mundo han militado para otorgar patentes monopólicas exclusivas sobre plantas, animales, especies enteras, líneas celulares humanas y aun fragmentos de ADN humano que sólo han sido vistos por computadoras y nadie los ha podido descifrar.

En 1980, la Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (USPTO) otorgó cerca de 60.000 patentes. En 1999, el número de patentes aprobadas anualmente en la USPTO ha sido más que duplicado. Pero este aumento habla más sobre las tensiones que afligen a los sobrecargados examinadores de patentes que sobre el trasfondo real del papel de la propiedad intelectual en el comercio mundial. Desde el día de la Independencia, hace más de 200 años, hasta hoy, Estados Unidos ha reconocido unos seis millones de invenciones. En este momento hay más de tres millones de solicitudes de patentes pendientes sólo sobre materiales genéticos humanos. En las dos últimas décadas el sistema ha pasado de patentar una mejor trampa para ratones a un "mejor" ratón y ahora ¿a un "mejor nosotros"?

Dada la omnipresencia del sistema de patentes, casi no seria noticia que el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), uno de los institutos más influyentes de la Revolución Verde, que está bajo el paraguas del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), diera a conocer recientemente que estaba cambiando su política de propiedad intelectual. La política revisada adoptará una evaluación caso por caso que aceptará patentes -y otras opciones de propiedad intelectual- cuando las publicaciones u otras estrategias contractuales sean juzgadas inviables. En un mundo donde puede haber tantas patentes sobre una variedad de maíz como sobre un 747, en un ambiente privatizador donde las movidas y apuestas en biotecnología agrícola están en manos de un puñado de Gigantes Genéticos, la decisión del CIMMYT podría parecer un "llamado a la realidad" a todas las instituciones de investigación con espíritu público que tratan de hacerse un lugar en el medio del pandemónium de patentes.

Los comentarios de RAFI sobre la política de propiedad intelectual no tienen la intención de aislar y atacar al CIMMYT, que pese a todo es uno de los institutos más honorables y transparentes del sistema CGIAR, sino llamar la atención pública sobre temas más abarcativos, que son de importancia crucial para todo el CGIAR y para el futuro del sector público de investigaciones.

¿"Principio de realidad" o "en realidad, dejamos los principios"?

El hecho de que la decisión de la directiva del CIMMYT fuera rápidamente publicada en la conocida revista científica Nature, (6/4/2000) y que seguidamente fuera noticia en listas de Internet de todo el planeta, es un buen testimonio de que ningún cambio en las políticas de propiedad intelectual del sector público serán tomadas livianamente. Hasta el informe de Nature, la mayoría de los observadores, incluyendo organizaciones de la sociedad civil como RAFI, habrían caracterizado la posición del CIMMYT como claramente hostil al patentamiento.

¿Será que el CIMMYT ha tenido, lamentablemente, que hacerle frente a lo "inevitable"? ¿Será que las criticas de las organizaciones de la sociedad civil frente al cambio en su política son por falta de contacto con la realidad? Después de todo, el CIMMYT ya estaba en la línea de fuego. Y las organizaciones de la sociedad civil -según la frecuente y equivocada caracterización de la industria y algunos medios científicos- pueden pontificar sus principios con total impunidad.

El raciocinio del CIMMYT para su desacertado cambio de política es que a través del patentamiento selectivo (como ultima salida), estará en capacidad de asegurar a los agricultores del Sur y a sus investigadores agrícolas nacionales, el libre acceso a las invenciones del CIMMYT. Según el CIMMYT, el patentamiento preventivo evitará que empresas inescrupulosas (públicas o privadas, del Norte o del Sur) se apropien de su trabajo, para actividades corporativas.

A través de contratos y licencias, el CIMMYT mantendría a los buscadores de lucro en su lugar, al tiempo que se asegura de que el Sur se beneficie. Aunque no existe ninguna intención de financiar el propio trabajo del CIMMYT con regalías provenientes de patentes (y esto seria una fantasía de todos modos) el CIMMYT presumiblemente dedicará las regalías que coseche para un fideicomiso "pro pobres". Como tema secundario, la adopción cautelosa de unas pocas solicitudes de propiedad intelectual podría ser necesaria para la colaboración del CIMMYT con los Gigantes Genéticos -el puñado de empresas que controlan la biotecnología en el mundo- en la investigación de biotecnologías pioneras necesarias, -según el CIMMYT- para los pobres del mundo. Con esto, el Centro "está haciendo lo mejor de una mala situación". Según otros, está optando por "irse al infierno para combatir al diablo". La gente que va a una batalla prefiere, generalmente, terrenos más elevados.

