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No. 113/114 - Marzo/Abril 2001

Vacunas comestibles

por Joe Cummins

El autor señala los riesgos de las vacunas comestibles que se están investigando en una serie de cultivos comestibles de consumo corriente.

A principios de los 80, la Organización Mundial de la Salud recomendó que se trabajara en la obtención de vacunas orales, cuya producción es de bajo costo y no requieren refrigeración (muchas vacunas la requieren y eso se realiza en recipientes con hielo; sin embargo, a veces sucede que el hielo se derrite y los frascos terminan flotando en agua tibia, lo que inactiva a cualquier vacuna). Se creía que las vacunas orales erradicarían las enfermedades más infecciosas.

En los últimos 10 años se ha investigado la modificación genética de cultivos como forma de producir vacunas comestibles que podrían ser producidas localmente sin necesidad de recurrir a la refrigeración. Ya se cuenta con vacunas contenidas en alimentos como el banano, la papa y el tomate, así como también en la lechuga, el arroz, el trigo, la soja y el maíz. Se ha trabajado en maíz y alfalfa para producir vacunas para animales de granja.

La mayoría de las vacunas se producen utilizando proteínas seleccionadas de virus o bacterias contra las cuales se busca protección. En algunos casos se modifican virus de plantas, como el virus del mosaico de la alfalfa o el virus del mosaico del tabaco, con el propósito de producir antígenos (proteínas que provocan una reacción inmunológica) a virus de mamíferos o enfermedades infecciosas. Los virus transgénicos de plantas producen rápidamente elevados niveles de antígenos que sirven para la inmunización oral contra virus portados por mamíferos o contra bacterias patógenas.1

Ya hay varias vacunas comestibles destinadas a su liberación y ensayo clínico, aun cuando quedan numerosas preguntas importantes sin resolver. Una de las complicaciones de las vacunas orales es su "tolerancia oral". Cuando se absorbe reiteradamente antígenos con los alimentos, es posible que la respuesta inmunitaria termine por dejar de producir anticuerpos. En enfermedades autoinmunitarias como algunos tipos de artritis, la diabetes y la esclerosis múltiple, los antígenos son producidos en tejidos que son atacados por la propia respuesta inmunitaria del organismo. Cuando se ingieren cantidades del antígeno deseado, como el colágeno en el caso de la artritis, se anula la enfermedad autoinmunitaria y los pacientes experimentan alivio. Así, se introducen antígenos de enfermedades autoinmunitarias en plantas de cultivo con el objetivo de tratar los síntomas de una enfermedad autoinmunitaria. Pero, por la misma razón, las vacunas orales en los alimentos pueden desencadenar la anulación no deseada de la inmunidad a la enfermedad normalmente protegida por la vacuna. 2

Los cultivos de alimentos que contienen vacunas pueden contaminar rápidamente cultivos que son utilizados como alimentos exclusivamente3. Los genes para las vacunas pueden propagarse horizontalmente a través de insectos y a través de microbios que los transfieren al suelo. Al dar vuelta la tierra o quebrar raíces del suelo pueden liberarse genes y proteínas que contaminan el agua superficial y subterránea.

Por otro lado, las vacunas pueden provocar reacciones alérgicas si los humanos u otros mamíferos o aves están expuestos repetidamente al alergeno. A eso se agrega que ya se ha informado de varios casos de recombinación entre transgenes virales y virus4. ¿Se han evaluado esas plantas por su capacidad para generar virus recombinantes? Cuando se incorporan a las plantas genes de virus que infectan a los seres humanos, ¿no se está incrementando el potencial para generar nuevos virus recombinantes que pueden transferirse de las plantas a los seres humanos?

