No. 115/116 - Mayo/Junio 2001
Plan energético de Bush
Otro golpe al ambiente
por
Martin Khor
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dio a conocer su plan energético. Amigos y enemigos lo condenaron por igual por sus graves consecuencias ambientales: provocará mayor emisión de gases contaminantes -los causantes del calentamiento de la atmósfera- y promoverá la energía nuclear. A poco de haberse retirado del protocolo de Kyoto, este plan de Estados Unidos implica un desastre para los esfuerzos mundiales tendientes a revertir el cambio climático. Bush también se expone a ser acusado de que su plan confirma la sospecha de que su gobierno y políticas están dominadas por el "amiguismo", especialmente con las compañías del sector energético.
Primero fue el anuncio de que Estados Unidos se retiraría del protocolo de Kyoto sobre cambio climático. Ahora el presidente George W. Bush da a conocer un nuevo plan energético que apunta a aumentar la producción de carbono y petróleo, que se sumarán a las emisiones de gases contaminantes que contribuyen al calentamiento de la atmósfera.
Estos dos hechos interconectados le están granjeando a Estados Unidos una gran impopularidad. Aún sus aliados tradicionales, los países europeos, se sienten agraviados por tal irresponsabilidad de parte de la superpotencia mundial.
El calentamiento mundial es ahora casi universalmente aceptado como la mayor amenaza a la supervivencia del planeta. Los "gases de efecto invernadero" -como el dióxido de carbono-, lanzados a la atmósfera por industrias y vehículos que utilizan combustibles fósiles (como petróleo y carbono), están provocando un aumento significativo de la temperatura mundial.
Pesan amenazas tales como que se derritan los hielos árticos y suba el nivel del mar, lo que supondría que quedarían bajo agua ciudades y zonas costeras e incluso estados insulares enteros. El cambio del clima también puede provocar alteraciones en la agricultura, bosques, vida marina, lluvias y tornar inhóspita o inviable la vida en muchas partes del mundo en las próximas décadas. Los signos del deshielo de los hielos árticos, de cambios significativos en el clima, y de alteraciones ecológicas y sociales han aumentado en los últimos años, lo que se agrega a la urgencia para resolver la crisis que acecha.
El protocolo de Kyoto de la Convención de Cambio Climático fue la pieza central de la acción. Los países desarrollados aceptaron comenzar a reducir sus emisiones de gases venenosos, o al menos reducir el ritmo de aumento de las emisiones en ciertos porcentajes. Luego, los países en desarrollo se sumarían, después de comprobar que los principales países que provocan el problema son sinceros en reducir y cambiar su utilización de la energía.
Lo acordado en Kyoto sería con todo muy poco y demasiado tardío para detener el peligro. Pero al menos significaría que los países ricos reconocen el problema y están dispuestos a emprender acciones.
Durante la campaña electoral, Bush dijo que se tomaría el tema del cambio climático con seriedad, pero uno de sus primeros actos de gobierno conmocionó a la opinión pública mundial al anunciar que Estados Unidos no creía en el protocolo de Kyoto.
Que Estados Unidos retirara su compromiso para con el protocolo de Kyoto, siendo el principal emisor de gases de efecto invernadero, significó un revés para el cronograma de acciones contra el calentamiento de la atmósfera. Y pone en peligro la supervivencia del planeta ya que queda poco tiempo para prevenir las catástrofes que se avizoran.
Es en este contexto que el ministro sueco de Medio Ambiente, Kjell Larsson, cuyo país preside actualmente la Unión Europea, declaró que el rechazo del protocolo de Kyoto por parte de Estados Unidos es "la circunstancia más peligrosa para el futuro". El ministro francés de Finanzas, Laurent Fabius, añadió que "la principal potencia del mundo no puede desentenderse de los problemas del planeta". Ambos hablaban en una reunión de ministros del club de los 30 "países ricos", la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Los otros países desarrollados no votaron a Estados Unidos como uno de sus representantes a dos organismos de la Organización de las Naciones Unidas, entre ellas la Comisión de Derechos Humanos. Esto significó un agravio para el Congreso estadounidense, pero refleja hasta qué punto se ha deteriorado la imagen de ese país, no solo entre las naciones en desarrollo sino también entre sus más estrechos aliados.
Con su plan energético, el presidente Bush empujó a su país a aguas aún más turbulentas. Casi todos los demás países desarrollados están comprometidos a eliminar gradualmente el empleo de combustibles fósiles y utilizar energía alternativa y menos nociva para el ambiente, precisamente como parte del plan para combatir los gases de efecto invernadero y el cambio climático.
El plan energético de Bush hace lo opuesto. Afloja las reglamentaciones sobre exploración de petróleo y gas, una maniobra destinada a permitir la exploración y extracción en Alaska, las Montañas Rocosas, la Costa del Golfo e incluso el Refugio Silvestre Nacional Ártico.
El plan energético también reclama la revisión o reinterpretación de la Ley de Aire Puro, que exige una larga revisión gubernamental de cualquier modificación en centrales energéticas que afecten sus emisiones. También deberán revisarse las demandas presentadas por la administración Clinton contra compañías que ignoran esa ley.