El voto unánime de la junta directiva del CIMMYT sobre la nueva política recibió atención extra, porque aunque el texto final no estaba redactado, la junta discutió sus conclusiones con los medios. Muchos observadores -viendo al CIMMYT negociar con las multinacionales patentes relacionadas a la tecnología de apomixis -un medio de clonar plantas a través de semillas- y colaborar con las compañías en otras investigaciones, pensaron que ésta ya era la política de facto del CIMMYT. ¿Que había de nuevo? ¿Por qué ahora?

Tambores lejanos o interferencias en la línea?

Para los externos, el momento elegido por la junta directiva parece haber sido infortunado, torpe o -para los teóricos de las conspiraciones- un escenario montado con la coreografía de los no tan lejanos tambores de la gran industria biotecnológica. Si no fue así, el momento no corrió a favor de los mejores intereses del CIMMYT. Los ministros de agricultura de toda América Latina y el Caribe se reunieron en abril en México, el mismo país donde el CIMMYT tiene sus oficinas, en la conferencia regional bienal de la FAO. Con una agenda débil y muchas organizaciones de agricultores y otras de la sociedad civil presentes, el cambio de política del CIMMYT reavivó las controversias en los corredores sobre la legitimidad del CGIAR. Luego, a mediados de mayo, se realizará el primer Foro Global de Investigación Agrícola en Dresden, Alemania. Con la presencia de un numero importante de organizaciones de la sociedad civil, gobiernos, industria, agencias de las Naciones Unidas y del sistema CGIAR, será inevitable el debate sobre temas de propiedad intelectual y el cambio de política del CIMMYT como uno de los temas "calientes".

La noticia en Nature sobre la política de propiedad intelectual del CIMMYT también cayó en una semana de movidas mediáticas de la industria biotecnológica. La semana comenzó con el anuncio de que las compañías biotecnológicas invertirán 50 millones de dólares por año para persuadir a los norteamericanos de que los organismos modificados genéticamente son buenos para ellos. Al día siguiente, Monsanto -actualmente mutando hacia Pharmacia- anunció que iba a "donar" al sector público su borrador de trabajo sobre el genoma de arroz . Todos, desde los científicos de arroz del CGIAR hasta sus donantes alabaron la iniciativa. Los críticos señalamos que Monsanto tiene muy poco interés en arroz y que esta medida propagandística, más que una "donación" era una "repatriación", ya que, si el CGIAR lo hubiera pensado, para empezar no debería habérsele permitido nunca a Monsanto que controlara este genoma.

Todavía en la misma semana, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos hizo publico un informe, muy bienvenido por la industria, sugiriendo que los productos transgénicos eran seguros. El informe recomienda desarrollar técnicas para disminuir el potencial de escapes de genes manipulados genéticamente a las poblaciones silvestres -en otras palabras, promoviendo el argumento "verde" a favor de la tecnología suicida Terminator, para convertir lo que afirman que ya es "seguro" (según ellos), en aún "más seguro". Y como corolario aparece el adelanto del cambio de política del CIMMYT. Si es que no marchaban al compás de los tambores de la industria, por lo menos su ritmo estuvo lamentablemente bien entonado con ellos.

Una elección equivocada

Sea lo que sea sobre el momento del anuncio -aun descartando las teorías conspirativas- estamos en completo desacuerdo con la decisión tomada, aunque saludamos la oportunidad de debatir los temas de fondo planteados por ésta. Primero, no se lograran las metas del CIMMYT a través de esta política. Segundo, el CIMMYT quedará en la cabecera de un desfile de institutos del Grupo Consultivo y escudado en su prestigio, yendo en una dirección que no los llevara adonde dicen querer ir. Tercero, hay como mínimo otras dos estrategias que el CIMMYT podría enfrentar para lograr sus metas y encarar los mismos problemas.

Una vez que se le hayan otorgado patentes, para el CIMMYT será mucho más difícil rever y revertir esta política. Con el tiempo, cuando el personal de la junta directiva y los funcionarios hayan cambiado, la tentación de usar las patentes como una carta de negociación con los Gigantes Genéticos, de aprovechar oportunidades de lucro estratégicas que desviaran al CIMMYT de su misión de investigación, de formar alianzas con la industria que desdibujaran prioridades y principios, van a aumentar y se volverán irresistibles en un marco de donantes en que los centros del CGIAR ya corren peligro de volverse tan desnutridos como aquellos a quienes se proponen alimentar. Otros centros del Grupo Consultivo, tales como el Instituto Internacional de Investigación sobre Ganado (ILRI), en Kenya, o el Centro de Investigación Agrícola de Zonas Aridas (ICARDA), en Siria, probablemente se prendan del espacio político abierto por la decisión del CIMMYT y adopten la misma política sin siquiera nombrar los mismos principios.

