No. 109 - Noviembre 2000
Cuando en 1997 estalló la crisis financiera en Asia oriental, se generó un intenso debate sobre sus causas. La respuesta inicial de los expertos y autoridades financieras de Occidente fue que la crisis era la consecuencia del "capitalismo amiguista", que supuestamente prevalecía y caracterizaba a las economías de esos países afectados.
Cuando en 1997 estalló la crisis financiera en Asia oriental, se generó un intenso debate sobre sus causas. La respuesta inicial de los expertos y autoridades financieras de Occidente fue que la crisis era la consecuencia del "capitalismo amiguista", que supuestamente prevalecía y caracterizaba a las economías de esos países afectados. Pero cuando también Rusia y América Latina fueron sacudidas por sucesivas crisis -que incluso amenazaron con llegar a Estados Unidos-, se hizo evidente que esa explicación era insostenible. Resultaba innegable que la falta de regulación de las corrientes financieras estaba en la raíz de las crisis y que el sistema financiero internacional existente era inadecuado para enfrentar esas fuerzas desestabilizadoras.
Fue en ese momento, cuando distintas autoridades de Occidente comenzaron a manifestar la necesidad de reformar el sistema financiero internacional, que surgió el concepto de "nueva arquitectura financiera internacional". Se generó la expectativa de que los gobiernos del Norte estaban dispuestos a considerar la necesidad de una reforma radical. Pero esas esperanzas se frustraron cuando se constató que las únicas reformas que están dispuestos a hacer son de tipo "cosmético".
Se ha puesto énfasis en el tema de las normas y la transparencia, pero no ha habido ningún intento serio por resolver la inestabilidad intrínseca del sistema financiero. Incluso en cuanto a la transparencia, si bien se les ha exigido a los gobiernos que mejoren la calidad de su información sobre las variables económicas claves, no se ha tenido la misma exigencia con los bancos internacionales, los mercados extraterritoriales y las instituciones con alto coeficiente de endeudamiento, como los fondos con cobertura.
Y aún peor, se ha ignorado por completo el tema crucial de la necesidad de reformar las actividades y estructura de las instituciones financieras internacionales. Es obvio que Occidente no ha incluido en su agenda el tema de la necesidad de reformar los sistemas de cuota en instituciones tales como el FMI y el Banco Mundial, y asegurar una gobernanza democrática que refleje de mejor manera los intereses de los países en desarrollo.
Toda esa situación ha generado críticas desde varios frentes. Participantes y delegados presentes en una reunión regional de la ONU sobre Financiación para el Desarrollo, realizada en agosto en Jakarta, criticaron la falta de avances en el proceso de reforma y reiteraron el reclamo de una reforma de las instituciones financieras internacionales.
Se espera que las próximas reuniones regionales preparatorias que culminarán en el 2001 en un encuentro de la ONU de alto nivel, reiterarán ese reclamo. Para entonces, el tema de la reforma financiera mundial habrá cobrado impulso en todo el mundo. No obstante, compete a las ONG y organizaciones populares dar fuerza a este proceso, poniendo la atención en los temas reales y presionando a los gobiernos para que apoyen la iniciativa.
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