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No. 110 - Diciembre 2000

La Venezuela de Chávez

El “chavismo” es tal vez el fenómeno político más desconcertante de todos los ocurridos en América Latina en el tramo final del siglo XX. Un golpista no resulta precisamente tranquilizador en una región donde está vivo el recuerdo de las dictaduras militares. Por otra parte, la prensa de todo el continente da amplia cobertura a sus polémicas declaraciones, que suelen crear fricciones con Estados Unidos y con Colombia, el vecino con el que mantiene un conflicto limítrofe desde el siglo pasado y con el cual comparte una extensa frontera.
El teniente coronel Hugo Chávez, que pasó una larga temporada en prisión tras el fallido golpe de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en febrero de 1992, llega al poder en Venezuela seis años después por la vía electoral. Amparado en un triunfo arrollador, disuelve el parlamento, convoca a una asamblea constituyente, le cambia el nombre al país instaurando la República Bolivariana de Venezuela e impulsa una reforma sindical que desata una violenta campaña en su contra de poderosas centrales regionales y estadounidenses.

Cada uno de estos pasos estuvo amparado en la legitimidad de las urnas y esto es, precisamente, lo que mayor desconcierto provoca en el exterior, pero también en amplios sectores de la sociedad venezolana.

Lo primero a señalar es que el comandante Chávez no fue el sepulturero de la democracia venezolana. El sistema político nacido en 1958 tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez se venía desmoronando cuando se produce la asonada de febrero de 1992 y estaba ya definitivamente desfondado en 1998, cuando Chávez lanza su candidatura a la Presidencia. El hecho de que Irene Sáez, una antigua reina de belleza, encabezara las encuestas con amplio margen hasta la aparición en escena del ex golpista revelaba con toda claridad la decadencia de Acción Democrática y Copei, los dos partidos tradicionales que se alternaron en el poder durante casi medio siglo.

“Inicialmente la gente se había volcado hacia lo que podríamos llamar el cambio light, que era Irene Sáez. Pero cuando Chávez entró en escena con fuerza, y empezó a hablar con fuerza, la gente no vaciló un solo momento. Era el vengador perfecto, hecho a la medida del desencanto y la frustración de los venezolanos”, dice Teodoro Petkoff en La Venezuela de Chávez, “un libro hablado” con el escritor Ibsen Martínez y el historiador Elías Pino Iturrieta que se propone penetrar en este complejo fenómeno político y dejar al descubierto algunas de sus claves más polémicas.

“El triunfo de Hugo Chávez era inevitable porque no había ninguna fuerza política capaz de detenerlo”, dice el autor. “Chávez y el movimiento que lo acompañó hicieron evidente la etapa final de la decadencia del esquema de poder político que rigió al país desde 1945 hasta acá, y que ya en los últimos 15 o 20 años había comenzado a hacer aguas visiblemente”.

Esa decadencia había quedado en evidencia ya en las elecciones presidenciales de 1993, cuando triunfa Rafael Caldera como candidato al margen de los partidos tradicionales de los cuales él fue, durante medio siglo, uno de sus máximos representantes. “Caldera ya fue percibido como algo distinto en ese momento”, dice Petkoff. “Pero era un hombre del sistema, por así decirlo, y no podía encarnar claramente toda la distancia que ya existía entre buena parte de la población venezolana y el sistema político”.

La situación de Chávez es radicalmente diferente. “Cuando en 1998 apareció el outsider perfecto, el hombre con el aura de bravura y arrojo que siempre admiramos los seres humanos en quienes la tienen, el hombre que no podía ser acusado de tener el más mínimo nexo con el sistema -de hecho no era un político convencional- ese hombre tenía que ganar y ganó”.

De los cinco capítulos en los que está dividido el libro, el primero, “De la naturaleza del chavismo”, es el más interesante, al menos para el lector que mira con preocupación a la distancia un fenómeno político que no llega a comprender. En casi 60 páginas encontrará una cronología y una interpretación del fenómeno hecha por un político y un intelectual de primera fila, ministro de Planificación en el último gobierno de Rafael Caldera, ex guerrillero y ex miembro del Partido Comunista de Venezuela, con el que rompió para fundar el Movimiento Al Socialismo en la década del 70, tras haber planteado a fines de los 60 una serie de críticas que se anticiparon en el tiempo a las que unos años más tarde formulara el eurocomunismo y que, en lo fundamental, están recogidas en su libro Checoslovaquia.

“Chávez global, Chávez parroquial”, “Chávez y la constituyente”, “Derechos humanos”, “Cultura e intelectuales” y “Bolívar falsificado” son algunos de los temas que Petkoff va abordando en este primer capítulo, interpelado por Martínez y Pino Iturrieta. El último tema tal vez sea uno de los que mayor proyección tuvo en el exterior. “Chávez falsifica a Bolívar”, asegura Petkoff, “Chávez construye un Bolívar ad usum Delphini (...) él edifica un Bolívar que le sirva a su propósito político”.

“La manera como cuenta Chávez la historia es infantil, pero, por cierto, está dirigida a un público que no conoce la historia, que la está oyendo contar por primera vez -porque es la primera vez que hay un presidente en Venezuela que se dedica a hablar de nuestra historia-, pero desgraciadamente, está siendo educado en una versión totalmente adulterada de la historia de Venezuela, con finalidades estrictamente instrumentales”, dice Petkoff. “Chávez utiliza de modo diría que inmoral y nada ético su versión de la historia del país para reforzar en la mente de los sectores más atrasados de la población su propio mito. Continuamente desliza la idea de él como Bolívar y de sus adversarios como homólogos de quienes traicionaron a Bolívar. Es repugnante”.

Desde hace un tiempo, Petkoff tomó el camino del periodismo, primero como director de El Mundo, un popular vespertino caraqueño al que convirtió en el diario político mejor escrito de Venezuela, y más recientemente al frente de su propio órgano, TalCual, también vespertino y que mantiene como el anterior la insólita costumbre para el medio local de llevar un editorial en primera plana. Pese a su firme posición opositora, que se manifiesta a diario en sus editoriales, Petkoff subraya la importancia de no apostar a la derrota de Chávez. Su fracaso sería un desastre para Venezuela, aseguró el autor hace poco más de un año en una reunión de periodistas convocada en Cartagena por el Grupo Académico Colombia Venezuela.


La Venezuela de Chávez. Una segunda opinión. Teodoro Petkoff. Caracas, Grijalbo, 2000, 178 páginas.

“El triunfo de Hugo Chávez era inevitable porque no había ninguna fuerza política capaz de detenerlo. Chávez y el movimiento que lo acompañó hicieron evidente la etapa final de la decadencia del esquema de poder político que rigió al país desde 1945 hasta acá, y que ya en los últimos 15 o 20 años había comenzado a hacer aguas visiblemente”.




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