Sin capacidad

¿Y cómo va a defender el CIMMYT sus patentes? Las patentes son un negocio del sector privado. El costo promedio de un litigio por patentes es de más de 250.000 dólares para cada parte. ¿El CIMMYT tomará estos recursos de su presupuesto de investigación, en la perspectiva incierta de violaciones de patentes en Washington, Munich o Tokio? ¿Los donantes estarán de acuerdo en que el dinero que dan al CIMMYT de sus presupuesto de ayuda al Tercer Mundo vaya a parar a los bolsillos de los abogados?

En términos prácticos, ¿el CIMMYT llegará siquiera a enterarse si sus patentes están siendo violadas? Más de una vez en años recientes, RAFI ha tenido que notificar al CIMMYT que había solicitudes de propiedad intelectual que estaban violando el acuerdo de fideicomiso con la FAO que protege sus materiales genéticos para el interés público. Una vez enterado, el CIMMYT -a diferencia de otros centros del CGIAR- actuó rápida y adecuadamente. Pero, si actualmente no tiene la capacidad de monitorear los acuerdos ya tomados, mucho menos tendrá la capacidad de seguir las eventuales infracciones a sus patentes. ¿Invertirá sus escasos recursos en nuevos mecanismos de monitoreo para vigilar su propiedad intelectual? Y si no lo hace, ¿para qué se preocupa por tener tal propiedad intelectual? En forma rutinaria, las corporaciones usan mecanismos para burlar o ignorar las patentes de los demás, con tácticas sutiles cada vez más difíciles de discernir y contra las que cada vez es más difícil defenderse. El CIMMYT podría encontrarse ahogado en el medio de una pila de patentes hundidas bajo otras solicitudes más amplias que las invalidan y de las que no era consciente. ¿Para qué gastarse miles de dólares en adquirir patentes que no podrán proteger?

¿Defensa u ofensa?

¿La movida política del CIMMYT está dirigida a defender al Sur contra las artimañas de las multinacionales o será también una ofensiva para colocar al Centro en mejores condiciones de negociación con las compañías? ¿Se trata de oportunidad o piratería? El argumento de la oportunidad se basa en que los Centros necesitan acceso a tecnologías patentadas por poderosas instituciones de investigación privadas -y a veces públicas- situadas casi siempre -pero no solamente- en el Norte. A menos que los Centros puedan entrar en acuerdos de licenciamiento de propiedad intelectual, no podrían acceder a esas tecnologías. Esto no debería ser un problema. Si se necesita, se paga. Sólo que la continuación lógica de este argumento es que alguna de las conexiones con las corporaciones no será meramente contractual sino también de colaboración. En colaboración, los Gigantes Genéticos querrán asegurarse que el conocimiento generado también será patentado. Podría suceder que estas corporaciones estén -o no- dispuestas a permitir a los centros pasar esta información al Sur en condiciones relativamente favorables, pero lo que es seguro es que al Norte querrán venderla a precio de mercado. En ese caso, el CIMMYT deberá estar en condiciones de negociar nuevos acuerdos de patentes.

Esto, sin embargo, no es el fin de "las consecuencias lógicas". En este contexto, colaboración efectiva significa poder de negociación efectivo. Por lo tanto, el CIMMYT tendrá que tener bienes negociables. Las empresas tendrán marcadas diferencias y puntos de vista sobre los que es "Sur" y lo que es un "agricultor de pequeña escala". Para los ministros de agricultura la pregunta clave es: ¿México, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay -y sus pequeños productores están en el "Sur"? Cuando el Centro Internacional de la Papa, con sede en Perú, también perteneciente al CGIAR, entró en colaboración con Plant Genetic System (PGS) de Bélgica, ambas partes acordaron un anexo con una lista de países que podrían tener acceso a licenciamientos gratuitos para usar las tecnologías resultantes de esta colaboración. Cuando AgrEvo engulló a la PGS hace varias fusiones -ya han habido muchas posteriores-, la nueva compañía excluyó unilateralmente a India de la lista aprobada en el acuerdo.

