No. 103 - Mayo 2000
UNCTAD X
Del consenso de Washington a la convergencia de Bangkok
por
Chakravarthi Raghavan
En la X Sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD X), celebrada en febrero en Bangkok, el secretario general del organismo, Rubens Ricúpero, observó en su discurso de cierre que la década pasada estuvo signada en lo económico por el "consenso de Washington", que promueve las políticas de desregulación, privatización y liberalización comercial como requisitos esenciales para el desarrollo económico. Pero ante el fracaso de esa política económica, evidente en el contexto actual, Ricúpero hizo un llamado a la construcción de un nuevo orden internacional basado en la verdadera reciprocidad, que tiene en cuenta las desigualdades subyacentes entre la estructura económica del Norte y la del Sur.
El secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Rubens Ricúpero, instó el 19 de febrero pasado a "ambas partes a abandonar el extremismo en las políticas económicas" y llamó a construir un nuevo orden internacional basado en la verdadera reciprocidad. Ese nuevo orden implica el desmantelamiento de las barreras comerciales impuestas a los países del Sur en desarrollo (para la agricultura, la industria textil y el vestido, y la progresividad arancelaria), el reconocimiento de que esos países se esfuerzan por promover la solidaridad económica regional y la creación de instituciones internacionales más pluralistas y participativas, indicó.
La perspectiva de avanzar en esas tres direcciones es "en el mejor de los casos, poco clara" después del fracaso de la III Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que tuvo lugar en Seattle a fines del año pasado, señaló Ricúpero. La X sesión de la UNCTAD (UNCTAD X), realizada en Bangkok del 12 al 19 de febrero, constituyó una oportunidad para intercambiar puntos de vista y crear una atmósfera de mayor comprensión mutua acerca del proceso de globalización. "Sin embargo, aún falta mucho por hacer en cuanto a la traducción de todo esto en acciones prácticas para que ocurra un cambio institucional a escala internacional", puntualizó el funcionario.
Ricúpero describió los requisitos mínimos para el establecimiento de un nuevo orden e insistió en la necesidad de evitar todo extremismo económico, en el discurso pronunciado como cierre de la UNCTAD X. Además destacó el logro de una "convergencia de Bangkok", a partir de los debates de la Conferencia y las actividades paralelas.
Durante los 10 días de conferencia y de reuniones previas a la UNCTAD X se reiteró constantemente el carácter inexorable de la globalización, sobre todo por parte de sus pocos beneficiarios. Pero algunos se opusieron a ese punto de vista. "La globalización no es un cambio irrefrenable que arremete contra el mundo de manera inevitable", aseguró Ricúpero en la sesión plenaria final. La construcción de una comunidad internacional debe descansar sobre los mismos fundamentos morales que el desarrollo sustentable, además de enraizarse en la idea básica de "reciprocidad general", afirmó.
El nuevo orden internacional que tantos países exigieron en la conferencia, debe construirse sobre la base de esa reciprocidad general y no partir de una supuesta "igualdad nominal de los países, que se desmiente en todas las prácticas de negociación, toma de decisiones y solución de diferencias", insistió. La UNCTAD debe jugar un papel decisivo en la creación de instituciones económicas internacionales más eficaces, para lo cual debe utilizar los tres instrumentos con los que cuenta: investigación, activismo político y asistencia técnica.
El discurso económico de la década pasada estuvo basado en el "consenso de Washington", 12 reglas de política económica con las cuales se suponía que debían estar de acuerdo todos los países sensatos, comentó el secretario general de la UNCTAD. Sin embargo, rápidamente resultó claro que eran demasiado restrictivas e incluso el Banco Mundial, por medio de Joseph Stiglitz, empezó a aventurarse "más allá del consenso de Washington".
