No. 109 - Noviembre 2000
AMERICA LATINA
La crisis y la nueva arquitectura financiera mundial
por
Humberto Campodónico y Manuel Chiriboga
Lo que en 1997 comenzó como una crisis financiera de Asia oriental, se propagó al año siguiente a Brasil y pronto abarcó a todo el continente latinoamericano. Las consecuencias sociales de la crisis resultante fueron particularmente graves, en especial en términos de empleo y aumento de la pobreza. Los autores sostienen que los temibles efectos que esas crisis tendrían sobre los países en desarrollo exigen que la discusión de un Nuevo Orden Financiero Internacional comience en esta parte del mundo.
En 1998 y 1999, buena parte de los países de América Latina entraron en una
recesión económica severa, lo que motivó quiebras de empresas con el consecuente
cierre de muchas de ellas, deterioro de la situación financiera de los bancos
acreedores de estas empresas, despidos masivos que aumentaron el desempleo
existente, desembocando en la pérdida del poder adquisitivo de grandes sectores
de la población.
La mayoría de los analistas coincide en afirmar que el detonante de la crisis ha
sido, en lo fundamental, el enorme peso que ha tomado el capital financiero de
corto plazo en la estructura financiera de los mercados emergentes, incluida
América Latina, como parte del proceso de globalización. La preponderancia de
estos capitales fue al mismo tiempo el resultado de políticas del FMI, que
propició entrada de estos capitales mediante la apertura de la cuenta de
capitales de la Balanza de Pagos de la mayoría de los mercados emergentes (1).
Como lo ha mencionado repetidamente Joseph Stiglitz, el anterior economista
principal del Banco Mundial, ?el impulso hacia la liberalización de los mercados
de capital y financiero, sin adecuada atención al diseño y ejecución de
estructuras de regulación adecuadas a las circunstancias, fue basada más en
ideología que en la ciencia económica” (2). Ello fue el resultado de la presión
ejercida por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y el FMI (3).
Así, de 1990 a 1995, los capitales de corto plazo triplicaron su ingreso a estos
países (ver cuadro). Mientras este flujo fue positivo, las economías de los
países en desarrollo pudieron experimentar un crecimiento pues estos capitales
financiaron importaciones, créditos al sector privado, créditos de consumo y los
pagos de la deuda externa. Sin embargo, estos capitales de corto plazo tienen un
carácter especulativo, volátil y errático, lo que puede apreciarse en la abrupta
disminución de los flujos a partir de 1996, continuando en 1997 con la crisis
asiática, profundizándose en 1998 con la crisis rusa y en 1999 con la crisis
brasileña. Esta disminución fue verdaderamente espectacular: de 31.200 millones
a 4.900 millones de dólares de 1996 a 1998. Para el caso de América Latina,
también se aprecia su carácter errático y volátil: entre 1997 y 1998, casi 9.000
millones de dólares salieron de la región.
El Banco Mundial ilustra el problema cuando se refiere a Corea del Sur: "En
Corea del Sur, la práctica de tomar un excesivo riesgo financiero doméstico -en
un contexto de patrimonio poco significativo y fuerte endeudamiento bancario-
era una costumbre arraigada. Lo que podría haber inclinado la balanza en la
crisis de 1997, sin embargo, fueron los flujos de capital externo. Cuando, al
ingresar a la OCDE, Corea del Sur liberalizóó las reglas para que los bancos
puedan tomar préstamos de corto plazo en el exterior (en lugar de ajustar las
salvaguardias), hubo una entrada masiva de dichos flujos. Posteriormente, la
salida de estos flujos precipitó la crisis” (4).
En 1996, cinco economías asiáticas (Corea del Sur, Indonesia, Malasia, Tailandia
y Filipinas) recibieron flujos netos de capital privado equivalentes a 93.000
millones de dólares. Un años después, experimentaron una salida de capitales
estimada en 12.000 millones, lo que significa que salieron 105.000 millones de
dólares en un solo año, equivalente a más del 10 por ciento del producto interno
bruto (PIB) de estos países tomado en su conjunto. En 1998, las economías de
Indonesia, Tailandia y Corea del Sur estaban atravesando severas crisis
económicas, cuya magnitud hubiera sido inconcebible, hasta sólo unos meses
antes, incluso para los observadores más conocedores e intuitivos de la región
(5).