El CGIAR nunca se ha destacado por su capacidad de confrontación. Su habilidad para monitorear, cabildear o ir a litigios, es legendariamente debil. El Centro de Agricultura Tropical (CIAT) en Colombia, también parte del CGIAR, todavía está por reaccionar para defender el acuerdo de fideicomiso que tiene con FAO, y que ha sido violado en forma repetida. Recientemente, por ejemplo, en el caso de los frijoles mayocoba de los campesinos de México, que fueron patentados en Estados Unidos con el nombre "Enola". En Nigeria, el Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA-CGIAR) ha evitado consistente y regularmente cumplir sus compromisos de protección de materiales según el fideicomiso con FAO.

A diferencia de otros centros, el CIMMYT ha demostrado un poco más de valor y mayor poder de negociación. Ha reunido capacidad técnica de alto calibre y es uno de los bancos más importantes del mundo de germoplasma de maíz y trigo, dos de los cultivos más importantes del mundo. La historia de relaciones arduamente trabajada por el CIMMYT con gobiernos de Sur, que le permite realizar pruebas de campo y otras experiencias en varios países también tiene un valor comercial. Cualquier colaboracion con CIMMYT, inevitablemente le confiere algo de su buena fama a sus colaboradores -algo de alto valor comercial para cualquier socio corporativo que quiere desarrollar mercados o investigación biotecnológica en el Sur.

Aunque hay razones fundadas para preocuparse de si este tipo de colaboraciones violaría en sí el acuerdo de fideicomiso FAO-CGIAR -o que se distorsionen o traicionen las bases sobre las que miles de agricultores han donado su germoplasma al CIMMYT- por el momento hay menos razones para preocuparse de las acciones del propio Centro que del hecho de que sus colaboradores corporativos usen y abusen del nombre del Centro y de sus relaciones con los formuladores de políticas del Sur. Según los términos de acuerdo de 1994 del fideicomiso entre FAO y los centros del CGIAR, el germoplasma cubierto por este acuerdo será mantenido en el dominio público y no puede ser objeto de ningún reclamo de propiedad intelectual.

La nueva política del CIMMYT pone otra vez en el tapete uno de los temas de fondo sobre el CGIAR que lo ha seguido persistentemente desde su creación: ¿El CIMMYT tiene derecho a tomar este tipo de riesgos? ¿Quién lo dice? El ajuste de políticas del CIMMYT reabre el tema de quien gobierna el CGIAR. Con una estructura de gobierno que haría sonreír a cualquiera de los Gigantes Genéticos, los centros del CGIAR están en necesidad urgente de rever quienes son y ante quien responden, antes de salir a apostar con los recursos que otros han compartido con ellos. Otro tema para las ministros latinoamericanos y para el Foro Global de mayo en Dresden.

Las alternativas reales

Cuales son las alternativas? Por lo menos de dos tipos. Para empezar, el CIMMYT puede utilizar dos mecanismos legales -alternativamente o juntos, según lo requiera la situación. En la oficina de patentes "número uno" del mundo, es decir la de Estados Unidos, podría sacar lo que se llama "patentes-no patentes", que entregan legalmente la invención al dominio público, lo que queda registrada de tal forma que los examinadores de patentes tienen que tomarlo en cuenta ante cualquier otra solicitud de patente. Menos agresivamente, el CIMMYT puede simplemente publicar sus investigaciones y trabajar con otros institutos para asegurarse que la opción de "publicación previa" sea efectiva. Esto, teóricamente prohibe a cualquier otro solicitar una patente sobre la misma información. Es verdad, por supuesto, que los solicitantes de patentes deshonestos trataran de burlar esto. ¡Exactamente como ya lo hacen con las propias patentes! Con la diferencia importante de que no cuesta nada publicar (de todos modos se haría), mientras los costos de una patente son considerables. Si lo que quiere el CIMMYT es proteger sus materiales, lo puede hacer basado en sus investigaciones publicadas, del mismo modo que si hubiera pagado una patente por ellas. La diferencia fundamental es que, con la publicación, el CIMMYT no estará participando del sistema que dice rechazar. Eso sería "combatir al diablo" desde terrenos más elevados. Si la opción de la publicación necesita ser fortalecida, entonces que trabaje junto con otros institutos públicos para ello.

