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Desde el Sur


No. 113/114 - Marzo/Abril 2001

Hace más de 10 años se lanzó un proyecto internacional de financiamiento público conocido como el Proyecto Genoma Humano, con la finalidad de ubicar todos los genes del cuerpo humano. La justificación de los 250 millones de dólares volcados a laboratorios y centros de secuenciación dedicados a la tarea de descifrar los "libros de instrucción" (secuencias de ADN que conforman los genes del organismo) fue que traería incalculables beneficios a la salud pública.

Hace más de 10 años se lanzó un proyecto internacional de financiamiento público conocido como el Proyecto Genoma Humano, con la finalidad de ubicar todos los genes del cuerpo humano. La justificación de los 250 millones de dólares volcados a laboratorios y centros de secuenciación dedicados a la tarea de descifrar los "libros de instrucción" (secuencias de ADN que conforman los genes del organismo) fue que traería incalculables beneficios a la salud pública.

Al dar respuesta a las eternas preguntas de quiénes somos, por qué nos enfermamos y por qué envejecemos, el Proyecto Genoma Humano revolucionaría los diagnósticos y la medicina. Ofrecería nuevas curas para enfermedades hasta ahora incurables, y un tipo de medicina verdaderamente preventiva al eliminar las causas genéticas de las enfermedades y prolongar la vida de los seres humanos a límites increíbles.

Pero cuando en febrero de este año se anunció el mapa del genoma humano, el sueño se hizo trizas. Se reveló que hay sólo unos 30.000 genes, demasiado pocos para dar apoyo al paradigma de que los genes individuales determinan enteramente nuestro organismo, conducta y salud. Como declaró el Dr. Craig Venter, este descubrimiento indica que el determinismo biológico no es correcto y que el entorno y las formas de respuesta al mismo son esenciales. Genes y genomas están sujetos a la influencia ambiental y están propensos a cambios y mutaciones en respuesta a los factores ambientales y externos (por ejemplo, sociales).

Sin embargo, muchas aplicaciones biomédicas están mal encaminadas y surgen de esta visión restringida y mecanicista. Y no solo son intrínsecamente peligrosas sino que también carecen de ética.

Los fármacos transgénicos son producidos con los mismos métodos y técnicas intrínsecamente fallidos que los cultivos y alimentos transgénicos. Esto trae a luz los problemas del proceso de la ingeniería genética como tal, más que la distinción artificial de su aplicación, por ejemplo para medicamentos o cultivos. Las vacunas transgénicas han sido producidas de manera comercial durante varios años. Pero un estudio encomendado por el gobiernos noruego concluye que varias vacunas transgénicas vivas tienen consecuencias impredecibles y posiblemente peligrosas. Las vacunas comestibles –los "alimentos funcionales"- enarbolan la misma promesa con los mismos riesgos y peligros que otras aplicaciones de la ingeniería genética y no convencen de la lógica de su utilidad.

Frente a la alharaca sobre las nuevas fronteras que supuestamente abre la investigación biomédica para la salud pública y el tratamiento de enfermedades, creemos necesario someter esos enunciados a un debido escrutinio.






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