La crisis asiática contagió vía Rusia rápidamente a Brasil y por medio de él al
resto de América del Sur. Brasil utilizó medidas parecidas a las asiáticas,
manteniendo altas tasas de interés para atraer capitales, con la finalidad de
defender el tipo de cambio fijo pegado al dólar. El resultado fue el ingreso
masivo de capitales volátiles. Ello aumentó su vulnerabilidad a problemas
financieros externos, como los que se producirían a raíz de la crisis asiática.
Durante el verano de 1998, la crisis rusa aumentó los temores sobre la salud de
la economía brasileña y 20.000 millones de dólares salieron del país. A pesar de
la negociación de un paquete de respaldo organizado por el Departamento del
Tesoro y el FMI, el drenaje continuó y Brasil tuvo que devaluar, luego que el
gobierno dejara flotar el real, abandonando la vinculación al dólar.
La crisis brasileña contagió rápidamente a la mayor parte de países de América
del Sur que vieron salir miles de millones de dólares en pocos meses y dificultó
el intercambio comercial con el poderoso vecino. Como consecuencia, los países
del continente han tenido uno de sus peores recesiones económicas, han cerrado
múltiples empresas lanzando al desempleo a miles de personas y la pobreza ha
aumentado. El impacto de la crisis fue particularmente violento en las economías
más pequeñas de la región, como Bolivia, Ecuador y Uruguay, pero no se libraron
de ella países como Argentina, Colombia y Chile.
Efectos de la crisis
La salida de capitales de corto plazo llevó a una recesión generalizada en la
región. Si América Latina había crecido al 5,3 por ciento en 1997, para 1998
bajó al 2,3 por ciento y en 1999 el crecimiento del PIB regional fue del 0,3 por
ciento. En algunos países la crisis fue particularmente fuerte (ver el cuadro
"Evolución del PIB per capita”). Para asegurar un mínimo de estabilidad
económica, los países contrajeron préstamos de "salvataje” otorgados por los
organismos multilaterales, los mismos que ascendieron a más de 10.000 millones
de dólares en 1999. En consecuencia, se ha incrementado la deuda externa de los
mercados emergentes y, también, de los países de la región, la misma que ahora
asciende a 750.000 millones de dólares.
Además de ello, los préstamos de salvataje fueron orientados, esencialmente, a
producir el rescate (bail out) de los grandes bancos de la región, muchos de los
cuales tienen importantes inversiones extranjeras, incrementando así el llamado
"riesgo moral”. En efecto, los inversionistas prosiguen sus actividades
especulativas, a sabiendas de los problemas que atraviesan las economías de los
mercados emergentes, porque tienen la seguridad de que, una vez que estalle la
crisis, los organismos multilaterales proveerán los fondos necesarios para su
rescate.
Otro efecto nocivo de esta crisis es que disminuyó la capacidad de los
organismos multilaterales de financiar préstamos para fines sociales y para las
reformas de segunda generación. En efecto, los préstamos de ajuste estructural
del Banco Mundial, que casi habían desaparecido en 1996, se incrementaron hasta
el 39 por ciento del total en 1998, llegando a cifras superiores en 1999. En el
caso del BID, los préstamos de ajuste pasaron de un promedio de 15,6 por ciento
de la cartera total entre 1961 y 1999 al 24,3 por ciento en 1999.
La crisis por la que atraviesan nuestros países incrementó el llamado riesgo
país, lo que incide directamente en el encarecimiento de las tasas de interés a
las cuales nuestros países contraen préstamos en los mercados de capital
internacionales. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), "tras la moratoria de Rusia de agosto de 1998, el costo del
financiamiento externo regional se elevóó considerablemente, a casi un 15 por
ciento anual, que fue disminuyendo hasta llegar al 10,5 por ciento en abril de
1999; luego se incrementó a una tasa del 12 por ciento. Estas tasas reflejaron
una percepción de alto riesgo de realizar inversiones en la región y en los
últimos meses también el alza de las tasas de interés internacionales. En cuanto
a los plazos de las emisiones de bonos de la región, cabe mencionar que se
deterioraron hasta un promedio de cinco años en el tercer Trimestre de 1999"
(6).