Los cultivos modificados para producir vacunas comestibles deberían ser restringidos escrupulosamente para ese solo fin. Una compañía promueve un maíz transgénico que acaba de crear para servir de vacuna comestible contra un virus portado por los suinos. La empresa se comprometió a cultivar el maíz transgénico "en condiciones rigurosamente controladas, y utilizarlo sólo para el propósito expresado de producción de vacunas" 5. Ese compromiso es esencial, pero tales promesas deberían ser consideradas a la luz de lo que ocurrió con el maíz Star Link, que fue aprobado sólo para consumo animal pero apareció en alimentos para consumo humano. Los cultivos transgénicos utilizados como vacunas comestibles deberían ser restringidos a los cultivos de tejido vegetal o a cámaras de crecimiento de plantas en confinamiento, o a invernaderos de alta seguridad.

No obstante, hay muchas probabilidades de que la exposición prolongada y generalizada a los antígenos de virus termine por dar por tierra con el propósito de la vacuna. También existe el riesgo de que se creen nuevas cadenas de virus así como virus que se cruzan del reino vegetal al animal.

En conclusión, las vacunas comestibles fabricadas a partir de cultivos transgénicos y modificadas con genes de organismos de una enfermedad son de bajo costo y no necesitan refrigeración. Pero la liberación descuidada de esos cultivos al ambiente y su pasaje a los alimentos de consumo general seguramente producirá efectos secundarios indeseados, como un mayor impacto de la enfermedad o alergia al alimento. Por lo tanto, las vacunas comestibles de cultivos transgénicos deberían ser mantenidas en estricto confinamiento.

Notas

1 Landridge, W. "Edible Vaccines". Scientific American online (setiembre 2000).

2 Landridge, supra y Weiner, H. "Oral tolerance for treatment of autoimmune diseases". Ann Rev Med 48,341-51 (1997).

3 Ho, M. W. y Steinbrecher, R. "Fatal Flaws in Food Safety Assessment". Environmental & Nutritional Interactions 2, 51-84 (1998).

4 Ho, M. W., Ryan, A. y Cummins, J. "Hazards of transgenic plants with the cauliiflower mosaic viral promoter". Microbial Ecology in Health and Disease 12,6-11 (2000).

5 "Edible Vaccine Success". Documento de Nature Biotechnology 18, 367 (2000).

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Joe Cummins es profesor emérito de genética en la Universidad de Western Ontario.


Cómo funcionan las vacunas

Las vacunas funcionan preparando al sistema inmunitario para destruir rápidamente los agentes específicos causantes de una enfermedad antes de que puedan multiplicarse en cantidad suficiente como para provocar síntomas. Hasta ahora, esta preparación se ha logrado enfrentando al sistema inmunitario a virus o bacterias que han sido matados o "atenuados" (debilitados para que no proliferen). El sistema inmunitario responde a esta vacuna como si fuera atacado por un antagonista potente y moviliza sus fuerzas para destruir al agente extraño. Las células registran esto en su memoria y quedan alertas, prontas a defenderse si un patógeno real logra introducirse en el organismo.

Las vacunas clásicas plantean un riesgo leve de que el microorganismo muerto o atenuado pueda volver a la vida, causando la enfermedad que procura prevenir. Por esta razón actualmente se favorecen las vacunas de subunidades (que no contienen genes, son tan solo proteínas derivadas de ellos), ya que reducen este riesgo. No obstante, no suelen ser tan efectivas como las vacunas vivas. Las vacunas de subunidades también son caras, porque son producidas en cultivos de bacteria o células animales y deben ser purificadas y refrigeradas.

Varios investigadores esperan poder desarrollar vacunas comestibles que son similares a las preparaciones de subunidades, conteniendo únicamente los genes que codifican para ciertos antígenos, no todo el virus o bacteria. Uno de los principales obstáculos a superar aquí es que los antígenos podrían degradarse en el estómago antes de poder actuar. (Las vacunas de subunidades típicas deben ser administradas por inyección precisamente a causa de esto.). Los investigadores que trabajan en una vacuna comestible contra la hepatitis B sugieren que las dosis oral deberían ser de 10 a 100 veces mayores que la dosis inyectable para lograr una respuesta inmunitaria comparable.

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Fuente: WH Langridge (2000), "Edible Bacines", Scientific American, setiembre.




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