Convergencia
El espectro de opiniones sobre la globalización se fue estrechando en los últimos años, no sólo entre los expertos académicos sino también entre los gobernantes y los directores de las organizaciones internacionales, indicó Ricupero. Uno de los resultados del colapso de la Unión Soviética y del bloque socialista europeo fue el desvanecimiento de la creencia de que cortar los lazos comerciales y financieros con el resto del mundo ayuda a generar un "verdadero desarrollo". Y aclaró que "ahora la discusión se refiere a los términos adecuados para que los países se inserten en la red comercial y financiera mundial".
La idea de que un estado nacional puede impulsar su propia modernización económica por medio de las industrias estatales ha sido otra de las víctimas de la Guerra Fría. Esta estrategia perdió credibilidad debido al exceso de sus costos fiscales y ambientales, y también porque las empresas del Estado resultaron menos eficaces que las privadas en el manejo de las nuevas tecnologías, esenciales para el desarrollo económico. "Los países desean ahora tener políticas atractivas para las empresas privadas -sean nacionales o extranjeras- que puedan introducir avances tecnológicos", destacó Ricúpero.
Nunca hubo un activismo fuerte contra la inestabilidad macroeconómica, pero "ahora, la estabilidad macroeconómica es un imperativo que goza de un respeto mucho más generalizado y el debate se centra en (la búsqueda de) los medios para lograrla", tales como una mejor política cambiaria.
El sector más informado de la opinión pública optó, durante la última década, por una tendencia económica más liberal en cuanto a la apertura de los mercados, la participación del sector privado y el imperativo de estabilidad macroeconómica. Las opiniones no fueron para nada homogéneas, pero el rango de divergencias se redujo significativamente, lo cual constituye una base para que los países en desarrollo tiendan a cumplir con los requisitos internacionales del proceso de globalización.
"Sin embargo, esas condiciones no deberían ser fijadas exclusivamente por los países industrializados. Habrá que negociar de manera democrática y transparente entre todas las partes dispuestas a aceptarlas. Y, una vez negociados, los países ricos tendrán que cumplir aunque no sean acordes a sus intereses nacionales", destacó Ricupero.
"Hechos inconvenientes"
El nuevo mundo en el que vivimos desde los últimos 10 años no estuvo sólo signado por una convergencia de opiniones favorables a la liberalización de las políticas económicas sino que también se fue gestando un grupo que apoya a los activistas contrarios al "triunfalismo acrítico del mercado". La idea de que el capitalismo es un sistema económico vulnerable a las crisis financieras explosivas fue resistida por mucho tiempo y durante la Guerra Fría hubo intentos cada vez más exitosos de desacreditar el análisis keynesiano. La conciencia de la fragilidad de la economía real, la economía del empleo de la gente, los ingresos y las inversiones y el mal funcionamiento del sector monetario se fueron desdibujando y muchos economistas alegaban que la liberalización completa de los mercados, incluso el monetario, llevaría al mejor de todos los mundos económicos posibles.
Afortunadamente, los economistas de la UNCTAD no se unieron al grupo y, desde el principio de la década del 90, prevén que el "capitalismo de casino" causará problemas. Y como lo constató hace poco John Kenneth Galbraith en una entrevista recogida en una publicación del Fondo Monetario Internacional, "el hecho es que el capitalismo es intrínsecamente inestable, particularmente en sus estadios iniciales, en su infancia".
La última crisis financiera, que comenzó en Tailandia en 1997, provocó un cambio de opinión al revelar el verdadero volumen de flujo financiero que podía generar el mundo industrial con relación al que normalmente se produce en los países en desarrollo, y al poner en evidencia los estragos provocados por la rápida entrada - y la aún más veloz salida- de tales flujos en los sistemas financieros pequeños y frágiles que abrieron sus puertas.
Obviamente, se hizo necesario hacer una evaluación más realista de los límites del capitalismo irrestricto. El primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, y el presidente de Indonesia, Abdurrahman Wahid, fueron muy persuasivos en su relato sobre el sufrimiento de sus pueblos y el mensaje que transmitieron fue que la creciente volatilidad e inestabilidad sistémica de las finanzas internacionales no podía ser controlada efectivamente por la arquitectura financiera existente. La reforma del sistema es una prioridad absoluta y debería tocar los aspectos más importantes del problema.