Asimismo, otro de los efectos de la crisis se da en el plano fiscal, pues la
recesión disminuyó los ingresos tributarios lo que, a su vez, incide en los
recortes de los programas de apoyo social, así como de reducción del tamaño del
Estado (despidos de servidores públicos y aumento del desempleo). El Banco
Mundial afirma en un informe reciente sobre la pobreza en la región que: "En
principio, los programas de protección social deben ser anticíclicos, pero en la
práctica es difícil proteger a los programas focalizados de atención a la
pobreza durante las crisis porque durante una recesión varias fuerzas se unen
para presionar hacia abajo las transferencias hacia los pobres” (7). En Brasil
por ejemplo, a raíz de la crisis, se produjeron recortes en el presupuesto para
reforma agraria, protección social, medio ambiente, ayudas alimentarias y de
ingresos a las familias más pobres.
En el plano social, la variación del PIB por habitante disminuyó de 3,3 por
ciento en 1997 a 0,4 por ciento en 1998, continuando su caída en 1999, cuando la
tasa de disminución fue de -1,6 por ciento. Según CEPAL (1999), la creación de
empleos se contrajo en la mayoría de los países sudamericanos. El desempleo
urbano también aumentó, de 6,3 por ciento en 1995 a ocho y 8,7 por ciento en
1998 y 1999, respectivamente. Este último porcentaje representa la tasa más alta
registrada desde que se dispone de información sobre un número significativo de
países.
Este deterioro de las condiciones sociales agrava la situación de la población
en pobreza y extrema pobreza, así como la desigualdad en la distribución del
ingreso, la misma que, incluso durante los años de crecimiento que
caracterizaron al período 1990-97, no pudo revertirse, lo que apunta a fuertes
deficiencias del modelo neoliberal que se viene aplicando en muchos países de la
región.
En efecto, el crecimiento económico experimentado en el período 1990-97,
contribuyó muy poco a la erradicación de la pobreza. Si bien los niveles totales
de pobreza bajaron de 41 a 36 por ciento de 1990 a 1997, en ninguno de los casos
se ha llegado a los niveles de 1980, previos al inicio de la "década perdida”.
La preocupación se agrava cuando se aprecian las cifras sobre la distribución
del ingreso. Según cálculos recientes del FMI sobre la evolución del coeficiente
de Gini (a coeficiente más alto, peor es la distribución del ingreso) en
distintas regiones del mundo, América Latina tiene el vergonzoso privilegio de
encabezar la desigualdad en todo el mundo, la misma que, tercamente, se mantiene
en niveles del 50 por ciento. La disminución del crecimiento en 1998 y 1999 ha
agravado esta situación.
La nueva arquitectura financiera internacional
A raíz de la crisis se multiplicaron las discusiones sobre la efectividad de los
sistemas de gobernabilidad internacional del sistema financiero o arquitectura
financiera internacional. La crisis puso en evidencia las limitaciones del
sistema organizado en los años 40 y se han oído llamados a cambios desde muy
diversos sectores. En efecto, a diferencia de los sistemas financieros
nacionales, el sistema financiero internacional carece de instrumentos de
regulación adecuados para evitar la especulación, volatilidad y el carácter
errático de los capitales a corto plazo. Aún más, con la globalización y la
apertura de las cuentas de capitales de la Balanza de Pagos, no existe
reglamentación internacional para las transacciones de estos capitales en los
mercados de divisas, en los mercados bursátiles y, tampoco en los mercados
financieros. Ni el Fondo Monetario Internacional ni el Banco de Pagos
Internacionales (BIS, con sede en Basilea) tienen esta atribución. Estos
capitales se mueven en tiempo real y abarcan el conjunto del planeta, tanto en
los mercados de divisas (más de US$ 1,5 billones diarios, según el FMI), como en
los mercados bursátiles y de bonos. Además, en los últimos años han aumentado
las colocaciones en los mercados emergentes de los inversionistas
institucionales (fondos mutuos, fondos de pensiones), los que se caracterizan
por su mezcla de altos riesgos y ganancias, así como su alta volatilidad en
función de estas apreciaciones. Igualmente, se han constituido empresas como los
fondos con cobertura (hedge funds) que llevan al límite las consideraciones
señaladas. Este es uno de los principales problemas que preocupan a la nueva
arquitectura financiera internacional.