Pero, la mejor arma del CIMMYT contra los patentadores rapaces es la que ya ha sido utilizada efectivamente contra ellos: la publicidad. En los últimos años, los estados australianos de Queensland y del occidente australiano, una serie de universidades estadounidenses, el propio gobierno de Estados Unidos, y otros, han abandonado solicitudes de propiedad intelectual e incluso patentes aprobadas, sencillamente porque sus abusos del sistema se han vuelto demasiado obvios y vergonzantes, gracias a las denuncias públicas. No hubo que hacer erogaciones legales. No hubo juicios. Lo único que se necesito fue valor para denunciarlos, quizá uno o dos comunicados de prensa, algunas llamadas telefónicas, y, en algunos casos -raros- un par de boletos de avión para ir personalmente y llevar el tema al país donde se solicitaron estas patentes. Si el CIMMYT no está preparado para defender lo que ya tiene y combatir públicamente los abusos en esta forma, ciertamente no ganará en ninguna corte.

Esto no es meramente una estrategia para repeler a los biopiratas-que-vuelan-de-noche. A partir de acciones de organizaciones de la sociedad civil, el CGIAR, la FAO, fundaciones y numerosos gobiernos han usado la publicidad con buen efecto para combatir la tecnología "Terminator". La guerra en este tema está lejos de haber sido ganada, pero las primeras batallas contra esta entera tecnología tan codiciada por los Gigantes Genéticos, ha sido ganada por los pequeños.

Códigos de conducta

Hay otro frente de políticas que el CIMMYT y otros institutos deberían explorar. En 1980, cuando RAFI estaba combatiendo contra el patentamiento, los derechos de obtentor y otras formas de propiedad intelectual sobre seres vivos, existían alrededor de 7.000 empresas de semillas públicas y privadas para monitorear. Las solicitudes sobre bases falsas o injuriosas podían llegar de cualquier esquina. Aunque una parte de estas compañías han sobrevivido, el control de la biotecnología agrícola está en las manos de un puñado de empresas comerciales. Al ser tan pocas, por lo menos es relativamente fácil monitorearlas.

Además, están probadamente ansiosas por evitar más mala reputación, en este caso por piratería de patentes. Lamentablemente, también las instituciones de la investigación pública se desmigajan a nuestro alrededor. El número de empresas públicas a vigilar también ha disminuido notablemente. Y aun más: la mayoría de las que quedan pertenecen a gobiernos que son miembros del CGIAR. Digamos que se debería poder lograr sin tanto esfuerzo que estas últimas se comporten.

Más que optar por una política que pondrá al CIMMYT en combinación con los Gigantes Genéticos, el CIMMYT y el CGIAR deberían forjar nuevas alianzas en el sector público o incluso "sindicatos" que establezcan normas de conducta y colaboracion que los predadores sean reacios a transgredir para ahorrarse la mala publicidad. La Fundación Rockefeller, entre otras, ha estado hablando de apoyar diálogos sobre temas relacionados con la propiedad intelectual que podrían llevar a este tipo de códigos de conducta o sindicatos. Estas opciones deberían ser estudiadas exhaustivamente antes de tomar un curso tan injurioso. El CIMMYT está enfrentado a problemas reales que necesitan soluciones reales. Con total falta de imaginación, ha tomado el mismo camino ya apisonado de la propiedad intelectual, que no ha llevado a los científicos que trabajan para el interés público a ninguna parte (salvo al abismo). ¿La junta directiva del CIMMYT consideró seriamente otras opciones? ¿Se comisionaron estudios previos a la discusión? ¿Se dedicó tiempo de la junta directiva a examinar cuidadosamente diferentes opciones, tales como las mencionadas aquí? Creemos que no.

La nueva política del CIMMYT fue tomada por una junta bien intencionada e informada. De cualquier forma, tomaron una decisión equivocada. Demasiado estrecha, demasiado cortoplacista y totalmente falta de innovación intelectual. RAFI, sin embargo, esta convencida de que la necesidad del diálogo honesto es aun mayor ahora que antes y se dispone a trabajar con el CIMMYT, el CGIAR y otros para desarrollar mejores opciones.

En 1980, algunos ambientalistas apoyaron con cierto disgusto el patentamiento del microbio engullidor de petróleo, que abrió el camino para el patentamiento de todos los seres vivos. El microorganismo nunca funcionó. Los ambientalistas siguen limpiando derrames. Pero esta primera patente fatídica podría seguir estando en vigor. Y el vigor de esta decisión equivocada sigue con nosotros para el resto de nuestras vidas.

RAFI es una organización internacional de la sociedad civil, con sede en Canadá, que se dedica a la conservación y uso sustentable de la biodiversidad y al desarrollo social y ecológicamente responsable de tecnologías útiles para las sociedades rurales. La pérdida de la biodiversidad agrícola, la erosión genética y los impactos de la propiedad intelectual sobre los campesinos y la seguridad alimentaria están entre los temas que más preocupan a RAFI.
Por más información: www.rafi.org






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