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No. 118 - Agosto 2001

Uranio empobrecido

Mitos peligrosos

por Rosalie Bertell

Los gobiernos se las han arreglado para perpetuar el mito de que el uranio empobrecido es inofensivo, utilizando los resultados de una investigación conceptualmente estrecha sobre extracción y procesamiento del uranio.

Todos los países con industria nuclear tienen acceso al uranio empobrecido. Además de Estados Unidos y Gran Bretaña, se sabe que unos 17 países tienen armas de uranio empobrecido, entre ellos Rusia, Turquía, Arabia Saudita, Pakistán, Tailandia, Israel y Francia. Los gobiernos y la industria nuclear se niegan a admitir los efectos sobre la salud humana que acarrea la exposición al uranio empobrecido porque de hacerlo tal vez se vieran forzados a pagar millones de dólares por compensación y probablemente tendrían que cerrar todas las industrias nucleares que emiten radiaciones de bajo nivel, a la cual están expuestos trabajadores y vecinos.

Un informe de junio de 1994 del Instituto de Política Ambiental de la Armada de Estados Unidos sobre el empleo de uranio empobrecido en la Guerra del Golfo reconoce varios de los graves problemas que ocasiona. El informe no tuvo amplia difusión, ni siquiera entre los miembros del Congreso de Estados Unidos, y el uranio reducido fue utilizado, por Estados Unidos y el Reino Unido en Bosnia, y ampliamente por Estados Unidos en Kosovo. Veteranos de guerra y pacifistas que participan en misiones en esas zonas informaron sobre la existencia de graves enfermedades. Las que han atraído mayor atención y han provocado un gran conflicto "científico" han sido la leucemia y distintos tipos de cáncer, y el centro de la discusión ha sido el uranio reducido, que fuera ampliamente utilizado por primera vez en la Guerra del Golfo.

En la naturaleza hay presentes varios isótopos de uranio en la forma mineral de éste, pero el isótopo utilizado para energía nuclear o armas nucleares es escaso: sólo un 0,7 por ciento. En el proceso de enriquecimiento del uranio se quita ese isótopo y a lo que queda, el residuo, se le denomina uranio empobrecido.

Este uranio todavía es radiactivo y el mayor cambio es que el isótopo fisible es reducido de 0,7 por ciento a 0,3 por ciento. Un gramo de uranio empobrecido emite más de 12.000 partículas alfa (como balas de cañón a escala microscópica) por segundo, y son estas partículas las que lesionan a las células circundantes.

Si bien tanto los militares como los físicos han asegurado que estos detritos radiactivos y tóxicos no ofrecen peligro alguno para la humanidad o la salud ambiental, los trabajadores de las industrias de enriquecimiento del uranio experimentan enfermedades similares a las de los veteranos.

Los partidarios del uranio empobrecido utilizan investigaciones conceptualmente estrechas sobre extracción y procesamiento del uranio en apoyo a su propuesta. Hay varios problemas con las supuestas garantías de que no pasa nada: en primer lugar, se refieren sólo a estudios epidemiológicos de inhalación de polvo de uranio y subsiguiente cáncer de pulmón. Es demasiado pronto para ver el resultado final inducido por la radiación. Lo que sí se ven ahora son tipos de cáncer secundarios de la lesión al sistema inmunológico provocada por la radiación.

En segundo lugar, utilizan investigaciones sobre polvo de uranio, mientras que en una batalla, el calor del fuego del impacto provoca la formación de pequeñas partículas en aerosol a las que el Directorio Nacional Británico de Protección de las Radiaciones ha denominado uranio cerámico. El uranio cerámico es mucho menos soluble en los líquidos del organismo que el polvo de uranio, y hay un aumento de su vida media biológica, así como de su conducta bioquímica y sus dosis en los tejidos. El uranio cerámico también está disperso en distancias que superan los 40 kilómetros desde el objetivo.

Los físicos calculan la energía que libera un átomo de uranio en el tejido circundante en un campo de unos 30 micrones y luego lo promedian para todo el organismo. La realidad es que la dosis localizada puede causar serias rupturas del ADN y lesiones de los tejidos. Para llegar a la dosis ficticia de todo el cuerpo aplican las estimaciones de riesgo de la Comisión Internacional de Protección Radiológica para tipos de cáncer fatales. Sobre la base de "se esperan muy pocos tipos de cáncer fatales", aducen que ninguno de los otros problemas informados por los veteranos y civiles expuestos al uranio empobrecido son válidos. En realidad, las estimaciones de riesgo de la referida Comisión, además de ser apropiadas sólo para el cáncer fatal inducido por radiación, se basan en la irradiación externa, a todo el organismo, de una bomba atómica. Los investigadores de la bomba atómica nunca calcularon la dosis de radiación interna recibida por los sobrevivientes japoneses a la explosión de la bomba y la contaminación de alimentos y agua.

Desde el punto de vista de la expectativa de vida, el uranio empobrecido utilizado en la guerra es peor que un campo minado. Los sentidos humanos no son capaces de detectarlo y puede causar años de agonía y provocar la muerte de niños, mujeres y hombres de aquí a muchos años. Es importante reconocer la ilegalidad de esta nueva forma de guerra radiológica y química, y también desbaratar los mitos de que el uranio reducido es inocuo, concepto que desde hace 50 años ha ido en apoyo de las industrias nucleares.

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Rosalie Bertell es científica y religiosa, conocida internacionalmente por su trabajo en temas de radicación de bajo nivel y salud.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Cornerstones, Nº 15, mayo de 2001. El boletín de Right Livelihood Award, Cornerstones, puede ser recibido gratuitamente en el Sur bajo pedido a P O Box 15072, S-10465, Estocolmo, Suecia.






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