Tampoco existe en el sistema financiero y monetario internacional un prestamista
de última instancia, lo que sí sucede en el ámbito nacional. En efecto, los
Bancos Centrales de los países tienen como uno de sus objetivos, el de
fortalecer y evitar la crisis de los sistemas financieros nacionales. En caso de
crisis financiera o monetaria, el Banco Central está facultado para tomar las
decisiones correspondientes. No existe, sin embargo, un Banco Central
Internacional, que cuente con la legislación y los recursos adecuados para
intervenir en las crisis que se desaten en uno o más países. Es por ello que,
los países del Grupo de los 7 recurren al FMI y a los organismos multilaterales
para que, por su intermedio, se pongan en marcha las medidas destinadas a salir
de la crisis, así como los recursos para las mismas. En este caso, lo que está
en cuestión son dos cosas: de un lado, la no idoneidad de estos organismos para
cumplir dichas funciones y, de otro, la receta de políticas económicas que
dictan los organismos internacionales, las mismas que, en muchos casos,
contribuyen a agravar las crisis y no a superarlas.
Este debate ha cobrado la más alta importancia desde 1997.Sobre él se han
pronunciado los Presidentes del G-7 y sus Ministerios de Hacienda y Finanzas,
los Bancos Centrales, los organismos multilaterales como el FMI, el Banco
Mundial y el BID. Más recientemente, la comisión Meltzer del Congreso de Estados
Unidos pidió un cambio significativo de FMI y del Banco Mundial, limitando su
rol y vinculándoles más fuertemente al mercado internacional de capitales.
También el Secretario de Estado Summers hizo varias propuestas. También lo ha
hecho las Naciones Unidas y numerosos organismos regionales como la Comisión
Económica para América Latina, de Naciones Unidas (CEPAL) y el Sistema Económico
Latinoamericano (SELA), entre otros. Asimismo, existen propuestas que provienen
de sectores académicos, como la Propuesta Tobin de poner un impuesto a la
circulación de capitales de corto plazo. Es de especial importancia el rol que
vienen cumpliendo las asociaciones ATTAC en diferentes países. También se han
formulado propuestas por parte de las ONGs y de organizaciones laborales.
La participación de las ONG en este debate se ha limitado a aquéllas localizadas
en los países industrializados. Así, por ejemplo, OXFAM América y la Overseas
Development Centre, conscientes de la importancia de este debate para el
desarrollo económico y social, así como de sus efectos en los países del Sur,
organizaron diferentes conferencias para ocuparse del tema. También grupos como
CAFOD, Christian Aid, y las diversas plataformas que participaron recientemente
en las manifestaciones en Washington o en los debates en torno a las reuniones
de primavera del FMI y del Banco Mundial han hecho pronunciamientos que van
desde la abolición del FMI hasta su reforma radical.
Los debates principales sobre la necesidad de una Nueva Arquitectura Financiera
Internacional se pueden organizar en torno a los siguientes temas principales:
Papel del FMI y el tipo de créditos que puede entregar a los países y sus
plazos; su papel en torno a los impactos sobre la pobreza: necesidad o no de
mecanismos como el PRSP y su rol de supervisión sobre la economía de todos los
países.
Papel de los bancos multilaterales o regionales en relación tanto a los países
más pobres como en relación a los de mediano desarrollo. Relación de dichos
organismos y especialmente del IFC, del MIGA y de la CFI, con el mercado privado
de capitales.
El tema de la deuda de los países en desarrollo, tanto de los más pobres
cubiertos por el HIPC, como los de mediano desarrollo.
Los mecanismos de control y supervisión de los capitales especulativos
internacionales, el tema de los paraísos fiscales, y la necesidad de establecer
impuestos sobre los capitales especulativos.
Relación entre los mecanismos de regulación financiera y la OMC.
Nivel de transparencia con que operan estos organismos, peso de los países en
desarrollo en sus directorios, relación con el sistema de las Naciones Unidas,
participación de la sociedad civil en ellos.
Sobre cada uno de estos puntos es posible reconocer diferencias importantes
entre los países del Norte, los países en desarrollo, las representaciones del
sector privado y las ONGs y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, es
visible el poco peso que en estas discusiones tienen las organizaciones del Sur,
en nuestro caso las de América Latina, a pesar de que la discusión trata sobre
temas cruciales para nuestros países.