Además, el plan también alienta el uso de energía nuclear, que es ampliamente considerada como antiambiental. Exhorta a una nueva evaluación del reprocesamiento nuclear, que apunta a recuperar el plutonio del combustible nuclear, un proceso sucio y que conlleva la amenaza de liberaciones radiactivas.
En Estados Unidos los demócratas han criticado el plan energético de Bush acusándolo de que aumenta la contaminación del aire y abre tierras federales prístinas al desarrollo. Los grupos ambientalistas lo han condenado.
Fuera de Estados Unidos, llueven las críticas. El Centro de Recursos de Intereses del Pacífico, con sede en Fiji y que representa a varias ONG de las islas del Pacífico, ha calificado al plan de Bush como un crimen a la vez que pide que Estados Unidos sea llevado ante un sistema de justicia internacional. "Si se llega al límite en el cambio climático, algunas comunidades y culturas aquí dejarán de existir. Es totalmente injusto", dijo Patrina Dumaru, miembro del Centro. Los estados insulares del Pacífico enfrentan la erosión del mar, ciclones más intensos y algunos pueden llegar a quedar sumergidos por debajo del nivel del mar si las temperaturas continúan aumentando debido al calentamiento de la atmósfera.
Dumaru quedó alarmada por el plan de Bush de aumentar el empleo de energía nuclear. "Si aumenta la producción de energía nuclear, buscarán basureros para los residuos nucleares y me temo que el lugar al que mirarán será el Pacífico. Estamos cansados de toda la basura que nos tiran encima", expresó.
¿Por qué Bush impulsa el petróleo, el carbón y la energía nuclear y está en contra del protocolo de Kyoto enfrentándose a hechos científicos y a la opinión pública mundial?
Al anunciar su plan energético, el presidente expresó que Estados Unidos necesitaba ser menos dependiente de las importaciones de petróleo y suministros energéticos extranjeros, de manera de no ser vulnerable a las presiones externas. Sin embargo, no es difícil encontrar una razón más simple y menos noble. Es por todos conocido que Bush y miembros clave de su gobierno no sólo están ligados a la industria energética sino que provienen de ella.
El líder del Partido Demócrata en el Congreso, Richard Gephardt, lo planteó de esta forma: "Es un plan en gran medida concebido para y por las compañías energéticas. Corren el peligro de reforzar la opinión pública de que están estrechamente alineados con la industria energética en todo lo que hacen".
Un informe del periódico Asian Wall Street Journal, publicado el 17 de mayo, documenta las vinculaciones existentes entre personalidades claves del gobierno y los beneficios que se derivarían del informe energético para las compañías o industrias con las cuales están vinculados:
* Bush recibió 2,8 millones de dólares de los grupos vinculados a los intereses petroleros, del gas, la minería y los servicios durante la campaña electoral del 2000. En total, esos sectores aportaron 64 millones de dólares en el 2000, del cual el 75 por ciento fue para los republicanos.
* El vicepresidente Dick Cheney, quien presidió el grupo de trabajo de la Casa Blanca sobre el plan energético, ganó más de 30 millones de dólares en concepto de salario y acciones en el 2000 como ejecutivo de Halliburton, una empresa de servicios petroleros que se beneficiará con la liberación de las reglamentaciones a refinerías y gasoductos que prevé el informe energético.
* El jefe de personal de la Casa Blanca, Andrew Card, ganó por lo menos medio millón de dólares anuales por cabildear para la General Motors y otros fabricantes de automóviles de Estados Unidos. Según el plan de Bush, la industria automovilística no tendrá que mejorar la eficiencia de combustible de sus vehículos deportivos a gas y se beneficiará de los créditos fiscales para consumidores que compren su modelo de automóvil híbrido eléctrico y a gas.
* El secretario de Comercio, Donald Evans, recibió 5,3 millones de dólares cuando se retiró de su cargo de director ejecutivo de la compañía de petróleo y gas Tom Brown Inc., que se beneficiaría del énfasis que el plan pone en la exploración de petróleo y gas.
* Al menos otros 15 funcionarios designados o nominados tienen vínculos con industrias automovilísticas y energéticas. Por ejemplo, el activista Grupo de Trabajo Ambiental (Environmental Working Group) hizo circular un memorando al Congreso sobre el trabajo de J. Steven Giles, que cabildea para la industria de la minería, quien fue nominado como subsecretario del Departamento del Interior. El memorandum es muy crítico de sus actividades como representante de la industria carbonífera.
Un informe de la Presidencia de Bush cuando se formó la administración señalaba que ya no era necesario que las empresas –en especial las de la industria energética- cabildearan al gobierno, en la medida que ahora formaban parte del gobierno.
Cuando finalmente se escriba la historia del amiguismo capitalista, seguramente se señalará que el país que más predica contra otros que tienen vínculos fuertes entre el gobierno y las empresas, es el que tiene más vínculos de ese tipo, a tal punto en que es difícil distinguir la línea que separa al gobierno de las empresas.
Esta observación no tiene un mero interés académico, ni busca acumular puntos contra la superpotencia única. Lamentablemente, este amiguismo capitalista en el corazón del gobierno de Bush puede también costar la supervivencia de la Tierra, en tanto el proceso de calentamiento de la atmósfera se anota otra victoria sobre el débil y poco convincente esfuerzo de la humanidad por controlarlo.
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