El objetivo consistía en establecer procesos positivos de integración a la economía mundial y eso nunca se modificó. Sin embargo, hay que adoptar las medidas liberalizadoras necesarias de un modo prudente y ordenado, tener en cuenta las circunstancias específicas de cada país y complementarlas con políticas nacionales adecuadas, además de construir instituciones e instalaciones acordes. Sólo entonces se puede esperar que sean un éxito.
Pero, tal como lo subrayó el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, actual presidente de la Organización de la Unidad Africana (OUA), "los países en desarrollo, que representan a la mayoría de la humanidad, están excluidos del proceso de consulta y toma colectiva de decisiones. Se está trazando un nuevo mapa mundial del cual todo un continente, África, sencillamente ha sido borrado".
Las economías africanas quedaron marginadas debido a la debilidad de sus exportaciones, sobre todo productos básicos, cuyo precio baja a raíz de la caída de la demanda mundial. Su desarrollo a largo plazo está en peligro porque los productos básicos pierden terreno en el comercio internacional frente a los manufacturados. El primer secretario general de la UNCTAD, Raúl Prebisch, pronosticó esta situación hace tiempo pero su opinión fue rechazada. Sin embargo, en estos últimos años hubo que darle la razón.
Los países menos desarrollados necesitan ayuda concreta para resolver esos problemas. La diversificación de las exportaciones era un componente importante de cualquier solución y dependía, a su vez, de que se aflojaran las constricciones que pesaban sobre la capacidad de suministro, lo cual incluía inversiones en infraestructura y en formación de capital humano.
"Objetivo principal"
El tercer ejemplo del reconocimiento de los "hechos inconvenientes" concierne a la distribución de los ingresos y la pobreza absoluta. La reducción de la pobreza estuvo ausente de la agenda internacional oficial durante la década del 80. Pero en 1990 fue tema del Informe sobre el Desarrollo Mundial, del Banco Mundial, que bajo la presidencia de James Wolfensohn, decidió que erradicar el problema es ahora su "principal objetivo".
Y en esa sesión de la UNCTAD, el presidente saliente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, declaró que "existe una relación de fortalecimiento mutuo entre crecimiento, reducción de la pobreza y desigualdad". Como señaló el profesor Frances Stewart en una mesa redonda de destacados economistas, cuanto más equitativa es la distribución del ingreso, más veloz es el crecimiento.
Por lo tanto, si bien hubo una convergencia de opiniones en favor del liberalismo económico, se produjo también un franco reconocimiento oficial de los problemas clave del orden capitalista, como su propensión a las crisis financieras y su tendencia a socavar la producción agrícola y a descuidar el conflicto de la pobreza. "Todos estos problemas afectan especialmente a los países en desarrollo y la solución no aparecerá de forma natural sino cuando los gobiernos adopten medidas inteligentes y bien elegidas", puntualizó Ricupero. "Es más importante instar a ambas partes a abandonar las políticas económicas extremistas" que formalizar un nuevo consenso en este sentido en una lista fija de puntos clave. "Abandonemos de una vez por todas esas doctrinas económicas cuyo origen, de hecho, nunca fue económico porque fueron creadas en el momento más candente de un conflicto geopolítico que por suerte ya finalizó".
En cuanto a los principios de política económica que se mantengan, "deberíamos evitar la unanimidad forzada. No se podrá avanzar en los acuerdos a menos que exista un ámbito donde se permita el libre intercambio de ideas y la crítica", insistió. "Incluso cuando estamos de acuerdo en los principios básicos, podemos disentir respecto del modo de aplicarlos a situaciones concretas que no siempre serán interpretadas de la misma manera por todos nosotros", concluyó el secretario general de la UNCTAD.
Este artículo es una versión editada de otro publicado originalmente en SUNS Nº 4611, cuyo editor jefe es Chakravarthi Raghavan.
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