Por ello, OXFAM América y ALOP se han propuesto organizar un taller conjunto de
planificación sobre el tema de la Nueva Arquitectura Financiera Internacional (NAFI)
y su Impacto en América Latina, con la finalidad de elaborar una propuesta de
incidencia regional, incluyendo el fortalecimiento de capacidades y
conocimientos de grupos locales sobre el tema y una propuesta de trabajo
conjunto con activistas a nivel internacional. Se espera sobre la base del
evento establecer un programa de trabajo de al menos dos años que incluya
formación de grupos nacionales, documentación sobre impactos de la actual
arquitectura internacional sobre los países, identificación de temas de
incidencia, actividades de capacitación y formación sobre el tema, presencia en
foros regionales y mundiales sobre el tema, en conjunto con otros grupos a nivel
internacional.
Flujos de
Capital de Corto Plazo 1990-1998
(en miles de
millones de dólares) |
Región |
1990 |
1995 |
1996 |
1997 |
1998 |
Asia del Este y
Pacífico |
11.9 |
43.1 |
19.1 |
2.7 |
-6.1 |
América Latina y el
Caribe |
9.1 |
5.6 |
0.8 |
10.3 |
0.9 |
Medio Oriente -
África Norte |
1.7 |
-0.6 |
0.0 |
-1.5 |
0.4 |
Asia del Sur |
1.6 |
2.1 |
1.2 |
-2.1 |
1.4 |
África Sub-Sahara |
2.3 |
2.8 |
2.4 |
3.3 |
1.5 |
Europa y Asia
Central |
-7 |
8.2 |
7.7 |
8.4 |
6.9 |
Total |
19.5 |
61.1 |
31.2 |
21.1 |
4.9 |
Nota: La
deuda de corto plazo se define como una deuda de vencimiento a 360 días o
menos.
Fuente: Banco Mundial, Global Development Finance 1999, Cuadro 2.8 |
Notas
(1) "Desde el inicio del despegue de Asia hasta principios de la década del 90,
el crecimiento de la región fue financiado principalmente sobre la base de
proyectos específicos, con el pago inmediato de las deudas, mediante el ahorro
de cada país. El nivel de endeudamiento era bajo. Buena parte del capital
extranjero ingresaba como inversión extranjera directa, o sea, principalmente
empresas que construían fábricas, generalmente para atender los mercados de
exportación. Si hubo alguna fiebre especulativa -y la hubo-, ésta se manifestó
más tarde, y no comprende la realidad del crecimiento anterior”. (Paul Krugman,
The Returno of Depression Economics. WW Norton&Company, 1999, p. 48). La
liberalización de la cuenta de capitales de estos países comenzóó a principios
de 1990.
(2) Joseph Stiglitz hablando en la reunión de primavera de los miembros del
Instituto de Finanzas Internacionales, 25-26 de abril de 1999.
(3) Joseph Stiglitz, What I learned from the Economic Crisis, The New Republic.
Abril 2000.
(4) Banco Mundial, citado en Barry Eichengreen, Toward a new financial
architectura: A practical Post-Asia Agenda, Institute for International
Economics, 1999, p. 41.
(5) Dani Rodrik 1999, The New Global Economy and Developing Countries: Making
openness work, Policy Essay = 24, Overseas Development Concil, Washington D.C.
(6) CEPAL 1999, Balance preliminar de las economías de América Latina y el
Caribe, Santiago, p. 12.
(7) Quentin Woodon, editor, Poverty and Policy in Latin America and the
Caribbean, proyecto, 15 de febrero de 2000, p.19.
Sobre la nueva arquitectura financiera internacional
Por último, la reciente crisis ha puesto de manifiesto un problema fundamental de la economía global: la enorme discrepancia que existe entre un mundo financiero internacional cada vez más sofisticado y dinámico, con rápida globalización de las carteras financieras, y la ausencia de un marco institucional capaz de regularlo. En pocas palabras, las instituciones actuales no son las adecuadas para enfrentar la globalización financiera. Lo dicho vale para las instituciones del plano internacional, que han mostrado importantes deficiencias en cuanto a la consistencia de las políticas macroeconómicas, al manejo de la liquidez, y a la supervisión y regulación financieras. Vale también para las instituciones nacionales, incluso en los países industrializados, cuando se trata de enfrentar la globalización. La deficiencia sistémica, y la consiguiente amenaza de nuevas crisis futuras, han puesto de relieve, por lo tanto, la necesidad de reformar de manera integral el sistema financiero internacional, con miras a evitar costosas crisis y a poder manejarlas mejor cuando se produzcan. De esta forma, se lograría mejorar las perspectivas económicas y sociales en todo el mundo.
(Declaración de las Naciones Unidas, enero de 1999) |
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